Como prometí aquí dejo como regalo el primer capítulo de la continuación de "El Pacto". El fic está en proceso así que no me presionéis si queréis leer más xD. Además aún tengo que pulir este capítulo y añadirle algunas lineas para que cuadre todo con el final de la historia y quede todo prechiocho xD (Sip, ya tengo el esquema de cómo terminará el fic lo que me falla es el desarrollo que también lo tengo esquematizado pero me cuesta más escribirlo xD). Lo he publicado para que os hagáis una idea de como irá todo en esta parte y para que veáis que no miento cuando digo que los capítulos son largos xD. En este me he dado más libertad e intento describir las cosas con más calma (mucha xD) y precisión.
Author: Nedyah/ Nedyah_sn
Títle: There’s No Hope In Hell ("El Pacto" Vol. 2)
Fandom: Supernatural
Category: AU, Acción, Angst
Rating: PG
Status: En Proceso
Pairing/s: Ninguna.
Spoilers: Contiene flashback y referencias a capítulos de la primera temporada.
Authors Notes: Todos los nombres de las ciudades, carreteras, moteles… son reales. No son inventados por mí.
Summary: Todo parecía haber terminado. La familia Winchester con ayuda de Liz Walster consiguió acabar con el demonio en aquel descampado de Richmond, pero no todo es lo que parece. Ajenos a la verdadera realidad, los planes del demonio se perfilan cada día más. Su proximidad a Sam y su aspecto humano como Dean Winchester le está dando la ventaja que necesita para la consecución de sus planes. Sam, ahora más que nunca, confía y se apoya ciegamente en su hermano, sin ser consciente de que sus más profundos secretos se los está revelando a la criatura que destruyó y destruirá día a día sus vidas.
Disclaimer: Esta historia la escribo sólo para entretener. No saco ningún beneficio escribiéndola. Los Winchester y el demonio pertenecen a la CW.
Capítulo 1:
Illinois, Interestatal 39 - 11 de Noviembre de 2006, 07:40 A.M.
La noche comenzaba a apagarse y los primeros rayos de sol, que se adentraban entre los árboles, iluminaban suavemente la carretera solitaria que se abría paso en dirección a Rockford. El leve sonido distante del motor de un vehículo que se acercaba desde la lejanía hizo que las pequeñas fallas que componían aquella vieja carretera crujieran cada vez con más brusquedad a medida que aquel vehículo se acercaba hacia ese tramo de la interestatal.
A los pocos minutos el automóvil, en un abrir y cerrar de ojos, dejó tras de sí un cartel situado a un lateral de la carretera que señalaba las millas que faltaban para llegar a su destino. Como una pluma transportada por el viento quemaba goma en el asfalto mientras que la luz del sol, que se levantaba acuciante por el este, rebotaba en la carrocería negra de ese Chevy Impala del 67.
En ese instante las primeras notas de una canción de rock comenzaron a sonar en su interior y su conductor se unió a esos acordes acompañándolos con un susurrante tarareo.
“There's a scream in the night
- “Hay un grito en la noche -
There's death on the wind
- Hay muerte en el viento -
And a heartbeat that's pounding like rain
- Y un corazón que palpita como la lluvia -
There's a flash in the sky
- Hay un destello en el cielo -
A cry of a hound
- Un llanto de un perro de caza… -
As if someone is wailing the dead
- …Como si se lamentase de un muerto -
And the nightmare begins as the Devil rides out
- Y la pesadilla comienza mientras el Diablo avanza... -
From the heat thru the gates of Hell
- … desde las calurosas puertas del infierno -
And there's no escape from the curse of the damned
- Y no hay escapatoria a la maldición del condenado. -
You better beware
- Mejor que tengas cuidado -
Don't you know it's the night of the demon?
- ¿No sabes que es la noche del demonio? -
When spirits run high…”
- Cuando los espíritus se levantan…” -
Dean continuaba musitando aquella canción, zarandeando la cabeza hacia adelante y hacia atrás y haciendo gestos de emoción con su rostro cuando el ritmo de esa música alcanzaban su punto álgido y el sonido de la guitarra eléctrica sobresalía de entre todo los demás instrumentos, dando paso a la voz dominante del grupo, que expulsa cada palabra de la canción con una fuerza desgarradora y llena de energía. Acercó su mano hacia el botón que indicaba “Volumen” en la radio. Quería escucharla con el sonido al máximo: -“hasta que los oídos me revienten”-, pensó, pero ojeó rápidamente a su hermano y acabó haciendo lo contrario a lo que tenía pensado. Terminó de acercar su mano hacia la radio y bajo el volumen considerablemente. Ahora apenas podía escucharse esa guitarra eléctrica por encima del fuerte ronroneo del motor del impala, que continuaba su trayectoria a una velocidad exagerada.
