Título: Laura
Autor:
arkady_Universo: Battlestar Galactica
Parejas: Laura/Lee, Adama/Roslin
Rating: NC-17
Spoilers: Spoiler final 1ª temporada. Situado a principios de la segunda temporada.
Palabras: 3.944
Notas: Escrito para
el amigo invisible de
diario_de_kobol, en respuesta a la petición #2. Lo he hecho lo mejor que pude y con toda la intención (demasiada para mi gusto xD) de hacerte feliz, así que si te disgusta disimula un poco, ¿vale? Jeje.
Resumen: Lee quiere a Laura y va al Colonial One a declararse.
Colonial One, habitaciones de la presidenta
Después de picar a la puerta, entró presuroso con los informes que le había pedido la presidenta. Ésta trabajaba en su mesa y levantó la cabeza al verle entrar, sonriendo ante sus movimientos ágiles y serios.
- Me alegro de que esté aquí, capitán, necesitaba consultarle unas cuestiones sobre protocolo.
- Usted dirá, Señora Presidenta - se apresuró a contestar Lee, dejando los informes en una esquina y poniéndose al lado de Roslin. Paseó los ojos por su melena. Últimamente estaban muy unidos.
- Aquí - Roslin alzó la vista al encontrar el primer punto que quería discutir. Pilló a Apollo desprevenido y éste se apresuró a comprobar el texto intentando parecer formal, aunque la rojez de sus mejillas le delatara.
- ¿Ha estado bebiendo, capitán? - Le preguntó la presidenta divertida. Parecía tener un buen día.
- ¿Eh? No, no... Es... - Intentó pensar en algo, azorado, mientras los colores se le subían más y más. Se fijó en sus ojos. Apenas tenía oportunidades de mirarlos tan de cerca, tanto tiempo. - El calor.
Siguieron comprobando unos informes y Roslin aprovechó para preguntarle las dudas que tenía sobre protocolo militar y el funcionamiento de la estrella de combate. Después de una hora de reunión, le ofreció una copa antes de volver a la nave.
- Por los viejos tiempos - sonrió Roslin alzando su vaso en un brindis.
- Por los viejos tiempos - repitió Lee, fijando los ojos en el líquido verde un segundo antes de bebérselo de golpe. El movimiento llevó su mirada de vuelta a sus piernas, que estaban cruzadas al borde del sofá. Una onda cálida le inundó la entrepierna. Tenía que decírselo. Sacudió la cabeza y revolvió los restos de hielo en su vaso mientras ella le miraba, sin atreverse a volverse hacia ella.
No solía ser así con las mujeres. Siempre había estado muy seguro de lo que dirían, de lo que hacer, y en unos meses llegaba Laura y... Le daba la vuelta a todo.
- ¿Está bien, Capitán Apollo? - Su voz sonaba intranquila, giró la cara y notó cómo su mirada le examinaba, seria, genuinamente preocupada.
- Sí, no... - Se rió intentando quitarle importancia. - Claro. ¿Nos tomamos otra? - Dijo bebiendo las gotas que quedaban en su vaso.
Roslin apenas había llegado a la mitad de la copa pero rellenó la de él sin objeción.
- ¿Hay algo que te preocupe? - Apoyó una mano en su pierna.
- ¿Qué tal tu día? - Decía Lee a la vez.
Se quedaron mirándose durante un par de segundos, Lee haciendo como que no la había oído y Laura sin querer ceder en su intención de sacárselo.
- Mi día ha estado bien, aburrido, como siempre... - Concedió.
- No pareces aburrida ahora - la interrumpió.
- Bueno - una dulce sonrisa se dibujó en sus labios, - eso es porque tengo a mi capitán Apollo aquí para alegrarme la tarde.
Lee miró la mano que había posado en su brazo antes de contestar.
- Me alegro de estar aquí. - No quiso evitar la mirada intensa con que recorrió su rostro. - Laura... - Los labios de ella se entreabrieron.
Él se acercó, le quitó el vaso de la mano y lo dejó sobre la mesa, dejando el suyo, vacío otra vez, junto a él. Acarició la mano a la que le había quitado el cristal, la miró a los ojos y repitió:
- Laura. Me gusta tu nombre.
