Feb 19, 2011 10:30
Refrán: Manos frías, corazón ardiente
Mortífago: Severus Snape, espía, lealtad cuestionable, muerto.
Lily Evans podría llamarse el pilar de su vida. Parece triste que ni siquiera en su propia vida Severus sirviese para algo, pero es algo cierto. Cuando nació, si alguna vez había existido el amor y el respeto entre sus padres, este se había evaporado. Muy pronto, su madre se había convertido en la única persona que amaba en ese mundo y su padre la única que odiaba. No era un buen comienzo para alguien que solo conoce a sus padres. La familia era cosa olvidada. Si tuvo primos, tíos o abuelos, nunca los vio. Poco a poco, iba aprendiendo a andar, a contar, a saber cosas sobre la magia, a hablar... Y poco a poco, tan lentamente que dolía, iba creciendo, pensando y separándose de su padre, pero también de su madre. Y fue descubriendo a los vecinos, o a una vecina en particular. Una niña pelirroja de ojos verdes cuyos nombre y dirección averiguó por si solo. Lily Evans. Su vida adquirió un sentido jugando con esa niña que compartía con el la magia. Lo único bueno de su vida. Pronto, se hicieron amigos y Lily empezó a conocer los secretos que Sev guardaba no tan recelosamente si era Lily la que preguntaba.
Cuando se encontraban, Lily solía abrazarle y cogerle las manos - que siempre estaban frías, cosa que siempre comentaba - y se iban juntos a los campos circundantes, a buscar un ambiente mejor que ese barrio obrero.
Era una costumbre tan repetida que incluso en Hogwarts Lily tenía el impulso de cogerle las manos para calentárselas con las suyas propias. Incluso aquel día, en el que se enfadó con él. También el día que fue a verle por su propia decisión para decirle que salía con Potter. O el día que acabaron Hogwarts... No la volvió a ver desde entonces. No cara a cara, al menos. No lo suficientemente cerca para que alargase una mano hasta las suyas.
Fue Lily Evans la primera que se enteró de que era Snape quien les había dado el soplo. El que los ayudó a esconderse, aunque mas tarde no sirviese para nada. A veces comentaba cosas sobre él, encerrados como estaban los tres Potter en Godric's Hollow. A veces, muy a menudo, lo poco que recordaba, en estado apático, eran sus manos.
-Severus siempre tuvo las manos frías...-comentaba.
James no solía estar con ella en esos momentos. Sabia que Lily estaba melancólica por un amigo perdido, pero no podía evitar sentir celos, teniendo tan cerca, y su pensamiento tan lejos. Puede que Snape tuviese las manos frías, y qué más daba.
Se volvieron a ver las caras. En muerte. En esa estación de King's Cross que era la muerte. Apareció de repente, tumbado en el suelo, mirando algo que seguramente intentaba mirar antes de morir. Agarrando con sus manos frías a alguien que no venia con él al mundo de los muertos. Lily agarró esas manos.
-Sigues teniendo las manos frías...
Severus, conmocionado, al ver esos ojos verdes que hacia tres segundos había tenido la intención de ver en Harry Potter, no supo contestar. Pero Lily contestaba por él en su mente. Manos frías, corazón caliente. Manos frías, corazón ardiente...
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