Sep 09, 2006 23:09
-CAPITULO 1-
Antes de la tormenta
El archipiélago de Ghakya era el lugar más pacífico de la tierra de Thesa, sus habitantes fueron los que sufrieron menos las consecuencias de la guerra de hace once años, debido a su gran distancia del Gran Continente, donde se produjo toda la masacre junto a la gran isla de Yecila.
Las dos islas más pequeñas del archipiélago eran llanas y solamente comprendían de bosques, nadie vivía allí, solamente iban los cazadores y a veces algunos piratas que contaban el botín que habían traído de sus pillajes por el Gran Continente. En la isla más grande de Ghakya, cuyos habitantes la denominaban con el mismo nombre del archipiélago, se caracterizaba por ser la única de las tres que tenia una pequeña agrupación de montañas junto a un pequeño lago (que al ser el único de toda la zona, los habitantes lo llamaban el lago) que ocupaba gran parte del norte de la isla, rodeada por lo demás de bosques.
La isla tenía un único pueblo que ya llegaba a ser tan grande como una pequeña ciudad, se situaba en el centro sur de la isla, en la única bahía de ésta. La gente vivía del comercio y de la pesca, y los piratas nunca les saqueaban, ya que tenían un pacto de que les darían alojamiento si no lo hacían.
En definitiva, ese era un lugar pacífico, con gente de diferentes partes del continente, familias ricas que venían a veranear y familias procedentes de sanguinarios piratas del mar. Todos ignorando lo que pasaba en el Gran Continente y la evolución de éste.
El sol estaba en lo más alto del cielo, el agua del lago estaba tan cristalina como de costumbre y los pájaros cantaban con sus pequeñas vocecillas bonitas melodías. Una joven estaba sentada apoyada al tronco de un árbol, leyendo un libro que ponía Alquimia y otros usos de la magia, tomo I. Mientras, jugueteaba con su colgante, con dos espirales entrelazadas. Una silueta apareció caminando frente a ella, y se paró justo delante, tapando los pocos rayos de sol que se filtraban entre las hojas del árbol. La chica cerró el libro mientras suspiraba y miró hacia arriba. Un joven la miraba, pero esta vez no era el misterioso soldado de once años atrás, sino Nicholas Eisler, un joven en su veintena, con el pelo de color paja y los ojos de un marrón claro, escondidos detrás de unas gafas.
- Neyra Baignard - soltó éste severamente - ¿Se puede saber porque no has venido a clase esta mañana?
- La clase me aburre, Nicholas - contestó Neyra, sus ojos verdes reflejaban una gran tranquilidad. Abrió su libro y volvió a leer - Además, hoy hace un buen día y desperdiciarlo dentro de un aula es una auténtica pena.
- Profesor Eisler, sino te importa - corrigió Nicholas. - Tengo seis años más que tú, demuestra respeto, ¡aparte de que soy tu profesor!
- Siempre te he conocido como Nicholas y para mí seguirás siendo Nicholas, al menos en privado, si lo prefieres así, profesor - añadió Neyra despectivamente - ¿De que trataba la clase hoy?
- De la guerra de hace once…
- ¿Lo ves que era aburrido? - interrumpió ella mirando divertida a su profesor, cerrando el libro y levantándose.
- Si tú dices que me conoces, Neyra, yo te conozco más bien aún. No podrás evitar ese tema siempre.
- Yo no lo evito - dijo ella cogiendo unas piedras planas del suelo, y lanzando una hacia el agua del lago, que empezó a rebotar. - Simplemente no me interesa escucharlo.
- No sé que diferencia le ves en eso.
- Conozco bien esa materia, Nicholas. - lanzó otra piedra y siguió callada.
- Eres lo que no hay…- Nicholas suspiró dándose por vencido y se pasó la mano por el pelo. Se fijó en el libro que su amiga (y alumna) había dejado en el suelo. - ¿Alquimia y otros usos de la magia? ¿Tomo I?...- dirigió su mirada hacia Neyra, que aún seguía tirando piedras. - ¿Otra vez mirando en la biblioteca de tu abuelo? Neyra, tu abuelo te tiene terminantemente prohibido usar magia, y menos la alquimia.
- ¿Y? - preguntó ella, lanzando otra piedra al agua.