Y se acercó, lentamente al principio, con prisa cuando ya estaba cerca de sus labios, chocando contra ellos, atrapándolos, acariciando su cuello con una mano, deslizando los dedos por sus mechones...
En un momento ella se apartó un poco hacia atrás, pero Lee murmuró un “no” hambriento contra sus labios, buscando su boca, su lengua con la suya, enterrando las yemas en su nuca. No podía pensar, no quería pensar, sólo sentirla. Laura, su chica, con su olor a brisa fresca, sus colores - que le devolvían la vida, - sus caricias, lentas, tímidas por su piel...
Fue cuando sintió el primer botón de su blusa desabrocharse que abrió los ojos y le sujetó la muñeca, débil pero firmemente. “No.” El aliento se le congeló en la garganta. No sonaba a un “después”. No quería oírlo.
- No, Lee, no podemos... - Se apartó de él y se volvió a abrochar la camisa, arreglándose el pelo de la que miraba hacia los vasos, uno vacío y otro medio lleno. - Lo siento.
Él se había quedado parado, a medio metro de ella. Aún tenía su sabor en los labios. Su saliva. Ya no estaba rojo. Laura tenía la expresión que ponía cuando tenía que tomar decisiones difíciles.
- Pertenecemos el uno al otro. - Las palabras que tenía tan ensayadas sonaron vacías, extrañas, en su garganta.
Entonces ella le miró. No se había dado cuenta de que fuera tan serio para él.
- Lee... - Frunció el ceño sin querer.
Se levantó y dio una vuelta a la mesa, decidiendo si alejarse de ella o volver a intentarlo una última vez. La sensación que tenía en la piel le dio una pista y se arrodilló a su lado, junto al sofá, delante de sus piernas semidesnudas. Rodeó sus manos con las suyas.
- No lo hagas - susurró ella.
- Te quiero. - No apartó los ojos de los suyos y ver cómo la emoción, la impotencia, la comprensión y la determinación pasaban por ellos fue lo peor. Apretó los labios, esperando una respuesta.
Galáctica, habitaciones de Adama
“Comandante Adama.” Sus palabras resonaron en la habitación. Adama se estaba sirviendo una copa cuando la presidenta entró para su reunión extraoficial.
- Señora Presidenta - dijo sin girarse. - ¿Quiere una copa?
Tras declinar la invitación, se acercó al sofá, acostumbrada a moverse por allí como si estuviera en casa. Antes de llegar a sentarse le oyó decir:
- Ayer fui a visitarte al Colonial. - Ella enarcó las cejas.
- Estuve allí todo el día. ¿Qué pasó?
- Te vi con Lee... - Su mirada estaba fija en Laura.
- ¿Qué viste? - No pudo esconder del todo el tono de alarma en su voz.
- Vi cómo te miraba. Y cómo le tocabas.
Un escalofrío recorrió la espalda de Laura. Lo de Lee había sido un error. Y Bill les había visto.
- ¿Pasó algo entre vosotros?
- Bill...
- Sólo dímelo, Laura. - Sus arrugas se habían acentuado.
- Sólo estábamos trabajando, le ofrecí una copa antes de irse y... Bueno, él...
- ¿Te quiere? - La expresión de la presidenta se endureció y desvió la mirada durante un segundo, recordando el día anterior y a Lee arrodillado a su lado. - Te quiere. Sabía que sentía algo por ti pero...
En ese momento los ojos de Laura se volvieron hacia él, muy abiertos.
- Sé todo lo que pasa en esta nave. - Bebió un trago.
- Bill...
- ¿Se te declaró? - La volvió a interrumpir. Laura asintió levemente.
- Está confundido. Se le pasará. - Sabía que era mentira. - Tiene a muchas chicas monas detrás de él.
- No es fácil olvidarse de ti, Laura.
Su corazón se resquebrajó un poco al oírle decir eso. Adama, el mismo que llevaba una muralla puesta 24 horas al día.
- Nos besamos. - Lo dijo sin pensar.
Su mirada cargada de tristeza, de rabia, de miedo se clavó en ella. Demasiado acusadora, demasiado sincera.
