Título: Como en los viejos tiempos
Fandom: Mass effect
Personaje(s), ship(s): Shepard, Joker, menciones a otros personajes.
Palabras: 6085
Resumen: Shepard asintió con la cabeza, le dio un suave apretón en el hombro y regresó al puente de mando. Mientras la observaba alejarse, Joker se sintió como si los dos últimos años nunca hubiesen existido. Como en los viejos tiempos.
Género: su poquito de humor y su mucho de angst.
Regalo para
eve_spardaNotas: Fan art de aliceazzo, “
A couple of beers”.
Como en los viejos tiempos
Despertar dolía. El pecho, el abdomen, la piel de todo el cuerpo. La notaba tensa y tirante, como si la hubiesen estirado demasiado y estuviese a punto de agrietarse en varios puntos. Las mejillas y la frente le ardían, y presentía que el más mínimo movimiento provocaría estallidos de dolor en cada parte de su ser.
Después llegaron los sonidos: algo que parecía ser una alarma de emergencia, disparos y una voz femenina que le resultaba familiar. La había oído antes, pero no sabía dónde. Estaba demasiado aturdida para entender lo que decía, pero percibía su tono de urgencia. Algo estaba pasando, debía moverse, tenía que reaccionar.
Abrió los ojos y los cerró un instante después, cegada por un luminoso foco situado sobre ella. Hizo una pausa, respiró lentamente y volvió a abrirlos. La luz seguía deslumbrándola pero empezó a percibir el resto de cosas a su alrededor. Estaba en una habitación, reposando sobre una camilla. Había instrumental y tecnología médica por todas partes. La alarma de emergencia seguía sonando constantemente y parecía rebotar en las paredes de su cráneo.
“Shepard, sé que te duele pero debes moverte. Estás en peligro”.
Shepard. La palabra flotó en su mente durante unos instantes, hasta que se deshizo, dejando un leve rastro de polvo espacial. Shepard. ¿Ese era su nombre?
“Comandante Shepard, no hay tiempo. Van a por ti”.
Comandante, comandante, comandante.
Fue como si alguien la hubiera conectado de nuevo al mundo. Ese rango era suyo, se lo había ganado tiempo atrás, después de escapar de la Tierra, sobrevivir a Akuze, perder a muchos compañeros. Y al final, había comandado su propia nave, la Normandía SR-1.
En ese momento, un impacto hizo temblar las paredes y Shepard se sintió transportada al accidente. La nave desconocida, disparando haces de luz que atravesaron el casco de su nave como si fuera de mantequilla. El incendio en el comedor, la pérdida de gravedad en la cubierta de mando, paneles de control flotando en su campo de visión y la galaxia, el manto oscuro cuajado de estrellas, visible en el lugar en el que momentos antes había estado del techo de la Normandía. Y después el disparo final cuando estaba colocando a Joker en el interior de la última cápsula de escape, que la arrojó lejos y la dejó flotando a la deriva en el espacio, como un globo de helio que se hubiera escurrido de entre los dedos de un niño.
Lo último que recordaba era la sensación de angustia cerrándole la garganta cuando descubrió que había un escape en la bombona de oxígeno incorporada a su traje y la vaga visión de un planeta de tono anaranjado al que se acercaba despacio pero inexorablemente. Después de eso todo era vacío.
Le parecía recordar unos rostros borrosos inclinándose sobre el suyo, voces apremiantes y su respiración acelerada haciéndole eco en los oídos, pero era casi como revivir la memoria de otra persona.
Sólo tenía dos cosas claras: no estaba en la Normandía y alguien intentaba matarla. La imperiosa voz de mujer no cesaba de recordárselo a través del intercomunicador, mientras le daba instrucciones para hacerse con la armadura y la pistola que había en un armario cercano.
Al menos estar en peligro de muerte era algo que le resultaba casi tan familiar como su rango. Así que Shepard se obligó a reaccionar. Se puso en pie, ignorando el dolor que atravesó su cuerpo cuando intentó moverse, y avanzó, inestable, hacia una taquilla que había a su izquierda. Todo daba vueltas a su alrededor y sentía los miembros torpes, como si no le pertenecieran. Era como usar el cuerpo de otra persona, como si sus extremidades no reaccionaran a la primera a las órdenes que enviaba su cerebro.
De algún modo, logró abrir la puerta del armario y encontró una armadura ligera. Ponerse la equipación era algo que tenía tan interiorizado, era tan rutinario para ella, que pese al temblor de sus manos, logró hacerlo sin mucha dificultad. Después cogió el subfusil y sus dedos se amoldaron al gatillo como si fuese una extensión de su cuerpo. Por fin algo que encajaba. Eso fue suficiente para sobreponerse al dolor y a las brumas de confusión que ralentizaban su mente. Estaba viva, así que alguien debía haberla rescatado tras el ataque. Se preguntó si el resto lo habrían conseguido y la incertidumbre la paralizó por un instante, pero entonces la voz de mujer la exhortó a hacerse con munición antes de que sus atacantes llegaran hasta ella y Shepard obedeció.
