[Fanfic] Perfect Choice (Arashi) Parte 2/2

Aug 22, 2014 05:33





Título: Perfect Choice
Autor: Lilith
Pairing: ARASHI + OC
Fandom: JE's
Tipo: One-shot
Género: Shonen-Ai  / Escolar / Angs / Romance / Comedia / AU
15/07/13
To: Neny, que hoy es su cumple y me encanta cómo se tripea con los Bebos Tormentosos, sobre todo cuando hay descamisadas y sacudidas de por medio XD Otanjoubi Omedetou, senpai! ^^

Y las semanas se volvieron meses y mientras para algunos era felicidad absoluta, para otros era una horrible pesadilla de la cual rogaban por despertar.
-Deberías hacer algo con tus sentimientos, Sho...- Había dicho Nino apenas Jun y Aiba se hubieran levantado de la mesa para ir al baño. El aludido perforaba inmisericorde a su interlocutor con la mirada.
-No creo que seas quién para hablar sobre mis sentimientos...- Una fría respuesta mientras apuraba de un trago lo que quedaba de su bebida.
-Tienes razón... Después de todo, tú y yo no somos más que viejos compañeros de escuela, no es así? Pero Macchan y J sí son tus amigos, y a este paso vas a terminar perdiéndolos a ambos.- Soltó aquello como si conversara sobre el clima y ni siquiera se molestó en quitar la vista de la fresa que rodaba de lado a lado de su plato con el pequeño tenedor, no porque no le gustara sino porque se la estaba guardando al chico que amaba comerlas incluso más que él.
-¿A qué te refieres?- Sus miradas reflejaban sentimientos completamente diferentes cuando se encontraron. ¿Acaso Jun o Aiba le habían comentado algo que él no sabía? No, Aiba no le guardaba secretos prácticamente a nadie, y mucho menos a él. En ese caso... ¿Jun? Su corazón le dio un vuelco. De nuevo se hacía presente ese mal presentimiento. Y es que últimamente sentía que Jun se alejaba cada vez más de él. A Sho seguía pareciéndole extraño que aún después de tanto tiempo, Jun no hubiera conversado con él sobre lo que pasara aquella tarde en el café con Ikuta porque siempre le contaba todo. Pero no, simplemente Jun había hecho como si no hubiera pasado nada, y no fue que hubiera ignorado la actitud de Ikuta con su kouhai sino que hizo como si jamás hubiera visto a Ikuta con otros ojos; sencillamente a Sho le pareció que Jun había decidido arrancarse de raíz lo que había llegado a sentir por Ikuta en el preciso instante en que lo vio tan devoto a Yamashita aquel día. Tal vez lo hiciera solo para auto protegerse de la herida, pero eso no era para nada el estilo de Jun y mucho menos eso que hasta la fecha hacía, de usar a Nino para poner celoso a Ikuta; como si con eso lograra un poco de venganza por haberse enterado, demasiado tarde, de que esos dos tenían una relación desde hacía un par de años. Simplemente Sho había empezado a no entender lo que Jun hacía, últimamente ya no hablaban tanto y Jun parecía estar siempre demasiado inmerso en sus pensamientos cuando estaban a solas como para que Sho se sintiera con derecho a preguntar.
-A que es MUY obvio que sigues sintiendo algo por J y aunque Macchan sea muy tonto para darse cuenta de que ustedes ya tuvieron algo, no es tan bobo como para no notar cómo te comportas con Jun cuando yo estoy cerca... A este paso, seguro ata cabos y se hará a un lado pensando en tu felicidad... sin saber que sería algo inútil porque no hay modo de que Jun vuelva a verte como una opción. Has alcanzado el punto de ser casi su hermano, eres su único mejor amigo, Jun jamás hará nada para cambiar eso porque eres alguien a quien definitivamente no quiere perder... Pero si no haces algo con lo que sientes por Jun, vas a perder a Masaki y cuando Jun se dé cuenta de que sigues sintiendo algo por él y que por eso Macchan se ha alejado de ti y de él, se va a sentir culpable y de seguro también ponga distancia de por medio por tu propio bien.- Soltó todo aquello de un modo tan simple que golpeó a Sho directamente en la nuca. Nino tenía razón. Sho los conocía mucho mejor que Nino, ¿por qué nunca vio las cosas de ese modo? Nuevamente se sentía idiota por dejar que sus sentimientos nublaran a ese grado sus pensamientos. Estaba molesto. No por el hecho de no haberse dado cuenta antes, sino de que hubiera sido precisamente Nino, de entre todas las personas, quien le hiciera ver la realidad.
-Jun no es tan infantil como para desaparecer de mi vida si descubre la verdad...- Esa era la primicia a la cual se había aferrado con uñas y dientes durante todo este tiempo.
-Precisamente porque Jun no es infantil, si se entera de la verdad, se culpara y se sentirá molesto por haber malentendido todo durante tanto tiempo, se sentirá decepcionado de tu falta de sinceridad, molesto consigo mismo por alentar a Macchan y herirlo en el proceso. Tratará de asumir él solo con toda la responsabilidad aunque eso le provoque una herida aún más profunda y todo con tal de que ustedes puedan recuperarse lo antes posible y sigan con su amistad aunque él no pueda volver a cómo estaban antes. Tú mejor que nadie sabes qué clase de persona es Jun y lo mucho que le importan. Ustedes son parte de su familia.- Y casi como si pudiera ver que Jun y Aiba se acercaban desde atrás de él, Nino guardó silencio, bajó la mirada y encendió su consola portátil que había estado todo el rato junto a su taza de café dejando a Sho con un millón de interrogantes flotando dentro de su cabeza.
-Deberías interactuar con las personas al menos una décima parte de lo que interactúas con esa cosa...- Le había dicho Jun con una mirada reprobatoria al volver a tomar asiento a su lado. Y es que en serio no entendía qué de genial tenían sus videojuegos si podía pasar todo ese tiempo divirtiéndose con personas o haciendo cualquier otra cosa.
-Prefiero el DS... al menos hace lo que le digo y su no resulta como yo quiero, pues lo reinicio y ya.- Amplió aún más su sonrisa al ver el ceño fruncido del chico sentado frente a él. Jun sacudió la cabeza sin tener idea del significado que ocultaba ese breve enunciado y la sonrisa perversa que se le dibujó brevemente de medio lado.

