Cuando Maribell caminaba, no importaba el lugar, los hombres se volteaban a mirar. Cuando se apartaba el cabello del rostro, con un gesto engreído, podía notar los ojos de ellos, observándola con lujuria. En esos momentos, Maribell sólo levantaba el mentón y sonriendo.
Ella sabía lo que los hombres querían. Todos los hombres. No importaba lo duro que intentara actuar, lo romántico… o lo frío. Todos los hombres sufrían de un deseo terrible.
Por eso, Maribell tenía un punto a favor contra la enana y no iba a desaprovecharlo.
Podría haberse dicho que era otra fiesta normal en la casa de los Tassir. Los gemelos coqueteaban con casi cualquier chica que veían, Lucy se había caído al menos seis veces y las conversaciones frías de personas negociando inundaban el aire. Por eso la gente no notaba que Vincent había desaparecido de la sala del evento y, con él, también Maribell.
Y ahí estaban los dos, encerrados en el cuarto de invitados.
Vincent miraba todo sin reaccionar, como si no le importara, mientras la muchacha que estaba con él lo tenía abrazado contra la pared y le sonreía con algo de malicia.
-Bueno, ¿y qué quieres hacer?- preguntó la chica, conservando la sonrisa. Esta vez, estaba segura de que le había ganado a esa niña. La emoción le recorría todo el cuerpo y parecía que no podría quedarse quieta mucho tiempo más.
-No comprendo de qué hablas- comentó él, con frialdad.
Maribell río entre dientes. ¿Estaba acaso Vincent jugando con ella? Como siguiéndole la corriente, comenzó a responder:
-Vamos, no es tan difícil- fueron sus palabras antes de posar una mano en el rostro de su acompañante-. Incluso las personas como tú no pueden resistirse.
Dicho esto, acarició el rostro del joven. Él había caído, era definitivo. La emoción la llenó de los pies a la cabeza, mientras observaba al chico. Estaba a punto de acercarse un poco más, cuando, para su sorpresa, él apartó el rostro de su mano y la miró como si fuera basura.
-¿Resistirse a qué? ¿A ti?- le dijo, mientras apartaba a Maribell-. Sé perfectamente qué estás intentando hacer. ¿Crees que me afecta que te comportes como una prostituta?
El joven se dirigió hacia la puerta, sin mirar a la chica a la que había dejado estupefacta.
Sólo la volvió a mirar cuando ésta le cogió el brazo con fuerza.
De pronto, toda la emoción se había ido y sólo quedaba una frustración tan grande que la hacía temblar. Lo miró, con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.
-¿Acaso esa chica es mejor que yo?-le preguntó- ¡Vamos! ¡Todos los hombres son uno condenados ninfómanos! ¿Y esa niña? ¡Se debe sonrojar en clases de biología! Tú sabes que yo haría cualquier cosa. ¿Acaso…?
Pero él no la dejó terminar.
-Mira, no me importa si crees que me podrías atraer sólo porque te entregas completamente. No soy como el resto de los imbéciles y si tú creíste que sí, pues será tu problema- le respondió, mientras se zafaba de la chica y tomaba la manilla de la puerta-. Además, si esto se trata de vencer a Naima, no me metas en esto, no me importan tus impulsos de niña malcriada que obtiene todo lo que quiere.
Dicho eso, se marchó. Maribell simplemente se quedó paralizada, mientras que, sin poder hacer nada, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos.
-Es su culpa- se comentó en voz alta-. Si no fuera por ella, a él no le habría importado que continuara, aunque no estuviera interesado.
Apretó las manos como puños y se quedó cabizbaja, al tiempo que su cuerpo entero temblaba de rabia y su estómago se revolvía lleno de celos y odio.
En su mente, la imagen de Naima se formó y su cuerpo se tensionó.
-Tú lo echaste a perder todo, estúpida. Te odio.
Maribell creía tener un arma secreta, un arma que esa niña inocente no podía utilizar y que, finalmente le haría ganar la batalla en la que estaba luchando sólo por su parte. Era cierto, que tenía a muchísimos hombres lujuriosos e interesantes tras ella, sin embargo no le importaba. Una enana le había quitado lo que más quería sin hacer nada, sin esforzarse. En ese momento, mientras lloraba y contenía gritos de rabia y ganas de moler a esa cría a patadas, se prometió que algún día pagaría.
Pagaría con grandes intereses el hecho de robarle a Vincent.