Sam estaba distante, sentado en el asiento del copiloto, junto a su hermano. Entre sus manos sujetaba un periódico de Rockford de hace dos semanas, de acuerdo con la fecha que marcaba la parte superior de la página principal de dicho papel. Ni siquiera se mutó cuando su hermano bajó el volumen de aquella música que era veneno para sus oídos, aunque tras tanto tiempo con Dean, viajando de un lugar a otro y escuchando sin cesar una y otra vez Mullet Rock, parecía que poco a poco ese veneno comenzaba a disminuir su efecto y sus oídos se estaban adaptando a él. De alguna manera se estaba volviendo inmune a ese tóxico de serpiente, -¿O me estaré quedando sordo?-, se preguntó para sí mientras levantaba por primera vez la vista de aquel papel reciclado lleno de letras y fotografías en blanco y negro. Terminó de alzar la mirada y observó cómo su hermano lo miraba disimuladamente de reojo con la esperanza de que dijera o hiciera algo. El viaje se estaba haciendo muy largo y pesado, incluso para Dean, el insaciable rey de la carretera. Necesitaba un poco de diversión, mantener una amena conversación sobre cualquier tema y su hermano no se lo estaba poniendo nada fácil. Normalmente, como solía hacer, el simple hecho de escuchar su estilo de música durante todo el trayecto le reconfortaba y eso le hacía sentir como un niño pequeño recibiendo su primer coche teledirigido. Pero hoy, por alguna extraña razón, ni la música le entretenía. Decidió mirar fijamente un par de segundos a su copiloto con la esperanza de que Sam se diera por aludido por algún motivo y comenzaran a hablar o, incluso, a discutir. En ese momento, a Dean no le importaba refutar con su hermano si con ello conseguía romper ese silencio que inundaba el ambiente, un silencio interrumpido solamente por la radio y el dulce pero feroz ronroneo de su coche.
-“Vamos hermano, una palabra, di aunque sea una palabra”-, se dijo Dean a sí mismo, pero Sam ni siquiera hacia el intento de abrir la boca y expulsar de ella un simple suspiro. Se limitó a sonreír levemente al conductor con actitud forzada, como si le estuvieran amenazando con un cuchillo para que dejara salir una sonrisilla de su rostro, y volvió a introducirse en el fantástico mundo de Sam, de vuelta a aquellas páginas de noticias pasadas.
El menor de los hermanos era un chico de pocas palabras pero esa situación ya era demasiado. Desde hace varias semanas se había convertido en una persona completamente distinta a la que solía ser. Dean ya estaba acostumbrado a enfrentarse casi diariamente a situaciones como esa. La actitud tan reservada de su hermano provocaba que a menudo tuviera que sacarle de esa alocada cabeza los problemas y preocupaciones que le perturbaban. Sam era un chico muy prudente con ciertas cosas, pero de un mes en adelante esa prudencia, ese carácter reservado se volvió más reservado aún. Apenas abría la boca para comer, respirar, bostezar… o cualquier otro gesto que no conllevara decir palabra alguna. El pensamiento que rondaba por su cabeza habitualmente solo podía deberse a una cosa, aunque esa no era la actitud que solía tomar cuando esa clase de pensamientos merodeaban por su mente. El rostro distante de Sam, su mirada perdida en la nada y llena de tristeza sólo podía deberse a una cosa: “el secreto que escondía en su interior concernía a su familia”. En realidad, era la misma razón de siempre, una razón que se define con una sola palabra, una palabra de cuatro letras y que en la vida de Sam y Dean tenía mucha importancia: “Papá”. En la mente de Sam rebotaban una y otra vez pensamientos referentes a su padre. Tenía ganas de desahogarse, decir de golpe y sin pestañear todo lo que almacenaba en su interior y hacía que su sangre le hirviera intensamente hasta alcanzar la ebullición como si el mismo infierno se estuviera creando en su interior, pero se contuvo. Estaba reprimiendo ese deseo desde hará aproximadamente cinco días, y a decir verdad, estaba resistiendo bastante. Años atrás no se lo hubiera pensado ni tan siquiera una sola vez y habría bombardeado a su hermano con sus preocupaciones, problemas e insultos. Pero, al parecer, eso había cambiado. Ahora prefería que su ira le comiera por dentro antes de iniciar una fuerte discusión que no les llevaría a ningún lugar, como era habitual.
