Happiness is a warm gun
Capítulo 10: I’m only sleeping
Pairing: Puckurt y Klaine por el lado.
Rating: R
Resumen: Kurt lleva 4 meses con Blaine y es incapaz de dejar que le toquen bajo la ropa. Necesita ayuda para liberar sus inhibiciones. Si estás enfermo le pides ayuda a un doctor, si estás caliente ¿a quién le pides ayuda? Pues a Puckzilla, obvio.
Notas: Fic en respuesta al
promp dado por
lala_landia Todavía lo estoy escribiendo, pero será largo, así que ni idea cuanto dure.
*.*.*.*
Please don’t wake me
No, don’t shake me
Leave me where I am
I’m only sleeping
*.*.*.*
La última vez que nos emborrachamos juntos no tuve ocasión de comprobarlo realmente, o no tenía cómo saberlo al menos, pero todo me hacía entender que Kurt era un ebrio del mismo tipo que Britt. Sí, de esos que se sacan la ropa o se calientan fácilmente con lo que sucede a su alrededor. Eso y una mezcla con aquellos que se ríen de todo. Absolutamente de todo.
Quizás la forma en que fue capaz de besar a Britt como si realmente le gustaran las chicas, o la forma en que me besó a mí sin que la presencia de su novio le molestaran, durante la fiesta deberían haber sido un ejemplo de qué era lo que pasaba cuando Kurt perdía sus inhibiciones, pero no se me habría ocurrido.
En este caso Kurt empezó por quitarse la chaqueta y la bufanda, dejándolas tiradas junto a su cama con más descuido del que le había visto ocupar antes en una prenda de vestir. Eso luego sólo de un par de vasos.
Los verdaderos extremos de este arquetipo no los comprobaría hasta un par de horas después, de cualquier modo.
Entre brindis y brindis hablamos de las cosas en el taller, de los tipos con los que Burt trabajaba y que aparentemente habían cuidado de Kurt desde que su padre lo había empezado a llevar, por lo que eran como tíos aunque no hablara con ellos de cosas demasiado personales; hablamos de los Warblers y su experiencia en Dalton, de los uniformes y de lo distinto que era vivir en un dormitorio; hablamos de Lauren y cómo su ruptura aparentemente no me había afectado lo suficiente para todo lo que me había costado convencerla; hablamos de Quinn y hablamos de Rachel, de Finn, de mí y de él.
No bebimos demasiado, yo ni siquiera estaba tan ebrio como empezar a hacer estupideces u olvidar lo que había pasado a la mañana siguiente, pero Kurt dijo que no había comido nada de consistencia durante la tarde, así que había sido mucho más fácil para él que el alcohol empezara a hacer efecto.
Fue entonces que se puso de pie, se sacó la chaqueta y la bufanda y dijo que estaba completamente listo para bajar a divertirse como ‘un adolescente promedio en una noche de sábado’. Tambaleó un poco, pero se las arregló para guardar una de las botellas en el closet mientras me pasaba la otra para que la termináramos abajo con el resto. Sólo le quedaba la mitad, (entre lo que habíamos tomado esa noche y lo que habíamos tomado la noche de la fiesta) así que no sería ni tan dañino para la reputación de Finn si los chicos terminaban algo ebrios esta noche. Al menos era vodka y por lo mismo no dejaría a nadie oliendo como cantina.
Kurt bajó las escaleras riendo, algo más lento de lo que habría hecho de costumbre supongo, y aferrado con fuerza a la baranda. Cuando llegamos la cara de Finn hubiera sido digna de grabarla si no hubiera estado tan concentrado en reírme.
Primero se vio asustado porque había sentido la voz de Kurt, y como me había dejado más que claro, tratar con un Kurt enojado no era una de sus actividades favoritas. Luego, pasó por la extrañeza que debía producirle el ver a un Kurt tan suelto de ropa y tan risueño, para luego pasar a la comprensión, cuando se dio cuenta que las mejillas sonrojadas y las risas no eran un estado absolutamente natural. Fue entonces que me miró con desaprobación.
