Sin embargo, cuando miraba a aquel chico tan pequeño jugar, se daba cuenta que el dilema era ínfimo y que la idea de gustarle sí tenía una base real. Todo lo que hacía Kuroko era un fundamento más para ello. Ya fuese al dar extraordinarios pases y sincronizándose a la perfección en sus jugadas como dupla, sorprendiéndolo día tras día por su torcida personalidad inmutable, al igual que su adicción irrefrenable a las malteadas de vainilla. Y la guinda de la torta: lo deslumbrante que podía llegar a ser en sus momentos, dejándolo atontado sin remedio alguno a través de simples palabras o su actitud.
Kimi Ga Hikari De Aru Tame Ni by
aki-chan91