Ni siquiera podía recordar hacía cuánto que no salía a solas con Ikuta, pero ahora que nuevamente lo tenía frente a él, Jun recordaba perfectamente por qué le gustaba tanto. El brillo de su mirada mientras hablaban de mil y un cosas, la dulce y tímida sonrisa de sus labios cuando el otro lo escuchaba atentamente, todo del lenguaje corporal de Jun lo afirmaba en ese momento. Y nadie lo entendía mejor que Ninomiya Kazunari, quien, por azares del destino, iba pasando justamente por afuera de esa librería donde Jun e Ikuta estaban bebiendo café, cuando venía de regreso de visitar a Aiba, quien estaba en cama debido a un resfriado.
-Supongo que será mejor así...- Susurró para sí mismo tras mirar la carpeta azul marino con el emblema de su universidad que sujetaba con ambas manos, la misma que pensaba tirar a la basura en ese preciso instante, pues después de haberlo meditado cuidadosamente, y de haberlo consultado sin muchos detalles con un par de personas de su entera confianza, no pensaba aceptar la oferta de trabajo que contenía... al menos eso era lo que había decidido. Y es que curiosamente, había sido Aiba quien le dijera no hacía ni una hora que no necesitaba estarle dando tantas vueltas al asunto, que la respuesta le sería dada en el momento preciso, y parecía que así era. La respuesta le acababa de ser revelada. Nino lo sabía, había dedicado tantas y tantas horas de su vida escolar a observar en secreto a Matsumoto Jun, que sabía reconocer a la perfección ese brillo en su mirada, el mismo con el que miraba a Sho cuando los conoció y con el que nunca lo había mirado a él; ese brillo que lo hacía ver mil veces más atractivo de lo que ya le parecía, el mismo que le hacía poner esa estúpida y hermosa sonrisa cada que se perdía en sus labios perfectos que tanto le encantaban. Nino lo sabía, a Jun le gustaba Toma. Lo había sabido desde aquella tarde en el café donde se reencontraran después de tantos años. Sí, a Jun le gustaba el amigo de Ohno, pero al chico le gustaba su kouhai y viendo ese triángulo amoroso sin futuro, Nino creyó que podría tener una oportunidad, todo lo que había pasado entre ellos en el último año y medio se lo decía... pero tal vez se había equivocado... tal vez era momento de dejar atrás a su primer amor, a su eterno amor no correspondido... tal vez era tiempo de dejar el pasado en el pasado y buscar el futuro en otro lugar. Aunque ahí no pudiera tener lo que lo hacía realmente feliz en el presente.