Ya habría tiempo para hacer preguntas, ahora era el momento de las armas.
Era posible que estuviera un poco borracho, pero sólo un poco. Lo sabía porque cuando se emborrachaba mucho sólo tenía que cerrar los ojos para ver la galaxia y caminar era como pilotar una nave ataviado con uno de esos estúpidos exoesqueletos que habían diseñado para que “las personas con el síndrome de Vrolik pudieran hacer una vida normal”. Como si fuese normal hacer unas tostadas vestido con una armadura pesada.
En cualquier caso, ni estaba borracho ni estaba pilotando una nave. Aunque, de las dos opciones, la única que estaba a su alcance era ahogarse en alcohol. Después de todo la Alianza seguía pagándole, aunque no tenía muy claro por qué.
No había pilotado una nave desde la destrucción de la Normandía y la desaparición de Shepard. Dijesen lo que dijesen de la tolerancia y la integración, en la marina humana no había muchos capitanes dispuestos a tener un piloto al que podían romperle un hueso si le daban una palmada demasiado fuerte en el hombro. Su nave y su comandante se habían ido, y Anderson, el único que había estado dispuesto a darle una oportunidad, ahora se dedicaba a la política.
Joker suponía que, si se lo pidiera, el Consejero podría mover un par de hilos, apretar unas cuantas manos y conseguirle una nueva nave, pero no quería molestarle. O tal vez se trataba de una cuestión de orgullo. Después de todo, era el mejor piloto de la galaxia y no pensaba mendigar para que le permitieran hacer lo que mejor sabía.
Y ahí estaba, bebiendo cerveza barata en la pegajosa barra de un antro del distrito de Zakera, frecuentado por elcors y volus. No eran la compañía más animada (“Entusiasta por el efecto del alcohol: Este licor hanar es excelente”, respiraciones agitadas de un volus y un “Ya lo creo”, componían la conversación más interesante que Joker había escuchado en el bar), pero al menos allí estaba seguro de que nadie lo reconocería. Después de la batalla de la Ciudadela, hubo par de actos oficiales y condecoraciones, pero podía caminar por la estación sin que nadie se fijara en él, al menos para algo más que para compadecerse de ese pobre minusválido, que renqueaba de un lado a otro agarrándose las costillas como si fuesen a caérsele al suelo por el esfuerzo.
Pero luego, tras la muerte de Shepard… Joker no sabía qué le revolvía más el estómago: si las felicitaciones por las grandes hazañas que había acometido con la tripulación de la Normandía o las preguntas sobre cómo había sido la comandante en vida. Pero sin duda, el momento estrella era cuando alguien acudía a él con la esperanza de que le confirmara que en realidad Shepard estaba viva. No muchos, pero aún quedaba gente que rehusaba darla por pérdida, además de Anderson y Kaidan. Gente que ni siquiera la había conocido, pero sobre los que ella había tenido impacto de alguna manera. Se negaban a creer que su heroína hubiera muerto. No se trataba de que sintieran miedo: el Consejo, con la colaboración de la Alianza, se habían encargado de maquillar la realidad y hacer creer a toda la población de la galaxia que el Soberano era una nave geth, que no había monstruos aguardando en los confines del espacio para hacerles cosas terribles; simplemente pensaban que Shepard se merecía algo mejor.
Y lo hacía, se merecía mucho más que ser utilizaba como reclamo para aumentar el alistamiento a la Alianza o como prueba de que el Consejo velaba por toda la galaxia a través de sus espectros. A veces, cuando se permitía pensar en ello, Joker estaba seguro de que la Alianza y el Consejo la preferían muerta: una vez que les había salvado el culo era más útil a sus intereses la imagen idealizada de una heroína caída en combate que una mujer de carne y hueso que no podían manejar a su antojo.
Eso explicaba que hubieran dejado de buscarla. ¿Lo hicieron acaso alguna vez? Joker recordaba las naves que los rescataron en Alchera: recogieron a los supervivientes, pero no indagaron más allá. No importó lo mucho que les insistió Joker, ni lo alto que les gritó, diciéndoles que la última vez que la vio estaba viva, que llevaba su traje, que tenía oxígeno suficiente para sobrevivir durante horas, flotando en la galaxia.