Desde el día en que acabaron con el demonio sus vidas volvieron a la normalidad. Ya no tenían de qué preocuparse. Todo había terminado y ahora volverían a ser una familia de nuevo. A Sam le agradaba esa idea, “ser una familia otra vez”. Además, eso era lo que siempre había querido Dean y tras la gran lucha también se había convertido en una cosa primordial para Sam. Tras todo lo vivido y sufrido años atrás con la muerte de Mary, de Jess, la búsqueda de algo que pudiera darles una ventaja para destruir a aquella criatura… todo eso se había convertido en lo esencial. En lo único que pensaban era en la búsqueda, la búsqueda constante y sin descanso de ese ser. Pero, a pesar de ello, Sam reconoció que aquella insaciable sed de venganza le hizo acercarse mucho más a su hermano, conocer verdaderamente como es Dean, o mejor dicho, como es ser Dean Winchester, porque Dean sólo había uno. Su sentido del humor, su gran preocupación por sus seres queridos, su energía inagotable… Sam admiraba totalmente a su hermano mayor. Ahora más que nunca se sentía más cercano a él. Habían pasado por todo eso juntos, se había apoyado constantemente el uno en el otro y nunca se habían abandonado por difícil que se pusiera una situación o por las innumerables peleas que hubieran podido protagonizar. Al contrario, todo eso les unía cada vez más y eso les hacía más fuertes. Como ya le contestó Sam a su padre un tiempo atrás mirando a Dean por el espejo retrovisor del interior del impala “la caza de ese demonio no está por delante de todo”, hay algo más que la venganza, hay algo más, algo mucho más poderoso que todo ese sentimiento que poco a poco te mata por dentro… la familia. La familia es lo más importante y ni si quiera esa sed de venganza ha de ser capaz de destruir esa unidad. Los mares podrán secarse cualquier día, la tierra podrá desaparecer dejando paso a la nada… el mundo podría acabar mañana, pero la familia… la familia jamás podrá ser destruida. No viene escrito en ningún libro de ciencias o en cualquier otro libro antiguo de páginas interminables pero Sam lo sabía, estaba seguro de ello y eso era lo que le importaba.
Pero, como de vez en cuando puede pasar, esa familia a veces tiene que separarse por determinadas circunstancias y Sam estaba viviendo nuevamente el distanciamiento de su familia -ya había perdido la cuenta de las veces que se habían separado- y eso le hacía añicos.
Durante casi los dos primeros meses y medio tras la gran lucha volvieron a ser una familia. Dean, Sam y su padre volvieron a estar más unidos que nunca, bueno, sinceramente, era la primera vez que estaban tan unidos. Sam salió malherido en combate y tuvo que permanecer una semana y pocos días en completo reposo para evitar que la herida que sufrió no curara correctamente o surgiera cualquier otro imprevisto que dificultara su rápida curación. Durante todo ese tiempo John estuvo a su lado, cuidándole y preocupándose por él más de lo que Sam alguna vez se hubiera imaginado. Pasaron gratos momentos manteniendo conversaciones agradables, compartiendo bromas, disfrutando viendo partidos de fútbol juntos aunque no les gustaran los equipos que jugaban. Solían tener una táctica para pasar unas horas amenas sentados frente al televisor viendo aquellos partidos. Si no eran aficionados a ninguno de los dos equipos que se jugaban el campeonato esa noche tiraban una moneda al aire y echaban a cara o cruz quien de los dos defendería a un equipo y quien defendería al otro. Así siempre mantenían pequeños piques festejando un gol cuando un jugador marcaba en la portería o gritándose mutuamente cuando el árbitro pitaba falta donde John no la veía pero Sam sí porque, evidentemente, esa falta se la habían provocado a un jugador del equipo al que le tocaba defender esa noche.
