Este es posiblemente el fic más raro que he escrito en toda mi vida XDDD. Para
10pairings.
Disclaimer: Todo lo relacionado con Harry Potter es de JK Rowling.
Pareja: 6/10 Cho Chang.
Rating: K+
Género: Humor/Romance
Quidditch Fanfiction Forever
Ruby Middleton era una joven inglesa normal de veintiseis años. Era rubia, con ojos claros, y piel pálida. Y pecas. Tenía un ligero sobrepeso, pero no tanto como para decir que estaba gorda. No le gustaban sus rodillas porque decía que parecían un par de caras tristes, y pensaba que la uña del dedo gordo de su pie derecho se asemejaba a un mejillón. Le gustaban el té Earl Grey, el helado de chocolate, los sándwiches de pepino, y los gatitos. Lo dicho: una chica normal. Quitando el hecho de que era bruja. Y de que escribía fanfiction. Femslash. Entre jugadoras de quidditch.
Bien pensado, puede que no fuera tan normal.
Sí, la señorita Ruby Middleton tenía una ligera obsesión con el quidditch y sus jugadoras. Concretamente, dos de ellas. Ginny Weasley, flamante cazadora de las Holyhead Harpies, y Cho Chang, buscadora del Pudlemere United. Además, Ruby tenía la curiosa manía de escribir relatos en las que ambas hacían algo más que hablar. Algo más que jugar al quidditch.
Es decir, tenían sexo.
En los vestuarios, en el campo de juego, en un baño, tras las cortinas, en un hotel de mala muerte... En cualquier lado, vamos. Los escribía en interminables pergaminos que guardaba apilados amorosamente en un armario reservado sólo para ellos, y de vez en cuando los sacaba y los leía, suspirando porque creía ser la única persona en el mundo que hacía esa clase de cosas.
Hasta que descubrió Internet. Oh, ese diabólico invento muggle. Y, lo que es mejor: descubrió que ella no era la única bruja que lo utilizaba. Que había muchas más, camufladas entre los vídeos de gatitos y el porno. Que algunas también escribían relatos sobre jugadores de quidditch. Y que, ¡oh, milagro!, ella no era la única que creía que Ginny y Cho hacían una pareja increíble.
Aquella mañana, Ruby se levantó como cualquier otro día, encendió su ordenador de un golpe de varita y miró su correo electrónico. Tenía un par de mensajes. Por lo visto, una bruja llamada “Gwenog_lover_16_xxx_xx” le había dejado un comentario en el foro “Quidditch Fanfiction Forever”. Dicho foro estaba sólo formado por brujas y magos, por supuesto. Ruby recordaba bien lo mucho que le había costado encontrarlo y adivinar su contraseña mágica, y lo orgullosa de sí misma que se había sentido al lograrlo.
Justo la noche anterior había colgado allí el primer capítulo de su fanfic “Volando hacia la eternidad”, un Ginny/Cho lleno de angst, quidditch, y sexo. Por supuesto. Abrió el correo, ansiosa por saber qué era lo que opinaban sus primeros lectores.
“Conti pliz”.
Ruby se quedó mirando la pantalla durante un rato, con los ojos entornados. Después, se encogió de hombros, resignada. Tampoco podía quejarse. Al menos alguien la leía.
Pero no pudo evitar pensar que si hubiera escrito un Ginny/Gwenog Jones, o un Oliver Wood/Gwenog Jones, o, mejor aún, un Oliver Wood/Benjy Williams, habría tenido muchos más comentarios. Pero no, eso jamás. Ella se mantendría fiel a su pareja, pasase lo que pasase.
Había sido seguidora de las Hollyhead Harpies desde siempre. Su habitación estaba cubierta de verde oscuro y dorado, y un poster de Ginny Weasley y otro del equipo completo presidían la pared contigua a su escritorio. Cuando Ginny entró en el equipo, hacía solo un año, al principio la odió, pero pronto su carácter explosivo y su talento marcando tantos acabaron por ganarse su favor. Hasta el punto de que Ruby prácticamente se obsesionó con ella.