Y con esa maraña de pensamientos en mente, Nino caminó y caminó durante largo rato sin rumbo. Se sentía cansado, física y mentalmente. Nunca antes había tenía que usar su cerebro con tanto ahínco. Y lo peor del caso, es que a pesar de su enorme intelecto, aún no era capaz de entender lo que le pasaba en ese momento, seguía siendo incapaz de identificar lo que sentía. Al final, dándose por vencido debido al punzante dolor de cabeza, sacó su celular mientras caminaba de regreso a su departamento, tenía un par de llamadas que hacer antes de empacar sus pocas pertenencias y partir de regreso a América.
-¿Nino-chan?...- Entendía su sorpresa, acaban de despedirse hacía un par de horas. -¿Olvidaste algo?-
-Tenías razón, Macchan... No había necesidad de que me estuviera devanando los sesos por decidirme. Ya encontré la respuesta...-
-¡¿Entonces vas a quedarte?!- Su voz denotaba su enorme felicidad y le sabía mal tener que ser quien le derribara sus castillos de arena.
-No... Me iré mañana por la mañana...-
-¿E-es broma?...- Aiba se había quedado trabado por la sorpresa. -Si me dijiste que habías encontrado tu razón para quedarte, dijiste que estabas dispuesto a todo por aferrarte a esa razón... ¿por qué sales ahora con que te vas? Dijiste que irte significaría tal vez no volver nunca más...- Sonaba como si fuera a romper en llanto en cualquier segundo y eso lo hacía sentir pésimo. Después de todo, era su culpa que Aiba estuviera así.
-Macchan... Lo siento... Y-yo...- Podía sentir el doloroso nudo en la garganta que le impedía hablar con claridad. -Yo... creo que me equivoqué... Tal vez esa razón nunca existió...- Su voz sonaba tan apagada. Todas sus fuerzas se concentraban en contener las lágrimas mientras seguía avanzando.
-Nino-chan.... ¿qué pasó?- No era normal que su amigo estuviera tan deprimido.
-Masaki... Jun jamás va a mirarme cómo estaba mirando a Ikuta en la librería...- Y al final, aquello lo había sobrepasado. Todo lo que sentía había acabado por desbordársele en un segundo.
-¿Jun? ¿Qué tiene que ver Jun con tu...? Oh... ¡¿Eh?! Nino-chan, a ti...? ¡Oh!... ¿Jun? - Fue una gran revelación. Un montón de cosas tuvieron sentido de repente. Flashazos y flashazos de viejas memorias vinieron a su mente y las piezas faltantes se acomodaron perfectamente en los huecos del rompecabezas.
-Ya viene el tren... Adiós.- Aiba quería decirle tantas cosas, pero las palabras se le atoraban debido al caos de pensamientos que tenía por dentro, para cuando supo qué decir, tan solo escuchó el "pi-pip" del otro lado de la línea que decía que Nino ya había colgado. ¿Qué debía hacer? No sabía qué podía hacer o decir para que Ninomiya cambiara de idea y no se fuera, no quería perder a su amigo nuevamente y tal vez para siempre, pero tampoco podía obligarlo a quedarse y que siguiera sufriendo viendo a la persona que quería siendo feliz con alguien más, él mejor que nadie entendía lo que era vivir un amor no correspondido, porque podía entender cuán doloroso debía ser para Nino lo de Jun después de tantos años de amar a Sho que no lo veía sino como un buen amigo. Y casi como si la vida se riera de él en su cara, la puerta del departamento se abrió y Sho entró acompañado de Jun, ambos sonriendo como si todo fuera genial en la vida.
-¿Aiba...?- Sho lo miró de pie en el umbral de la puerta de su habitación al fondo del pasillo que daba hasta el recibidor, mirándolo con las lágrimas a punto de desbordársele y ese extraño puchero que rara vez le había visto y que definitivamente no le gustaba.
-¡BAKA!- Gritó apuntando a Jun con el dedo y rompiendo en llanto. -¡P-por tu c-culpa se va a ir a Ca-California y n-nunca va a vo-volver!- Apenas si le entendieron, porque hipaba y sollozaba tanto que no podían entender de qué hablaba.
-¿Aiba-chan, de qué hablas? ¿Estás bien? ¿Qué pasó?- Sho lo había visto así de afectado pocas veces en todo el tiempo que tenían de conocerse y en esas pocas ocasiones siempre había sido por cosas muy serias o angustiantes, así que inevitablemente sintió que el estómago se le subía a la garganta al verlo así. Estaba realmente preocupado por Aiba.
-¡Tú también eres un tonto, Sho-chan! ¡Los dos lo son! ¡Tontos y egoístas!- Intercambiaron una mirada de incomprensión. El chico lloraba como un niño pequeño y desconsolado. -¡No! ¡Los tontos somos nosotros por enamorarnos de ustedes!- Y volvió a romper en llanto dejando a los otros dos aún más confundidos. Ambos sabían por qué lo decía Aiba, pero no sabían a quién más se refería además de sí mismo.
-¿A quién te refieres, Aiba?- Jun temía que Ohno o incluso Toma hubieran dicho algo innecesario pero no podía imaginar qué como para dejarlo en ese estado, por más que le daba vueltas al asunto, no podía conectarlo todo.
-¡Nino-chan! Te vio hoy con Toma y él...- Los ojos de Jun se abrieron como platos. El recuerdo de su charla con Ikuta y aquel abrazo afectuoso con el que se despidieron en la librería llegó a su mente en una fracción de segundo. ¿En serio era tanta su mala suerte como para que justo en ese momento Nino hubiera pasado por ahí? -...estaba tan triste... ¡No quiero que se vaya! ¡Son unos tontos!- Se dio la vuelta y cerró la puerta con brusquedad haciendo que los cuadros y fotografías colgados en la pared se cimbraran por el impacto. La casa se quedó sumida en un horrible silencio. Aún a lo lejos podían escuchar los desconsolados sollozos de su amigo. Ninguno podía decir nada, apenas si entendían lo que estaba pasando.
-¿California?...- De pronto las inconexas frases de Aiba tomaron sentido dentro de la cabeza de Jun. ¿Ese tonto se iba a ir sin decir nada? ¿Cómo estaba eso de que eso les pasaba por haberse enamorado de ellos? Sabía que Masaki lo decía por lo que sentía por Sho, pero... no había modo de que Nino... ¿o sí? -¿Piensa largarse de nuevo al otro lado del mundo por sabrá Dios cuánto tiempo y sin decirme nada?- Sintió un golpe de adrenalina correr por todo su cuerpo. ¿En serio había una, aunque fuera pequeña, posibilidad de que Nino sintiera lo mismo por él? Una risita histérica de nervios e incredulidad se le escapó haciendo eco por el pasillo. -Ese mocoso... ¿He estado sufriendo por un amor no correspondido todos estos años y resulta que todo este tiempo él sentía lo mismo? ¡¿Acaso tiene alguna lógica?!- No era para nada normal ver a Jun perder de ese modo el control de sus emociones, pero Sho sabía mejor que nadie cómo debía estarse sintiendo en ese momento. -¿Cree que voy a dejar que se largue esta vez así como así?- Estaba tan metido en sus pensamiento y tan furioso, que no podía ni calzarse bien los zapatos.
-¿Estás seguro de lo que vas a hacer, Jun?- Sho lo miraba preocupado porque sabía perfectamente lo que iba a hacer, quería ir tras él pero no podía dejar de mirar la puerta de la habitación del fondo. De verdad estaba preocupado por el chico que continuaba llorando a todo pulmón del otro lado de la puerta.
-Sí... Tan seguro como que tú mismo deberías hacer algo con tus propios sentimientos, Sho.- Y es que aquello no había escapado a su perspicacia ni siquiera en esos momentos donde lo único en lo que podía pensar era en salir corriendo hacia el departamento de Nino; y es que hacía mucho que se había dado cuenta de que lo que Sho sentía por Aiba iba más allá de un amor de amigos casi hermanos, pero Sho podía ser muy tonto cuando se trataba de cosas del corazón, sobre todo cuando el corazón era el propio, y Jun lo sabía de sobra, a Sho le había tomado una eternidad descubrir que se sentía atraído por Jun del mismo modo en que el menor se sentía hacia él, con todo y que Jun no había escatimado en esfuerzos para hacérselo saber sin ser muy directo como para hacerlo correr, simplemente Sho era tonto en terrenos del amor.