- Pues que deberías dejar de estudiarla, puede llegar a ser muy peligrosa. Ahora todo es más fácil con las nuevas tecnologías que llegan del Gran Continente, todos los Clanes ya están empezando a usarlos y a dejar su magia elemental, la magia está pasando de moda…
- En este pueblo pocas cosas tecneliogicas llegan del Continente, no se preocupan por nosotros…
- Es tecnológicas - corrigió Nicholas, mientras escuchaba murmurar a Neyra “como sea” - y sí que se preocupan por nosotros, el líder del Clan de la Tierra este año ha luchado mucho para que podamos aplicar las nuevas tecnologías.
- ¿Y que? ¿Prefieres usar una máquina que ha hecho otra persona a usar un poder que has estado perfeccionando y es solamente tuyo? Que triste…te vuelven loco un conjunto de tornillos y hierro...y además, esos jefecillos de los Clanes no saben lo que es mandar.
- Pues en la clase de hoy hemos hablado también de este tema, aparte del de la guerra…
- Te repito que no me importa.
- Eres una cabezota.
- Y tú un atontado.
Nicholas sonrió y se sentó bajo el árbol, siempre habían tenido este tipo de relación. Su padre era un gran amigo de Aberthol Baignard, el abuelo de Neyra. Él tenía trece años cuando su abuelo la trajo del Gran Continente, había perdido a sus padres y todas sus pertenencias, su aspecto enjuto y su pequeña estatura apuntaban a que era una niña débil y enfermiza.
En los primeros meses que ella estuvo en casa de su abuelo, a cinco minutos del pueblo, nunca la vio hablar o esbozar una sonrisa. Y por las noches, cuando él y su padre tomaban una taza de té caliente al lado del fuego, ella siempre estaba sentada en el alfeizar de la ventana, mirando a las estrellas. Sus ojos verdes, aunque eran expresivos, siempre conservaban un deje de misterio en su brillo, y su pelo castaño, siempre suelto, pocas veces iba recogido.
De lo poco que supo Nicholas de Neyra en su vida en el Gran Continente fue de lo que le contó Aberthol, el cual tampoco sabia demasiado, ya que, escuchando en una de sus conversaciones a su padre y a éste, se había peleado con su hija, es decir, la madre de Neyra, hace mucho tiempo, antes de que naciera Neyra. Por lo tanto, Neyra estaba viviendo prácticamente con un desconocido, del cual solo sabía que era su abuelo.
Sintió lástima por la niña, era huérfana de padre y de madre, y estaba sola en el mundo. Nicholas tampoco tenia madre, e intentaba por todos los comprender a esa misteriosa niña que había venido del Gran Continente.
Nicholas hablaba con ella, pero siempre recibía silencio a cambio, decidió, como una meta personal, hacerla sonreír al menos una vez, y lo consiguió, dos años después, cuando el aspecto de Neyra había mejorado bastante, un día que intentó hablar de nuevo con ella mientras ésta caminaba encima de una valla. Pero de repente, cuando Nicholas perdió la paciencia debido al poco caso que le hacía la niña cuando éste le hablaba, el carro del lechero pasó rápidamente por encima de un charco, mojándolo de arriba a abajo, y haciéndole caer al suelo.
En ese momento la niña rió, saltó de la valla y se acercó a Nicholas.
- Hablas demasiado, atontado. ¿Lo sabias? - dijo ella.
Nicholas se alegró de que hablara, pero hubiera preferido que las primeras palabras de ella dirigidas a él no fueran esas…aunque, esas palabras ahora eran especiales para ellos dos. Desde ese momento, se estableció un vínculo. Ahora eran hermanos.
- ¿Hola? ¿Estas despierto? - preguntó Neyra. Nicholas volvió en sí. - Para demostrarte que la magia es útil, te haré una demostración.
- Me muero de ganas - contestó él cansinamente - Te repito que tu abuelo no te deja us…
Neyra se alejó unos dos metros del árbol. Cerró los ojos y entrelazó sus dedos; susurró unas palabras y estiró sus brazos. De sus manos salieron dos ráfagas de viento en forma de cuchillas y se dirigieron a la rama del árbol. De allí, Nicholas oyó un corte y algo redondo le cayó encima de la cabeza.
- ¡Auch! - miró al suelo, era una manzana. - No sabia que esto era un manzano…- se frotó la cabeza.
- Será porque estas todo el día dando clase…ese era un hechizo simple del Clan del Viento…del que dices que ahora usan esa nueva tecnología.
- ¿Siempre te ha gustado la magia, eh?
- Sí, en mi casa mi padres siempre solía usarla. Y yo sigo la tradición.
