Otro regalo del meme de los besos (en
dryadeh ).
Titulo: Inolvidable
Fandom: Battlestar Galactica
Pairing: Lee/Kara
Summary: Era muy de ella eso de desaparecer para luego reaparecer cuando ya había perdido toda esperanza, como si quisiera asegurarse así una casa con vistas en su memoria.
Advertencias: SPOILERS DEL 4X20, capítulo final de la serie.
Nota: Regalo para
dubhesigrid y
waddi_wassi que pidieron el Lee/Kara, sobre todo para Sig, que me dio gran parte de la idea. También para las demás fans del pairing como
lauranio ,
nasirid y
nicole_daidouji por si llegan a leerlo.
La primera vez que la besó fue en casa de Zack. Pelo rubio y corto y sonrisa descarada que te provoca a hacer locuras sin darte cuenta. Puede que fuera por esa sonrisa, puede que fuera por el alcohol, o quizás simplemente fue a causa de esa tensión que chisporroteaba en el aire entre los dos desde el mismo momento en que le abrió la puerta y le invitó a entrar. Si hubieran estado un poco más sobrios y un poco menos inmersos en un tira y afloja de confesiones y provocaciones, seguramente lo hubieran oído, la energía que fluía entre ellos, zumbando en el aire como una mariposa revoloteando en torno a una bombilla. Kara le confesó que su mayor miedo era ser olvidada y ya mientras se inclinaba sobre ella, sentada en la mesa y recostándose poco a poco hacia atrás (como si quisiera obligarle a seguirla), aún antes de que sus labios se posaran sobre los de Starbuck, Lee Adama supo que nunca iba a olvidar a esa mujer. Y no sería por el beso, la respuesta a un reto, un juego que parecía inocente, sólo labios contra labios. Ni tampoco por el chasquido del cristal quebrándose contra el suelo y devolviéndoles a la realidad. Ni siquiera por los remordimientos que les separaron como imanes de una misma carga a los pocos segundos de oir la voz de Zack. Fue por ella, Kara Thrace, la piloto sin miedo a morir, Starbuck la temeraria, Starbuck la loca.
No volvió a besarla hasta unos años después, cuando ella regresó de Caprica trayendo una anticualla de museo que prometía ser la llave a un mundo nuevo. Una superchería en la que él no creía pero por la que ella, Kara Thrace, había arriesgado su vida y de paso, le había tenido en un estado permanente de nervios y preocupación. Era muy de ella eso de desaparecer para luego reaparecer cuando ya había perdido toda esperanza, como si quisiera asegurarse así una casa con vistas en su memoria. Al verla volver con la flecha de Apolo y el pelo rubio recogido en una coleta, Lee quiso decirle muchas cosas, todas ciertas. Una combinación de "estás loca, Starbuck", "¿por qué has tardado tanto?" y "Como vuelvas a hacerme esto moveré los hilos para que te encargues de la colada por un mes, ¿me ha oído, Capitán Thrace?". Pero todas le acudieron a la boca al mismo tiempo y mandando al diablo su elocuencia, la besó. Cogiéndole el rostro con las dos manos y cubriéndole la boca con cierta posesivad, tomó sus labios. Y no le importó que la presidenta de las Doce Colonias, Tom Zarek y muchos otros estuvieran allí, ni que ella apenas le devolviera el beso, demasiado sorprendida, puede que abrumada. Sólo le importó que estaba de vuelta.
Ahora que se había ido, que había desaparecido con el viento que agitaba el verdor de la Nueva Tierra, de la salvación a la que Kara Thrace les había llevado, Lee sólo podía pensar en un beso. No el primero, ni el segundo, ni ninguno de los que vinieron después. Sólo pensaba en el beso que no le había podido dar y puede que fuera mejor así, porque Lee Adama no tenía besos de despedida para Starbuck. Porque sí Kara se hubiera despedido con un beso en lugar de una pregunta ("¿Y ahora que estás aquí qué?") jamás la hubiera soltado. Le hubiera separado los labios con la lengua y se hubiera colado dentro, agarrándola con fuerza por la cintura ("Sé mía por una vez, Kara Thrace. Por una vez, del todo" le dirían sus dedos, cerrándose sobre sus curvas) para explorar el interior de su boca. Despacio, como él quería. Recorriéndole el velo del paladar, el interior de los labios, el hueco bajo la lengua, hasta que Kara, impaciente, pusiera sus propias reglas al beso y Lee se dejara llevar. Ella le enlazaría las manos en la nuca, acariciándole con los pulgares el pelo ("Llevas peinado de presidente" se burlaría, con esa sonrisa bribona suya) y le acercaría las caderas porque Kara cuando besaba, besaba con todo el cuerpo. Le aguijonearía con la lengua hasta que Lee ya no supiera ni que hacía con la suya y la temperatura subiera, como siempre que estaban cerca, como nunca lo había hecho (y nunca lo haría) bajo ese cielo azul.
Pero Kara se había marchado sin decir adiós, sin beso final, porque nunca había sido una chica de despedidas. Porque, quizás, quisiera cerciorarse de ser realmente inolvidable para él, al desvanecerse así.
Pero lo que Kara Thrace, Starbuck la temeraria, Starbuck la loca, nunca sabría, es que todo lo que tuvo que hacer para que Lee Adama, Apollo el idealista, Apollo el soñador, nunca la olvidara, fue abrirle la puerta de la casa de Zack, algún día de Marzo de más de siete años atrás.