Sho se quedó largo rato mirando la puerta principal después de que Jun se hubiera ido dejándole la cabeza y el corazón hechos un lío; porque por fin entendía que Nino tenía razón: Jun no lo volvería a ver como una opción. Ya no eran esos los sentimientos que guardaba por él. Había perdido su gran autocontrol por Nino y por primera vez desde que lo conocía, lo vio actuar aniñado, emberrinchado e infantil, y todo por ese mocoso, el único al que siempre guardó recelosamente como un tesoro y por quien salió corriendo para no perderlo. ¿Pero qué había estado haciendo todos esos años? ¿Cuántas veces no habría llorado Aiba de ese modo por su culpa? ¿En serio no había podido corresponder sus sentimientos o era simplemente que no había querido hacerlo por temor a olvidar lo que sentía por Jun? ¿Qué era lo que sentía en verdad por cada uno? Recorrió en silencio todo el camino hasta la habitación del fondo y se quedó ahí afuera, de pie, con la mente en blanco e incapaz de hacer que su mano avanzara el pequeño tramo de menos de diez centímetros que le hacía falta para golpear la hoja de madera con la pequeña y colorida placa que colgaba con el nombre de Aiba escrito en letras verdes. Suspiró profundamente y armándose de valor, sujetó con fuerza el picaporte abriendo la puerta y siendo recibido por un par de ojos castaño claros que, sorprendidos, lo miraban entre lágrimas desde la alfombra junto a la ventana abrazando con todas sus fuerzas ese pequeño y viejo perrito de peluche con el que dormía desde que era un bebé.
-Masaki... Yo...- Era la primera vez que lo llamaba por su nombre en los casi quince años que tenían de conocerse. Un insignificante detalle para el resto del mundo que para Aiba representaba el cielo. Se levantó como impulsado por un resorte y sin importarle si era rechazado con crueldad, se arrojó a los brazos del chico que avanzaba a paso lento hacia él.
-Sho-chan, te quiero...- Y con todas sus fuerzas se abrazó a su cuello pronunciando entre sollozos esas simples palabras llenas de todos sus sentimientos. Sus lágrimas de dolor dieron paso a lágrimas de alegría al sentir esas manos aferrando con la misma fuerza y calidez su cuerpo. Una dulce y tímida sonrisa se dibujó en los labios de Sho. Tal vez por fin sería capaz de volver a sentir lo que era el amor. Y aún si todavía no estaba completamente seguro de lo que estaba haciendo, sabía que era la opción perfecta para ambos.