- Es la primera vez que me hablas de ellos - contesto Nicholas, con una sonrisa.
- ¿A si? - dijo Neyra despistadamente - pues que cosas…
- Esas cosas me alegran, Neyra - siguió sonriendo Nicholas.
Neyra calló, ya no tenía más piedras que lanzar en su mano. Nicholas vio como miraba con la vista perdida al lago que se expandía delante de ella.
- ¿Y no has necesitado nunca un profesor? - decidió cambiar de tema.
- Para lo poco que he aprendido, no. - contestó mágicamente Neyra, reponiéndose - Empecé a practicar el año pasado, y he ido aumentando mi potencial. Además, puedo arreglármelas sola, no necesito a un profesor, porque si es tan incompetente como tú…
- Pues mira, ahora que has vuelto al tema. - interrumpió Nicholas, que se levantó - creo que como profesor tendré que comunicarle a tu abuelo tu escapadita de clase. Y que estás usando magia sin permiso.
- ¡No te atreverás!
- Vaya que no - Nicholas puso los ojos en blanco. - Venga, vamos. ¡Eh! - Añadió al ver a Neyra empezar a correr - ¿A dónde vas?
- ¡Prefiero no estar presente! - contestó ella, y siguió corriendo. - ¿Le devolverás el libro por favor?
- …no tiene remedio.
El pueblo estaba lleno de gente, las fiestas anuales (de las cuales eran otro motivo para que Neyra se saltara las clases) daban culto al sol y la luna, representantes de los poderes máximos que tenían los Aether, que según la leyenda crearon este universo. Neyra se paró delante un arlequín con marionetas, que explicaba la historia de los Aether a los emocionados niños que lo escuchaban.
-…y descendieron a Thesa cada uno con un elemento a su cargo. El ardiente fuego impartía justicia allá donde pasaba, la fuerte tierra controlaba y escuchaba los actos de las personas, el inquieto viento eliminaba todos los males y la calmada agua prevenía los desastres, todos ellos se repartieron las tierras que forman este mundo…pero eso no era todo, niños, aún faltaba un elemento que se dividió en dos, luz y oscuridad, los más poderosos de todos, regentados por el sol y la luna y que controlaban a los demás, pero a la vez los trataban por iguales…
Neyra decidió seguir su camino, ya le habían contado esa leyenda de pequeña.
- …y al final resultó que la luna fue cayendo en su propia oscuridad por ello el sol la expulsó de su hogar, como castigo. - siguió ella en voz baja con sorna, imitando la voz del arlequín.
Pero eso eran historias para niños, con una típica moraleja. Pero tenía cosas más importantes que escuchar esas historias, había quedado en ir a ver a su mejor amiga, Ariana, que por una enfermedad no venía a clase desde hace tiempo y se estaba perdiendo la celebración. Lo último que llegó a oír del arlequín fue:
-…y la oscuridad con el tiempo llegó a corromperse…
-…y luego se formaron los Clanes, cada uno con su elemento natural…si, si…es la historia que todo el mundo sabe…- siguió ella en voz baja. - …a mi se me dan bien ya dos elementos…debería mirar más en los libros del abuelo…
Una de las maneras de llegar al barrio de la gente adinerada, donde vivía Ariana, era pasando por el puerto. Donde piratas, navíos mercantes y pescadores se detenían para descargar sus mercancías o simplemente volver a tierra.
- ¡Eh¡ ¡Jovencita! - gritó alguien que sacó de sus pensamientos a Neyra, que buscó de donde procedía la voz. Era un hombre, apoyado al borde de la cubierta de su barco, que según parecía era de piratas.
- ¿Te refieres a mí? - preguntó algo extrañada.
- ¡Si! - respondió el hombre, sonriendo de oreja a oreja. - ¿Te apetece unirte en mi tripulación?
Neyra se quedó de piedra, ¿Qué le estaba diciendo ese hombre?.
- ….tendrás aventuras, conocerás otros sitios...- seguía hablando el hombre. Y cuando Neyra iba a contestar (un no rotundo, por supuesto), otro marinero apareció por la cubierta y golpeó al hombre en la cabeza.
- Capitán Dyllan, deje de flirtear con cada jovencita que pase…
- Es que no puedo evitarlo. - rió Dyllan, que luego dirigió de nuevo su penetrante mirada a Neyra - ¡Otra vez será! - dijo mientras se encogía de brazos.
