May 25, 2009 22:20
Desde ese día, Iván comenzó a odiar la tierra que alguna vez había adorado tanto. Empezó a aborrecer al frío, que lo obligaba a ponerse esas pesadas prendas para protegerlo de éste; a la nieve, que cuando cubría las calles las hacía intransitables; al enorme espacio que ocupaba, que no podía recorrerse de un día para el otro.
También comenzó a notar otras cosas que los demás habían tenido y el no. Tomó como ejemplo a ese estado unidense que tanto aborrecía. Si bien al crecer se había separado del inglés por completo, él creció en un dulce y amoroso ambiente, en un clima propicio y con todas las condiciones para convertirse en el país más poderoso del mundo; Iván, en contrapartida, se había criado prácticamente en una situación horrible, peleando desde siempre por su vida, bañándose en sangre y con el amor de sus santas hermanas apenas alcanzaba para curar las profundas heridas de su corazón, que eran las que lo habían formado así.
Aborreció a los países de Europa también. Ellos estaban juntos todo el tiempo, peleándose tal vez, es verdad, pero así como eran capaces de sacarse los ojos también formaban alianzas y amistades que les permitían sonreír y olvidarse de todos sus problemas por aunque sea unos instantes; mientras que él muy ocasionalmente veía a sus hermanas, no sabía cómo hacer para que sus subordinados no sintiesen miedo ante él, lo que muchas veces terminaba con el pobre ruso llorando miserablemente en un oscuro rincón.
Sin embargo y a pesar de todos esos sentimientos sombríos que la situación de otros le provocaba, había algo que lo animaba y lo alentaba a seguir adelante: eventualmente todos se unirían a él, estaba seguro, e Iván sería libre de ir a donde quisiese y estar con quien se le diese la gana.
Algún día no tendría por qué sentir celos.
Ellos lo envidiarían a él.
hetalia