Subiendo un par de cosas de última hora...

Jun 28, 2008 20:25



Oía la cuenta atrás dentro de su cabeza. Era un sonido casi melodioso, dulce, infantil. Tan suave como la neblina que se deslizaba a rozar del suelo en suaves olas blancas en contraste con la noche, al otro lado de la ventana.

Diez… nueve… ocho…

Oía el compás de su respiración tranquila, el susurro traidor. Incluso oía el tenue repiqueteo de un corazón dentro del pecho, medio dormido, medio resignado. Todo pertenecía a ella. Levantaba la mirada del suelo, apoyaba la frente contra la ventana y solidificaba su alma en vaho contra cristal. Fuera, los fantasmas danzantes acechaban.

…siete…seis…

El primer grito fue lejano. Fácilmente podría haber pertenecido a un televisor de mala calidad que emitía una película de terror en casa de los vecinos. Un grito escueto, agudo y seco. De mil toneladas de desesperación condensadas en un segundo. Y ya estaba, no había más. Un muñeco de trapo que añadir a la colección.

Más vaho. Más fantasmas. Más deliciosa tentación a la muerte.

..cinco…cuatro…

El segundo dolió más de oír, era evidentemente más agudo, más débil, más aniñado. Fue prolongado y emitido entre sollozos y alguna que otra súplica igual de lejana. Todo venía de fuera. Todo de la planta alta, de los dormitorios, de un mundo aparte.

El grito cesó. En algún rincón de su cabeza, la chica por fin lo identificó como el de su hermana pequeña.

Fuera los fantasmas de niebla habían empezado a pegar la nariz al cristal. Podía ver sus ojos cristalinos, diminutos, blancos, observarla con sádica inexpresividad.

…tres…

Y sonrió. Hubiera sido bonito, se dijo. Si las cosas hubieran sido distintas, quizás incluso habría conservado la capacidad de arrepentirse de haber conocido a un monstruo. Lástima. Ese monstruo en aquel momento le era tan necesario como el aire que respiraba.

…dos…

─Te amo…

No era su voz. No eran sus ojos, teñidos de seriedad negra y sombras proyectadas por el umbral de la puerta. No era el brillo del revolver en su mano derecha, inmaculado, perfecto; el arma letal de un ángel. No era nada de eso, lo que le helaba y aturdía la sangre.

─Dónde quiera que vayas, recuérdalo. Te amo.

Era su sonrisa.

…uno.

La sonrisa rota y manchada de lágrimas inexpresivas de su novio.

+ + +
Título: Él
Fandom: Ouran Hight School Host Club
Claim: Kyoya/Tamaki
Advertencias: slash suave.
Para:
crack_and_roll 
Reto: celos
Palabras: 562
Notas: no me convence =S.



Odioso.

Corretea, grita, llora y ríe como un niño pequeño. Ahora está aquí, frente a ti, con esa sonrisa llena de repugnante inocencia, y ahora se ha ido al otro lado en un parpadeo. Va y viene, se va y regresa. Nunca te deja en paz.

Idiota.

Dice cosas que alguien no diría normalmente, hace bullir la ira helada que siempre has tenido instalada en el estomago. A su lado, el rencor se vuelve rabia. El silencio quejumbroso, gritos insolentes. Las apariencias se derriten, el interior cobra vida.

Él.

Sólo él. Lo consigue con un gesto, lo destroza con una palabra. Lo recupera con una sonrisa y te lo arrebata con un roce. El alma. La cordura. Todo. Todo.

¿Cómo lo hace?

Él es inocencia diabólica. Es un niño en el cuerpo de un adulto. Es un extraño. Es tu mejor amigo.

Lo es todo.

Es Tamaki. Sólo eso.

Se ha colado en tu mundo perfectamente ordenado sin pedir permiso, desertándolo a su antojo. Ha destruido las murallas de indiferencia y ha prendido fuego a los cimientos de hielo. Ha llenado el silencio de ruidos, molestos; voces y realidades, verdades mentirosas que no quieres creer.

