Tras algunos días sin publicar porque he estado malita y no he tocado mucho el PC :( vengo con nuevo capítulo como regalito a
niki_zgz; por ponerse al día en mi fic tan rápido ^^. Me alegra mucho que te haya enganchado *achuche*
Capítulo 23:
Ruinas del Gran Cañón - 13 de Diciembre de 2006, 09:18 P.M.
2 horas y 42 minutos para el fin del mundo.
Se adentraron a lo que había quedado del desfiladero y buscaron una zona de acampada donde prepararse y armarse hasta las botas en espera del Apocalipsis tan hecho de rogar.
En grupos de seis y siete avanzaron por las ruinas del cañón, desmenuzando y tomando las ventajas del terreno a su favor. Todos los cazadores estudiaron sus posiciones en el campo de batalla para saber así perfectamente lo que debían hacer en cada una de las situaciones que podía presentarse cuando el infierno se desatase sobre la tierra. Tomaron y prepararon cada una de sus posiciones y regresaron a la base improvisada que hubieron levantado en cuestión de minutos.
Alrededor de una fogata, que repartía calor a partes iguales entre todos los reunidos, se ultimaban los detalles finales. No podían permitirse ni el más mínimo fallo y eso conllevaba repasar una y otra vez las metas de cada uno en busca de alguna laguna que pudiera hacerles perder puntos en la guerra.
- Hay una misión que aún no tiene quien la ejecute. - Alarmó Dean.
Todos eran consciente de a qué misión hacía referencia, pero nadie se atrevía a dar el paso al frente y hacerse cargo de uno de los más arduos y peligrosos de los cometidos.
Habían fracasado en recuperar el Manuscrito de los Dioses del Infierno antes de que viajase a través del portal She’ol, pero eso era parte de un plan A, y el B había sido estudiado y planeado desde el momento en que Nate informó sobre la única posibilidad de acabar con el libro en el caso de que, tal y como había sucedido, el primer plan no llegara a buen puerto.
Ahora el Códice estaba siendo custodiado por los demonios en las profundidades del Abismo y, una vez iniciada la batalla y con el portal abierto permitiendo el viaje en doble sentido, uno de ellos tendría que adentrarse y descender a través de él hasta dar con el Manuscrito y destruirlo en las llamaradas del mismísimo infierno.
Los cazadores, que entrelazaban sus miradas unas con otras, en espera de que algún valiente se lanzara a la aventura y saltara al vació sin cuerda que le sujetase, voltearon sus caras hacia la persona que demostró las agallas suficientes como para ofrecerse voluntaria a la misión suicida que se resumía en tres fáciles palabras: infierno-libro-destrucción, pero que a la hora de la ejecución lo sencillo se tornaba demasiado difícil, tan difícil como el lograr que una gota de agua sobreviva en el desierto.
Después del ofrecimiento nadie se atrevió a mediar palabra y Dean se acercó al sujeto para mantener una conversación con él.
- ¿Te has vuelto loca? No puedes hacer eso.
- ¿Cómo es eso de que no puedo hacerlo? - Objetó Liz - ¿Piensas que no estoy capacitada para ello?
- ¿Qué? ¡No! No es eso. Por supuesto que estás capacitada. Me atrevería a decir que más capacitada que todos los que estamos aquí ahora mismo pero…
- ¿Pero qué?
- Es… No, no es nada. - La joven frunció el ceño, cabreada ante la falta de comunicación de Dean. Éste tomó aliento a sabiendas de que Liz no descansaría hasta averiguar lo que tanto le perturbaba, y recobró fuerzas para soltar lo que sentía - ¿No te acuerdas de la maldición que yace sobre el Códice? “Quien ose…”
- “…apropiarse del libro con el único objetivo de destruirlo será sentenciado al fuego eterno” - le interrumpió ella, citando la maldición de carrerilla - ¿Y?
- ¿Y? ¿No tienes miedo de que recaiga sobre ti? No puedo permitir que condenes tus días de esa manera. No podría vivir con ello. No podría vivir… sin ti.
- Dean… No me pasará nada, te lo prometo. Te apuesto lo que sea a que ese escrito es solamente un cuento chino para mantenernos alejados de él.
- Pero… ¿Y si no lo es?
- Bueno, entonces seguro que encuentras alguna manera de romper la maldición y liberarme. - La muchacha acarició el rostro de su chico.
- No, iré yo. Yo bajaré al infierno y lo destruiré. Ya no tengo nada por lo que luchar y tú tienes a un hijo por el que velar.
- No digas bobadas. Tienes mucho por lo que luchar. Tu sitio está en el campo de batalla. Eres el único que puede hacer regresar a Sam. Tienes que intentar influir en él y hacerle volver a ser el que era. Sólo tú puedes hacerlo. Mi misión está establecida y no hay marcha atrás. No temas por mí. - Ambos se sumieron en un profundo abrazo.
