Tabla de Palabras. Festival de Ciencias. Puckurt.

Jan 27, 2012 01:15

Autora: Naryakiuxen
Fandom: Glee
Pairing: Puckurt
Rating: de Pg a Nc-17
Tabla: Tabla A de palabras, Física
Spoilers: Nada, todo AU
Advertencias: No se me ocurre nada.

Atracción de moléculas.

A Puck lo conoció en un club.

Eran un cuerpo más entre los miles de cuerpos bailando alrededor de ellos, pero se miraron y bastó con eso para que todo se desencadenara.

Una mirada.

No fue más que el darse cuenta de la presencia del otro en el lugar.

Un par de copas después Kurt había encontrado la suficiente valentía como para intentar acercarse a hablar, pero la gente alrededor parecía dispuesta a impedirlo. Se movió entre la gente como si intentara esquivar troncos en un río, dejando que sus caderas evitaran a los bailarines tanto como podía, tratando de no perder de vista al hombre que, desde el otro lado, se movía en su dirección.

Se perdieron de vista un par de veces, pero sus ojos siempre se encontraban.

Cuando se encontraron finalmente Kurt no tuvo palabras para explicar lo que quería, lo que ofrecía, lo que pedía. Y a Puck sólo le bastó con mirar sus ojos para entender. Se miraron los labios y se miraron a los ojos. Tocaron mejillas y tocaron caderas.

Y dejaron que la música los moviera nuevamente, como si no fueran más que partículas de luz moviéndose entre la oscuridad del club.

Dejaron que sus cuerpos se acercaran para bailar, y se alejaran para tentar un momento después; que sus miradas se encontraran por un segundo para luego disfrutar de la vista que ofrecía el cuerpo del otro.

Tenían una idea de lo que el otro vestía, pero no era realmente importante. No cuando existía la posibilidad de mirar esos ojos y olvidarse de todo.

La atracción que habían sentido era innegable, no habían necesitado hablar para saber que se deseaban, y no habían necesitado saber el  nombre del otro para entender que no había nada más en ese club que podrían haber estado haciendo en esos momentos. Era como si no pudieran evitarlo. Una atracción que iba más allá de lo que sus cerebros pudiesen comprender.

Cuando sus alientos se mezclaron y sus labios por fin descansaron sobre los del otro (para luego volverse frenéticos ante las sensaciones y estímulos que recibían), fue que entendieron que eso que les había pasado iba mucho más allá de sus cerebros, o sus hormonas. Era algo intrínseco a cada una de sus células. Cada molécula de sus cuerpos se sentía atraída por el otro.

Podían ser que ni siquiera supieran el nombre del otro, pero una atracción así era imposible de vencer. Era mucho más simple (y placentero) entregarse a ella.

Presión.

Se volvieron a encontrar en un vagón del metro. En la hora punta, con un montón de gente apretándolos contra una puerta, y el maletín de una señora enterrándose en su costado. Kurt tardó un par de segundos en entender por qué el hombre, contra quien su cuerpo se encontraba ajustado de pies a cabeza, le parecía tan conocido.

Fueron sus ojos los que le delataron.

Ambos debían haber recordado en el mismo momento a quién era que estaban viendo y dónde era que se habían encontrado antes. Ambos tuvieron un mismo instante de iluminación en que recordaron la pista de baile, las caderas y la gente. En que recordaron un recorrido hacia un baño del lugar y una mamada apresurada más por las ganas de correrse que por los golpes en la puerta. Ambos recordaron a Finn, quien había tomado a Kurt de una mano cuando volvían a la pista de baile, y le había dicho que tenían que irse.

Nunca se habían dicho los nombres ni habían intercambiado números. No habían dicho palabra (más allá de un Oh, Dios y muchos gemidos) que les permitiera encontrarse en otro lugar, fuera del humo y de la masa de gente alrededor de ellos.

Habían vuelto al club (en noches distintas) en busca de los ojos y la gravedad que los había movido a encontrarse, pero siempre se iban a casa con las manos vacías o con alguien que no era el indicado.

Pero ahora… ahora se volvían a encontrar. Lejos de las luces, del alcohol, del cigarrillo… pero igual de juntos y apretados.

Y la presión de la gente alrededor de ellos impedía que sus corazones pudieran disimular sus latidos, o mantener una distancia recatada entre sus caderas. La presión no hacía más que unirles, mantenerles unidos de una manera en que parecía que de un momento a otro su presión sanguínea se elevaría con cada giro del tren.

Si su aliento se mezclaba nuevamente. Si Kurt lo único que quería era besarle de nuevo, y si Puck estaba a punto de hacerlo, ninguno pudo hacer nada al respecto, pues al llegar a una nueva estación la gente que les mantenía presionados se dispersó… y Kurt tuvo que bajar del tren si es que quería llegar a tiempo a su primera clase.

Tensión.

La tercera vez que se vieron fue en un pésimo momento.