Sin aliento. Así fue cómo Jun llegó al complejo de apartamento en los suburbios de Tokio donde vivía Nino, después de haber corrido todo el tramo desde la estación del subterráneo. Su cabello estaba hecho un desastre, lo mismo que su ropa, pero ni siquiera se percató de ello. Subió los cuatro tramos de escaleras corriendo y hasta saltando escalones. El camino hasta el quinto piso nunca le pareció tan largo como en ese momento y al detenerse un segundo para recuperar el aliento, el pasillo se le hizo interminable. En serio odió la maldita puerta que los separaba y no pudo evitar golpearla quizás con demasiada fuerza, lo que incluso espantó al chico del otro lado, quien acababa de salir de la ducha vistiendo su pijama para proceder a hacer maletas y dormir.

Una gota de sudor frío resbaló por su espalda mientras esperaba en silencio a que le abrieran, sintiendo sus latidos golpeando su pecho sin control. Terror. Era lo único que sentía ahora que por fin estaba ahí. Ni siquiera tenía idea de lo que quería hacer o decir cuando lo tuviera de frente. Sintió que su corazón se detenía en el momento en que escuchó pasos en el interior acercándose. No tuvo tiempo ni para reaccionar, la puerta se abrió y su rostro sorprendido le disparó la adrenalina a tope. Su voz pronunciando su nombre le pareció tan lejana debido al eco de sus pensamientos que ni siquiera estaba seguro de que lo hubiera llamado en realidad. En ese momento solo tenía una cosa en la cabeza repitiéndose una y otra vez; así que siguiendo ese impulso, se abalanzó contra él sujetándolo casi con desesperación por las mejillas para besarlo.

