Original: Horizonte

Oct 28, 2008 18:11

Short story time! A translation should be coming to a theatre LJ near you, uh, sometime in the next few days. Because I am lazy, yes. Anyway, for all that I spent ages writing it (I only wrote it during school, at a rate of like, 500 meager words per week, lol), I'm sort of fond of this one, especially because I hadn't allowed myself to sound so mexican in my writing in, oh, ages. Also present is my blantant love for repetition, haha.

Horizonte
Original - 2373 palabras
Cuando logran escaparse, la capota del convertible del ’84 abajo y 200 mil dólares en billetes chicos en el asiento trasero, parece casi mentira.


Cuando logran escaparse, la capota del convertible del ’84 abajo y 200 mil dólares en billetes chicos en el asiento trasero, parece casi mentira.

Lara se ríe, no ha dejado de reírse desde que salieron a carretera. Se suelta el pelo y dice A poco no parezco estrella de Hollywood, y Daniel la besa, una mano en la nuca y manejando a la suerte. Se salen del carril y la gente les pita mientras él le dice Bonnie y ella le dice Clyde. Ninguno de los dos ha visto ni siquiera la película, menos aún leído una biografía, pero no importa; el mito, la leyenda, es más que suficiente.

Se hace de noche mientras manejan por el desierto.

----

De Anaheim a Las Vegas hay cinco horas en carro, y ellos las cubren en tres días, dando vueltas en el desierto, parando en cada pueblo rascuacho que encuentran en su camino. La primera noche llenan la tina de billetes y se emborrachan con champaña barata, la única que encontraron en la licorería del pueblo, un local iluminado con lámparas halógenas a medio día y con rejas en las ventanas.

Dejan los billetes aplastados y pegajosos, y el olor a dinero no se les quita por tres días.

El coche es lo suficientemente viejo y no lo suficientemente vintage para pasar desapercibido. Lo pintan con flores y signos de paz, lo anacan hasta que se cansan y se esconden a simple vista tras la fachada de hippies excéntricos recién salidos de los 70s, pies descalzos y cabeza en las nubes.

Se adentran al desierto y se toman fotos con cactus y lagartijas con una cámara kodak desechable, la más barata que encontraron; ella posa como pin-up de los 40s y él como boxeador de los 30s. Las revelan en el siguiente pueblo y luego las queman con una lupa bajo el sol porque no pueden dejar rastros, ni una pista que los vincule al dinero robado adentro de un maletín adentro de una maleta adentro de la cajuela del coche.

Se enamoran del desierto, se enamoran del riesgo, se enamoran del dinero, y luego llegan a Las Vegas y las luces los deslumbran, los hace olvidarse de todo.

----

Pierden cinco mil la primera noche. Ganan cuatrocientos, y lo celebran contra la pared del baño del hotel, las piernas de ella alrededor de la cintura de él y tan ceca que se pierden el uno en el otro.

Le soplan a los dados que el otro avienta, toman champaña Moët de un trago, como si fuera cerveza barata. Daniel se compra un traje Armani, Lara un vestido Gucci de coctel y se pavonean por el sunset strip a medianoche, todos risas y repiqueteos de tacones en cemento y tantos billetes y fichas que se les caen de los bolsillos mientras van de casino a casino, de hotel a hotel. Contratan una limo y pasan los siguientes tres días en el mismo ciclo de casinos, suites, boutiques, bares, champaña, coca, stripers, uno tras otro, perversión tras perversión; y es entonces, después de 72 horas sin dormir, que la policía los encuentra y tienen que escapar por la escalera de incendios.

Si lo vieran objetivamente, no los sorprendería tanto.

----

Bonnie y Clyde versión 2.0 no robaron 200 mil dólares. Se los encontraron.

----

Bonnie y Clyde versión 2.0 no robaron 200 mil dólares. Se los encontraron mientras Daniel estaba tratando de convencer a Lara que se escapara de su trabajo de mierda en La Vaca Loca, las mejores hamburguesas plásticas desde 1997, cuando asaltan el banco de enfrente. Se aplastan al vidrio que da a la calle como buenos espectadores chismosos, ven como se pelean por una maleta gorda con billetes al otro lado de la calle, ven como los ladrones se disparan mutuamente, como la maleta queda salpicada de sangre.

Lara avienta el gorrito rojo con una vaca de fieltro a la caja y en media hora, cuando ya no oyen las sirenas, están manejando por la carretera, la capota abajo y el desierto enfrente y entonces Lara ríe, dice, A poco no parezco estrella de Hollywood.

----

Bueno, tal vez si los robaron. Pero se los robaron a quienes lo robaron primero, lo cual ni siquiera cuenta. El caso es que Bonnie y Clyde versión 2.0 no tienen los huevos para robarse 200 mil dólares.

