Tabla Hogareña / Los Sentimientos de Fin-san [Berwald/Tino]

May 17, 2009 13:23

Título: Convivencia
Título del capítulo: Los Sentimientos de Fin-san.
Prompt: #7 "Sillón"
Género: Drama/Fluff
Categoría: G / K
Palabras: 685
Nota: Me disculpo, no estoy contenta con este final Dx
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Tino se mordió el labio, se rascó la nuca y observó por séptima vez a Berwald; quien a su lado sentado en el sillón, leía un libro en silencio, completamente concentrado e ignorando lo que pasaba a su al rededor. Y el finlandés estaba muy agradecido por ello, porque si el sueco se percataba de sus nervios, el más bajo no sabría cómo responder.

Quería confesarle su amor a Suecia, mas no encontraba el valor ni las palabras justas para hacerlo. Tampoco sabía cómo reaccionaría su compañero. Bueno, no, sí sabía: cualquiera fuese su respuesta, estaba completamente seguro de que Berwald sería gentil al responder; pero… ¿lo rechazaría? ¿El de lentes sólo lo querría como amigo o como algo más también? Su-san era amable y dulce con todo el mundo por igual, aunque por el otro lado era bastante inexpresivo.

Dejó de observarlo y apoyó su codo sobre el posa brazo del sillón, suspirando ante su inhabitual pesimismo. ¿Qué haría si el otro no le correspondía? ¿Si Berwald no lo volvía a mirar de la misma manera nunca más? ¿Debería marcharse y nunca más volver a verlo? Dudó. Quizás la mejor salida sería cerrar la boca y continuar con la vida que llevaban, de esa forma estaba seguro que continuaría al lado del sueco por el resto de sus días. Esa opción era tentadora, por decir poco.

No obstante Tino era conciente que no podía pasar por alto sus reacciones cada vez que Berwald le desordenaba los cabellos, le regalaba esa inusual y casi tímida sonrisa o cuando le decía algo. Inclusive cuando tan sólo lo miraba el finlandés sentía sus mejillas arder.

Entendía a la perfección que debía hacer algo al respecto, pero la simple idea de separarse de la persona que más apreciaba le daba pavor; hasta ocasionalmente con sólo pensar en eso le daban ganas de llorar.

Sintió su hombro zarandear. Volteó su cabeza y se encontró con el rostro aparentemente indiferente (aunque era obvio que no era así) de aquel que estaba en su cabeza.

- ¿S-sucede algo, Su-san? -alcanzó a balbucear. Aparentemente ni con toda su concentración en el libro, los nervios de Tino podrían no ser notados por el otro.

- No ti’nes bu’na cara.

- ¿Eh? Ah, no, no es nada -vio como el sueco levantaba suavemente una ceja, no creyéndole nada -, en serio -Pero aun así no logró convencerlo, uno sabía perfectamente que algo no andaba bien y el otro estaba completamente seguro que ocultarle algo a Berwald era lo mismo que parar el viento con las manos.

- Sab’s que pu’des conf’ar en mí -dijo después de vacilar un poco -, si nec’sit’s algo sólo dím’lo.

Eso fue suficiente para que pasara.

Sin siquiera pensarlo, Tino acortó la distancia que separaba los rostros de ambos, capturando sin delicadeza los labios del sueco con los suyos. Pasaron unos segundos o unos minutos, nadie sabría decirlo, hasta que Finlandia cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo. Se separó de Berwald, avergonzado de sus actos, cubriéndose la cara con una mano, deseando de corazón que la tierra lo tragase y volviendo a acomodarse en su lugar. ¿¡Pero qué demonios acababa de hacer!? ¿¡Acaso se había vuelto loco!?

- Finlan --

- No -lo interrumpió. No tenía ni idea de qué era lo que iba a decirle Berwald, pero no quería enterarse.

- Oy’me -insistió.

- Lo siento, lo siento, lo siento tanto, Su-san -comenzó a sollozar.

- Finlandia -le dijo algo cortante, casi regañándolo, lo que hizo que dejara de gimotear para mirarlo a la cara. Acto seguido la rara sonrisa del sueco apareció en su rostro -. Grac’as, est’y muy f’liz.

Berwald lo rodeó con sus fuertes brazos, gentilmente, como Tino lo había anticipado. El finlandés se relajó, posando su frente en el hombro del otro. Si se le hubiese preguntado, él hubiera dicho que no tenía palabras para expresar lo aliviado que estaba. Se dejó embriagar en la esencia deliciosa y masculina del sueco que tanto le gustaba.

- Te quiero, Su-san -susurró.

- Yo tambi’n te qui’ro, Fin -le regaló un beso sobre la cabeza y separándolo suavemente de su cuerpo otro en su mejilla.

hetalia

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