Descolocado por esa acción inesperada y un tanto salvaje, Nino dio un traspié quedando de espaldas contra el muro del recibidor con el peso del cuerpo de Jun manteniéndolo inmóvil. Parpadeó un par de veces sintiendo ese agradable y extraño calor rodeando su propio cuerpo. ¿Estaba soñando? ¿Alucinaba? No había modo en esta vida de que Matsumoto Jun hiciera algo tan impulsivo y loco como eso, así que se preguntaba seriamente si no habría muerto ahogado luego de dormirse en la bañera pensando en él, pero entonces sintió esos carnosos y tibios labios rojos, que tantas veces le habían subido los colores al rostro de solo imaginarlos sobre los suyos, moviéndose tímidamente para romper con aquel gesto y se dio cuenta de que no era ni un sueño ni una alucinación, el frío vacío que le dejaba esa milimétrica distancia entre sus bocas le provocó un agudo dolor en el pecho. Estaba pasando. Sus miradas se conectaron por un segundo, porque eso fue lo único que Nino necesitó para reaccionar y anclar sus manos en las caderas de Jun para impulsarse hacia adelante haciendo desaparecer esa maldita distancia que tanto le había desagradado y ser él quien diera inicio a tan íntimo y apasionado beso esta vez.

Y es que al ver que no le correspondía, Jun se sintió realmente miserable, pero todo eso quedó en el olvido al sentir los suaves labios de Nino unidos a los suyos bailando al mismo compás. Como pudo, se estiró y manoteó la puerta para cerrarla antes de avanzar entre besos y caricias por el pasillo hacia su habitación arrastrando consigo al chico que respiraba y jadeaba contra su piel. Jun era perfectamente consciente de lo que pasaba, de lo que seguiría una vez que llegaran a donde lo guiaban entre risitas y suspiros, pero no le importaba, era algo que incluso buscaba desde el segundo en el que puso un pie dentro del departamento.
-J-Jun...- Un ligero gemido se le escapó involuntariamente al sentir la mano del otro acariciando su cuello. Escuchar su nombre de ese modo le sonó a gloria y pronto eran sus labios los que se ocupaban de tan sensible zona en lugar de sus dedos. Acción que arrancó más de esos delirantes sonidos que escapaban de la garganta de Nino. Una a una las prendas fueron cayendo al suelo a medida que abrían botones y tropezaban con los muebles y cajas desparramadas en la habitación. -¿Estás bien?- Preguntaba Nino entre risitas un tanto burlonas y con la respiración aún entrecortada después de que le cayera encima a Jun cuando fueron a dar contra el colchón de la cama al pisar algún cachivache tirado en el piso.
-Cállate...- Lo tomó de la pretina del pijama de franela y tiró de él para acomodarlo mejor sobre su cuerpo. Ni tardo ni perezoso, Nino volvió a apoderarse de esos labios que tanto lo volvían loco; sabía perfectamente a qué se refería con "cállate" y aunque normalmente no le gustaba que le dieran órdenes, en este juego no le molestaba en lo absoluto ceder, después de todo, esa era una de las principales razones por las que Jun le gustaba tanto: era capaz de dominarlo. Y antes de que el resto de sus pensamientos tomaran forma para dar el siguiente paso, las diestras manos de Jun ya lo habían acomodado de espaldas contra el edredón deshaciéndose en el proceso de la ropa que le quedaba encima. Sus enormes y profundos ojos oscuros lo contemplaron desnudo por primera vez y un escalofrío agradable le recorrió de pies a cabeza. No, no era ese brillo que le conocía en la mirada, esto era algo mucho más intenso y deslumbrante que nunca antes le había visto. -Kazu...- Fue un susurro apenas audible que se fusionó con el aliento compartido en ese beso, pero para Nino fue un grito que se quedó grabado a fuego en su pecho. Era la primera vez que lo llamaba de ese modo... era la primera vez que alguien lo llamaba así en toda su vida... que alguien pronunciaba su nombre con tanta ternura y tanto amor, sonrió por la estupidez de su pensamiento, pero es que enserio estaba seguro de que de haber sido una chica, habría echado a llorar en ese instante, porque ahora podía estar convencido de que fuera lo que fuera que pasara en la oscuridad de esa habitación, no sería simplemente un impulso de lujuria del cual arrepentirse al despuntar el alba. Y con toda esa cálida mezcla de sensaciones, Ninomiya Kazunari se entregó en cuerpo y alma por primera vez, a ese, quien fuera su eterno primer amor.