Recordaba cómo había mirado a sus compañeros de tripulación, buscando su apoyo. Aún tenía grabadas en la memoria sus expresiones, sus miradas, la cabeza gacha de Tali, los ojos de Liara llenos de lágrimas, los de Garrus fijos en el suelo, Kaidan, con el rostro vacío, ido, y Wrex negando con la cabeza. Y entonces comprendió que todos daban por sentado que Shepard estaba muerta.
Más adelante, Anderson había usado sus influencias para tratar de recuperar su cuerpo. Según supo Joker, hubo un equipo de búsqueda, pero no dieron con nada más que restos de la Normandía flotando en la atmosfera de Alchera. Después de eso, no hubo más partidas de búsqueda, tan sólo actos en memoria de Shepard, con absurdos vids con imágenes a cámara lenta que enfatizaban su heroísmo, mientras una voz en off narraba cómo la comandante encarnaba todos los ideales de la Alianza o cómo había protegido a toda la galaxia, y que finalizaba su discurso invitando a todos a seguir su ejemplo y unirse al ejército o a C-Seg, según quien fuese el anfitrión del evento. Joker había dejado de asistir. De vez en cuando aún le llegaban mensajes de la Alianza a su correo oficial, informándole de tal o cual acto en el que se requería su presencia, pero él no se molestaba en contestar y jamás enviaron a nadie a buscarle. En realidad, no les importaba que fuera o no. A nadie de la Alianza le molestó que la tripulación de alienígenas siguiera su camino, y entonces sólo quedaron Kaidan y él. El biótico parecía dispuesto a ganarse una medalla al trabajo: Joker apenas lo vio un par de veces desde el accidente, sólo en actos oficiales. Siempre estaba en misiones aquí o allá, sin tiempo para contestar a los mensajes que Joker nunca le envió. Supuso que esa era su manera de lidiar con la pérdida de Shepard, mantenerse ocupado.
A Joker le hubiera gustado descubrir si funcionaba, pero la Alianza no le había dado la oportunidad. Estaba de permiso, indefinidamente, a la espera de que encontraran un “trabajo adecuado para él”. En esa situación, tenía poco más que hacer que recordar, que revivir una y otra vez el día del accidente, las cosas que había dicho, las que había hecho, los segundos que perdió intentando salvar la Normandía cuando ya sólo era un amasijo de basura espacial. Si no se hubiera obcecado tanto en creer que aún podía sacarla de esa, si no se hubiera resistido de tal modo a abandonarla, Shepard no habría necesitado ir a buscarle. No habría tenido que cargar con él hasta la última cápsula de salvamiento, no se habría quedado flotando en el espacio hasta que el oxígeno se le agotó o fue atraída a la atmosfera de Alchera y el corazón le estalló por la presión del descenso.
Ese era su pasatiempo favorito: mortificarse imaginando las horribles maneras en que la comandante encontró su final. A otra gente le gustaba el balonbiot, Flota y Flotilla o pasear por las playas de Ilium, en cambio, él, Jeff Moreau, se pasaba los días recreando escenarios de la muerte de una persona de la que él era responsable.
-¿Teniente de vuelo Jeff Moreau?
Joker despegó la mirada de la barra del bar para encontrar a una mujer humana, de pie, a su lado. Tenía el pelo rojo, los ojos verdes y parecía haber acabado el instituto hacía un par de semanas. Ni su aspecto ni su ropa indicaban que perteneciese a la Alianza pero ¿quién si no iba a dirigirse a él por su rango y su nombre completo?
-¿Nos conocemos? -preguntó Joker, sin mucho interés, y su voz le sonó pastosa y torpe. Quizás sí que estaba un poco borracho después de todo.
-Todavía no, pero esperaba que pudiéramos ayudarnos mutuamente -respondió ella con una dulce sonrisa. ¿Eso era…? ¿Estaba esa adolescente flirteando con él? -Me llamo Kelly Chambers, pero puedes llamarme Kelly. Tengo una propuesta que hacerte, ¿te importaría que hablásemos en privado?
La joven señaló con una mano el reservado que se ocultaba tras una de las puertas del antro. Sin esperar la respuesta de Joker, echó a andar hacia la habitación, no demasiado deprisa pero sin pararse a mirar si él la seguía u ofrecerle su ayuda para caminar.
Moverse le costaba un infierno y en realidad no creía que esa muchacha pudiese decirle nada que fuera a interesarle, pero quedarse en la barra emborrachándose aún más y reviviendo el accidente tampoco le resultaba particularmente tentador, así que Joker se encogió de hombros y la siguió por la sencilla razón de que no tenía nada que perder.
