Ausencia [Sachiko&Sayu]
Título: Ausencia.
Fandom: Death Note.
Claim: Sachiko&Sayu.
Advertencias: spoilers del tomo 7.
Palabras: 319.
Reto: mes de Mayo, día de la madre.
Friega platos, barre el parquet del salón, hace cualquier cosa para no pensar en ella.
Fracasa estrepitosamente.
De vez en cuando alguna que otra lágrima escapa de sus ojos en sombras. Entonces recuerda súbitamente que debe ir a pelar cebollas y se pone manos a ello. De ese modo no duele tanto.
Y sin embargo, ahí está. Sola. En la casa vacía, con las paredes gritando silenciosas risas de un pasado. Su ausencia crea ecos mortecinos en cada habitación, en cada fotografía, en cada pensamiento precipitado.
No puede evitarlo.
No se da cuenta de qué se ha convertido en un espectro sin fundamentos que vaga en un hogar de nadie. Hace días que no se da cuenta de nada: ni tan sólo de que sus labios ya sangran de forma constante por tan fuerte que se los muerde al reprimir el miedo, ni de las marcadas ojeras bajo sus ojos, ni tan solo de lo huesudas que son sus manos que sostienen a cada minuto la primera fotografía que encuentran de ella.
Ella.
Ella, ella, ella.
Ojalá pudiera retroceder el tiempo. Ojalá le hubiera prohibido salir de casa durante ese día, durante esa noche fatídica en que se la arrebataron… durante esa vida. Porque ahora no puede más que sonreír hasta que cualquier noticia de los secuestradores la haga llorar; llorar hasta que cualquier noticia de su hija la haga sonreír.
Ya ves. Las cosas van así.
Deja la fotografía otra vez dónde estaba. Al girarse no se da cuenta de que el cristal se ha roto por una esquina y los cortes se expanden sobre la imagen como raíces blancas.
Tampoco se da cuenta de que no está llorando, de que su corazón no está latiendo, de que ya no está sonriendo. Y se reprime mentalmente y vuelve a ordenar a sus músculos faciales contraerse porque sabe que, si Sayu la viera triste, no se lo perdonaría jamás.
Fandom: Death Note.
Claim: Sachiko&Sayu.
Advertencias: spoilers del tomo 7.
Palabras: 319.
Reto: mes de Mayo, día de la madre.
Friega platos, barre el parquet del salón, hace cualquier cosa para no pensar en ella.
Fracasa estrepitosamente.
De vez en cuando alguna que otra lágrima escapa de sus ojos en sombras. Entonces recuerda súbitamente que debe ir a pelar cebollas y se pone manos a ello. De ese modo no duele tanto.
Y sin embargo, ahí está. Sola. En la casa vacía, con las paredes gritando silenciosas risas de un pasado. Su ausencia crea ecos mortecinos en cada habitación, en cada fotografía, en cada pensamiento precipitado.
No puede evitarlo.
No se da cuenta de qué se ha convertido en un espectro sin fundamentos que vaga en un hogar de nadie. Hace días que no se da cuenta de nada: ni tan sólo de que sus labios ya sangran de forma constante por tan fuerte que se los muerde al reprimir el miedo, ni de las marcadas ojeras bajo sus ojos, ni tan solo de lo huesudas que son sus manos que sostienen a cada minuto la primera fotografía que encuentran de ella.
Ella.
Ella, ella, ella.
Ojalá pudiera retroceder el tiempo. Ojalá le hubiera prohibido salir de casa durante ese día, durante esa noche fatídica en que se la arrebataron… durante esa vida. Porque ahora no puede más que sonreír hasta que cualquier noticia de los secuestradores la haga llorar; llorar hasta que cualquier noticia de su hija la haga sonreír.
Ya ves. Las cosas van así.
Deja la fotografía otra vez dónde estaba. Al girarse no se da cuenta de que el cristal se ha roto por una esquina y los cortes se expanden sobre la imagen como raíces blancas.
Tampoco se da cuenta de que no está llorando, de que su corazón no está latiendo, de que ya no está sonriendo. Y se reprime mentalmente y vuelve a ordenar a sus músculos faciales contraerse porque sabe que, si Sayu la viera triste, no se lo perdonaría jamás.