Kurt estaba encargado del diseño de vestuario del siguiente musical que su facultad montaría, y llevaba todo el día corriendo y gritándole a gente que por favor dejaran de perder el tiempo y trabajaran como debían.

El estreno era en una semana y el vestuario de los protagonistas ni siquiera estaba cortado.

Y de pronto alguien golpea la puerta de su taller, interrumpiendo un corte y llevándole a arruinar completamente una pieza de tela. Pateó una silla y gritó de frustración antes de abrir la puerta para gritarle a quien quiera que estuviera afuera.

Los gritos mueren en su garganta al ver los ojos sorprendidos (y algo asustados) del hombre que esperaba afuera.

Era el chico del metro, y del club. El de las manos fuertes con las que había soñado más de una vez en los últimos días y esa boca presurosa que le había llevado a sonrojarse con el sólo recuerdo de ella en su piel. Era el chico sin nombre que embriagaba sus días y noches, quien le miraba algo incómodo desde la puerta, con un ramo de tulipanes negros (Reina de la noche) en las manos y cara de no saber dónde meterse.

Kurt, no lo pensó y le hizo pasar.

El hombre no demoró en entrar, pero parecía tenso. Como si hubiera algo que quisiera decir y que no tenía idea cómo atreverse a hacerlo. Después de pasarse la mano por su cabeza rasurada un par de veces termina entregándole a Kurt las flores.

Una tarjeta en el interior sólo dice “Puck”. Kurt no entiende nada. Si las flores son de su parte, o cómo le encontró. Quizás el tipo es un asesino, o un psicópata. Quizás debería tener miedo y llamar a la seguridad del campus.

Al mismo tiempo, en todo ese silencio y toda esa quietud entre ellos, aún sin saber nada, Kurt seguía sintiéndose atraído y tenso. Como si la cuerda de la que pendía su cordura estuviera a punto de cortarse. Como si en un par de segundos fuera a hacer una locura.

“Soy Kurt” dijo después de unos minutos. Arrepintiéndose en el momento en que las palabras salieron de sus labios.

“Soy Puck” dijo el otro, antes de acercarse, y cortar la cuerda que mantenía a Kurt a punto de desmoronarse, con un beso.

Fricción.

Todo era culpa de la fricción. De la fricción de sus cuerpos, de la fricción de sus rodillas en la alfombra y la fricción que le llevaba a golpearse la cabeza contra el respaldo de la cama y que no le importara. De la fricción de la piel con piel y de la fricción de sus lenguas al tocarse. De la fricción de sus manos cuando hacía frío y de la fricción de las gotas de sudor que corrían por sus espaldas cuando hacían el amor en verano.

Era culpa de la fricción entre ellos que les hacía pelear más seguido que de costumbre cuando estaban estresados por sus exámenes finales o porque el dinero a fin de mes con suerte les alcanzaba para pagar las cuentas del departamento cuando querían ir de fiesta y necesitan soltar tensiones. Era culpa de la fricción de sus manos sobre la ropa cuando decidían que podían soltar tensiones de otra forma.

Culpa de la fricción que les mantenía unidos aun cuando a veces sentían que estarían mejor separados. Pero más que nada, culpa de la fricción entre sus cuerpos que hacía imposible mantener las manos alejadas de los pantalones del otro.

Era la fricción la que hacía que cuando estaban hablando sobre algún proyecto musical sus ideas prendieran fuego alrededor de ellos haciendo que el más miserable sueño se transformara en un proyecto, una utopía, y que luego al mirarse a los ojos no pudieran más que sonreír pues incluso con todas las cosas malas que podía causarles la fricción, era eso… esos chispazos que salían cuando hablaban, cuando eran sus mentes las que se juntaban y movían juntas, disfrutando del roce, eran suficientes para hacerles recordar porqué estaban juntos después de todos esos años.

La fricción se manifestaba en su vida en tantas ocasiones que a veces el roce los desgastaba, pero sin duda al mismo tiempo los pulía.

Fricción era lo que les había llevado a ser, después de tanto tiempo, inseparables y perfectos el uno para el otro.

Estática.

Después de tantos años juntos se habían acostumbrado a las rutinas, a un montón de tiempos muertos en los que sus cuerpos funcionaban como si siguieran los movimientos de una rutina más que esfuerzos nuevos impelidos por una acción. Las rutinas mataban las relaciones, habían dicho algunos, pero a ellos no.

Ellos, más bien, se consideraban como una estructura fuerte y flexible. Funcionaban tal como debían. Hacían la fuerza necesaria, en el día a día, para que su relación estuviera siempre en un balance perfecto. No había sucesos bruscos que les hicieran volcar. Es verdad que habían peleas, momentos en los que su sistema se veía a punto de colapsar, pero siempre volvían a su posición original y nunca habían perdido la fe en que podrían mantenerse en pie con el paso de los años.