Poco a poco, la suave luz de la mañana comenzó a colarse por entre las cortinas grises de la habitación a medida que el viento las mecía con suavidad. Negándose a despertar del más hermoso de sus sueños, Jun permaneció inmóvil y con los ojos cerrados deseando que aquella sensación febril no desapareciera jamás. Aún podía sentir la cálida humedad de su boca por todo su cuerpo y solo de recordarlo, sentía una corriente eléctrica recorriéndole toda la columna vertebral. Un sonido apenas perceptible que inevitablemente le dibujó una sonrisa de medio lado y lo arrojó por completo a la realidad. Alguien suspiraba a su lado.
-¿Nunca te han dicho que es de psicópatas mirar a la gente mientras duerme?- Había susurrado Nino aún sin abrir los ojos, arrancando una ligera risa al chico que yacía en la cama, seguramente también desnudo, bajo las sábanas.
-¿Y a ti no te han dicho que es más de psicópatas hacerse el dormido mientras te miran dormir?- Nino abrió los ojos lentamente, no porque quisiera abrirlos sino porque no quería perderse esa sonrisa deslumbrante que había denotado su tono de voz.
-Sí... a menudo me lo dicen al despertar.- Mentía, pero Jun no tenía por qué saberlo, le resultaba sumamente divertido provocarlo de ese modo.
-Ah...- Sin embargo esta vez era diferente. Se semi incorporó apoyándose en sus codos para mirarlo directo a los ojos. Parecía molesto, se había quedado boca arriba mirando el techo. Ignorándolo.
-Sabes que bromeo, cierto?- No sonrisas, un tono serio. Cosa rara en Nino, estaba siendo absolutamente sincero y eso hizo que Jun volteara de inmediato.
-¿Ah sí?- Sin embargo seguía un poco molesto. Sabía perfectamente que le mentía para divertirse con sus reacciones, lo había terminado de comprobar anoche.
-¿Por qué habría de mentirte?- Ver esa faceta de él le resultaba fascinante. Incluso parecía adulto.
-Nunca me dijiste que te gustaba...- Un silencio. Su mirada sorprendida. Un vuelvo al corazón conforme sus latidos le contaban los segundos de espera por una respuesta suya.
-Nunca me preguntaste.- Una angelical e inocente sonrisa que le hizo bajar los muros y sonreír también. -...así que eso no es mentir. Tú tampoco me dijiste nada.- Se tendió también de espaldas contra el colchón. Tímidamente alcanzó los dedos ajenos y los entrelazó con los propios.
-¿Es cierto que te vas?- Tenía que preguntárselo. Ni siquiera había podido dormir devanándose los sesos pensando en lo que pasaría con ellos a partir de ese momento y temiendo que, si cerraba los ojos, Nino desaparecería para siempre en medio de la noche.
-Perdí mi vuelo por culpa de alguien que llegó sin avisar...- Miró el reloj, hacía más de dos horas que el avión había partido.
-Lo siento...- Se sintió tonto por sentir esas clicheteras mariposas en el estómago al tener sus manos unidas de ese modo por deseo del otro.
-Yo no...- ¿Estaba riendo? Se giró para mirarlo sosteniendo su cabeza con la palma de mano y apoyando su peso en el codo contra la almohada. -...no hay nada que pudiera ser mejor que esto.- Y tomándolo desprevenido, Nino se estiró para darle un beso. Y así entre risas y caricias, los besos se fueron perdiendo cuesta abajo entre las sábanas y sus cuerpos.

No había prisas. Tenían todo el tiempo del mundo a partir de ahora para estar juntos. No más miedos, no más malentendidos, no más guardar verdades, simplemente ellos y toda la vida por delante para llenar esos quince años de vacío con nuevos y maravillosos recuerdos, porque los dos sabían que, aún a pesar de todo lo que había pasado, al final habían elegido la opción perfecta.

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