- ¡Pues otra vez será! - repitió Neyra, mientras se reía. - ¡Adiós, buena travesía! - empezó a correr en dirección a la casa de Ariana. Pero algó se cruzó en su camino mientras giraba una esquina.
- ¡Auch!
- ¿Se puede saber por donde vas?
- Lo... ¡lo siento! No era mi intención…- Neyra se recuperó del golpe y fue mirando hacia arriba, cuando vio a la última persona con la que se quería encontrar. - ¡Anda! ¡Hola! ¿Qué tal Clocker?
- Ahora que te he visto, Baignard, me han entrado ganas de hablar muy amistosamente contigo…- dijo suavemente, haciendo crujir sus nudillos.
- Je je je… ¿a si? - rió nerviosamente Neyra, David Clocker era el jefe de los gamberros de la ciudad, de antepasados piratas, y ella le dio calabazas más de dos veces (la verdad es que no sabia que había visto él en ella, misterios de la vida). Era el doble de alto que ella, que al seguir siendo bajita para alguien de su edad, se sentía un poco intimidada por éste, acompañado de su grupito de amigos. - Pues no creo que sea fácil cogerme - su tono de voz cambió rápidamente, demostraba auto confianza.
- ¿Como? - se enfureció Clocker - ¿Qué estas haciendo? - preguntó al ver a Neyra entrelazar los dedos.
- ¡Esto! - Neyra extendió los brazos y dos navajas de viento cortaron las cuerdas del tenderete más cercano a ellos, que al estar lleno de frutas, éstas rodaron al suelo. Neyra empezó a correr.
- ¡ESPERA! - gritó Clocker, que la siguió, dejando a sus camaradas, que recibían una reprimenda del tendero. Que era conocido en el pueblo por tener muy mal genio.
La cantidad de gente dificultaba a Neyra alcanzar una gran distancia. Se iba topando con casi todo el mundo, y a alguno le hizo tirar lo que llevaba encima. Pero de repente se tropezó y empezó a caerse.
- ¡Eh! ¿Por qué tanta prisa? - dijo una voz joven, Neyra alzó la cabeza, dos ojos de una tonalidad azul bastante inusual la miraban divertidamente. Era un chico de no más de dieciséis años, su pelo era negro como el carbón, y vestía unas ropas bastante extrañas en aquella zona, parecía extranjero. Neyra se fijó en la extraña serpiente que llevaba encima del hombro, entrelazada por su brazo: era de color blanco pero sus escamas de nácar demostraban suaves tonalidades según cada rayo de sol, sus ojitos eran negros y brillantes, pero no sacaba la lengua.... Una voz la hizo volver en sí.
- ¡Baignard! ¡Quédate ahí! -era Clocker. Neyra se soltó del chico.
- ¡Adios! - empezó a correr.
“Maldita sea, ¿Cómo puedo despistarlo?” pensó. Se metió en una callejuela, que resulto ser vía muerta, ya que una gran valla de madera tapiaba el camino.
- Oh no…
Oyó el sonido de unos nudillos crujiendo. Y se fue girando lentamente.
- ¡Cuánto tiempo! ¿Eh? - sonrió Neyra.
- La cuarta vez ya no te la perdoné, Baignard…
- Clocker…- respondió Neyra maternalmente - ¿Por qué no te buscas un gorila y así formas tu familia
- ¡Serás…! - Clocker dio un puñetazo a… ¿al aire? - ¡¿Qué?!
- ¡Pensé que no lo contaba!
Clocker miró de donde provenía la voz, se dio la vuelta; Neyra estaba allí, respirando con dificultad y luciendo muy asustada. Dio otro puñetazo, que Neyra esquivó, y aprovechando ese momento, la cogió del cuello de la camiseta y la empujó hacia la pared, haciéndola tropezar y que cayera sentada, entre unas cajas de madera.
- ¡Auch! ¡¿NO TE DA VERGÜENZA PEGAR A UNA CHICA?!
- Si es a ti, no.
Neyra se pasó la mano por el cuello, le dolía. Pero sintió algo que le hizo tener mucho más miedo. El collar no estaba.
- ¿Dónde esta…? - miró hacia Clocker - ¡Dame ese collar! - añadió con rabia.
Clocker la miró con sorna, tiró el collar al sueló y se dispuso a pisarlo.
- Yo de ti no haría eso. - dijo una voz familiar. El pie de Clocker se quedó suspendido en el aire, y fue impulsado hacia atrás, tirándolo al suelo.