“¿Emborrachaste a mi hermano, tío?” preguntó, con una cara rarísima, como si le acabara de decir que tenía prueba de matemáticas en media hora.
“¿De dónde sacaste alcohol, para empezar?” preguntó Sam, riendo.
“Era mío” respondió Kurt por mí, sentándose en el sofá junto a Finn y mirándole como si fuera un reto. Retándole a decir algo en contra de su estado de ebriedad. “Y pretendo compartir, si es que así lo desean” dijo, apuntando luego a la botella en mi mano.
“El jugo quedó arriba” dije, poniendo la botella en la mesa y empezando subiendo las escaleras lo más rápido que podías cuando intentabas que los peldaños no se te perdieran en el camino. Hubiera sido ridículo que se me escapara uno y caerme.
Ya en la habitación tomé el jugo, la fuente donde había llevado el hielo y los vasos que habíamos estado usando. Cuando iba saliendo el bip de un celular me alertó a que Kurt había olvidado el de él allí arriba. Lo guardé en un bolsillo de mi pantalón y bajé con las cosas.
En el salón parecía que todos habían aceptado el estado de Kurt como un hecho y le habían sumado al torneo de lo que fuera que estaban jugando en esos momentos. Dejé nuestros vasos y el jugo, y me fui a la cocina con la fuente a buscar más hielo. Sam llegó un par de segundos después a buscar vasos.
“Nunca había visto a Kurt así de embriagado. ¿Qué le pasó que llegó tan enojado?” preguntó.
“Problemas en la comarca, nada que no se pueda arreglar” dije yo, encogiéndome de hombros “Pero este estado en el que está no es normal, así que archívalo en tu cerebro geek para la posteridad, hombre, mira que no se repite a menudo”
“Espero que no sea así, su hígado no lo aguantaría” rió Sam, llevando los vasos al salón conmigo siguiendo sus pasos.
Kurt, ebrio y todo, estaba compitiendo contra Artie en Capcom vs Marvel, usando a Dante, y dando una buena pelea. Bastante mejor de lo que habíamos hecho Finn, Sam y yo cuando intentamos competir contra Abrams.
“¡Yo, creo que encontré a mi archienemigo!” dijo Artie, luego de que Kurt lo destrozara con una combi de puños y patadas.
“¡Sí!” exclamaba Kurt en esos mismos momentos, con un pequeño gritito. “¿Viste eso, Puck? ¿Quién pensaría que podría llegar a derrotar a Artie cuando hacía sólo unas semanas ni siquiera conocía el juego?”
“¡Yo lo pensé!” dijo Finn, extrañado. “Te lo dije durante la semana, Kurt, te lo dije”
“Pues yo pensé que sería más difícil” dijo Kurt, con un aire de satisfacción.
“¡Ah, no, Kurt!” protestó Artie, mirándole con una mezcla de risa y enojo que obviamente no era real. “Nos conocemos desde antes que los conocieras a ellos, no me puedes tratar así. ¡Soy tu archienemigo! ¡Tenemos que respetarnos entre enemigos! ¡Exijo la revancha!”
“Sólo cuando tengas la misma cantidad de alcohol en el cuerpo que yo” dijo Kurt, con tono presumido. “Sólo entonces serán las condiciones lo suficientemente similares para que la contienda sea justa”
Sam tatareó la música de Rocky y Finn se largó a reír. Yo preparé vasos para todos y se los pasé para que empezaran a beber. A Kurt le di un poco de jugo sólo para que no terminara completamente borracho, lo mismo yo.
Y la noche se nos fue pasando de a poco. Cada cierto tiempo los vasos se rellenaban, los juegos volvían a cambiar, Kurt se sacaba los zapatos y Sam se reía del tamaño de su pie (casi tres números más grande que Evans), se contaban historias, chistes, alguien criticaba a su novia o a su ex, Finn nos protestaba por la carencia de acción que recibía de Rachel, Sam se quedaba callado sin decirnos si estaba saliendo con alguien o no, Artie nos hablaba de cómo Santana le había quitado a su chica y Finn se quejaba de haber perdido la virginidad con una lesbiana, Kurt nos regalaba algún consejo sobre moda que nadie realmente le había pedido, Sam imitaba a alguien, Kurt se sacaba los calcetines, Finn seguía sus pasos y se sacaba los calcetines para tirarlos a donde fuera que cayeran (una lámpara de pie), Artie le preguntaba a Sam si se había sentido extraño hacer un body shot en él y Kurt nos decía que eso había sido una de las pocas cosas buenas de esa noche.
