días mejores - original

May 05, 2008 23:33

Título: Jeannette.
Fandom: Original.
Rating | Advertencias: Prostitutas, sexo, cadáveres... +18, pipol.
Palabras: 570
N/A: Mieeeeeerda pinchada en un palito. Pero la intención era buena. Algún día lo reescribiré BIEN ESCRITO, porque la idea me mola cantidubi. Está escrito A TODA PRISA para participar en un torneo del que me han avisado en el último momento. Culpa de Booh ¬¬

Jeannette
Cierra los ojos y recuerda. Recuerda el frío y los besos ardientes, el miedo y la excitación. Recuerda su piel blanca, pálida, y sus ojos negros, atravesándole, leyendo en su mente cosas que ni él sabía que existían. Recuerda los jadeos y las manos buscándose bajo sábanas de seda y los golpes de los vecinos de abajo cuando los muelles comenzaban a sonar demasiado. Recuerda exactamente el tacto de su piel cuando acariciaba sus senos y también recuerda cómo sonaba su nombre pronunciado por aquellos labios que tanto deseaba.

Y ahora la mira, frío, impasible. Ya no es el crío de dieciséis años que ahorraba durante semanas para pagar a la puta de la ciudad por una noche entre sus sábanas. Ni el que gemía en sueños imaginando lo que harían esa noche. Ni el que lo daba todo por sentir su lengua acariciando su polla o su mano revolviendo sus cabellos. Ni el que se enamoró entre sábanas de seda y carmín rojo.

Ahora la nieve se ha abierto paso en su cabello y las entradas tampoco han querido perderse el momento. Las arrugas surcan un rostro que perdió la alegría antes de conocerla por completo y sus ojos miran el cuerpo de la prostituta muerta que han encontrado esta mañana. Ahora es policía y su tarea es encontrar a un asesino. Nada más. Su tarea no es buscar entre los rasgos de una sesentona a la bella dama de antaño, ni imaginar cuánto ha debido cambiar su rostro. Ni siquiera poner esa mueca de repugnancia cuando imagina besar esa boca falta de dientes o acariciar esa cabeza en la que cuelgan tres pelos mal contados.

-¿La conocía?

Una pausa. Un silencio. Suave y frío. Helado.

-Se llamaba Jeannette. Era francesa, y solía ser prostituta.

Su compañero escribe la información mientras él se acerca y toma su mano helada. Sus ojos siguen siendo tan negros como entonces, y le miran abiertos de par en par, culpándole. Y vuelve a rememorar una tarde bajo la lluvia. La misma tarde en la que se marchó, en la que dejó atrás todo y juró no volver a pisar aquel pueblo de mala muerte. La misma tarde en la que escuchó por última vez su nombre pronunciado de esa manera.

Agtugo.

Por un solo segundo, vuelve a rodearle el olor a tabaco y perfume y el sonido de los tacones contra la madera. Y la habitación parece una burda copia de la que fue. Una fotografía borrosa de tiempos mejores. Por primera vez en mucho tiempo, piensa que podría derramar una lágrima. Las que no derramó por su hermano o por sus amigos, las que quedaron secas en algún lugar, podría llorarlas por ella.

Porque Jeannette fue la única mujer que le hizo sentir. La mujer que le hizo crecer y que le enseñó a amar. Y Arturo sabe que hubo otros. Decenas. Cientos. Era una puta, vivía del amor. Del agte del amog, como decía ella entre susurros cuando se habían corrido y las sábanas les sobraban porque hacía calor y él sólo quería acercarse más y pedirle, suplicarle que le prometiese amor eterno.

-¿Señor, le digo a los forenses que pasen?

Arturo sacude la cabeza y mira otra vez el cadáver. No es Jeannette. No va a encontrarla ahí. Hace un gesto afirmativo y sale de la habitación.

La prostituta ha muerto, y el niño Arturo que creció con ella, también.

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