- Le dije que no... - Sacudió la cabeza.
- ¿Te forzó?
- No... - Tembló ante el tono frío y cortante del comandante. - Bill, por favor, no me des la espalda. - Se acercó a él y le tocó el brazo. Él se giró furioso.
- ¿Qué? ¿Qué quieres, Laura? ¿Qué haces aquí? - Casi había odio en su mirada, desprecio. Ya no podría volver a mirar a su hijo igual. - Besaste a mi hijo y ahora esperas, ¿qué?
Sintió cómo las lágrimas se le acumulaban en el rostro. No tenía fuerzas para eso.
- No sé lo que esperaba, lo siento. - Recogió sus cosas sin volverse hacia él y se fue de allí. Adama no intentó detenerla ni dijo nada antes de que se marchara.
Galáctica, pasillos
En su prisa por salir de la nave no vio a Lee, que iba en dirección contraria, hasta que casi chocó con él. La sujetó por los brazos, dejando caer los papeles que estaba mirando, para evitar que se desequilibrara y cayera.
- Señora... - Vio la sombra del llanto que amenazaba sus ojos. - Laura, ¿qué pasa? - La seguía cogiendo por los brazos, más suave, para que le mirara.
Ella negó con la cabeza.
- Nada, no te preocupes. Gracias. - Intentó desembarazarse de él y seguir su camino.
- ¿Es él? - Apenas la detenía con una mano posada en su antebrazo. - ¿Se lo has contado?
- Lee, déjame irme... - Sonaba a súplica. Lee no se lo pudo negar, pero se quedó mirándola de la que se alejaba por el pasillo temblando.
Galáctica, habitaciones de Adama
- ¿Qué te pasa?
El portazo resonó en las habitaciones. Adama salió al vestíbulo y frunció el gesto al ver a su hijo.
- No me mires así. ¿Sabes que me acabo de encontrar a Laura llorando en el pasillo? ¡¿Qué coño le has dicho?!
- ¿Y tú te atreves a preguntarme por “Laura”?
- Sí, papá, me atrevo. Porque al menos yo no la hice llorar. ¿Te ha dicho por qué te quería ver hoy? ¿Te ha dicho lo que pasó?
- Me ha dicho lo suficiente, Lee. No creo que quieras seguir por ahí.
- ¿Sabes lo que me dijo ayer? - Se acercó a él hasta estar a medio metro. - Ella... Me rechazó porque no quería hacerte daño. Porque te quiere. Te quiere a ti. ¡Joder! ¿Y ni siquiera le das oportunidad de explicarse? - Adama se había quedado frío. - La quiero, papá, la quiero más de lo que he querido a nadie en mi vida. Más que a Gianne. Y no puedo estar con ella porque te quiere a ti, tú eres el elegido. Así que no la hagas sufrir. - Su voz se había ido apagando hasta sonar casi como una súplica. - No se lo merece.
Colonial One, habitaciones de la presidenta
El teléfono no había sonado en todo el día. Lo miró pensativa. Había esperado que la llamara, no sabía muy bien por qué. Había incluso esperado a que Lee se pasara por allí, o saber algo de él, pero se había pasado el día trabajando sola. Oyó a uno de sus ayudantes hablar con alguien que la venía a ver. Colocó unos papeles y se preparó para recibir la primera visita del día. No se esperaba que fuera él.
- Señora Presidenta.
- Comandante.
Mantuvieron la mirada unos segundos. Laura tenía los ojos secos y parecía impasible.
- He hablado con Lee.
Toda la respuesta que obtuvo fue un leve sonido de la presidenta interesándose por la cuestión. Adama carraspeó, no estaba acostumbrado a este tipo de conversaciones.
- Me contó lo que pasó.
- Y bien, ¿quería algo de mí, comandante? - Su paciencia se estaba acabando.
Bill estaba cansado del juego, de las discusiones. De repente se le vio envejecido, vulnerable.
- ¿Te importaría darme una copa? - Aún no estaba preparado para tener esa conversación, y menos en el despacho, de pie, como si fuera una queja más sobre los suministros de los civiles.