Con todo lo que había pasado, con todas las risas y las carcajadas de Kurt cada vez que alguien se sacaba un calcetín casi no me di cuenta de cómo en mi bolsillo vibraba mi celular.
Pensando que quizás podría ser mi madre, aunque no sé por qué pensé eso teniendo en cuenta la hora, contesté sin siquiera ver quién era el que llamaba.
“Hola, ma” respondí, mirando como Kurt se subía a la espalda de Finn para intentar alcanzar uno de los calcetines de Artie que había caído a la lámpara de techo. Aparentemente no querían que se incendiara así que era de suma urgencia sacarlo en ese preciso momento.
“¿Ma? ¿Kurt?” respondió la voz al otro lado de la línea. “¿Quién habla?”
“No soy Kurt, soy Puck, ma, no sé cómo no reconoces a tu hijo” me quejé, algo dolido. “¿Qué te pasó en la voz, estás enferma?”
“Oh, lo siento, Puck, debo haberme equivocado de teléfono” dijo voz, que ahora que me daba cuenta no sonaba para nada parecida a mi madre. De hecho, sonaba como un hombre. “Aunque estoy seguro de haber marcado el número de Kurt”
“¿El número de Kurt? ¡Tío, tengo su teléfono, olvidé entregárselo!” reí, pues ya empezaba a entender que no era mi teléfono y, duh, obviamente no era mi madre. Mi madre me habría reconocido por la voz y no me habría confundido con Kurt.
“¿Por qué tienes su teléfono?” preguntó la voz en el otro lado, con un dejo de irritación.
“Lo olvidó en la habitación cuando bajamos y como lo guardé en el bolsillo se me olvidó. ¿Quién habla?” pregunté, mirando cómo Sam intentaba que los dos idiotas a caballito no se cayeran, eso afirmando el trasero de Kurt para que estuviera un poco más estable.
“Soy Blaine, ¿me podrías dar con él?” preguntó el tío, ¿Frodo?
“¡Frodo! ¡Tío! ¿Qué haces llamando a esta hora?” pregunté, riendo al ver que la ayuda de Sam no servía de nada y en un par de segundos la torre de babel que esos dos idiotas habían empezado se derrumbaba sobre el sofá. Finn sobre el brazo del sillón, Kurt bajo Finn riendo a carcajadas, y Sam se tiraba sobre el sofá donde Artie estaba sentado.
“¡No siento las piernas, no siento las piernas!” reclamaba Artie entre risas, intentando que Sam se moviera de donde había caído arriba de él, mandando a Kurt y Finn en episodios de histeria y carcajadas compulsivas.
“Kurt dijo que me llamaría cuando llegara a casa y nunca lo hizo. Le mandé un mensaje de texto hace unas horas y tampoco contestó. Me tenía preocupado” dijo el tío, con un tono de irritación que ahora era completamente obvio. “¿Me puedes pasar a Kurt, por favor?”
“Espera un momento, voy a ver si puede contestarte” dije, acercándome a donde Kurt intentaba volver a respirar entre risas mientras Finn parecía incapaz de ponerse de pie sin volverse a caer sobre su hermano. “Kurt, Frodo al teléfono”
“No puedo contestarle, no puedo usar mis manos” dijo el chico, riendo a carcajadas y es que Finn había caído sobre él y en esos momentos procedía a hacerle cosquillas.
“¿Escuchaste, tío? No puede usar las manos” reí yo, volviendo a hablar con el hobbit. “Quizás podrías llamar después cuando Finn se logre despegar de Kurt”
“Es mi magnetismo especial” rió Kurt, desabotonándose un par de botones de la camisa y mirando a Finn como si intentara seducirlo, aunque era obviamente en broma.