Renqueó a su ritmo, ignorando al atajo de aliens que parecía menearse de un lado a otro en su ángulo de visión como si estuviesen la cubierta de un barco, y consiguió llegar junto a la tal Kelly. Ella le esperaba con una sonrisa tierna en los labios, como si estuviera barajando la posibilidad de adoptarlo como su nueva mascota. Tenía el aspecto de ser esa clase de personas que se dedicaban a rescatar animales heridos y coleccionar peluches, y Joker no se identificaba con ninguna de las dos categorías. Si no le hubiera costado tanto llegar hasta el reservado, probablemente hubiese dado media vuelta, pero estaba cansado y el sofá en que se estaba sentanda Kelly tenía pinta de ser muy cómodo. Así que se dejó caer en él a cámara lenta para no romperse el coxis y la miró, aburrido, esperando a que dijese lo que tuviera que decir.
-Represento a una organización que está interesada en contratar tus servicios como piloto. Hemos seguido muy de cerca tu carrera desde que te asignaron a la Normandía SR-1 y somos conscientes de que tus habilidades son extraordinarias -explicó Chambers.
-¿Organización? ¿Qué clase de organización?
-Una con suficientes recursos como para contar con naves de última generación y con tecnología médica puntera. De hecho, hemos desarrollado un tratamiento que podría mejorar tu calidad de vida.
Bueno, eso era nuevo. El síndrome de Vrolik era tan poco común que a nadie le interesaba investigarlo. Ni siquiera hoy en día podía ser corregido con terapia genética y el tratamiento actual consistía en medicamentos paliativos, suplementos para fortalecer sus débiles huesos y ciertos ejercicios musculares para facilitarle la movilidad. Le permitía poder levantarse de la cama y arrastrarse por ahí sin necesidad de una silla mecánica, pero poco más.
-¿Industria naval e investigación médica? -replicó Joker, suspicaz -No conozco a ninguna organización que se dedique a esas dos áreas.
-Tal vez sí hayas oído hablar de la colonia humana de Ataru y de la desaparición de sus más de 10.000 colonos sin dejar rastro hace dos meses o la de Tosal Nym, la semana pasada. Ambas en los Sistemas Terminus.
Había visto un par de noticias sobre el tema. De un día para otro se había encontrado las dos colonias vacías y nadie había vuelto a ver a sus habitantes. No había señales de lucha, cadáveres, mensajes de emergencia. Nada. Sólo casas vacías y calles solitarias. La Alianza no había hecho ninguna declaración oficial pero se rumoreaba que simplemente habían sido atacadas por esclavitas y piratas del Terminus, posiblemente batarianos.
-Algo he oído, pero ¿qué tiene que ver eso con tu organización?
-Estamos muy interesados en descubrir quién está detrás de esas desapariciones, ya que el Consejo y la Alianza apenas les están dedicando su atención. La organización a la que represento está dispuesta a utilizar todos sus recursos para averiguar qué está sucediendo. Contamos con el mejor equipo, la mejor tecnología y el mejor personal. Y en eso entras tú, teniente Moreau. Necesitamos al mejor piloto de la galaxia.
-Bueno, no hay duda de que has dado con él -concedió Joker -pero sigo sin saber quiénes sois.
Por primera vez, Chambers pareció titubear.
-Antes debo pedirte que no te guíes por tus prejuicios y pienses en lo que te he dicho -hizo una breve pausa, tal vez evaluando si Joker haría lo que le pedía o si se dejaría llevar por su naturaleza desconfiada. Pista: dejarse llevar por su naturaleza desconfiada es justo lo que estaba haciendo -La organización a la que represento es Cerberus.
El nombre cayó entre ellos como una pesada losa y Joker se reprendió a sí mismo por haber accedido a escuchar siquiera a esa mujer. Debería haberlo imaginado. Todo era demasiado bonito para ser verdad y si algo había aprendido a lo largo de su vida era que no había cuentos con finales felices.
-¿Cerberus-Cerberus? -repitió, sólo para asegurarse -Ya sabes, ¿los mismos de los experimentos con bichos y zombies y que a Shepard no le caían nada bien?
Chambers se irguió en el sofá y pareció ganar confianza, pese Joker le había plantado todos sus “prejuicios” en la cara.
-Es curioso que la menciones porque la comandante Shepard es una de las razones por las que estoy aquí para reclutarte.
-¿Qué se supone que significa eso? -escupió Joker.
La joven tomó un pad de datos de la mesilla que había junto al sofá y se lo tendió a Joker sin decir nada. Él lo cogió, lleno de aprensión, y lo que vio en la pantalla hizo que los dedos le temblaran tanto que el pad estuvo a punto de caérsele.
