You can't run away from your future (6/?) [Heroes] Peter/Claire

Aug 22, 2009 21:08


Titulo: You can't run away from your future
Fandom: Heroes
Pairing: Peter/Claire
Advertencias: Spoilers del 1x20. Transcurre en el Futuro del capítulo "Cinco años desaparecidos". Se ignora el incesto.
Summary: Todos creían que Claire Bennet estaba muerta, incluído Peter. Pero ha sobrevivido y está escondiéndose. Próximo destino: Las Vegas.
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You can’t run away from your future

Capítulo 6

Aparecieron de nuevo en el piso de Nueva York. Peter se tambaleó un poco al soltarla, de modo que Claire lo agarró con fuerza. Le rodeó la cintura con un brazo y le ayudó a caminar hasta el sofá. Si le hubiera mirado, probablemente hubiera visto su sonrisa esquiva y sus ojos fijos en ella.

-Ya casi estamos -le prometió Claire con voz suave.

Llegaron hasta el sofá y Claire le ayudó a dejarse caer sobre él. Después observó a Peter evaluativamente. Tenía un aspecto enfermizo, el rostro cubierto de sudor frío y el pelo engominado revuelto y descolocado. En su palidez cadavérica, la enorme cicatriz parecía más oscura y grande que nunca.

-¿Puedo preguntarte una cosa?

Peter elevó las cejas y le dirigió una mirada enigmática como toda respuesta.

-¿Desde cuando puedes regenerarte? -prosiguió ella.

-Desde que te conocí -respondió él con voz ronca -En Odessa.

Claire asintió, ya lo había supuesto.

-Entonces, ¿por qué no curas tu cicatriz?

Peter la contempló en el más absoluto silencio hasta que se percató de que estaba incomodándola. No era su culpa que Claire hiciera siempre las preguntas más difíciles. ¿Por qué llevaba su cicatriz? No había sido algo consciente. Cuando se despertó en Odessa y creyó que Claire estaba muerta, tenía esa marca atravesándole el rostro. Entonces no sabía usar los poderes de los que se contagiaba así que no pudo borrarla. Más tarde, cuando aprendió a regenerarse conscientemente decidió dejarla como estaba. Era un recordatorio de su falta, una penitencia por no haber salvado a la animadora.

¿Tenía sentido eso ahora que conocía la verdad, ahora que Claire estaba con él? Quizás no, pero Peter aún no había salvado el mundo.

-¿Vas a volver a escaparte? -preguntó por toda respuesta.

Claire esbozó una sonrisa triste.

-No lo creo.

-Bien -y dicho esto, Peter se recostó sobre el sofá y se durmió en el acto.

Aunque estaba tan cansada como Peter (quizás menos, pero Claire no sabía que él se había pasado las noches anteriores en vela para vigilarla), también se sentía demasiado excitada como para dormirse, así que se dedicó a husmear por el piso. Encontró una caja de galletas en la cocina y aunque no tenía mucha hambre, cogió un puñado y lo comió lentamente mientras husmeaba por el apartamento. La mayor parte de las habitaciones estaban vacías de todo mueble. Encontró una cama, un televisor y una estantería llena de libros en la que, supuso, sería la habitación de Peter. Los baños estaban casi intactos, pero vacíos. Los azulejos de las paredes se habían caído, los espejos estaban estallados y una gruesa capa de polvo cubría todo.

En su errar, Claire dio con la puerta que daba acceso a otra parte del apartamento. Estaba mal engrasada, de modo que chirrió cuando la abrió, pero Peter estaba tan profundamente dormido que ni siquiera se inmutó.

Ante ella se extendía un largo pasillo franqueado de puertas deterioradas, pero Claire se quedó paralizada sin entrar en ninguna habitación. Las paredes que se extendían a su alrededor estaban cubiertas de imágenes de destrucción. Nueva York ardiendo, edificios emblemáticos viéndose reducidos a escombros, Central Park incendiado. Escenas de caos y catástrofe pintadas a escala por todas las paredes. Estaban por todas partes, en cada centímetro de hormigón, en el suelo y hasta en el techo, de modo que a Claire le dio la sensación de encontrarse en plena Nueva York el día de la explosión que arrasó media ciudad.

Sobrecogida, continuó andando y abrió algunas puertas. Todas conducían a lo mismo: habitaciones vacías, vestidas de pinturas de óleo. Los mismos pasajes una y otra vez. Puentes desechos cayendo sobre el río, coches saltando por los aires, edificios derrumbándose sobre sus cimientos, gente atrapada en el fuego.

En una habitación se encontró a sí misma. Estaba pintada en cada centímetro de pared, muerta a los pies del gimnasio de su instituto de Odessa, su cabello rubio extendido sobre un charco de sangre. Los ojos azules abiertos de sorpresa, sin brillo ni vida; su uniforme de animadora ensangrentado.