“¡Tío! ¡No es cool!” protestaba Finn, poniéndose de pie más rápido y eficientemente de lo que había hecho antes. “Somos hermanos, tío” añadió, aunque aún estaba riendo y se veía que su enojo no iba en serio.
“La verdad es que debería estar durmiendo en estos momentos, tengo que empezar a viajar en un par de horas. ¿Llegó sin problemas a casa, cierto?” preguntó el hobbit, entremedio de un gran bostezo. Debo admitir que me sentí un poco mal por él.
“Sí, llegó sin problemas, un poco enojado pero ya se le pasó” respondí, encogiéndome de hombros. Kurt me miraba curioso y me hacía gestos para que le entregara el celular. Yo lo tomé de una mano y me lo llevé a la cocina. “Espera un momento, Frodo, ahora te puede responder” dije, mientras le entregaba el teléfono a Kurt y le decía al oído, ojalá suficientemente bajo como para que Frodo no escuchara “Ponlo en altavoz, quiero saber de qué están hablando para que podamos decidir qué hacer luego en nuestro plan”
Kurt me hizo caso y dejó el celular en la mesa de la cocina.
“¿Blaine?” dijo el chico, todavía con algunos rastros de risa en la voz.
“Kurt, me tenías preocupado, te dejé un mensaje y nunca contestaste” dijo el hobbit, en una voz mucho más suave y relajada de la que había usado cuando hablaba conmigo.
“Lo siento, cariño, no tenía idea dónde estaba mi celular. Probablemente no estarías- estaríasssmos hablando si Puck no hubiera tenido mi celular” dijo Kurt, vacilando en un par de palabras, arrastrando sílabas y dejando que ese ceceo que tenía a veces se aumentara aún más.
“Kurt… ¿Estás ebrio?” preguntó Frodo.
“… Un poquito” rió mi chico, una risa muy coqueta que no le había escuchado antes.
“Dios, Kurt” rió el tipo.
“Pero está bien. Lo estamos pasando bien. Ha sido entretenido. Tengo un archienemigo ahora, no tenía uno de esos antes, si es que no cuento a Rachel, pero Rachel no tiene suficiente essstilo como para ser rival mío, Artie tampoco pero por lo menos juega bien y tiene muy buena voz, no como la de Rachel, pero es una muy buena voz masculina. No como la de Finn, o Puck, pero muy buena, y juega muy bien. Es mi archienemigo. ¡Es Artie, mi archienemigo, mi Artienemigo!” dijo Kurt, en un solo aliento, haciéndome reír. Me cubrí la boca para que Frodo no escuchara y apoyé mi cabeza sobre el hombro de Kurt para evitar soltar una carcajada.
“Me alegro de que estés pasando un buen rato. Ojalá no tengas resaca mañana” dijo el hobbit, con algo de ternura.
Su ternura me molestaba de sobremanera.
“¿Llegaste sin problemas entonces?” preguntó.
“Si me hubiera pasado algo ya lo habrías sabido, Blaine, te lo habrían dicho cuando contestaron el teléfono. O no te habrían contestado el teléfono y no sabrías nada, pero debería ser obvio el que estoy bien y llegué sin problemas a casa si es que estoy hablando contigo” bufó Kurt, como un chiquillo al que su mamá reprende. Era una ternurita y me daban ganas de apretarle los cachetes. Así que eso hice.
Kurt me manoteó hasta que quité las manos de su cara.
“Es verdad. Lo siento. Bueno, espero que tengas una buena noche, Kurt, que duermas bien” dijo el tipo al otro lado de la línea. Su voz era azúcar derretida y sacarina. Muchas pastillas de sacarina. El dulzor de esa voz no valía la pena el cáncer que me saldría por el aspartamo.
“Tú también, Blaine, siento haberte preocupado” respondió Kurt, con una sonrisa tan melosa y enamorada que tuve que hacerle un par de gestos para que cortara ese tono de voz que estaba soltando. Estaba arruinando el plan.
“No es problema, no podría dormir bien sin saber si habías llegado bien a casa. Que duermas bien, Kurt, te llamo mañana cuando llegue a Chicago, ¿ok?” dijo Frodo.