Recopiló toda clase de información que pudo encontrar, leyó The Quidditch Observer, Witch Weekly, Which Broomstick?, The Daily Prophet, y cualquier otra revista o publicación que estuviera a su alcance. Descubrió que Ginny se llamaba en realidad Ginevra, que era la última de siete hermanos, y que había empezado a jugar al quidditch a escondidas con las escobas de sus hermanos. Que le gustaba gastar bromas, comer chocolate y jugar con su puffskein Arnold. Y, sobre todo, que había sido novia del famosísimo Harry Potter.
Por la misma época, el Pudlemere United, legendario archienemigo de las Harpies, había fichado a Cho Chang. Ruby no tardó en enterarse de que Cho había sido otra de las antiguas novias de Harry Potter. Recordaba que, por aquel entonces, le pareció una curiosa casualidad. Dos exnovias de Harry Potter, contratadas por equipos rivales.
Tuvo que pasar algún tiempo más para que Ruby comenzara a fijarse en los detalles. Los gestos que ambas hacían en las fotos cuando salían juntas. La intensidad con que se miraban. Los comentarios que soltaban de vez en cuando en las entrevistas. Su rivalidad intrínseca. Podía ser simplemente que se odiaran, tendría sentido, ¿no? Decidió no darle más importancia.
Hasta aquel día. El veinticuatro de abril del año 1999. Lo recordaba como si fuera ayer. Hacía poco que había encontrado trabajo como asesora de Estudios Muggles en la Oficina Contra el Uso Incorrecto de Artefactos Muggles. Era justo el año después de la caída de Voldemort. Ese día, se disputaba un partido decisivo entre las Harpies y el United. Un partido épico. Monumental. Y que fue cancelado por los disturbios que se produjeron en el estadio entre los aficionados de un equipo y los del otro. Qué demonios, incluso los propios jugadores se batieron en duelo en el mismo campo de juego. Hasta que llegaron los magos del Ministerio, los mandaron a todos a casa y sancionaron a ambos equipos. Pero lo que más recordaba Ruby no era aquello. Porque, a pesar de haber examinado minuciosamente todas las fotografías del evento, donde aparecían todos los miembros de ambos equipos, no había podido encontrar ninguna en la que saliera Ginny. O Cho. Era como si se hubiesen esfumado. Juntas.
Lo que más recordaba era cómo, de repente, todos esos gestos y miradas extrañas habían cobrado sentido en su cabeza. Fue como si alguien hubiera pulsado un botón, y partir de ahí su mente se hubiera puesto a funcionar sin descanso, haciendo que todas las piezas encajaran. Su activa y descabellada imaginación hizo el resto. Hasta el punto de obsesionarse con ellas dos. Y fue por eso que comenzó a escribir esos relatos viscerales de dudosa calidad literaria, llenos de rivalidad, angustia y toneladas de sexo. Necesitaba sacarse todo aquello de encima.
Pero cuando empezó a escribir aquellos relatos, no se imaginaba ni por asomo que iba a tener la oportunidad de conocer a alguna de sus protagonistas.
Mayo. Año 2000. El partido entre el Puddlemere United y las Holyhead Harpies acababa de terminar, con una aplastante victoria de las segundas. Todos los aficionados gritaban en las gradas, unos de alegría, otros de rabia, y entre ellos, por supuesto, estaba Ruby Middleton. Sólo que ella no estaba gritando. Más bien se estaba escabullendo.
Aunque ese comportamiento habría podido considerarse extraño teniendo en cuenta la pasión que Ruby sentía por las Harpies, lo cierto es que tenía su explicación. Ruby se dirigía nada más y nada menos que a los vestuarios de los equipos, con una misión especial: entregarles a Ginny y a Cho unas bufandas tejidas a mano por ella, cada una con los colores de sus equipos, y una pancarta que había hecho ondear durante todo el partido, que decía “Ginny loves Cho”, y que había provocado más de una broma por parte de los amigos de la joven.