Neyra miró de donde venia la voz, encima de la valla, ágilmente y de cuclillas, estaba el chico de antes, con su pequeña serpiente en el hombro.
- ¡Hola! - saludó con una mano - Pensé que tenías problemas y vine a darte una ayudita.
- Gra… ¿Gracias? - fue lo primero que le vino a Neyra a la boca.
- ¡Eh, joven! - miró a Clocker. - Vete si no quieres pasar un mal rato.
- ¿A si? - respondió éste amenazante mientras se incorporaba.
El chico saltó ágilmente de la valla y se puso delante de Neyra, justo en el instante que la capa del chico tapaba su visión, Neyra escuchó gritar a Clocker, y cuando la capa volvió a su posición original, se veía a éste correr por el final de la callejuela. Neyra se quedo anonadada… ¿Qué había visto él que ella no?
- ¿Estas bien? - preguntó el chico mientras acariciaba la cabecita de su serpiente y ayudaba a Neyra a levantarse.
- Si… ¡Ah! - Neyra cogió rápidamente el colgante y se lo puso. - Muchas gracias.
- Estos gamberros de hoy en día…ya no se les educa como antes. Si hubiera estado su padre aquí le habría dicho cuatro cosas bien dichas…
Neyra sonrió, le parecía divertida la forma de hablar de ese chico.
- ¿Has usado un conjuro de la Tierra?
- ¿Qué?
- Teletransportarse, aunque en tu caso a poca distancia…y con bastante precisión.
- ¡Ah! ¡Pero me ha salido por casualidad! ¡Y por suerte!
- Tienes una buena estrella entonces… - sonrió el chico - Por cierto, jovencita del colgante, ¿eres la nieta de Aberthol Baignard?
- Erm…sí. ¿Por?
- ¿Podrías entregarle esta carta? De parte de Wolfang Gwilt.
- De acuerdo…- Neyra cogió la carta y la miró -…oye - alzó los ojos - … ¿Hola?
Ya no había nadie.
- ¿Dónde se ha…? - volvió a mirar la carta - ¿Wolfang?...Bueno, no importa.
Neyra volvió a pasar por el mercadillo y compró unos pasteles para la familia de su amiga. Se dirigió (por fin) a las afueras de la ciudad, al barrio de la gente rica. Llegó a una gran mansión con una barrera de metal, tocó al timbre.
Un hombre alto y estirado, con unas grandes entradas en la frente y unas gafas brillantes vino a abrirle la barrera.
- Señorita Baignard, la señorita y yo no la esperábamos por aquí. Pase, pase.
- Hola Hier. ¿Qué tal esta?
- Muy bien, señorita.
- Les he traído esto si no les importa - Neyra ofreció los pastelitos a Hier.
- ¡Oh, señorita, no hacia falta!
- No me llames señorita, se me hace raro. - se uqejó Neyra - no soy de la alta sociedad ni nada.
Hier sonrió, y con unas indicaciones le dijo a Neyra donde se encontraba su amiga Ariana.
Su amiga estaba en el salón de la casa, sentada en una silla de ruedas, delante de la ventana, y un caballete apoyaba el bonito cuadro del paisaje que se extendía frente a su ventana. Al ver a su amiga entrar, dejó el pincel encima de la paleta.
- ¡Neyra! ¡No te esperaba!
- Lo suponía - contestó ella - ¿Llego en mal momento?
- En absoluto. Me estaba aburriendo. ¿Qué tal ha ido hoy?
Neyra le contó lo que le había pasado, su pelea con Clocker y el extraño chico con la serpiente.
- ¿Y como dices que se llamaba?
- Creo que Wolfang, quiere que le dé esta carta a mi abuelo…
- ¿De que se tratara?
- No lo sé…pero no la voy a abrir, son cosas de mi abuelo.
- Volviendo al tema - dijo Ariana, sonriente - ¡Que romántico! ¡Un joven salvando a una chica de las zarpas de un gorila furioso! - suspiró Ariana - No se como siempre en esas situaciones acabas con alguien protegiéndote, eres muy popular entre la comunidad de salvadores…- añadió riendo.
- Sí…y eso es lo que me molesta más…
- ¡Pero esta vez ha sido un chico muy extraño, y según dices tú muy guapo! ¡Hoy has tenido suerte!
- Sí, bueno…Te he traído unos pasteles… - dijo Neyra, algo sonrojada - se los he dado a Hier.
