Ya falta poquito para el final ^^
Este capítulo es uno de los que menos me gustan del fic. Es corto y no me ha gustado el resultado de saltar de una escena a otra (por así decirlo) entre personajes. Pero, qué se le va a hacer xD lo malo de un apocalipsis es que son muchas personas luchando y hay que saltar de uno a otro que queda feo describir la batalla de una sola persona cuando existen más personajes xD.
En fin no me enrollo más. Quedan sólo 3 capítulos y os avanzo que son para moderse las uñas de la angustia xD. Dean y Sam están a un paso de verse las caras y estar uno frente al otro.
Capítulo 25:
Todos los allí presentes presenciaron el ascenso de las primeras criaturas que se atrevían en asomar sus diabólicas figuras. La complexión de esos seres era fiel a los escritos históricos y las descripciones que les tenían como protagonistas: Belcebú, Rey del infierno, de rostro hinchado, cornamenta negra, con alas de murciélago y coronado con una cinta de fuego; Astaroth, el duque, de aspecto humano con alas, manos y pies de dragón, y un segundo par de alas con plumas bajo el principal, llevando una corona y acompañado de un lobo como cabalgadura; y por último, el Príncipe de las Tinieblas, Lucifer, criatura con enormes alas del color del fuego, orejas puntiagudas y enormes cuernos, su cuerpo de piedra rojiza desprendía el calor del infierno…
El fin del mundo, con todas sus letras. Los Dioses del Infierno tomaban su correspondiente lugar en la batalla. El único echado en falta era Azazel, destruido por la última bala del Colt, pero los cazadores cavilaban entre sorpresa y pavor que su aspecto original debía haber sido también similar a las escrituras históricas.
Tres figuras más aparecieron tras los demonios. Esta vez eran demasiado conocidas y no gracias a los escritos dejados con el paso de las centurias.
Sam Winchester, dominado por la sed de la destrucción tanteó con su mirada la batalla congelada por la aparición de él y sus amos, hasta detenerse en el rostro de su viejo hermano. Dean se negaba a creer lo que estaban viendo sus ojos. Desde hacía días era consciente de la realidad, pero había algo en su interior que le decía “Si no lo veo no lo creo” y ahí estaba, radiando pura maldad por cada poro de su piel, reflejando en sus pupilas, anteriormente repletas de bondad, la más absoluta de las perversidades. Y, de nuevo, ahí estaban los otros dos, Meg Masters y Tom Ragland, los hijos del Ojos Amarillos, escoltando al jefe del ejército de las tinieblas.
Los seis dejaron libre el portal del infierno, ascendieron por el montículo de piedra, se situaron en lo más alto de él y dejaron vía libre a la gran lluvia de almas y criaturas demoníacas que rogaban con desolar el mundo.
Inmediatamente una nueva estampida de multitud de criaturas y psíquicos hicieron aparición tras un nuevo estallido fruto de las aperturas de una decena de portales posicionados alrededor del campo de batalla, acorralando cualquier vía de escape posible para el bando del bien.
El ejército enemigo formó una sólida masa de cuerpos que parecían extenderse sin fin.
La lucha volvió a avivarse y el sonido de las armas se unió a los alaridos y gritos de guerra. Los Caballeros de la Luz Sagrada montaron en sus alados caballos y emprendieron el ataque conjunto contra la primera manada de almas demoníacas que comenzaban a hacerse abundantes en el lugar. Empuñando las espadas, mazas y arcos golpeaban una y otra vez las nubes de humo salidas de She’ol. Dean, atónito, alcanzó a observar como uno de los jinetes arremetía contra una sombra con su espada, espada que en el preciso momento de contacto con ese ser desprendió un luminoso destello mortal, haciendo que el alma demoníaca se convirtiera en polvo negro y se mezclara con el desnudo suelo del antiguo desfiladero.
“Magia”, susurró.
- ¡Oye! ¡¿Por casualidad tienes alguna de esas que te sobre?! -le gritó al Jinete. Éste desenfundó una segunda espada sujeta a su espalda y la lanzó con fuerza hacia el joven Winchester, cogiéndola por la empuñadura al vuelo - ¡Gracias!
Dean pudo probar la efectividad del artilugio mágico con un par de sombras que se le acercaron por el este. Dos ágiles movimientos de espadachín y esos seres fueron atravesados por la Luz Sagrada de la espada y acabaron fulminados sobre el terreno. “Esto me gusta”, dijo para sí.
- ¡¡Que los cazadores se encarguen de los demonios y criaturas de la noche!! ¡¡Los Jinetes se ocuparán de aniquilar a las almas que salgan del infierno!! ¡¡El resto, los psíquicos… que destruyan a sus iguales!! - bramó Dean mientras luchaba contra un corpulento demonio.