Claire tragó en hueso reconociéndose en el cuadro. Ese aspecto debía tener cuando Noah la “mató” temporalmente para preparar su huida. Recordar todo lo que su padre hizo por ella y la manera en que acabó la entristeció enormemente así que decidió salir de ese corredor sin molestar sen mirar nada más. Sin embargo, cuando regresó al pasillo vio una última habitación con la puerta cerrada. La hoja de madera también estaba pintada. Se veía a un hombre de espaldas, vestido de negro, resaltando en medio de las llamas. Hubo algo en la imagen que le resultó familiar, así que Claire abrió la puerta y miró dentro.

La estancia era similar a las demás. Sin muebles, sucia y dibujada hasta el último rincón. No había rastro del hombre de la puerta en las paredes o en el techo, pero en el suelo se vislumbraba su sombra alargada. Intrigada, Claire examinó la cara interior de la puerta y abrió mucho los ojos ante lo vio. Era el mismo hombre, pero de frente. Tenía una expresión de horror en el rostro y los brazos extendidos con las palmas hacia arriba en un gesto de impotencia. Su cuerpo parecía irradiar calor, reflejado en pinceladas anaranjadas y sus propios ojos, la línea entre sus labios, estaban coloreadotes con los mismos tonos, como si el fuego estuviera dentro de él, como si se le insinuara bajo la piel.

Era Peter.

Claire confirmó sus sospechas. Era él quien había explotado cinco años atrás, no Sylar. Y ese día había estado a punto de hacerlo otra vez.

La cicatriz, la mirada oscura, los silencios, la vida austera. Todo tenía sentido ahora.

En silencio, la joven salió del corredor y cerró la puerta a sus espaldas.

Peter despertó bruscamente. Miró a su alrededor, desconcertado, cerciorándose de que estaba en el apartamento de Charles Devaux. Había luz, la luz grisácea y tenue de un día nublado. Posiblemente había dormido casi un día entero.

Se levantó rápidamente al no oír ningún sonido cerca. Las cuatro zancadas que tardó en llegar a la puerta de la habitación de Claire se le hicieron eternas y su corazón bombeó sangre con fuerza mientras giraba la manilla de la puerta. No obstante la entreabrió despacio y se relajó el cuerpo al vislumbrar a Claire, dormida sobre el colchón. Estaba tumbada de lado y cubierta por una manta gris, su rostro parecía en paz, tranquilo.

Como contagiándose de su serenidad, Peter volvió a cerrar la puerta. Una vez comprobado que la animadora no se le había vuelto a escapar, cerró los ojos y desapareció.

Cuando regresó al apartamento, Claire ya estaba despierta. La encontró en la habitación donde Peter solía dormir antes de adueñarse del sofá. Estaba sentada sobre su cama, con el pelo cobrizo húmedo y peinado hacia atrás, seguramente con los dedos. Veía la televisión, con una expresión de miedo y frustración. Peter soltó las bolsas que había traído (ropa para Claire, dinero en metálico, comida, algunas cosas que guardaba en su local en Las Vegas) y se acercó a ella.

Claire dio un respingo al verle y la mirada angustiada que le lanzó hizo que Peter prestara atención al televisor.

Reconoció la voz de su hermano instantáneamente, el Presidente Nathan Petrelli estaba haciendo un anuncio en la sala de prensa presidencial. En la esquina superior derecha del televisor aparecían las imágenes de dos fugitivos considerados altamente peligrosos para la seguridad Nacional. Peter Petrelli y Claire Benneth, cuyo último nombre conocido era Sandra Johnson.

El Presidente especificaba que eran violentos y escurridizos, por lo que solicitaba la ayuda ciudadana y ofrecía números de contacto a los que podía llamar todo aquel que tuviera información sobre su paradero.

Claire no quitaba los ojos de la pantalla con las manos entrelazadas y prensadas entre las rodillas. A pesar del pelo teñido y el rostro más maduro, a Peter le recordó a la animadora rubia y asustada a la que había conocido hacía casi seis años.

Despacio, se sentó a su lado y poseído por un impulso, le posó una mano en un hombro para confortarla. Claire le miró, sus ojos azules tan cerca que eran todo cuanto él podía ver, y Peter sintió como de pronto su brazo se volvía pesado y torpe y sus dedos eran absolutamente conscientes de la piel de la chica por debajo de la tela.

-¿Qué vamos a hacer ahora, Peter? -le preguntó ella en voz baja, mirándole directamente a los ojos.

Peter se quedó en blanco y muy quieto, devolviéndole la mirada. Cuando se sentó a su lado, antes de ponerle la mano en el hombro, había pensado en algo que decir. Algo para tranquilizarla y sin embargo, ahora las palabras se le escapaban.