Era Shepard, en una cama de operaciones. Tubos por todas partes, aparatos médicos, brazos mecánicos cargados de agujas, una serie de pantallas reflejando constantes vitales, frecuencia cardiaca, respiratoria, actividad cerebral. Y su rostro, cubierto por parches de piel, visible durante un instante, antes de que un hombre con bata blanca entrara en el ángulo de la cámara, ocultándola con su espalda mientras se inclinaba sobre ella. En la esquina superior de la pantalla, un reloj reflejaba la hora, delatando que no estaba ante una grabación, sino ante una retransmisión en directo.
Pasados unos segundos, como si considerara que ya había visto suficiente, Kelly Chambers le quitó el pad con delicadeza y volvió a posarlo en la mesilla.
-¿Cómo…? ¿Cómo es posible? -balbució Joker. Estaba seguro de que el que carecía de constantes vitales en esos instantes era él.
-¿Recuerdas a la doctora T’Soni? Ella nos ayudó a recuperar a Shepard. Llevamos más de un año trabajando para salvarle la vida. De acuerdo con nuestras estimaciones, en pocos meses estará recuperada y cuando lo haga estoy segura de que le alegrará contar con su piloto -explicó ella con suavidad.
Joker, demasiado impactado para poder hablar, se tapó los ojos con las manos y se apretó los párpados con fuerza, intentando disimular el temblor de sus dedos. El corazón le latía en la garganta y los oídos y el aire parecía abandonar sus pulmones antes de haber entrado siquiera. Chambers aguardó en un silencio comprensivo durante unos minutos, dejándole asimilar lo que acababa de ver.
Shepard estaba viva. Viva. Eso era… era… Pero, ¿cuántas probabilidades había de que Shepard hubiese sobrevivido a la exposición al espacio durante quién sabe cuánto tiempo? ¿Y si era un engaño de Cerberus? Podrían haber construido un robot asesino con su aspecto o tal vez la habían clonado, o todo aquello era simplemente un montaje para que trabajase con ellos. Una trampa, incluso. Pensó en todos los horribles actos a los que Cerberus se había dedicado. Zombies de la thoriana, rachnis, cascarones, fauces trilladoras, el Almirante Kohaku, el propio pelotón de Shepard en Akuze… Tal vez se habían fabricado su propia comandante y pretendían usarlo a él para darle credibilidad a su último experimento. Los cálculos eran para las IV, pero estaba bastante seguro de que todo aquello tenía un 99,9% de probabilidades de acabar muy mal para él.
-¿Teniente Moreau? -lo llamó la mujer, devolviéndolo a la realidad.
Joker bajó las manos -habían dejado de temblarle -y miró a Kelly Chambers. No tardó ni cinco segundos en responder.
-Contad conmigo -dijo.
Los ojos del Hombre Ilusorio eran, cuando menos, inquietantes. De un azul antinatural, casi metálico, con pupilas brillantes como una estrella solar. Shepard casi podía oler el aroma amargo del tabaco caro que fumaba, mezclado con un toque de whisky, a través del comunicador cuántico. Callaba la mitad de lo que sabía y de lo que decía, resultaba difícil precisar cuánto era cierto y cuánto una sutil manipulación de la realidad para convencerla de trabajar con él.
Y sin tiempo de pararse a analizar todo lo que estaba sucediendo, Shepard se encontró en una lanzadera con dos agentes de Cerberus, a cargo de investigar la última colonia humana atacada. El Hombre Ilusorio le daba los medios: una lanzadera, compañeros y armas suficientes para acabar con un batallón. Así que Shepard aceptó a regañadientes la necesidad de actuar con rapidez: ya intentaría contactar con la Alianza luego, hablar con Anderson, dar con su antigua tripulación, hacerles saber que había vuelto. Averiguar qué estaba sucediendo con esos colonos era más urgente que poner sus cosas en orden.
Progreso de Libertad aportó lo que el Hombre Ilusorio prometía: una amenaza real, enemigos con nombre y rostro, y un nuevo equipo, dispuesto a seguir sus órdenes. Taylor y Lawson trabajaban bien y eran poderosos bióticos, pero no podían compararse a Kaidan o Liara. Nada de conversaciones banales y piques inocentes para aligerar el ambiente, como hacían Garrus o Wrex. Y Tali… bueno, a ella se la había encontrado y no podía decir que hubiese demostrado demasiada alegría al verla.
Mientras regresaba a la estación espacial, con la compañía silenciosa de Jacob y Miranda, Shepard experimentó una terrible sensación de soledad, como no lo había hecho desde que era una adolescente malnutrida y escurridiza, que intentaba sobrevivir en los suburbios de Nueva York.