- ¡Liz, es la hora! - Alertó Marcus Driano.
La joven asintió.
Dean oyó el aviso del Jinete y no pudo resistir voltear su mirada en busca de su chica, deseaba verla por última vez antes de que se perdiera por las llamas del Infierno.
Ese instante de vacilación le costo un empujón del demonio. La criatura le dio un fuerte manotazo en la mandíbula y le lanzó al suelo. Dean se sacudió la cara aturdido por el golpe y retrocedió unos pasos hacia atrás reptando como una serpiente, intentando mantener las distancias con aquel ser que se le acercaba veloz. Se apoyó sobre los codos para levantarse, pero una repentina patada en el pecho le hizo chocar de nuevo contra el duro suelo. El demonio se abalanzó y se colocó a horcajadas sobre su cuerpo para impedir que se incorporara. Fue entonces cuando llevó sus manos al cuello para ahogarle. Dean, en un intento de zafarse de sus garras, le dio un rodillazo en la espalda seguido de un fuerte cabezazo en la frente y lo empujó, quitándoselo de encima. Sin vacilar, se abalanzó sobre él y le cortó la cabeza con la espada del jinete que se le había escapado de las manos al caer tras el primer golpe.
***
Liz apresuraba su marcha hacia la apertura, acompañada de doce jinetes liderados por Marcus. Tenía que destruir cuanto antes aquel objeto maligno, así aumentarían sus posibilidades de victoria. Con la destrucción del Manuscrito todos los portales quedarían sellados y ninguna criatura diabólica podría experimentar nuevamente la libertad. Beth y su hijo quedaron algo rezagados manteniendo una lucha cuerpo a cuerpo con los psíquicos recién salidos de Trilea. La nueva misión encomendada por Dean les impedía cumplir la primera función que les fue encomendada.
A escasos metros de la entrada un sujeto se interpuso en su camino. La joven quedó petrificada ante él. No podía reaccionar, no podía gesticular, no podía mover ninguna de sus articulaciones. Lo tenía frente por frente, se encontraba cara a cara con su antiguo amor, aquel que le dio lo que tanto apreciaba en su vida, lo único bueno que pudo sacar de esa desdichada relación, su hijo. Verlo nuevamente de pie frente a ella le imposibilitaba actuar.
- Liz, sigue avanzando con el resto de mis hombres. Yo me encargaré de él. - Ordenó Marcus, empuñando su espada de doble filo.
La joven acató las órdenes y retomó el recorrido hacia She’ol.
***
El caos se estaba apoderando de la situación. Todos los cazadores, jinetes y psíquicos luchaban sin perder la concentración con más de 2 criaturas a la vez. Paul Bonham mantenía la cuenta de los seres que había aniquilado con la fuerza de sus manos, sin necesidad de usar armas de fuego.
De repente alguien le agarró por detrás por sorpresa y un nuevo vampiro comenzó a acercarse rápidamente hacia él, furioso y mostrando sus afilados colmillos. Sin pensarlo se impulsó apoyando todo su robusto peso sobre aquella criatura que le agarraba por la espalda y, lanzando una patada al aire, hizo que aquel vampiro perdiera sus colmillos por el camino. Del mismo impulso la criatura a sus espaldas cayó al suelo dejándole libre. Al girar descubrió que se trataba de un maloliente y flemático zombie. Incluso antes de que reaccionara se situó tras él y con un ágil movimiento de manos le rompió el cuello. Un siseo a sus espaldas le hizo voltearse por instinto sacando la pistola de su cintura. Apretó el gatillo y le dio en el pecho al mismo vampiro de antes. La criatura comenzó a sentir una extraña sensación que le impedía moverse con destreza y Paul aprovechó la inmovilidad causada por la sangre de muerto para partirle en dos.
Limpiándose las salpicaduras de sangre que manchaban su rostro tanteó la escena de lucha bando contra bando. A lo lejos pudo reconocer el cuerpo de Richard O’Donnell perdiendo la vida en manos de Belcebú, demonio inquieto que bajó de la colina para acabar con sus propias manos con el mayor número de humanos posibles.
***
La entrada desprendía un calor infernal y el sudor comenzó a descender por su frente. Era la hora, ya estaba junto al portal. Un pasó más y su pie derecho entraría en contacto con el mismísimo Averno. Una última mirada a lo que acontecía en la superficie le hizo divisar cómo el cuerpo de Tom caía de rodillas atravesado por la luminosa espada de Marcus. Cuando el jinete le hubo sacado la hoja afilada de su cuerpo tocó suelo y sus ojos, hasta entonces oscuros como el carbón, se cerraron tras un leve atisbo de luz grisácea. Respiró hondo para cobrar fuerzas y sin más, evitando llenar su mente de pensamientos, se perdió entre las llamaradas.
Besos!