En algún momento se dio cuenta de que estaba acercándose inconscientemente al rostro Claire hasta casi tocarlo con los labios. Se detuvo.

Su espacio persona invadía el de la joven y Claire permanecía inmóvil, sin parpadear, sin respirar.

¿Qué iban a hacer ahora?

-…y Claire Bennet, suponen una amenaza que no podemos ignorar. Sin embargo, nuestros equipos especiales están sobre su pista y los neutralizarán de un momento a otro…

Oír su nombre reclamó de nuevo la atención de Claire. Bajó la mirada, despacio, y la volvió hacia el televisor. Peter también se movió, apartándose un poco de ella y retirándole la mano del hombro. Ella se quedó rígida en cuanto dejó de sentir su contacto, incómoda.

Peter se esforzó por recordar de qué habían estado hablando.

-Aquí estaremos seguros -dijo.

Claire le miró de reojo, como si no se atreviera a hacerlo directamente.

-No sé por cuánto tiempo.

-Puedo sacarte del país.

Ahora, Claire se atrevió a enfrentar su mirada. ¿Sacarla del país? Noah se había pasado años intentando convencerla de que dejara Estados Unidos. En el extranjero la Ley Linderman no existía, y aunque había países con políticas similares, en Suramérica o Europa podría llevar una vida prácticamente normal. Sin embargo, todo ese tiempo, Claire se había resistido. No quería alejarse tanto de su familia.

Se preguntó si eso seguía teniendo sentido en esos momentos. Su padre había muerto, su madre y Lyle pensaban que ella también y no sabía dónde encontrarles. No podía volver a ver a Andy ni a ninguno de sus amigos. Era una fugitiva de manera oficial y vivía escondida en su apartamento en la zona cero de Nueva York con un hombre que era prácticamente un extraño.

¿Salir del país? Sí, tenía sentido.

-No -dijo, decidida.

Esperó que Peter se lo discutiera, pero él guardó silencio, escrutándola con su mirada oscura hasta que Claire sintió pudor. Agradeció que no tratara de llevarle la contraria porque no hubiera sabido exactamente qué responder. ¿Por qué se negaba a irse? No era pura cabezonería, simplemente… no quería irse si Peter se iba a quedar.

Se dijo a sí misma que era una reacción normal. Peter era la única persona en la que podía confiar y con la que se sentía segura. No quería empezar de cero otra vez y él era todo lo que le quedaba en esos momentos.

-En ese caso, sólo tenemos dos opciones.

Claire pensó que le gustaba el plural.

-Ocultarnos o bien enfrentarnos a Sylar y su gente.

Ninguna de las opciones se le planteaba muy apetecible, pero Claire estaba cansada de esconderse y huir. Eso es lo que Noah le hubiera dicho que hiciera de estar vivo, pero ahora era ella la que debía tomar sus propias decisiones. Se negaba a vivir el resto de su vida de la misma manera que los años precedentes, o peor aún. Sin embargo, ¿qué podían hacer sólo dos personas contra el Presidente de los Estados Unidos y la Compañía?

-No quiero ocultarme más -afirmó, finalmente.

Peter guardó un silencio profundo, observándola. Ocultarse era precisamente lo que él llevaba haciendo sus últimos cinco años, pero no por las mismas razones que Claire. No era un fugitivo según una ley injusta, era un cobarde que se había ocultado al mundo, incapaz de afrontar sus propios actos.

Cuando regresó al mundo real después de meses aislado en ese mismo apartamento, lo hizo sólo para ocultarse en otro agujero, Las Vegas, y fingir que nada había sucedido, que le daba igual. Niki había llegado allí buscando lo mismo: una nueva vida con la que dar portazo al pasado, y le había encontrado a él. Se habían conformado con eso, con fingir que Niki nunca tuvo un hijo por el que hubiera dado la vida y que él jamás había querido ser enfermero para ayudar a los demás. Se convirtieron en una bailarina de barra y un hombre de negocios, entre humo de cigarrillo y luces de neón, sin más visión de futuro, sin más esperanza que la de sobrevivir.

Le dio la espalda a lo que había hecho, ocultando sus remordimientos bajo la gomina y el chaquetón, diciéndose a sí mismo que ya no había nada que pudiera hacer. Que no pudo evitar que el mundo se fuera a pique y ya sólo le quedaba contemplar como se hundían los últimos restos del naufragio.

De vez en cuando, al despertarse con la resaca de una pesadilla del pasado, al ver a Nathan en las noticias o una llamada de su madre en el móvil que nunca llegó a devolver, se permitía pensar que quizás pudiera hacer algo. Quizás aún pudiera cambiar las cosas.