La presidenta le sopesó y accedió, dirigiéndose a la habitación contigua sin cerciorarse de si él la seguía. Ya había sufrido mucho por aquel hombre, y no estaba dispuesta a continuar así. Fue hasta el minibar y sacó dos vasos que en seguida rellenó con un líquido ambarino. Se dio la vuelta veloz y estuvo a punto de chocar con el comandante, que estaba unos pasos por detrás de ella, quedándose a unos centímetros de su uniforme. Respiró el aire que él exhalaba y apartó los ojos de los suyos, volviéndose hacia la mesilla que había delante del sofá para posar los vasos, acomodándose ella en éste. Recorrió rápidamente con la vista la estancia antes de observarle moverse hasta estar sentado a su lado. Parecía cansado. Pero no por ello se lo iba a hacer más fácil.
- ¿Y bien?
Adama la miró. Su melena furiosa parecía resaltar la intensidad de sus ojos, fijos en él, esperando algo, sin dejarle claro si escondían una rabia mayor de lo que se atrevía a mostrar o esperanza. Exhaló sonoramente, con la vista perdida en la alfombra, y fijó los ojos en ella.
- Cuando te veo con otro se me nubla la vista.
Quiso advertir un indicio de duda en sus líneas, pero sus labios permanecían cerrados, esperando a que siguiera, así que se concentró en la escena con Lee.
- Dejo de razonar. Cuando te vi con Lee... Él es guapo, joven, divertido, tiene unos músculos de hierro, una hilera de dientes perfectos y... - Calló al sentir la mano de Laura en su antebrazo.
Le miró durante un momento antes de hablar. Su expresión se había ensombrecido, se había perdido en un punto distante. “No puedo competir con él,” le oyó murmurar. La expresión de ella se dulcificó, no soportaba verle así.
- No tienes que hacerlo. Te quiero a ti. - Le acarició la cara y depositó un tierno beso en sus labios.
Adama le pasó una mano por la mejilla, secando la lágrima que se le había escapado. Ella sonrió, más bella que nunca, y volvieron a besarse.
Laura apoyó la cabeza entre su pecho y su cuello, respirando relajada por primera vez en días. Hacía mucho que no sentía a Bill tan cerca, que no respiraba en su uniforme. Cogió aire y acarició la tela con una mano, despacio, sin pensar en nada concreto. Fue el comentario de él sobre el calor que hacía esos días en el Colonial One lo que la despertó, llevando sus dedos a los botones del uniforme para desabrocharle uno a uno los cierres de la chaqueta azul, deslizando las yemas por la tela entre uno y otro, apartándola cuando finalmente se separó para continuar acariciando las camisetas de algodón reglamentarias, pegándose más al cuerpo del comandante, cerrando los ojos por momentos para recrearse en la sensación.
Bill tenía un brazo alrededor de ella y jugaba lentamente con su melena o le acariciaba la espalda. Estaba feliz por haber vuelto a ese pequeño caos, por tenerla de nuevo junto a él, sin peleas, sin malentendidos. Pensaba frases que nunca se atrevería a decir y, en su lugar, pasó un dedo por la mejilla libre de Laura, haciéndola sonreír con su tacto.
Después de un momento, alzó parcialmente las camisetas de Adama, dejando al descubierto la cicatriz que tanto les había preocupado. La acarició cuidadosamente en sentido ascendente, mirándola con atención y volviéndose hacia él, buscando en sus ojos los sentimientos que no era capaz de expresar. Volvió a bajar la vista hacia su pecho, ahora casi completamente al descubierto, y se acercó al centro de la línea que se lo dividía en dos.
Sintió la lengua de Laura recorrerla en sentido ascendente, delicada, preocupada. “Laura.” No tenía por qué hacerlo, pero al ver el brillo de sus ojos se le olvidó y sólo sonrió como un chiquillo. Vio sus ojos verdes, sus mechones revueltos y sus labios claros acercarse a su boca y cerró los ojos.