- Ejem. - Dispuso una voz inoportuna - Lo siento pero no he podido evitar escucharos. Dean… esto, Beth y yo acompañaremos a mi madre y cuidaremos de ella. - Nathan volvió a dejarles a solas.
- ¿Ves? Hasta tengo escolta. - Añadió burlona - Vamos. No temas por esa maldición. De todas formas nuestras vidas ya están demasiado malditas. ¿Qué más da añadir una más a la lista?
- ¡¡SILENCIO!! - Aulló una de las voces congregadas en la base.
***
Todos detuvieron sus quehaceres y prestaron atención al sonido que intensificaba su volumen por segundos. Las miradas se dirigieron en una sola dirección y a lo lejos lograron vislumbrar las primeras filas de una caballería de más de 100 hombres. Corpulentos caballeros ensillados en sus hermosos corceles blancos acortaban rápidamente las distancias y cabalgaban hacia la base de los cazadores. Algunos de ellos, desconocedores del objetivo de aquellos forasteros, empuñaron sus armas; otros simplemente presenciaron atónitos la llegada.
El noble al mando, de aspecto treinteañero, ordenó a sus caballeros, con el puño cerrado y en alto, que detuvieran su marcha y éste bajó de su caballo, sujetando bajo su brazo el casco que momentos antes protegía su cabeza. Avanzó varios metros hacia los cazadores para detenerse, finalmente, a escasos pasos de los más cercanos en su recorrido.
Sus vestiduras eran sorprendentes y poco vistas entre los cazadores. Sus armaduras eran unas vestiduras que mantenían el fiel reflejo de las utilizadas antaño con algunos añadidos fruto de las mejoras históricas. Estaban compuestas por el yelmo, la coraza y las perneras; y confeccionadas con piezas metálicas ligeras al movimiento. El resto del cuerpo, en las partes menos necesitadas de protección ante la lucha, estaba cubierto por materiales como el cuero.
Las armas que portaban eran iguales o incluso más increíbles que sus armaduras: espadas, mazas, sables, arcos… Todas ellas tenían formas sencillas, puras y eficaces.
Las espadas largas de los jinetes, con 2 bordes afilados, pómulos anulares y largas empuñaduras recubiertas de cuero parecían recién sacadas de la historia de los romanos del siglo III d.C. Las afiladas hojas eran ligeras como el viento, pero capaces de cortar por la mitad un melón lanzado al aire. Los arcos de doble curva estaban compuestos por varios materiales: cuerno, madera, reforzadores de cuerno y huesos ensamblados con pegamento de pez. Podrían tener una potencia aproximada de 50 a 80 libras, inferior a los delirios frecuentemente oídos, pero más que suficiente para atravesar armaduras y escudos, permitiendo una cadencia de tiro elevada. Y por último, las mazas, decoradas con alitas, poseían cabezas de acero forjado y empuñaduras de madera, ideales para completar el equipamiento ofensivo.
- ¿De donde ha salido toda esta gente? ¿De la época del Rey Arturo? - preguntó un Dean demasiado pasmado.
- Son los Caballeros de la Luz Sagrada - le respondió Bobby igual de sorprendido que él.
- ¿No estaban en Italia? - Repuso con sarcasmo a medida que se acercaba al jefe de la caballería.
- Saludos. Soy Marcus Driano, noble al mando de los Caballeros de la Luz Sagrada.
- Qué tal. Soy Dean Winchester, humilde ciudadano al mando de los Cazadores de Todo Monstruo Viviente - en su tono de voz se podía percibir la burla de su habla.
- Temíamos no llegar a tiempo para el comienzo de la batalla. - El rostro de Dean se hundió en incertidumbre. Marcus pareció entender el motivo de ese gesto - ¿Qué? ¿Pensabais que os íbamos a abandonar en un momento tan crucial? El fin del mundo no hubiera tenido lugar en esta fecha y hora exacta si los demonios no nos hubiesen robado el Manuscrito. Tenemos parte de culpa en lo que está por acontecer y para compensar nuestros errores venimos a unirnos a ustedes en la lucha contra el Apocalipsis.
- En ese caso sois bienvenido. - Aseguró Dean. - Por cierto, ¿Cómo habéis conseguido llegar hasta aquí, junto a los caballos, si los vuelos y viajes en barco entre continentes fueron interrumpidos hace días?
- Los Caballeros de la Luz Sagrada jamás revelan sus estrategias, Dean Winchester.
- Ya, me lo imaginaba. - susurró entre dientes.
Unos aliados inesperados se les habían cruzado en sus caminos y como por arte de magia el número de guerreros se duplicó en un santiamén. Las oportunidades de victoria volvían a inclinarse a favor de los buenos de la película. La llegada de los jinetes hizo dibujar en la mayoría de los rostros una pequeña sonrisa de esperanza. De acuerdo a la leyenda que envolvía a esos caballeros habían sido entrenados en las artes de la lucha desde muy temprana edad y eran considerados los mejores guerreros que han existido jamás. Al contar con una artillería de tal calibre muchos de los cazadores vieron brillar una luz al final del amargo túnel de la destrucción.