Eran una pareja perfecta. Les había costado darse cuenta, pero lo eran.

Y cuando por fin se dieron cuenta que el equilibrio entre ellos era ideal, cuando notaron que el resultado de la suma de momentos entre ellos siempre llegaba a cero, que esa estructura que ellos conformaban no iba a colapsar por más que sintieran el peso de los años y la rutina…

Lo estático de ella se les hizo deplorable e inconcebible.

No sabían qué era lo que faltaba, qué era lo que necesitaban para ponerle un poco más de velocidad a ese engranaje. Cuál era la fuerza que faltaba para que su sistema se saliera del equilibrio y se volviera en un mecanismo. No tenían idea qué hacer para que sus pies dejaran de estar en la tierra como pilares centenarios y se volvieran articulaciones capaces de hacerles correr de nuevo sin miedo a lo que viniera por delante.

Fue Rachel, con su generoso ofrecimiento, que sin duda tenía también algo de egocéntrico, lo que les hizo soñar con volar de nuevo.

Y la estática dejó de ser estática.

Una nueva fuerza se les había unido, volcando su estructura, convirtiéndolos en mecanismos que  se movían en torno a un solo objetivo. Una fuerza indestructible que crecía en el vientre de su mejor amiga.

Dinámica.

La verdad es que la llegada de Noelle marcó el inicio de un remolino de emociones y sucesos.

A veces, en los pocos segundos que tenía de descanso, Kurt se sentaba y pensaba en la inercia que había sentido antes de que su hija llegara a sus vidas moviendo todo, impulsándoles a salir de la rutina de la mejor de las maneras.

Puck, sentía que la inercia que se provocaba en las noches, cuando Nono finalmente se quedaba dormida, era demasiada inercia en el aire y le era necesario levantarse hasta tres veces para estar seguro que la pequeña todavía estaba durmiendo, respirando, viviendo para hacer que el día siguiente fuera un baile de intentos por mantenerla riendo, feliz.

Era un montón de trabajo cuidar de ella, de esa pequeña llena de energía que parecía que cualquiera de esos días iba a empezar a caminar y se les iba a escapar de las manos sin darse cuenta. Era mucho más trabajo del que se imaginaron que iban a tener, Puck había empezado a hacer todo lo necesario para tener su productora en casa, y cuando tenía que salir se la llevaba con él hasta las salas de grabaciones donde la energía del lugar se veía afectada por las sonrisas de la niña y todo siempre salía mejor. Nono le alegraba el día a todo el mundo y las grabaciones siempre salían más rápido, o por lo menos los artistas se frustraban menos con el pasar de las horas.

Para Kurt era distinto. Su trabajo se había llenado de hojas cubiertas de manchones de colores, de manos pintadas sobre pedazos de tela, y de fotos de Noelle en distintas piezas. El lugar donde antes había colgados las piezas de las próximas colecciones que más le habían inspirado estaba cubierto de garabatos que su hija había hecho junto a él mientras el diseñaba al llegar a casa. Y si perdía un poco de energía durante el día esta se restituía cada vez que veía la sonrisa de Nono mirándole en la fotografía de su escritorio. Cada vez que veía la sonrisa de Puck al sostenerla por primera vez, y recordaba a Rachel riendo cansada y diciendo: “¿No es tierno? Noah y Noelle. Nono y Nono”. Y cuando al llegar a casa y escuchaba sus gorjeos mientras intentaba hacerse entender por Puck, y la risa de su esposo antes de rendirse y empezar a señalar las cosas que posiblemente la niña quería en espera de que su reacción le diera una pista, daba lo mismo cuán cansado estuviera porque podría no tener nada de energía pero quería estar ahí para verlo.

La idea de un hijo siempre había tenido el potencial de cambiarles la vida, de modificarla hasta el punto más extremo que pudieran imaginar. Pero Noelle… Noelle no era una idea, era la personificación de ese potencial, era una fuerza de la naturaleza que irradiaba energía y que les había consumido a ser mucho más de lo que eran. Los había modificado, era verdad, pero esa estructura que eran antes era un mecanismo ahora, un artilugio que les hacía volar y emprenderse en sus sueños con más ganas.

Noelle era el viento bajo sus alas, era la fuerza que les impulsaba a que sus ideales se transformaran en metas, a que la estática perdiera el equilibrio, a que la fricción entre ellos siguiera tan fuerte como antes, a que la tensión fuera constante, a que la presión en sus venas tuviera nuevas razones para subir y a que sus moléculas buscaran nuevas maneras de sentirse atraídas cuando a veces parecía que iban a volver a estar juntas.

Noelle les había cambiado todos los esquemas, todas las reglas y ecuaciones, pero había sido el mejor cambio del mundo.

· Pareja: Puckurt, !fandom: glee, *fanfic, - personaje: kurt, / rating: nc17, / rating: pg13, - personaje: puck, ª Drabble

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