Porque no sabe lo que dice. Porque es idiota. Porque no es más que un compañero más. Porque no es más que todo para ti.

Pero de algún modo te ha vencido. A ti. Al más perfecto enemigo, al estratega sin nombre, al marionetista de los hilos de la manipulación.

Te ha vencido. De algún modo, está por encima de ti. De algún modo.

¿Cómo…?

Te mira, se ríe. Te ve sin mirarte, sonríe. Siempre. Siempre. Tú te preguntas dónde está la gracia, qué es lo que ve en ti. O a través de ti. Quién sabe.

Y tú no haces más que devolverle esa sonrisa educada, fingiendo que no pasa nada. Que todo está bien. Que tu corazón sigue inmóvil, como ha estado todos estos años pasados.

Finges. Eres patético.

¿Hasta cuando, Ootori?

Y tarde o temprano…

… te rompes. Por primera vez.

Pero las fisuras de tu coraza, las heridas de la fachada, no derraman lágrimas como harían en alguien normal. No, tú no eres normal. Por eso lo que derraman son toneladas de odio. Por primera vez, audible, visible y palpable. Odio.

Odio.

Y no hay “no sé de qué me estás hablando” que valgan, porque él puede ver a través de ti ─Al contario que tú. No hay excusas ni evasiones inútiles porque él dice la verdad, siempre la verdad, la puta verdad.

Tu verdad.

Más tarde, cuando se haya quedado contento al fin de destruir por completo tu perfecto muro de indiferencia, probablemente el fuego también se habrá ido extinguiendo. Descubrirás que el suelo de hielo escondía algo más que copos de nieve muertos. Verás nacer unos brotes verdes que creías imposibles.

Él reirá, reirá, reirá. Cuando ya no quede ni odio, ni rencor ni nada más que transparencia, te dará un golpe en las costillas con el codo e insinuará, con una media sonrisa, que tú estabas celoso de él.

¿Celoso tú? ¡Ja! Claro que no. Nadie puede sentirse celoso de un crío como él.

Pero de algún modo, ese crío tiene razón. Siempre la tiene.

Estabas más que celoso. Estabas vivo, corroído, asfixiado y quemado de celos. Y sobretodo, de esa cosa extraña y desconocida que algún inculto llamaría “felicidad”.

+ + +

Fandom: Vidas Paralelas (original)
Claim: Darío/K
Para:
menteoriginal y
fanfic100_es
Prompt: pluma y sin color.
Advertencias: slash suave, casi inexistente. Los personajes son unos niños aquí, sooo... shota, supongo (?).
Palabras: 421
Notas: Aún estoy tratando de desarrollar la no-personalidad de K, así que, en este caso, mi miedo es el OoC (?). Ah, por cierto, el chico de mi userpic es Darío :].

Le encuentra en los dormitorios de la residencia, sentado en el suelo y con la espalda apoyada contra una pared. Las rodillas dobladas, acurrucadas contra el pecho. El mentón descansando sobre los brazos cruzados y los ojos meditativos, perdidos al otro lado una ventana.

Se sorprende al verle, más de lo normal. Quizás es por que el lugar que ha elegido para sentarse hace que la luz lunar le dé de lleno, como si le estuviese apuntando a él especialmente. Sepulta las sombras en cuatro insignificantes capas negras que esparcen por el suelo. Nada más.

El resto, todo es blanco. Su cabello, liso y corto, es blanco ─era albino, ¿no? Será por eso─. La capa con que se cubre es blanca. Su piel es blanca. El suelo es blanco por la luz, al igual que la pared.

Y claro, luego están sus alas. Esas extremidades débiles aún, cadavéricas, enfermizas, que emergen tímidamente de su espalda y le cubren parcialmente, como protegiendo a su portador. Las plumas son blancas. Un blanco real, limpio, dulce.