A Kurt se le relajaron los hombros y su expresión se volvió tan de niño enamorado que dio escalofríos.
“Por supuesto. Que duermas bien, Blaine”
“Te amo” dijo Frodo, y yo debo haber puesto una cara lo suficientemente horrorizada como para que Kurt cambiara su expresión por un par de segundos antes de responder.
“Yo también te amo, Blaine. Ve a dormir, que tengas dulces sueños”
“Y tú una mañana sin resaca” rió Frodo antes de cortar.
“Te aaaamo, Blaine, dulces sueños, por supuesto, lo que quieras, noooo, no te preocupes por mí, tú ve a dormir, cariño” me burlé en una voz mucho más alta que mi tono de voz normal, para imitar la voz del chico frente a mí. Kurt me dio una ligera bofetada en el hombro, pero parecía más divertido que enojado.
“Me pregunto si le podría haber contestado así de haberle llamado cuando llegué a casa como dije que haría” dijo Kurt después de un rato.
“Bueno, tú no habrías estado de tan buen ánimo de haberle llamado cuando llegaste, tío” respondí, encogiéndome de hombros y dirigiéndome al refrigerador para hacernos un par de sándwiches.
“Eso es verdad… Dios, cómo le odiaba cuando llegué. Lo odiaaaaaaaaaaaaaba. Probablemente le habría contestado con una maldición” rió el chico.
“Nunca te he escuchado maldecir” reí yo, entregándole uno de los sándwiches. Kurt lo abrió, inspeccionó lo que había adentro y el dio el visto bueno encogiéndose de hombros y dándole una mordida.
“Y no lo escucharás tampoco… No ahora al menos, ya no estoy enojado” dijo él con una sonrisa y yo no pude evitar pasar mi brazo por sobre sus hombros y atraerlo hacia mí.
Juntos volvimos al salón donde Finn tenía un pedazo de papel pegado en la frente e intentaba adivinar qué personaje era. Sam reía a carcajadas y Artie parecía tratar de contenerlas sin que le resultara mucho.
De la botella ya no quedaba mucho, así que Kurt nos preparó un par de vasos bien cargados para que acabáramos con lo que quedaba del alcohol mientras veíamos como Finn intentaba averiguar su personaje con las preguntas más extrañas que se me habría podido ocurrir que alguien preguntara para ese protagonista en particular.
“Ok, pero… Si soy hombre, no tengo hijos, soy un personaje de literatura, no estoy casado pero tengo un compañero de aventuras, que también es hombre. No soy gay. ¿Seguros que no soy gay?” preguntó repitiendo la pregunta que había hecho hacía un rato.
“Estoy seguro que muchas chicas en internet te dirán que sí, pero no hay nada que lo diga” respondió Arte riendo.
“¿Tengo una nave espacial?” preguntó Finn, frunciendo el ceño. Sam se desternillaba de la risa.
“No, Finn, no tienes una nave espacial” respondió Kurt, cruzando las piernas y mirando a su hermanastro con algo parecido al cariño. Como el que tienes por una mascota muy ridícula y adorable, supongo.
“¿Puedo volar?”
“No puedes volar” respondió Artie, pues Sam era incapaz de responder a nada mientras se reía así y yo no conocía tan bien al personaje como para responder nada, aunque estoy bastante seguro que no sabía volar.
“¿Sé pelear?”
“Sí, sabes pelear” respondió Kurt mientras se acercaba a mí y me rellenaba el vaso con un poco de jugo.
“¿Estoy relacionado con la justicia?”
“Sí”
“¿Soy Batman?”
“¡NO!” exclamó Sam entre risas que todos compartimos pues… Vamos… Batman… Dios, Finn estaba en un siglo completamente distinto. Aunque daba para pensar eso de que los personajes pudieran responder a las mismas descripciones, pero no estoy muy seguro que los comics cuenten como literatura.
Kurt me miró y sonrió de esa manera que me encantaba ver en él, esa sonrisa que tenía cuando estaba seguro y cómodo en el lugar que ocupaba de la situación. Hacía tiempo que no le veía esa sonrisa cuando éramos sólo chicos los que estábamos con él, así que me alegré mucho de verla. Sin dudarlo pasé mi brazo por sus hombros nuevamente y le atraje un poco más hacia mí.