Todas estas historias ocurrían casi todos los días mientras Dean pasaba el poco tiempo que tenía disponible sentado junto a ellos contemplando la empalagosa alegría que desprendía cada rincón de aquella habitación de motel porque, a pesar de todo, seguían viviendo de motel en motel, disfrutando de la carretera y saliendo a cazar de vez en cuando. Al fin y al cabo habían acabado con el demonio pero ahí afuera había otras criaturas a las que destruir y miles de personas a las que salvar, y si ellos eran los únicos en todo el planeta capaces de hacer ese trabajo lo harían sin más, pero unidos, como una auténtica familia.
Pero mientras el joven Winchester se recuperaba el tiempo no se detenía y día tras día aparecían noticias en los periódicos o telediarios locales anunciando la extraña muerte de un joven de pocos años de edad con la garganta cortada y un símbolo extraño dibujado en el lateral derecho de su cuello, la desaparición de una familia entera en su hogar sin dejar rastro o cualquier otra noticia parecida. Las criaturas sobrenaturales no se daban un respiro a la hora de cometer atrocidades. Así que, Dean en esos días se encargaba de ir a cazar, a veces solo y otras veces acompañado de Liz, mientras su padre se quedaba en un motel con Sammy en espera de su completa recuperación y cuidando del pequeño Nate, que ya no era tan pequeño y pronto comenzaría a dar sus primeros pasos. Aunque otras veces era John el que se iba de caza mientras Dean y Liz descansaban, o al menos en teoría, de la difícil cacería que había tenido la noche anterior. Se habían convertido en un gran equipo, turnándose en su trabajo para que Sam y Nate no se quedaran solos y dispusieran de los cuidados, en el caso de Nate, y curas, en el caso de Sam, que fueran necesarias, a la vez que cuidaban por la supervivencia de los ciudadanos americanos.
Todos estos momentos familiares se fueron perdiendo lentamente hasta que un día, semanas después de la completa recuperación de Sam y la marcha de Liz a su hogar en Lawrence, la actitud de John comenzó a cambiar. Las bromas y complicidades entre los tres dejaron de ser tan continuas y John comenzó a volverse más distante y solitario…
****
Kentucky, 23 de Octubre de 2006, 13:26 P.M.
Dean aparcó el coche frente al motel dónde se estaban hospedando. Sam salió por la puerta del copiloto portando en sus manos unas bolsas de plástico cargadas de comida rápida: hamburguesas, coca-cola, patatas fritas con sus paquetitos de mayonesa y ketchup… auténtica comida basura para alimentar a unos cuantos Sammy’s más de su tamaño. Dean salió también del impala y esperó a que su hermano diera la vuelta al vehículo hasta colocarse a su lado y comenzar a caminar a la par en dirección a la puerta de la habitación del motel, mientras mantenían una conversación sobre el nuevo ligue de Dean en aquella hamburguesería.
- Vamos, Dean. Tienes que dejar de ser así hombre. - le reprochaba Sam con una mezcla de desdén y befa.
- ¿Así cómo, Sammy? - preguntó incorporando su mirada y entornando levemente los ojos debido a que los rayos ígneos del sol le daban de frente impidiendo que pudiera mirar directamente a su acompañante a la cara.
- ¿Has visto lo mismo que yo, verdad?
Sam se detuvo de golpe y a los dos pasos Dean hizo otro tanto, girándose y retrocediendo sobre sus zancadas.
- Tú y la camarera de la hamburguesería… - Prosiguió el más joven. Dean soltó una sonrisa picarona mientras guardaba en el bolsillo derecho de su cazadora las llaves del coche con las que había estado jugueteando desde que lo estacionó. - Quiero decir… tío ¿Qué pasa con Liz? Hace tan solo unos meses estabais muy unidos. ¡Dios! ¡Casi os tenía que separar con una pala para que dejarais de besuquearos y haceros arrumacos todo el tiempo! Pero desde que la llevaste a su casa en Lawrence, a principios de este mes, no has vuelto a hablar de ella, ni siquiera te he escuchado o te he visto llamarla por teléfono y hablar con ella. Cosa que hacías constantemente cuando te ibas solo de cacería y ella se quedaba con nosotros en el motel. La llamabas a diario, tío. - Su tono era seguro pero las siguientes palabras que salieron de su boca rebozaban de dudas - Pero ahora…es como… como si ella nunca hubiera existido, como si no te importada o nunca te hubiera importa…
- Claro que me importa, Sam. - Añadió Dean, interrumpiendo el monólogo de su hermano. - Me importa mucho más de lo que te imaginas. Así que te exijo que no vuelvas a decirme a la cara que no me importa porque no es así - Le apuntó con el dedo con una mirada amenazante y continuó su marcha hacia la habitación.