De algún modo Darío repara en su presencia. Sin apartar la mirada del exterior nocturno, entreabre los labios y murmura una sola frase.

─Odio la oscuridad.

El chico se sorprende. ¿Darío, la oscuridad? Pero se parece un niño tan tranquilo, tan sereno… la simple mención de que algo pueda asustarle resulta irreal.

Suspira. No dice nada más.

Y K, evidentemente, tampoco. Él nunca dice nada.

Se acerca con pasos lentos, precavidos, hasta situarse al lado del chico alado y se sienta en el suelo con movimientos calculados. Pero en lugar de imitarle y clavar la mirada en la luna, él la clava en dirección contraria, hacia el interior de los dormitorios, donde el fantasma de la oscuridad luce con todo su esplendor.

Qué irónico.

Darío es la luz. Darío es el tímido niño que calla, el amigo conciliador, el mestizo alado.

K no es nada. No es luz. No es oscuridad. K es una letra, el nombre de un cuerpo vacío y una conciencia dormida. K no siente, sólo se guía por todos los estímulos que su celebro mecánico procesa y emite la respuesta automáticamente. Completamente maquinal. Completamente hueco.

Y sin embargo, los estímulos son confusos en esa situación, así que reacciona de un modo extraño, instintivo: apoya la cabeza en blando hombro de Darío. Los censores táctiles de su mejilla emite un solo mensaje: el contacto es cálido. La piel de Darío es cálida.

La de K es puro hielo. Siempre lo ha sido. Siempre lo será.

+ + +

Fandom: Vidas Paralelas
Claim: Ethan/Naike (no-inciest)
Para:
menteoriginal y
fanfic100_es
Promts: Sanar y Agua
Advertencias: nada
Palabras: 292
Notas: like ever; Ethan puede tener cerca de más de cien años, pero aparenta un chico de dieciseis. Ah, y Naike no es su hija biológica; es algo así como la adoptiva. Anything else.

Ethan no suele quejarse. No es como Keith, que encuentra excusas y protestas a todo. Tampoco es como K, una máquina insensible. No Él no suele quejarse, pero hay una excepción a la regla…

─Cuidado con eso, por favor.

Naike detiene unos instantes el algodón empapado de agua a centímetros de la herida del hombro de Ethan y le mira con confusión. Él resopla.

─Trata de ser breve, ¿de acuerdo? ─insiste a media voz.

La chica parpadea unos instantes, sorprendida, pero luego asiente abajando la cabeza.

─Sí, padre ─susurra mientras presiona suavemente el algodón contra la sangre seca.

Ethan no suele quejarse. Él es resignado, realista, lo acepta todo tal y como viene. Y sin embargo, hay algo que no puede soportar: ser curado por alguien.

¿Orgullo propio? Quizás. Él no necesita que cuiden de él, nunca lo ha necesitado. Pero desde que Naike ha empezado a aprender primeros auxilios, simplemente, no ha podido sacarle de la cabeza eso de que se empeñe en curar a todo el mundo que encuentre herido.

Y eso no le exime a él. Por desgracia.

¿Por qué tiene que dejar que una niña pequeña le trate como a un inválido? ¿Por qué hay gente que tiene esa odiosa manía de tratar a los heridos como mártires? Ethan no es mártir. De ningún modo.

─¿Duele?

Ethan no contesta, sólo chasquea la lengua con fastidio. Naike vuelve a parpadear, más confusa aún.

─Padre, hoy estás muy raro…

El chico arquea una ceja. ¿Raro? No, para nada.

─No digas tonterías.

─Perdón…

Y callan. Ambos. Durante el resto del tiempo Ethan instala su más perfecto ceño fruncido y se agarra disimuladamente al borde de la silla, hundiendo las uñas en la madera.

Dios.

Cómo odia que se preocupen por él.