Pero entonces Niki le disuadía, le decía, con amargura y lágrimas ocultas bajo polvo de maquillaje que no había aprendido y seguía siendo el mismo iluso de años atrás, y se subía al escenario a bailar, intentando no deshacerse en pedazos. Entonces Peter lo olvidaba, se hundía en el pesimismo y lo dejaba pasar.

Sin embargo ahora, una muchacha que había perdido todo como él y como Niki, se negaba a conformarse con sobrevivir y quería cambiar las cosas. Aunque su poder no le permitiera hacer ni la mitad de lo que ellos dos podrían haber conseguido juntos, Claire Bennet no quería cruzarse de brazos y mirar a otro lado.

Sonrió lentamente, preguntándose quién había salvado a quien.

-Entonces, iremos a por Sylar -dijo, y el mero hecho de hacerlo consiguió que se sintiera mejor consigo mismo. Quizás, después de todo, podría compensar a todos por lo que había hecho cinco años atrás.

Claire esbozó una sonrisa trémula aunque decidida.

-Bien, ¿y cómo lo hacemos?

-Sylar es la mayor amenaza -murmuró Peter, pensativo -Hiro y yo logramos acceder a la base de la Compañía en Nueva York pero habrán reforzado la seguridad. Sin embargo, no creo que Sylar tenga a muchos de los nuestros trabajando para él. Parkman ha muerto y la última vez, sólo envió al Haitiano contra nosotros. Mohinder quizás podría haber trabajado como espía para nosotros pero también murió la última vez que…la última vez que intentamos cambiar las cosas.

-¿Quiénes?

-Hiro, Ando y yo -ante la cara de confusión de Claire continuó -Hiro podía viajar en el tiempo. Es de él de quien absorbí esa habilidad. Se había obsesionado por averiguar la manera de regresar al pasado y cambiarlo todo. Hace poco el Hiro del pasado llegó al futuro con Ando, su amigo. Es civil, no tiene poderes, pero nos ayudó. Ellos vinieron a buscarme, fueron ellos quienes me dijeron que tú vivías, que había logrado salvarte y que eso significaba que aún teníamos una posibilidad. Sin embargo, Hiro fue apresado por los hombres de Sylar, así intentamos salvarle -Peter hizo una pausa, recordando con dolor lo sucedido -Todos murieron, ambos Hiros, Parkman y Mohinder también, y yo logré huir antes de que llegara Sylar.

Claire apretó los labios al oír el nombre de Parkman. Él había asesinado a su padre, a pesar de que le había ayudado en el pasado. Sabía quien era, Noah hablaba bien de él. Lo consideraba un hombre decente a pesar de haberse unido a la gente del presidente.

“Te equivocaste, papá” pensó con amargura.

-Si el Haitiano no está cerca, llegar a Sylar no será un problema, ¿verdad? -preguntó ella. Quizás Parkman hubiera sido el brazo ejecutor de su padre, pero la sentencia había llegado de más arriba y Claire quería venganza.

-No. Puedo deshacerme de los soldados y con nuestros poderes funcionando, no podrán dañarnos. ¿En qué estás pensando? -añadió al ver la expresión de Claire.

Tenía los ojos entrecerrados, la mirada perdida y apretaba las manos, cerradas en puño, con fuerza.

-Quizás podamos convencerle de que nos ayude. Él trabajó muchos años con mi padre…

-Trabaja para Sylar, no podemos fiarnos de él.

-Y sin embargo, nos permitió escapar. Gracias a él estamos vivos todavía. Me ayudó en el pasado y volvió a hacerlo en Midland.

Peter iba a replicar cuando su teléfono móvil empezó a sonar. Lo llevaba en el chaquetón por costumbre, se había olvidado de él. Lo extrajo del bolsillo y echó un vistazo a la pantalla.

Reconoció de inmediato el número de teléfono y ante la mirada interrogante de Claire, descolgó.

-Peter -dijo una angustiada voz de mujer.

-¿Esta línea es segura?

-Sí -aseguró Angela Petrelli -¿Estás bien?

-Sí, no te preocupes, mamá. Pero debo decirte algo…

-Nathan -le interrumpió ella -Él…

-Él es Sylar, mamá.

Se hizo el silencio al otro lado de la línea. Claire se figuró lo que estaba sucediendo.

-Lo imaginaba -dijo al cabo, con sobriedad -Estás en Busca y Captura, tú y la chica. Sois las prioridades de la Compañía y los soldados de Seguridad Nacional. ¿Está ella contigo?

-Sí, Claire está bien -la miró al decir esto y ella sonrió suavemente.

-Bien.

-Tenemos que hacer algo.

Unos segundos de silencio y la voz de la mujer resonando con fuerza, tan determinada que hasta Claire la pudo oír.

-Lo sé.

Peter y Claire se miraron fijamente, y con Angela Petrelli al teléfono, comenzaron a fraguar un plan.

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