Oyó un gruñido al alcanzar el lóbulo de su oreja. Sonrió para sí. Le ayudó a deshacerse de la chaqueta, quería sentir su piel. Él se deshizo de la prenda y pasó una mano por detrás de su cintura y otra por debajo de sus piernas para llevarla en brazos a la habitación. Sus manos pequeñas le rodeaban el cuello y los latidos que sentía en el pecho apenas le dieron un respiro a Bill, impidiéndole romper el beso casi hasta que la posó en el colchón. Se separaba de ella para quitarse las botas cuando sintió que le retenían la mano.
- Ven aquí. - Era Laura, que con un ligero toque le atrajo hacia sí, cogiendo su cabeza entre las manos, haciéndole apoyarse a su lado.
El beso fue largo y profundo, dos mundos colisionando, explorándose, encontrándose. Cuando abrieron los ojos, Laura estaba resplandeciente sobre la cama.
- Ahora, ¿podría, por favor, comandante, quitar esa ropa de mi camino? - Su sonrisa traviesa añadía más lujuria a su expresión. Adama sonrió cálidamente, recreándose en ella, en el momento, mientras se quitaba las camisetas y dejaba caer el calzado al lado de los tacones. - Buen chico. - Susurró la presidenta al sentirle acercarse a ella de nuevo, callándose para saborear su lengua de nuevo, acogedora, reconfortante.
Durante un segundo se le pasó por la cabeza que ese podría ser Lee, el que estuviera encima de ella en ese momento, con su cuerpo atlético, su pelo recortado y sus energías, su devoción. Y se alegró de que no fuera él, no era a él a quien quería.
- Bill...
El nombre le salió como un suspiro, acariciando su oreja, haciéndole saber que estaba allí, con él, que no quería estar en otro sitio. Él bajó desde su cuello recorriendo su escote con dulces besos hasta la línea del traje. Se paró, con las manos puestas en el cierre, y la miró, entreabriendo los labios, a punto de decir algo; ella le sonrió y supo que lo había entendido. Deslizó la chaqueta por sus brazos de porcelana, subió la camiseta que llevaba debajo hasta sacársela por la cabeza y, cuando por fin no quedaba nada entre ellos dos, se apoyó con cuidado sobre su pecho, haciéndole cosquillas con los pelos, haciéndola reír.
Su risa era como un bálsamo, una dosis de Prozac, la dejó reír, sonriendo al verla, acercándose cuando acabó. Le envolvió la mejilla en una mano, dirigiéndola hacia su boca. El roce de su pecho en el de él le excitaba y sintió protestar a sus pantalones. Laura sonrió al sentirle, bajando la mano por un costado hasta meterse entre su cintura y el cinturón. Lo desabrochó con los ojos fijos en los suyos, a unos centímetros de distancia. Adama se quedó paralizado sobre ella, procurando no moverse más de la cuenta, no rozar más sus piernas, no hacerse más evidente.
Acabó de desabrocharle los pantalones y tiró de ellos hacia abajo, haciéndole una señal con las cejas que le indicaba que siguiera él. Se puso de rodillas sobre la cama y se quitó los pantalones dejando algo más a la vista su erección. Se agachó a besar la tripa de Laura, moviendo las manos por su cintura hasta agarrar los lados de su falda, deslizándola por sus piernas hasta que salió, junto con su ropa interior, por los pies. Cogió uno entre las manos, mirándolo con amor, besando su forma, acariciando los músculos de su pantorrilla de la que bajaba hacia el muslo. En cierto momento sintió el otro pie de Laura apoyarse en su pecho, frenándole.
- ¿No te olvidas de algo? - Le señaló con la cabeza sin apenas alzarla de la almohada.
Lo había dejado para después pero ella le quería ver desnudo, quería sentirle. Se mordió una sonrisa y posó delicadamente su pie sobre la colcha, apresurándose a quitarse la última prenda que le quedaba para volver a acariciarla. Pero cuando se giró de nuevo hacia ella apenas le dio tiempo a verla incorporarse y abalanzarse sobre él, cogiéndole por la nuca y besándole apasionadamente, con un deseo perforándole las tripas que casi podía saborear. Estaban sentados uno enfrente del otro cuando Laura le rodeó la cintura con las piernas, acercándose a él para sentirle. Entonces una alarma le saltó en la cabeza.
- ¿Crees que necesitaríamos...?