- ¿Pasteles? ¡Bien! - Ariana aplaudió - ¿Quieres que los comamos ahora? Para celebrarlo.
- Pero que dices, los de la alta sociedad no comen pasteles a estas horas. Tienen que conservar su figura - bromeó Neyra, levantando su meñique como si bebiera una taza de té.
- Cuando estoy aquí, me siento como en casa…- dijo Ariana - Vivir en el Gran Continente es muy aburrido, y debido a mi enfermedad los aires de este lugar me van estupendamente, y es una excusa estupenda para mis padres para quedarme todo el año. Además que la gente es muy amable.
- Si bueno…- dijo Neyra - ¡Pero te hacen ir a la escuela!
- No, voy yo porque quiero.
Silencio absoluto. Neyra miró incrédula a su amiga. A ella no le desagradaba ir al colegio, a veces se lo pasaba bien, pero que alguien le dijera que iba por propia iniciativa, la dejaba un poco trastocada.
- Pero hace tiempo que no vienes…- cambió de tema. - Y me aburro.
- Es que como tuve esa recaída tan fuerte…ya sabes…
- Sí…
- El profesor viene a visitarme muy a menudo - sonrió Ariana.
- ¿A si? - dijo Neyra, atónita. - ¿Cómo de a menudo?
- Unas cuatro veces a la semana…viene a darme clases. Dice que sino cuando vuelva no podré seguir bien la clase.
- Vaya…
Neyra se quedó pensativa, ¿Cómo que no podrá seguir bien la clase?, pero si esos días estaban dando un repaso general de todas las materias…interesante, muy interesante.
- Y… ¿Qué te parece?
- ¡Muy bien! ¡Las clases son muy interesantes!
- No me refería a eso…-dijo Neyra lentamente.
- ¿Entonces?
- Vaya…- suspiró Neyra - ¡Eres tan inocente y tan mona! ¡Normal que lleves a los chicos uno por uno a tus pies!
- Un moment…- interrumpió Ariana - ¡El profesor Eisler y yo no…!
- Cuando dejes de sonrojarte, ya me lo dirás más detenidamente. - dijo Neyra mientras se levantaba.- Tranquila, que yo te ayudaré. Me voy, ¿vale?, tu profesor y mi abuelo están manteniendo una charla en estos momentos…
- ¿Por qué?
- Me he fugado, ya te lo he dicho - sonrió Neyra - Bueno, ¿esta noche te vienes a la fiesta? Hoy hay una función de teatro. Si quieres ya te empujo yo la silla. - añadió amablemente.
- Gracias, pero no te molestes, yo puedo caminar…
- Es mejor que no hagas sobreesfuerzos.
- Está bien… - suspiró su amiga.
- Bueno, me marcho. - Neyra se empezó a dirigir hacia la puerta - Saludaré a Nicholas de tu parte, le diré que le qui…
- ¡Cierra la boca! - gritó Ariana tirándole el almohadón que tenía más cerca.
El sol estaba llegando al horizonte, y Neyra se bajó del carro del lechero, que en ese momento iba para su casa.
- ¡Muchas gracias por acompañarme!
- ¡De nada! ¡Saluda a tu abuelo de mi parte!
Neyra llegó a la entrada de su casa, respiró hondo y abrió la puerta.
- Jovencita - dijo una voz ronca - Espero que tengas una explicación para esto.
- Hola, abuelo - dijo ella cabizbaja - Hola, Nicholas - añadió con una mirada despectiva a su amigo, que estaba sentado junto a su abuelo, tomando una taza de té.
- Siéntate - ordenó Aberthol. Su nieta le obedeció. - ¿Cuántas veces te he dicho que no debes usar magia? ¿Es que no te entra en la cabeza los efectos que puede tener?
- Aún no me han crecido forúnculos en la espalda, si te refieres a eso. - respondió ella, su abueló suspiró y Nicholas puso los ojos en blanco. - Por cierto - Neyra busco en sus bolsillos - Toma, esta carta me la dio un chico llamado Wolfang Gyalt.
- ¿Wolfang Gwilt? - dijo su abuelo mientras cogía la carta rápidamente.
- Sí, ese. ¿Quién es?
Su abuelo no respondió, Nicholas también leía la carta de reojo, pero su rostro no reflejaba la misma expresión que la de Aberthol. Cuando éste dejó de leer la carta, miró a su nieta, y con una tranquilidad absoluta le dijo:
- Prepara tus cosas, tienes que irte de aquí.
aether