Seguimos riendo y jugando hasta casi las tres de la mañana en que Artie dijo estar cansado y pidió que lo ayudaran a subir las escaleras. Sam y él, al ser los primeros en ir a acostarse, decidieron ocupar la cama matrimonial. Finn subió tras ellos con la silla de ruedas cosa que Artie pudiera usarla si es que quería ir al baño o algo.
Yo decidí que tenía hambre y quería comer algo antes de ir a acostarme, asumiendo que Finn sería decente y me sacaría el colchón inflable mientras estaba arriba. Kurt se despidió y partió a lavarse los dientes diciendo que había sido una noche entretenida, mucho mejor que pasar la noche enojado y que sin duda dejaría la noche libre para cuando hubiera otra junta de chicos a la que quisieran invitarle.
A la que quisiéramos invitarle… Dios, a este tío le iba a costar entender que estaba invitado desde el momento en que era un tío. No era como el hecho de que fuera gay le hiciera menos hombre, al menos ahora yo entendía eso.
Comí mi sándwich y me fui a lavar los dientes. Al pasar por el salón pude observar un poco del desastre que habíamos dejado, así que reuní los vasos sucios y los boté, saqué la botella vacía de vodka del lugar donde había quedado atrapada en el sofá y la guardé en mi mochila para deshacerme de ella luego, cuando volviera a casa; arreglé los cojines y limpié algunos de los muebles que habían quedado con comida arriba. Junté los zapatos que habían quedado tirados por el lugar y los amontoné en una esquina, pero no me quise poner a buscar calcetines. Cada uno se tendría que encargar de eso.
Para cuando llegué a la habitación de Finn le encontré tirado en la cama, sin taparse, en diagonal y durmiendo como una estrella de mar. Todo el metro noventa de su persona ocupando su cama de plaza y media. El colchón inflable no estaba por ningún lado de la habitación.
“Tío, dónde se supone que duerma” pregunté, intentando moverle un poco para que despertara.
Finn ni siquiera se movió.
Me senté un rato en la cama hasta que los ronquidos de mi amigo me empezaron a dar sueño a mí. Quizás Kurt sabía dónde estaba el colchón y me podía ayudar a armarlo en la sala. O simplemente pasármelo y yo lo armaba.
Golpeé la puerta de Kurt un par de veces y nunca me respondió así que simplemente entré.
“Kurt, tu hermano me abandonó de nuevo” me quejé, prendiendo la luz nada más al entrar en la habitación, sin preocuparme de si el chico estaba dormido o despierto.
Lo encontré en su cama, tapado hasta la cintura pero no dormido, medio dormido quizás, adormilado. Quizás lo desperté con mis golpes en la puerta, no sé, pero no estaba totalmente dormido.
Ah… y estaba… bueno, sin camiseta o pijama, o lo que sea que usa arriba cuando duerme, porque asumí que estaba con pantalones o pijama o lo que sea que usaba abajo cuando duerme, no es como que me fuera a poner a investigar o algo así porque… ah… una imagen dice más que mil palabras y todo eso, y yo no estaba tan sobrio como para ponerme a pensar en algo más allá de los perfecta que parecía su piel y lo suave que se veía y cómo su ombligo parecía el mejor lugar donde poner mi lengua que había visto en mucho tiempo o cómo sus pezones parecían pedirme a gritos que los tocara o los mordiera o…
No sé si lo que pasó entonces fue que la boca se me secó o que se me hizo agua, pero sé que me costó moverme de donde estaba y entrar en la habitación.
“¿Puck?” preguntó el chico en medio de un bostezo, como reaccionando a que había alguien más en la pieza. “¿Qué pasa?”
“Tu hermano me abandonó de nuevo” respondí, intentando mirarle a los ojos y no a… bueno… cualquier otra parte, porque ni siquiera sus manos eran juego limpio cuando estaban así, sobre su cabeza, como si alguien las hubiera atado al respaldo de la cama (aunque era obvio que no era así pues no había nada con qué atarlo… y porque había visto a Kurt descansar así varias veces antes).