- Está bien. Lo siento. No era mi intención. - se lamentó - Pero…
- ¿Pero qué… Sam? - le interrumpió de nuevo bruscamente.
- Pero… entonces… ¿algo tuvo que ocurriros de camino a Lawrence, no? Quiero decir, ¿os peleasteis o algo así y ahora no te atreves a llamarla para pedirle perdón? ¡Vamos Dean!, cuéntamelo, soy tu hermano. Talvez pueda ayudarte en algo.
- No hay nada que contar Sam. - afirmó entre muecas intentando quitarle importancia a las preguntas de su hermano. Le miró sonriente pero rápidamente dejó de hacerlo al ver la seriedad y desconfianza que desprendía su rostro. Sam sabía que le estaba mintiendo.
- Está bien, ocurrió algo ¿vale? Pero no tiene importancia. Cosas de pareja, ya me entiendes. - Comenzó a tocarse los bolsillos del pantalón vaquero y luego los de la cazadora buscando algo en su interior hasta que cayó en la cuenta de que él no las tenía. - Las llaves. - dijo estrechando la palma de la mano hacia su hermano. Sam se pasó las bolsas a la mano izquierda y con la derecha se sacó del bolsillo derecho de la sudadera las llaves de la habitación, entregándoselas a Dean en el aire. - Gracias. - le contestó él cogiendo las llaves al vuelo.
El mayor terminó por abrir la puerta de la habitación. Miró a uno y otro lado de la calle y entró rápidamente seguido de Sam, cerrando la puerta con un fuerte portazo. Ambos se quedaron en silencio mirando cada esquina de la estancia. Casi todo estaba recogido, los recortes de revistas, periódicos, fotografías y noticias que decoraban la pared habían desaparecido. Todo estaba prácticamente limpio y una mochila entreabierta, colocada encima de la cama junto a la ventana, dejaba ver su interior. Un par de camisas y unos pantalones vaqueros desgastados podían distinguirse entre el montón de papeles que la componían. Sam extrañado dejó las bolsas rápidamente en la mesa y comenzó a revisar cada habitación para averiguar que diablos estaba ocurriendo. Dean se acercó a la mochila que había sobre la cama pero no le hizo falta acercarse mucho para descubrir que esa ropa pertenecía a su padre. Echó de nuevo un rápido vistazo a la habitación y se dio cuenta de que las únicas cosas que estaban recogidas pertenecían a John.
La puerta de la habitación se abrió y una persona entró en ella sujetando en su hombro izquierdo otra mochila que dejaba a la vista varias armas de fuego de distinto calibre y proporción. John soltó la bolsa junto a una mesita de madera situada a su derecha cuando contempló la cara de extrañeza con la que le miraba sus dos hijos. Introdujo sus manos en el bolsillo del pantalón y avanzó pausadamente hacia ellos con semblante relajado y la cabeza gacha, mirando al suelo a medida que daba un paso hacia adelante. Las cosas no le habían salido como planeó. Sus hijos habían regresado al motel antes de lo que esperaba y no le había dado tiempo a recoger todas sus cosas y desaparecer antes de que aparecieran por la puerta. Pensaba en dejarles una nota explicándoles el por qué de su marcha, le resultaba demasiado doloroso tener que abandonarles tras los buenos momentos vividos juntos estos casi tres meses, pero era lo correcto, sabía que era lo que tenía que hacer. Tenía que dejarles por el bien de los tres. Pero, ahora, su plan de marcharse sin ser visto no había funcionado y tendría que contarle a sus hijos cara a cara la situación, cosa que le iba a resultar muy difícil, y mucho más sabiendo cómo le sentaría a Sam esa noticia.
John continuó avanzando hacia ellos y se detuvo junto al escritorio, cogió unos documentos que se le olvidó introducir en la mochila anteriormente, los echó a un lado y se sentó en el borde reposando sus manos sobre la mesa. Sam le lanzó una iracunda mirada a su hermano porque intuía lo que estaba a punto de suceder. Dean le devolvió la mirada intentando calmarle y asintió levemente con la cabeza.
- Papá, ¿Qué mierda significa todo esto? - El mayor rompió el silencio que se respiraba en el ambiente con tono brusco, señalando con su mano la mochila que había encima de una de las camas. - ¿Es que…?
- ¿Te marchas, verdad? - le interrumpió Sam con voz queda - Nos vas a dejar solos de nuevo, ¿no es cierto?