Laura le miró un segundo sin comprender, hasta que no pudo disimular sus ganas de reír ante la sugerencia.
- Bill, hace más de dos años que no tengo sexo con nadie. Y ya no tengo edad para quedarme embarazada. A no ser que me quieras contar algo... - Dijo esto último divertida, previendo su respuesta.
Él se sintió viejo y torpe durante un momento, sacudiendo la cabeza. “No, lo siento.” Hasta que ella le volvió a tocar la barbilla para besarle. Se acercó más a él. Tal como estaba, abierta a su alrededor, podía sentir su humedad provocando a su piel. Su pene estaba inquieto y con ese último beso parecía querer buscar su sitio él solo. Laura se rió al contacto de él con sus labios y pasó las manos por la espalda de Adama, apoyándose ligeramente en un hombro para alzarse lo justo para dejarle entrar. Él se movió bajo ella facilitándole los movimientos, colocándose de forma que ella pudiera ir a su ritmo.
Laura bajó despacio, cerrando los ojos al sentirle entrar poco a poco en ella, agarrándose a Bill en la oscuridad, apretando su cuerpo para evitar gemir... Hasta que fue inevitable. La última parte del trayecto fue más fluida, más veloz y al sentirle llegar hasta su interior, duro y caliente, se le escapó un gemido de la garganta que le hizo excitarse más. Empezó a moverse dentro de ella con cuidado, poderoso, conteniéndose, hasta que Laura volvió a tomar las riendas y cabalgó sobre él como una potra loca, haciéndole sujetarse a su cintura para no caer hacia atrás, arrancándole su nombre de las entrañas, de la polla.
“¡Laura!”
Cuando sintió su semen dentro de ella siguió frotándose contra él unos segundos más hasta que le llegó el orgasmo y cayó, agotada, sobre el pecho de Bill, que se apoyaba en el otro extremo del camastro procurando no hacerle daño.
Aún con el pelo revuelto sobre su pecho pudo sentir las gotas de sudor en la mejilla, calientes. El olor característico de Bill la envolvió y subió una mano abierta por su cuerpo hasta dejarla descansar a la altura de sus pezones, jugando con los pelillos que había entre ellos. Entonces le apeteció volver a bajar la mano pero se contuvo al pensar que necesitaría algo más de tiempo.
“No quiero que te vayas” pensó decir. Pero las palabras se le murieron en la mente. Gracias a los Dioses ya no hacía falta decirlo. Entonces fue Adama el que habló:
- Por un momento, tuve miedo. - Ella alzó levemente la cabeza y se giró para mirarle, divisando solamente la línea de la barbilla. Adama seguía con la vista fija en el techo. - Miedo de que lo mejor que me había pasado en los últimos años se fuera por una razón que no puedo evitar. - Abrió los labios de nuevo para seguir hablando pero cambió de idea y se calló.
La mano de Laura permanecía ahora quieta sobre su pecho. Sus cuerpos se habían empezado a enfriar. Sus labios se separaron lentamente y calculó el peso exacto de sus palabras antes de hablar.
- Estoy aquí.
Colonial One
- Estás radiante. - Sonrió algo forzado. - Te sienta bien. Me alegro por vosotros. - Se le veía sincero y Laura no pudo más que sonreír.
- Gracias. - Respiró, no parecía buen momento para llamarle “Capitán Apollo”, pero tampoco Lee. Apenas frunció el ceño, ojalá pudiera hacer algo más por ese crío. - Lo entenderé si no quieres seguir siendo mi consejero, de verdad. - Le dolía perder esa parte de él, la complicidad que habían alcanzado, el compañerismo. Había sido una de las personas en las que siempre había tenido claro que podría confiar, no importaba qué pasara.
- Señora Presidenta - parecía molesto, incómodo, - siempre estaré aquí para usted. No lo dudes en ningún momento... Laura.
Roslin sintió una oleada de agradecimiento. Después de todo, seguiría estando allí, siendo su salvador, su Capitán Apollo. Se acercó a él y le abrazó. “Gracias.” A él le pilló por sorpresa pero cerró las manos en torno a su espalda y aspiró el aroma de su melena, que le hacía cosquillas en la barbilla. “Siempre.”