“¿Y qué quieres que haga?” respondió, cerrando los ojos y quedándose dormido de nuevo.
Me senté en la cama junto a él y le moví un hombro, intentando que mi mano no registrara lo cálida que se sentía su piel bajo mi mano.
Dios, en el momento en que acepté que me podían llegar a gustar los hombres era como si hubieran roto una represa. Ahora que ya me había aceptado como era, con todo lo que eso implicaba, no tenía nada que impidiera el que disfrutara de la vista excepto que Kurt era mi amigo y eso no se le hace a los amigos, ni a las amigas supongo. Que te atraiga un amigo sólo trae problemas.
“Kurt, Kurt, despierta” dije un par de veces.
“¿Qué quieres, Puckerman?” preguntó él, despertando un tanto molesto.
“¿Qué hago, Hummel, dónde duermo?” pregunté yo, siguiendo su ejemplo de irritabilidad.
“Qué se yo” respondió él, dándose vuelta en la cama hacia el otro lado y dándome la espalda. Esa espalda blanca, con un par de pecas… Dios, esas pecas… Qué ganas de tocar cada una de ellas y contarlas y…
“Vaya manera de tratar a un amigo” dije algo molesto, poniéndome de pie. Estar cerca de Kurt sin camisa era peligroso y estaba empezando a perder la cabeza. Era mejor irme. Soldado que arranca sirve para otra guerra y todo eso. Además… Ugh, no sé.
Supuse que podía dormir en la sala, el sofá no era muy cómodo pero era mejor que el suelo…
“Noah” dijo la voz de Kurt a mi espalda y tuve que morderme la lengua para tratar con eso de evitar girarme a verle. “Lo siento, no debí haberte tratado así. Supongo que puedes dormir aquí, siempre y cuando te mantengas en tu lado de la cama y te levantes antes de que llegue papá. Si papá te encuentra aquí no será lindo”
“Tío, he dormido aquí antes con muchas menos reglas” dije, con una sonrisa que estoy seguro que se hizo sentir en mi tono de voz.
“Sí, pero antes eras hetero. A papá no le gusta la idea de que comparta cama con alguien que pudiera responder alguno de mis avances” dijo Kurt con un nuevo bostezo.
Apagué la luz y volví a entrar a la habitación, acercándome a la cama. Kurt no se había girado completamente, sino que se había dado vuelta sólo lo suficiente como para ofrecerme un espacio junto a él, levantando las sabanas y plumones.
Me senté en la cama me saqué los pantalones, quedando sólo en boxers y mi camiseta. No tenía para qué sacarme zapatos y calcetines pues estos debían estar en algún lado del salón, quizás en alguna lámpara apagada o arriba del televisor. Los pantalones, sin embargo, eran necesarios porque dormir con jeans es una de las cosas más molestas que me ha tocado hacer. Es incómodo y caluroso y… no necesitaba más calor en esos momentos. La vez pasada me había quedado sólo en calzoncillos, pero ahora… uh… Kurt ya estaba sin camiseta, no sabía qué tan buena idea era (para él) que los dos estuviéramos medio desnudos.
Me metí a la cama con más cuidado del que hubiera tenido en otra ocasión y no tenía idea por qué, me sentía ligeramente incómodo, como si la situación en algún momento se me fuera a volver en contra.
Estoy seguro que todo era culpa de Kurt y su falta de camisa.
El chico todavía me estaba dando la espalda, posiblemente ya estaba dormido, y yo no tenía nada que temer. No es como que me fuera a echar de la cama ahora que ya estaba adentro, tapado hasta las orejas y con el corazón latiendo a mil por hora.
Esto era mala idea. Pésima idea. La peor de todas las ideas que he tenido en mi vida.
La camiseta que había usado en ‘Born this way’ seguía siendo aplicable a mí, según veía.