En la estación Lázaro, había asegurado a Taylor que su antigua tripulación regresaría con ella en cuanto supieran que estaba viva, pero comenzaba a albergar sus dudas al respecto. En realidad, tampoco podía culparles. Ahora tenían sus vidas, el objetivo común que los había unido había desaparecido y de todos modos, ¿quién era para pedirles que se mancharan las manos y aceptaran trabajar con Cerberus después de las cosas que les habían visto hacer dos años atrás?
Dos años. Para ella el ataque a la Normandía había sucedido el día anterior, pero el resto había tenido tiempo suficiente para pasar página. Dos años creyéndola muerta daban para mucho.
Tal vez por eso el Hombre Ilusorio se mostraba tan confiado de lograr su colaboración. Después de que Shepard presentara su informe sobre la misión, él contestó a sus preguntas sobre el paradero y ocupación de su antiguo equipo. Estaba segura de que no le había mentido, no necesitaba hacerlo. Lo mismo podía decirse de la Alianza y el Consejo. Si accedía tan complacientemente a que Shepard contactase con ellos y los informase sobre lo que estaban haciendo los recolectores, debía de estar muy seguro de que no iba a encontrar en ellos el apoyo y la ayuda que estaba buscando.
De cualquier modo, debía intentarlo. Muchos humanos habían muerto en la batalla de la Ciudadela para salvar al Consejo y había dedicado a la Alianza toda su vida desde que tuvo la edad legal para alistarse y coger un rifle, eso tenía que contar para algo. Se resistía a quedarse atrapada en Cerberus, colaborando con un hombre sin escrúpulos, tan sólo porque parecía ser el único dispuesto a proporcionarle los medios que necesitaba para detener las abducciones. No olvidaba sus experimentos y ni mucho menos que ellos habían estado detrás de la muerte del Almirante Kohaku y de todo su pelotón. Tenía muy presente a Toombs y lo que le habían hecho. Nunca habían sido amigos íntimos, pero habían trabajado juntos durante años. Era un tipo tranquilo y siempre estaba de buen humor. Shepard sólo lo había visto alterarse jugando a las cartas, pero en el campo de batalla mantenía la mente fría y no le temblaba el pulso. Era la clase de soldado que querías guardándote las espaldas. Recordar el estado en que le había encontrado en Ontarom, en que parecía tan probable que disparara al doctor Wayne como que se volara la tapa de los sesos, la había marcado profundamente. Después de ese encuentro, las pesadillas con Akuze que había creído enterradas, regresaron como pálidos fantasmas perturbando las pocas horas de sueño que le dejaba la persecución de Saren.
Trabajar con Cerberus no era sólo traicionarse a sí misma o a la Alianza, también suponía faltar a la memoria de su antiguo pelotón. Y sin embargo, estaba dispuesta a hacerlo si no hallaba otra manera de parar a los recolectores.
Tan sólo desearía tener a alguien cerca en quien pudiera confiar. Taylor parecía un buen hombre, pero había cambiado la Alianza por Cerberus y en cuanto a Miranda, no había duda de su talento y su eficacia, pero tampoco de sus lealtades. El Hombre Ilusorio había hablado de reclutar a más gente para su misión, pero todos habían sido seleccionados personalmente por él. Lawson le facilitaría los dossiers con información sobre ellos, le había dicho.
-Y una cosa más, Shepard -dijo el Hombre Ilusorio, cuando ella ya se disponía a marcharse -Necesitarás a un buen piloto.
-Tenía al mejor piloto de la galaxia -respondió ella.
-Estoy de acuerdo -coincidió él y entonces el comunicador cuántico se apagó.
Shepard se quedó a solas en la oscura sala, inmóvil bajo el peso del pacto con el diablo que al parecer acababa de firmar.
Tres días atrás, todo parecía en orden. Estaba en su nave, con su tripulación, acabando con los últimos reductos de geth. Eran misiones rutinarias, nada demasiado complicado. Tali había decidido alargar su peregrinaje un poco más y Wrex no parecía tener prisa en retomar su vida de mercenario. Lo mismo sucedía con Garrus: en teoría había dejado C-Seg de manera temporal para acabar con la amenaza que suponía Saren pero siempre posponía su regreso. En cuanto a Liara, estaba solicitando los permisos necesarios para que le permitieran llevar a cabo una excavación en Illos y mientras tanto, seguía acompañándoles. Y Kaidan pertenecía a la Normandía tanto como lo hacía ella.