----

Volver a Anaheim ni siquiera entra en el plan. Anaheim es un intento glorificado de ciudad de los sueños, una imitación de la vida en suburbios deliberadamente pintada color algodón de azúcar - todo lindo y esponjosito y sin un asomo de valor nutricional. Anaheim es Disneylandia y nada más, ratones antropomórficos con solo cuatro dedos y chavas universitarias que se visten de princesa y les pagan como sirvientas.

Volver a Anaheim ni siquiera está en el plan, en su mayoría porque Lara y Daniel han querido escaparse de ahí desde que tenían catorce y se fumaban la mota robada a sus hermanos mayores contra la barda trasera de la escuela.

----

Siguen por la costa oeste a San Francisco, se quedan en Chinatown y juegan a estar en el extranjero; se toman fotos con todo y compran souvenirs y mandan postales a sus familias diciendo From China, with love, olvidando todas las precauciones o tal vez intentando despistar.

Luego sigue Napa, donde fingen tener la lana del mundo y se dan un trato gourmet con todo y spa y botella de tinto de hace cuarenta años. Cuando llega la policía ya se están yendo en el Atos chocado por el que cambiaron el convertible hippie en Las Vegas. Se ríen y se ríen y tiemblan, del susto y de la emoción y la adrenalina y de ahí, torear a la policia se vuelve un hábito de esos que no se pueden quitar, una adicción, y cada vez se ríen más y tiemblan menos.

----

En un motelucho en la costa, se sientan frente a frente en la cama, rodillas juntas, y tratan de adivinar donde la policía creerá que irán. La respuesta obvia es Nueva York, porque no es como si no supieran lo cursis que pueden ser.

Deciden ir a Seattle.

Llevan una semana manejando por la costa. Se quedan en moteles baratos que cobran por hora o en la playa, cuando se les antoja. Se despiertan chuecos y con arena en todas partes, cubiertos de rocío, muriéndose de frío y cerca cerca cerca, las piernas enredadas, tratando de calentarse inconscientemente con el otro.

El agua es cada vez más fría con cada milla que avanzan hacia al norte. El primer día que ven el mar se meten corriendo, muriéndose de risa, se salpican y se persiguen y se besan bajo el agua hasta que se les mete sal hasta el último rinconcito de los pulmones y salen a la superficie tosiendo, con los ojos llorosos y la garganta ardiendo. Media hora después lo vuelven a hacer, como niños chiquitos que no aprenden la lección.

Para el séptimo día apenas y pueden meter los dedos de los pies. Lara se para a la orilla del océano, los pantalones remangados y el pelo volando por todos lados, incrustado de sal. Cada vez que la espuma toca sus pies suelta un gritito, brinca un poco y sale corriendo para atrás para evitar el agua. Daniel se ríe y le echa agua a la cara, y Lara le echa lodo. Terminan cubiertos de lodo, de pies a cabeza, y el agua es demasiado fría para enjuagársela, acaban teniendo que buscar otro hotelcito solo para bañarse. Ponen el agua hirviendo, los dos apretados en la regadera más chica que hayan visto en su vida, y luego, cuando el agua caliente se va a medias (de enjuagarse, y de otras cosas), se quedan sin aire del grito ahogado que sueltan de sorpresa.

Para cuando llegan a Seattle, lluvia y nubes y todo lo opuesto de Anaheim, hace dos meses que se escaparon de sus vidas, y hasta a ellos les sorprende que la policía todavía no los haya encontrado.

----

En Seattle Lara se pone una peluca y Daniel un toupeé de viejito y rentan un departamento usando un acento inglés que nada más no les acaba de salir. Bailan en la cocina y se pelean en el balcón y bautizan el sofá mientras se mueven muy juntitos, respirando con las bocas pegadas y las piernas entrelazadas y gritando lo más posible para molestar a los vecinos. La euforia dura dos días hasta que se dan cuenta que hay una plaga de hormigas rojas gigantes que se supone solo viven en Brasil y aún así están ahí, azotando con las tres frutas y una que otra lata en su despensa. Fumigan ellos mismos, y acaban teniendo que dormir en un parque por una noche.

Consideran conseguir trabajos. Sopesan la idea, la rumian, la mastican, la destrozan, y al final deciden que es una ridiculez, y que no se escaparon de la vida naca de ciudad chica que no es ni pueblo ni metrópolis sólo para regresar. Se ponen a estafar gente en hoteles, y les funciona mucho mejor.

----

Roban un banco una vez, solo para ver lo que se siente, con pistolas de plástico y máscaras mexicanas de luchadores y salen con 30 mil dólares extra y con la adrenalina hasta el techo. Lo que quieren es el riesgo, no el dinero. De eso ya tienen bastante.