+ + +

Título: Nira
Fandom: Vidas Paralelas
Claim: Arín!céntrico.
Para:
menteoriginal y
fanfic100_es
Advertencias: ninguna (¿Cagarse disimuladamente en la religión cuenta?)
Prompt: nombre y trabajo
Palabras: 107

─¿Cuál es tu nombre?

Es una pregunta simple, inocente, que no esconde ningún misterio. Es su perdición. Es la frase que, una y otra vez, la hace volver a la realidad. El recordatorio permanente de que jamás podrá llevar una vida normal.

De modo que fuerza una sonrisa y un tono amistoso que se han evaporado hace tiempo.

─Nira ─contesta.

Miente, miente, miente. Porque no tiene otra opción. Porque tiene órdenes directas de Leo de no revelarle a nadie su nombre real.

Porque, como siempre, Arín Twinlight no es más que una maldita asesina encadenada a su superior, Leo, como un ángel lo está a su Dios.

+ + +

Título: Beso de sangre
Fandom: Vidas Paralelas
Claim: Arín!céntrico. (¿Arín/Leo?)
Para:
menteoriginal y
fanfic100_es
Advertencias: Mucho angst. Tortura psicológica.
Prompt: maldad y espadas
Palabras: 738
Notas: situado pre-cannon, es decir, cuando Arín intentaba integrarse en el grupo de sicarios. Para quienes no sepan de qué hablo: Leo es un sicario. Uno de bueno. Arín, en este drabble, es una niña que han secuestado -qué más tarde se unirá a ellos-. Ambos son antagonistas. Ah, y Arín padece varias fobias, entre ellas, la besofobia (como el propio nombre indica, miedo intenso a los besos). Eso es todo =).

─K me ha contado algo muy interesante…

Arín suelta un pequeño jadeo de pánico al oír eso y abre los ojos desmesuradamente, aterrada. Leo sonríe, regocijándose de haber conseguido ese efecto con sólo una frase.

─Según él, tienes algún tipo de miedo relacionado con tu cara, ¿verdad?

Sin darse cuenta, la chica empieza a temblar de pies a cabeza. Se acurruca con más fuerza contra la pared de piedra, presionando los brazos alrededor de sus piernas desnudas y magulladas. Hunde el rostro en las rodillas. Tiembla, tiembla, tiembla.

Los espasmos de su espalda se incrementan cuando el paso que Leo da en su dirección crea ecos mortecinos entre esas cuatro paredes.

El chico ríe lenta y perversamente.

─Me pregunto qué miedo será ese…

Arín asoma un poco los ojos por encima de las rodillas. Ojos dorados, muy abiertos, anegados en lágrimas vivas.

Leo hace un análisis rápido de la situación: ahora Arín, la niña vagabunda que han capturado, está presa, con las manos esposadas y cadenas alrededor de sus tobillos ─demasiado apretadas, al parecer, por las marcas rojas que estos lucen─. Pero si se asustara demasiado podría intentar huir. Romper las cadenas. Al fin y al cabo, debe hacer unos cuatro meses que la tienen ahí, y en ese tiempo el sudor, las lágrimas y la sangre ha terminado por oxidar el metal. Sería fácilmente quebradizo ahora.

La sonrisa no se desvanece.

Oh. Pero, ¿acaso tendría algún lugar dónde ir? ¿Tendrían sus piernas suficiente fuerza para aguantar ese cuerpo débil? ¿Tendría ella el valor para enfrontarse a la muerte en persona y escapar con vida?

Definitivamente, la pequeña no puede hacer nada. Está a la meced de él. Sólo de él.

Se acerca con lentitud humillante, desesperante. Arín vuelve a temblar y se esconde detrás de las rodillas, como si eso pudiera alejarla de la realidad. Inútil. Completamente inútil.

─Me pregunto… ─se detiene y se acuclilla frente a ella para quedar a su altura─… qué será…

Sin darle tiempo a reaccionar, acerca la mano rápidamente al rostro de ella y la toma con brusquedad del mentón, obligándole a alzar la cabeza. Ella no opone resistencia; está demasiado asustada.