Formaban un grupo extraño al que Saren había unido pero cuya muerte no parecía capaz de deshacer. Cada uno a su modo, todos estaban retrasando el momento de separarse. Shepard recordaba la noche anterior al ataque, en el comedor, en una de esas ocasiones en que todos coincidían allí. Habían empezado a llevar un recuento de los geths que exterminaban y alguien, no estaba segura de quien, había propuesto incluso que crearan un tablón donde apuntar sus puntuaciones bajo el lema “Esto va por ti, Ashley”. Wrex se había indignado porque Garrus iba por delante, lo que, según él, se debía a que Shepard lo había llevado con ella en las dos últimas misiones. Eso dio pie a que Tali reclamara su legítimo derecho como quariana a formar parte del equipo de la comandante por defecto. Kaidan señaló que sus poderes tecnológicos le hacían muy indicado para ese tipo de misiones, a lo que Liara replicó que su singularidad podía ser igual de efectiva. Todo ello derivó en una discusión en que Shepard se vio obligada a establecer un sistema de turnos para que todos tuviesen las mismas posibilidades de puntuar. En lo único en lo que su tripulación se puso de acuerdo fue en dejarla a ella fuera de la competición.
-No sería justo. Tú vas a todas las misiones -explicó Tali, y había cierto tono acusador en su voz.
-¡Soy la comandante de esta nave! -contestó Shepard, a medias divertida, a medias indignada.
-¿Sabéis? No es por quitaros mérito, pero dado que la Normandía dio el golpe definitivo al Soberano, yo debería estar el primero en el marcador.
La voz de Joker sonó a través del intercomunicador que había en la pared cercana. El piloto tenía otras aficiones además de volar como, por ejemplo, escuchar las conversaciones que tenían lugar por el resto de la nave.
-Eso es cierto -reconoció Garrus -pero en ese caso, la primera en el marcador debería ser la Normandía, no tú.
-Hey, ¡soy yo quien conduce a esta pequeña! Es una gran nave pero la última vez que lo comprobé, no se pilotaba sola.
-No soy muy aficionada al Mako, pero él debería llevarse el segundo puesto -opinó Liara -Ha acabado con unos cuantos andadores, eso debería puntuar el triple.
-Yo he acabado con muchos andadores -ese era Wrex -Arrojé uno al vacío de un empujón en Virmire.
-Ese fue el Mako -puntualizó Kaidan.
-Bueno, pero yo estaba allí -gruñó el krogan.
-Creo que todos estáis olvidando quién conduce el Mako y quien se encarga de los cañones…
-Nadie puede olvidar cómo conduces el Mako, Shepard -Kaidan sonrió al decirlo. A decir verdad, Shepard había notado que las misiones que implicaban ese medio de transporte, no parecían ser las favoritas de su equipo. ¿Se trataba de una velada crítica a su manera de conducir ese trasto?
Shepard sonrió, perdida en su memoria, pero pronto la sonrisa se tornó en una mueca amarga. Tres días. Eso era lo que había pasado para ella desde esa agradable velada en el comedor, pero eran dos años para el resto del mundo. Tali no había reaccionado como ella esperaba al descubrir que estaba viva, ¿qué podía esperar entonces de los demás? Habían pasado más tiempo creyéndola muerta que a su lado. Kaidan era el único que pertenecía a su tripulación antes de Eden Prime, los demás se le habían ido uniendo a lo largo del camino, y sin embargo, de todos ellos, estaba segura que sería el menos dispuesto a tolerar su temporal colaboración con Cerberus.
-Hey, comandante. Es como en los viejos tiempos, ¿eh?
Shepard se volvió en la sala de comunicaciones de Cerberus, reconociendo la jovial voz que sonaba detrás de ella. Se corrigió mentalmente, abandonando sus memorias: Kaidan no había sido el único que formaba parte de su equipo desde el principio.
-¿Joker? -exclamó, el corazón latiéndole en la garganta -¡No puedo creer que seas tú!
Caminaba más erguido y con más seguridad que la última vez que lo había visto. A excepción de un ligero cojeo y la mano en las costillas, parecía poder moverse con facilidad. Pero eso y los colores de Cerberus en su equipación, era lo único que habían cambiado en Joker durante los dos últimos años. Seguía llevando gorra y la misma barba pelirroja.
Shepard se alegró tanto de verle que estuvo a punto de darle un abrazo, especialmente cuando le dejó claro que iba a ser su piloto una vez más. No parecía importarle trabajar para Cerberus ni tampoco que ella lo hiciera. Y las sorpresas no acababan ahí, tenían una nueva nave, suya, de los dos. Normandía SR-2: brillante, enorme y equipada con la última tecnología.
Y con el mejor piloto y la mejor nave de la galaxia en su haber, Shepard sintió que algunos fragmentos del lienzo roto a pedazos en que se había convertido su vida, volvían a unirse.
