Martes: Visitamos el hospital
Con el corazón en la boca, contra los dientes, empujando, abriendo los labios. Con miedo a que los dientes lo desgarrasen y se deshinchase. Así esperábamos en urgencias. “Ya bajará -había dicho- la gente no va al médico por esas cosas.” Y al final fuimos. Antes de hacerlo pensamos en empujarlo con los dedos e imaginamos nuestras uñas hundiéndose en él, deshaciendo la carne y dejando salir demasiada sangre. Así que no hicimos nada. Y estaba imaginando esto cuando tú cruzaste las piernas. A tu lado, había alguien con la pierna rota. A mi lado una mujer que tosía y sudaba. Dos horas de café en vasos de plástico y fluorescentes ¿Recuerdas cómo decías que el hospital te llenaba los pulmones y lo empujaba con más fuerza contra tus dientes? ¿Te acuerdas de cómo lo dijiste y cómo luego te acariciaste la barbilla? Te cogí de la mano, me miraste a los ojos y me di cuenta de que lo estabas haciendo. Te miré y te besé. Bueno, no te besé. Rocé mi corazón con el tuyo hasta conseguir rozar tus labios. El corazón se fue moviendo despacio, se hundió por la faringe, luego la laringe... cuando estaba en el estómago saqué las llaves, nos levantamos y me preguntaste si todavía eran horas para cenar.