- Sam y-yo…
- Era eso lo que ibas a hacer ¿verdad? ¡Respóndeme! - El menor comenzó a alterarse alzando fuertemente la voz. John no rompió su mutismo. Posó su mirada en Dean, luego en Sam y con ojos vidriosos agachó débilmente la cabeza.
- Papá, qué es lo que ocurre. - continuó su hijo mayor haciéndole un gesto a su hermano con la mano derecha con la intención de que entendiera que esa señal significaba que se calmase un poco y dejara a su padre hablar. -Algo grabe tiene que ocurrir para que nos dejes ahora de esa manera… no puedes… no puedes simplemente coger tus cosas e irte sin avisar, que por lo que puedo ver aquí…
- …eso es justo lo que estabas a punto de hacer ¿no? - Sam volvió a interrumpirle. Continuó hablando intentando mantenerse firme y no comenzar una fuerte discusión con él - ¿Te ibas a ir sin darnos una explicación?... - pero fue imposible que esa conversación no terminara provocando que elevara nuevamente su tono de voz y le reprochara lo que quería hacer - ¡¿Qué esperabas?! ¡¿Pensabas irte mientras estábamos fuera?! ¡¿Ni siquiera pensabas en esperar a que regresáramos para contarnos lo sucedido y la razón de tu marcha, me equivoco?! - paró un instante, se alejó rápidamente de él y de su hermano y haciendo gestos de rabia con las manos continuó realizando ese bombardeo de preguntas que seguramente no tendrían respuesta, o mejor dicho, las tendrían pero John se las reservaría para él - ¡¿Cómo te atreves a hacernos esto después de todo lo que hemos pasado?! Quiero decir, ¡el demonio ya ha sido destruido! No hay ninguna otra razón por la cual debamos separarnos de nuevo. Podemos seguir haciendo nuestro trabajo juntos como hemos hecho hasta ahora desde que todo terminó. Nos ha ido bien en cada una de la cacería. Hacemos un buen equipo, juntos, y estábamos bien así. ¿Por qué largarte ahora de esta manera? ¡¿Qué coño pasa contigo, papá?!
- Ya basta Sam… - ordenó su hermano girándose hacia él.
- ¡No te atrevas a hablarme así de nuevo hijo, te lo advierto! - John se incorporó de golpe y con actitud amenazante se acercó a Sam apuntándole con el dedo índice de la mano derecha. - ¡Ni se te ocurra pensar de nuevo que esto que estoy haciendo me agrada porque no es así!. ¡Estoy haciendo esto por los tres!.
- ¿Qué? ¿Por los tres…?
Ambos hermanos conferenciaron con sus cruces de miradas. ¿Cómo era eso de que el abandonarles de nuevo era por el bien de los tres?. Dean agachó su cabeza al oír esas últimas palabras de su padre. Luego la levantó lentamente girándose hacia él.
- Papá, qué es lo que sucede. Hay algo que no nos estás contando ¿verdad? - John fijó su mirada en él mientras su hijo mayor se le acercaba - Vamos, dinos que pasa. Podremos ayudar sea lo que sea. Estoy seguro de ello. ¡Vamos! Tres cabezas piensan más que una. - bromeó - Además, tenemos a nuestro psíquico particular ¿no es verdad? - dijo forzando una bufona sonrisa a la vez que le guiñaba a su hermano.
John se limitó a caminar despaciosamente por la estancia tras las palabras de su hijo. Se llevó la mano derecha a la barbilla y la izquierda volvió a introducírsela en el bolsillo del pantalón. Se frotaba la barba de cuatro días que se podía ver cubriendo la parte inferior de su rostro. Parecía estar intentando encontrar la forma o las palabras más adecuadas para contarles que es lo que estaba ocurriendo. Finalmente se detuvo y se dirigió hacia el escritorio. Cogió los documentos que minutos atrás había retirado para sentarse y comenzó a colocar ordenadamente sobre una de las camas los distintos folios que componían esas carpetas. Uno por uno fue situándolos en perfecto orden, como si se tratase de un puzzle. Cada documento, cada contenido en los distintos folios que componían esa investigación estaban estudiados y calculados a la perfección. Cuando terminó de situarlos todos les hizo una seña a sus dos hijos para que se acercaran. Ambos se miraron y se colocaron frente a él sin retirar la vista de todos esos recortes de revistas, fotografías y anotaciones a pie de página.