Intenté calmarme, mirar al techo, escuchar las hojas de los árboles moverse afuera con el viento. Intenté concentrarme en los ronquidos de Finn en la otra habitación, en mi respiración, en los latidos de mi corazón con la esperanza de que se calmaran. Era ridículo ponerme así, Kurt tenía novio y yo no tenía intenciones de que nada especial pasara, no iba a pasar, así que realmente toda esta situación era ridícula. Tenía que calmarme.
Poco a poco me empecé a quedar un poco dormido, aún tapado completamente, medio asfixiado de calor, pero dormido.
Soñé con manos, con gotas de agua y colores. Con un piano que sonaba a lo lejos, o más bien cerca, con lluvia que caía golpeando mi piel y me mojaba sin mojarme. A lo lejos podía escuchar pasos apurados, como de unas botas con tacones, y podía sentir cómo la lluvia iba variando a medida que los pasos se acercaban o alejaban. No me sentía solo y estaba tranquilo, aun cuando podía sentir las pozas de agua mojándome los pies con cada paso que daba… de pronto me caía en un hoyo y el agua me cubría por completo, dentro del agua podía ver un columpio moviéndose con el viento. El piano era lo único que sonaba, sin una melodía concreta, como si las gotas de lluvia estuvieran cayendo sobre el teclado con la fuerza suficiente como para apretar cada tecla. Me acerqué al columpio y me senté, moviendo mis pies como si fueran un metrónomo y tuvieran que marcar la cadencia de la lluvia.
Unas manos me abrazaron por detrás, pasando por mi cuello suavemente hasta posarse en mi pecho, sintiendo el latir de mi corazón que latía con el ritmo de la lluvia. El frío del agua, de la lluvia en mi pecho, desapareció entonces. Sólo quedó el calor de los brazos sobre mis hombros, de las manos en mi pecho, y del pecho contra mi espalda.
Abrí los ojos, sorprendido por la diferencia de temperaturas, y me encontré en la habitación de Kurt, con sus brazos alrededor de mi cuello, sus manos en mi pecho y su pecho contra mi espalda.
No sabía si todavía estaba en el sueño o había despertado, no podía sentir el agua pero podía sentir el viento en las hojas así que quizás estaba el agua estaba en ellas. Y podía sentir las manos en mi pecho, así que quizás estaba en el sueño.
Me acerqué al calor que sentía en la espalda mientras una de las manos bajaba por mi brazo y se posaba en mi cintura. Sentía que me sofocaba.
“Me da calor verte con tanta ropa” susurró una voz en mi oído. No era una voz sexy, ni que quería serlo, era una voz dormida y que decía las palabras con seguridad. Fue el calor del aliento en mi oído y el calor que sentía en todo mi cuerpo lo que me hizo hacerle caso a la voz sin dudarlo.
La mano que se había posado en mi cintura, como un pajarito, descendió como una gota de agua y me atrajo más hacia el pecho contra mi espalda. Yo sólo me dejé llevar.
Todavía no sabía si estaba dormido o soñando, cualquiera de las dos opciones eran igual de probables en mi mente, pero me dejó de importar. Un olor muy cálido, como a canela y vainilla, y el olor de la tierra mojada por la lluvia, me empezó a inundar y me dejé llevar por la sensación. Sentía que caía inevitablemente en esa poza en la que había caído antes, sintiendo el agua mojarme de a poco pero sin preocuparme pues era cálida, no me ahogaba, sólo me mantenía seguro entre los brazos.
Sentí un beso en mi hombro y dejé que mi cabeza cayera hacia un lado.
No sé hacía cuanto tiempo no me sentía así de seguro y satisfecho de donde estaba.
Podía sentir el agua caer y los latidos de mi corazón resonando en la misma métrica. Podía sentir una mano, que no era la mía, apoyada en mi pecho como si los latidos también le importaran. Podía sentir una mano en mi cintura, acariciando con un pulgar la piel que encontraba a su paso, y podía sentir el calor del pecho en el que estaba apoyado.
Podía escuchar el piano en mi cabeza tocando una canción que me mantenía en ese limbo entre la consciencia y la inconciencia…
Y me dejé llevar por la marea, por el agua, por la calidez de ese perfume, por el cariño que sentía.
Cerré los ojos… y me dejé llevar.