Su campo de visión se limita a los labios de Leo, torcidos en esa macabra sonrisa llena de desprecio.

─¿Quizás… los ojos?

Leo desliza las yemas de los dedos del mentón hasta la comisura de los ojos sobreabiertos de Arín. En un alto reflejo, ella los cierra con fuerza, pero el chico se limita a acariciar los párpados con delicadeza impropia. Cada gesto está teñido de vil hipocresía.

─¿O puede que sean las mejillas?

Arín jadea ligeramente cuando nota como los dedos de Leo se desplazan ahora hacia abajo y se detienen en su pómulo izquierdo. Roza en el proceso algunos rasguños y la sangre se esparce, desliza, petrifica sobre la piel marcando un rojo sendero.

Una risa oscura resuena dentro de su cabeza.

─Qué… ─los dedos presionan la mejilla, las heridas se abren y duele, duele, duele─… tierna…

La chica se muerde el labio inferior para no jadear. El miedo se convierte en latigazos de pánico cuando nota que las inexorables yemas se deslizan ahora en dirección a sus labios.

Ahoga un grito y aparta el rostro bruscamente, recuperando parte de la movilidad perdida. Los espasmos son ya brutales.

Por unos instantes la mano de Leo permanece lejos de su piel y ella casi puede respirar tranquila. Pero, tan pronto como él comprende el significado de eso, la mano vuelve a volar y a aferrarse entorno a su mentón, alzándole el rostro tan exageramente que ella suelta un gemido de dolor. Siente que mil espadas se le hunden en las paredes interiores del pecho.

─Qué interesante…

Los dedos son un agarre de hierro, frío y duro. El pulgar se desliza hacia arriba y roza el inicio del labio inferior con macabra dulzura.

─Con que los labios… ¿eh?

La mente se distorsiona, las ideas colisionan entre sí y entre las paredes de su cabeza. Gritan súplicas mudas. Suplican gritos arrolladores que sólo puede oír ella.

─Por… favor…

Y la mente de pronto se duerme, aturde, muere cuando ya no es un pulgar lo que siente contra la piel, sino otros labios. Labios de piedra, bruscos, amenazantes. Sangrientos. Crueles.

Entonces, sólo entonces, Arín comprende que Leo es la propia Muerte en persona, el ángel caído que le arrebatará constantemente la vida, la cordura y la tímida esperanza de sobrevivir.

Para siempre.

+ + +

Fandom: Vidas Paralelas (original)
Claim: Sam/Arín (no-inciesto)
Para:
fanfic100_esPromtp: trébol.
Palabras: 139
Notas: bastante general y bastante patético, pero es para llenar (?).

En una ocasión, cuando eran pequeñas, Arín confesó con una sonrisa soñadora que le gustaban los tréboles. Más concretamente, los tréboles de cuatro hojas. Ante la atónita mirada de una aún inocente Sam, le contó que los mayores solían llevarlos encima para atraer la suerte.

Esa noche Sam no vino a dormir. Madre no se preocupó de ella, a pesar de que el hecho de que su hija de ocho años pasase la noche fuera no era muy normal. A la mañana siguiente, antes de despertar, Arín encontró sobre la mesita de noche un trébol verde, fresco aún de rocío y sucio de tierra. No le hizo falta comprobar que las manos de su gemela estaban sucias de tierra para averiguar qué había estado haciendo esa noche, en silencio, demasiado orgullosa o demasiado tímida para confesarlo en voz alta.

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Y, señoras y señores, *redoble de tambores*: ¡he acabado el dekasem =D! *feliz*

tema: slash, comu: fanfic100, comu: crack and roll, comu: menteoriginal, tabla: experta, fandom: original, tema: femslash, tema: het, fandom: ouran high school host club, tabla: 100prompts, claim: kyoya/tamaki, claim: k/darío, claim: leo/arín, claim: ethan/naike, fandom: vidas paralelas, claim: sam/arín

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