Joker debía reconocerle un par de cosas buenas a Cerberus. Podían tener un gusto deplorable en cuanto se trataba a experimentos, pero sabían lo que se hacían con las naves y en concreto del sillón del piloto. Acolchado, buen refuerzo lumbar, cuero. ¡Cuero! Además era replegable y giraba como la seda en todas direcciones. Otra cosa era la Inteligencia Virtual que habían colocado a su lado. Es decir, tener una IA vigilando todos sus movimientos era algo terrible, un insulto a sus habilidades y una molestia constante, pero tenía ciertas utilidades.
-Muéstrame a la Comandante Shepard -solicitó Joker y la esfera brillante y azul a la que la tripulación llamaba S.I.D. se transformó en una pantalla en que se visualizaba a la Comandante recorriendo la nave.
Joker la contempló pasear por la cubierta de mando, acariciando con la mano los paneles del CIC, subiendo los peldaños que daban acceso al mapa de la galaxia y apoyándose en la barandilla. Tenía la mirada perdida, como si más que observando estuviera recordando su antigua nave. Después de unos segundos absorta, Kelly Chambers requirió su atención y Shepard conversó con ella brevemente. Luego siguió su recorrido a la armería y tomó el ascensor para visitar cada rincón de la Normandía SR-2. De vez en cuando, en las cubiertas más parecidas a la nave original se detenía y deslizaba las manos por los respaldos de las sillas del comedor, los engranajes del pasillo que conducía a la sala central de baterías o el lugar donde antes había estado su camarote y que ahora ocupaba Lawson. También visitó la ingeniería, donde pasó un buen rato contemplando el motor Tantalus mejorado por Cerberus. Por último, tomó el ascensor hasta la cubierta superior, donde se encontraba su nuevo camarote. Joker vio cómo entraba en los aseos, se observaba en el espejo y tocaba con cuidado las cicatrices que recorrían su rostro. Decidiendo que Shepard merecía un poco de intimidad, indicó a S.I.D. que cerrara sesión y volvió su mirada hacia la galaxia.
Todo aquello le provocaba una sensación agridulce. La comandante no parecía feliz, ni siquiera ahora que tenía una nave nueva y mejor que la anterior. Extrañaba la Normandía SR-1, añoraba a la antigua tripulación. Joker no se engañaba sobre Cerberus, seguía sin fiarse de ellos pero sabía que eran los únicos capaces de darle a Shepard los recursos que necesitaba para detener las abducciones. Y él estaría ahí a cada paso para guardarle las espaldas. Se lo debía.
Como si la hubiera invocado con sus pensamientos, Shepard se presentó en la cabina de pilotaje poco después. Parecía pensativa, los ojos tristes, el ceño ligeramente fruncido. Se detuvo junto a la silla de Joker y posó una mano en su respaldo.
-¿Qué opinas de nuestra nueva nave? -se interesó él.
-Creo que la antigua Normandía cabría entera en mi nuevo camarote, pero supongo que es algo a lo que podré acostumbrarme. Servirá -concedió. Después, lanzó un pequeño suspiro y añadió -Me preocupa más el nuevo equipo.
Joker sintió un sabor muy amargo en el paladar. Tal vez ahora estuviera un poco desanimada pero sabía que en cuanto volviera a sentirse útil, cuando tuviera ocasión de regresar al campo de batalla, Shepard volvería a ser la de siempre. Y mientras tanto, ya se encargaría él de subirle el ánimo.
-Lo entiendo, comandante -coincidió él -¿Te has fijado en Miranda y Jacob? Me refiero, ¿has visto sus traseros? ¿Crees que El Hombre Ilusorio lo pone como requisito para trabajar con él? Ya sabes, ¿“se requiere la habilidad de matar y unos glúteos anatómicamente perfectos”? Lo encuentro inquietante.
Pensó que Shepard sonreiría, porque bueno, era cierto: había algo antinatural en esos dos, esa parte de su anatomía parecía desafiar la gravedad. Pero la comandante permaneció seria.
-Tiene sentido -dijo -Eso explica por qué nos han reclutado.
-Definitivamente. No creo que Wrex ni Garrus superaran los exigentes estándares en Cerberus.
Ahora sí, Shepard soltó una carcajada y el antiguo brillo volvió a su mirada.
-¿Sabes, Joker? Te he echado de menos -dijo con calidez.
Joker le devolvió la sonrisa. Él también la había extrañado pero como no era el tipo de persona que decía esas cosas en voz alta, se lo hizo entender a su manera.
-La nave está lista, comandante, cuando estés preparada elige el destino en el mapa de la galaxia y estaremos allí antes de que te dé tiempo a decir “relé de masa”.
Shepard asintió con la cabeza, le dio un suave apretón en el hombro y regresó al puente de mando. Mientras la observaba alejarse, Joker se sintió como si los dos últimos años nunca hubiesen existido.
Como en los viejos tiempos.