Para ello, se había escondido bajo la capa de invisibilidad de su abuelo, había sorteado muy hábilmente las medidas de seguridad, y se encontraba agazapada junto a la puerta de los vestuarios, esperando que ambos equipos acudieran, cosa que no tardaron mucho en hacer.
Ruby, que llevaba toda su vida preparándose para ese momento (o al menos los últimos dos años), se aseguró que Ginny y Cho se quedaran afuera durante unos minutos, murmurando un sencillo hechizo que hizo que se les cayeran las gafas de vuelo, y que misteriosamente se alejaran varios metros y acabasen en el mismo punto.
Ambas se agacharon a recoger sus respectivas gafas, mientras los equipos se internaban en sus respectivos vestuarios y las dejaban solas. Fue entonces cuando Ruby se deshizo de la capa y se descubrió ante ellas. Obviamente, las dos sacaron sus varitas, y si Ruby no se hubiese agachado a tiempo, previendo el ataque, la habrían petrificado.
-¡Parad, por favor! -gritó, alarmada-. No quiero haceros daño -añadió, tirada en el suelo, con las manos sobre la cabeza, lo cual le otorgaba un aspecto poco amenazante y bastante patético.
Ginny soltó una carcajada y se cruzó de brazos.
-Te creo. No tienes pinta de asaltante.
Cho rió también, aunque parecía preocupada.
-¿Qué quieres, entonces? -preguntó, tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse.
-Sólo quería daros esto -dijo Ruby, ya de pie, con la cara tan roja como el significado de su nombre, y les tendió una bufanda a cada una.
Las dos jugadoras intercambiaron una mirada de complicidad.
-¿No estarán embrujadas? -inquirió Cho, sin atreverse a tocarlas, pero se le quedó la pregunta en la boca cuando Ginny se colocó la suya alrededor del cuello, sin miramientos.
-Parece que no -confirmó, divertida.
Cho puso cara de susto, pero luego rió, cogió la suya e hizo lo mismo.
-Muchas gracias... ¿Cómo te llamas?
-Ruby. Ruby Middleton -contestó la joven, algo más relajada.
-Gracias, Ruby. Espero que hayas disfrutado el partido -dijo Ginny, risueña-. Pero creo que ahora tienes que irte, o te meterás en problemas con los de seguridad.
Y dicho esto, se alejaron, cada una con su bufanda.
-¡Esperad! -exclamó Ruby-. Una última cosa -Desplegó su pancarta, con “Ginny loves Cho” escrito en caracteres multicolor, tendiéndoles una pluma-. ¿Podéis firmarme esto?
Tras unos segundos de estupefacción, las carcajadas de Ginny llenaron el blanco pasillo de los vestuarios, mientras que Cho se ponía roja como una quaffle.
-Estás chiflada -le espetó Ginny, cogió la pluma y plantó su firma debajo de la leyenda, sin mucha ceremonia.
La otra jugadora, más reticente, se quedó mirándolas desde una distancia prudencial.
-¿Qué, Cho, no te animas? -se burló Ginny-. Venga, no seas maleducada. La chica ha venido hasta aquí sólo por nosotras.
Cho, la increíble quaffle humana, la fulminó con la mirada, pero firmó de todas maneras.
-Pero que conste que eso que pone ahí no es cierto.
Ginny se limitó a reír de nuevo.
Ruby, que no cabía en sí de felicidad, les dio las gracias mil veces, volvió a cubrirse con su capa invisible y se marchó. Los del foro se volverían locos, y sus amigos ya no tendrían motivos para burlarse de su afición. Aquella noche lo celebraría por todo lo alto, y sólo con ese momento y esas miradas en los vestuarios, tendría para escribir mil fanfics o más.
Si se hubiera quedado unos minutos más, habría podido ver cómo Ginny y Cho se colaban en el cuarto de la limpieza.
-¿”Ginny loves Cho”? -protestó Cho en voz baja-. ¿Quién se cree eso?
Ginny esbozó una sonrisa torcida.
-Sí, ¿quién?
Después, la agarró de la bufanda, la atrajo hacia sí, y procedió a comerle la boca como si le fuera la vida en ello. Cho se sonrojó, pero ya no protestó más.