Salen en las noticias, los llaman la copia barata de los legendarios Bonnie y Clyde, y se ríen hasta que duele.

----

Dos meses de dormir en la misma cama y Lara siente que no puede respirar, que las paredes amarillas del departamento se juntan cada vez más. La libertad le pica. Daniel se la pasa yendo a mini-conciertos que a penas merecen la denominación, en donde entras y es 1993, Seattle y grunge en su apogeo y Lara nunca lo ha visto tan feliz, así que calla y espera y cuando al fin hay una redada y Daniel termina escapando por una alcantarilla aprovecha y le suspira a la oreja cuando esta dormido, deja mensajes subliminales en los muebles y tazas y cafeteras y le envenena la mente contra la ciudad, poquito a poquito.

Escapan de Seattle como escapan de todos lados; a exceso de velocidad, risa perdiéndose en el viento, y sin mirar atrás.

----

Dos años de vida nómada, moteles y hoteles y hosterías y una almohada nueva cada noche, y Lara abre la puerta y se encuentra a cinco agentes del FBI, presumiendo placa y armas y exceso de poder y ella les azota la puerta en la cara, le grita a Daniel y salen por la ventana del baño en pijama, descalzos y cargando lo que queda del dinero en una mochilita rosa pastel de Hello Kitty.

Los agarran a las tres cuadras, les leen sus derechos mientras les aplastan las caras contra el cofre de una patrulla, y ya en la parte de de atrás del coche, detrás de la reja, se sientan lo más juntos posible, la nariz de ella contra el pulso de él y la barbilla de él en la cabeza de ella. Tienen las manos esposadas a sus espaldas. Agarrarse de manos duele, en esa posición, así que se juntan más, rodilla con rodilla y pies sobrepuestos.

Afuera, los agentes revisan la mochilita y maldicen a gritos.

Adentro, Daniel y Lara sudan juntos contra la tapicería de piel en el clima de 37° de Lousiana, sonriéndose el uno al otro, temblorosos, y Lara dice Pero fue chidísimo mientras duró, y Daniel no puede más que darle la razón.

----

El dinero en la mochilita rosa pastel de Hello Kitty no es lo único que queda.

----

La evidencia es abrumadora; huellas digitales y videos y fotos y testimonios y vaya, es un milagro que no los atraparan antes, siendo delincuentes tan mediocres.

Los interrogan por separado y no dicen ni pío, los interrogan juntos y se mueren de la risa de chistes tontos y las corbatas de los entrevistadores y de todo en general. Llevan a la locura a cuatro agentes y aun psiquiatra.

Los primeros días, todavía en un pueblucho en medio de la nada, duermen en celdas separadas, enfrente la una de la otra, y se pegan a los barrotes y ríen y declinan poesía mala y no duermen en toda la noche, hablando hasta que quedan roncos y hasta que el Sheriff local los amenaza con pan y agua si no se callan de una chingada vez.

Salen en los periódicos, en las noticias, y Lara empieza a coleccionar los artículos. Los pega en la pared de su celda y los mira desde su litera, orgullosa.

Los extraditan a Seattle, luego a Las Vegas, porque nadie está muy seguro de a quien le toca la bolita, y Lara y Daniel ríen en cada estación de policía, le sacan plática a secretarias y choferes y se comportan como se estuvieran en un parque de diversiones.

Luego empiezan a hablar de mandarlos a Anaheim, donde empezó todo, y las risas se acaban.

Me muero si vuelvo a pisar ese pinche pueblo de la fregada, dice Lara, y Daniel dice Plan B, ¿entonces? y cuando Lara sonríe a los agentes del FBI del otro lado del espejo les dan escalofríos.

Cuando desaparecen, lo hacen sin dejar rastro, porque dos años de fugitivos les han enseñado algo.

----

El dinero en la mochilita rosa pastel de Hello Kitty no es lo único que queda.

----

El veintisiete de octubre del 2010, una avioneta arrastrando una pancarta sobrevuela Disneylandia. La pancarta dice: Chinga tu madre, Mickey.

47 niños estallan en lágrimas.

Lara y Daniel lo ven en las noticias, en su hotel en Tailandia, y Daniel dice Ahora si te pasaste de verga. Lara lo tira al suelo, le dice que ningún cobarde exageradito va a compartir su cama, y él le devuelve la sonrisa sardónica desde el suelo y lo toma como desafío.

Al día siguiente la foto de Lara esta en cada bote de leche alrededor del mundo, con la leyenda de ‘niña en desgracia’ abajo, y entonces quedan a mano.

----

Bonnie y Clyde versión 2.0 no tienen los huevos para robarse 200 mil dólares, pero si para gastárselos.

original, Español, fic

Previous post Next post
Up