- Creo que algo grande y maligno está a punto de suceder. - Se atrevió a decir por fin, mirando a sus hijos y entregándole a Sam uno de los portafolios - En este archivo está toda la investigación que he realizado en estas últimas semanas. Demasiada información para el poco tiempo empleado en ello y eso comienza a preocuparme. Desde hace un mes aproximadamente han comenzado a suceder cosas extrañas a lo largo del país: misteriosas desapariciones de personas, todos jóvenes de entre 21 y 26 años de edad, con bebés recién nacidos a su cargo. Todos el mismo día de la semana, misma hora y en distintos territorios del país - hizo una pausa para tomar aliento - Lo extraño de todo esto es que 3 de los 5 desaparecidos ya han sido encontrados sin recordar absolutamente nada de lo ocurrido durante su tiempo de ausencia. Aún desconozco las razones de esas amnesias. - se inclinó sobre la cama y sujetó otra carpeta que contenía información sobre los desaparecidos. Le entregó a su hijo mayor uno a uno, a medida que nombraba a las personas desaparecidas, los informes y éste se los fue pasando a Sam una vez revisados - Las desapariciones rondaron sobre las 11:40 p.m.… Audrey Sullivan, 24 años de edad, desaparecida el 23 de Septiembre en Santa Fe; Jeremy Shepard, 21 años, desaparecido el 30 del mismo mes en Denver; Jessica Olsen, 22 años, vista por última vez en su casa a las afueras de Carolina del Norte el 7 de Octubre, Peter Scott de California, 25 años, el día 14… y la última hasta el momento, aunque no hay indicios de que coincida con el patrón y aún no se ha avisado a las autoridades de su desaparición… - miró a Dean con tristeza - Liz Walster, 26 años y desaparecida… en Lawrence hace tan sólo dos días.
- ¿Qué? ¿Liz? No puede ser… - Dean dejó caer los papeles al suelo y se dio media vuelta agarrando su cazadora y poniéndosela rápidamente.
- Dean, ¿A dónde vas? - preguntaba Sam aún sin poder comprender bien la situación.
- A buscarla. No me pienso quedar aquí de brazos cruzados mientras ella está quién sabe dónde. - Se giró furioso hacia su padre - No debiste habérmelo ocultado, papá. ¿Por qué lo hiciste? ¡Joder, debiste contármelo nada más saber de su desaparición!.
- No quería preocuparte antes de tiempo, hijo. Un viejo amigo de Lawrence, David, ha estado en contacto diario con Liz, pero desde el sábado no ha tenido noticias de ella. Ayer me llamó para contármelo todo. Fue a su apartamento para comprobar que todo iba bien y que su falta de contacto con ella solo había sido una falsa alarma pero cuando llegó… no la encontró en la casa. Todo estaba en su sitio, no había señales de robo, agresiones… nada.
- ¿Y qué hay de su hijo? - preguntó Sam alarmado.
- Tampoco nada. Los dos han desaparecido sin dejar rastro. No sé…
- ¿Y te ibas a ir sin contármelo? - interrumpió Dean.
- Hijo, no quería decirte nada de lo que estaba ocurriendo porque aún no estoy seguro de que Liz encaje en el patrón de las personas desaparecidas. Mira…- Dean se acercó a su padre y comenzó a revisar los documentos que le mostraba John - La desaparición de Liz no coincide con las demás. En los hogares de las personas desaparecidas se han encontrado restos de azufre esparcidos por el suelo, pero de acuerdo a las investigaciones de David, no ha encontrado ni rastro de ese elemento químico en la casa de Liz.
- ¿Entonces podemos respirar tranquilos, no? - preguntó Sam.
- Aún no quiero dar falsas esperanzas, hijo. Por eso me marchaba, para analizar su casa con mis propios ojos y así descartar cualquier posible hipótesis errónea.
- Bien, pues entonces… vamos contigo. - le respondió su hijo mayor.
- Dean, sé que cometí un error al no contarte lo que sabía en cuanto me enteré pero… quería estar seguro de la verdadera situación antes de preocuparte con algo que puede no ser nada…
- Está bien, papá. Ya lo discutiremos más tarde - le respondió Dean, aún molesto, recogiendo la bolsa de armas del suelo. Abrió la puerta del motel apresuradamente y salió de la habitación -. Pero, ahora, me voy a Lawrence.
CONTINUARÁ...