Jun 20, 2008 20:24
Contemplar comer a Mike, de cierto modo, es todo un espectáculo.
No porque sea maleducado; a decir verdad, cada vez que se lleva una patata frita a la boca o una tableta de chocolate, lo hace con calma, como si fuera una rutina. A su vez, mastica silenciosamente y no hace ningún tipo de gesto grosero.
No, no es eso.
Resulta un espectáculo… simplemente, porque el chico no puede parar de comer.
Da igual dónde estén, con quién o cuándo… Mike siempre tiene una bolsa de patatas en la mano. O una bebida de gas. O cualquier golosina.
Es como un niño pequeño; incapaz de estarse quieto.
Y Sam, por enésima vez, se pregunta… ¿dónde demonios mete esas toneladas de grasa? Por Dios, el niñato tiene la complexión de un oso, robusto y fuertote. ¿Acaso hay espacio entre esas grandes capas de musculatura para la cantidad de calorías que ingiere cada día?
No.
Definitivamente, no.
El niño, simplemente, es suertudo con el tema de la comida.
─No, Sam ─insiste él una vez más, llevándose una palomita de maíz a la boca─. No es suerte; es que tengo el metabolismo más alto que la mayoría de personas.
─Tú lo que tienes es la gilipollez más alta que la mayoría de personas. Punto final.
Mike sonríe.
─Claro, claro…
+ + +
Prompt: "Soda" y "Bebida".
Tiene sed.
No lo deja ver, claro. Es demasiado orgullosa para reconocer que una semi-diosa como ella tiene una debilidad tan humana como la sed. Eso heriría su ego. Por supuesto.
Por tanto, se limita a seguir caminando al lado de Mike, con los brazos cruzados y la boca cerrada con fuerza. Y sin embargo, el escozor de su garganta no cesa.
Es como tener un manojo de algodón metido en la nuez. Como un cactus, que le va arañando sutilmente el cuello desde dentro. Carraspea. Le da la sensación de que la piel petrificada se cae a trozos por ese mísero gesto.
Pero algo cambia. Algo invade su campo de visión ─exáctamente, el asfalto del suelo infinito e idéntico─.
Una mano grande y morena que le tiende una soda.
Sam levanta la mirada, confundida, y se toma con la sonrisa comprensiva de Mike. Es él quien le tiende la bebida en ademán despreocupado. El sol arranca destellos dorados de su cabello engominado.
─¿Tienes sed, verdad? ─antes de que ella siquiera pueda contestar, él se adelanta─. Estás callada, más de lo normal. Además, llevamos andando casi tres horas y no te has quejado…
La sonrisa se ensancha y muestra una hilera de dientes. Una sonrisa granuja.
Sam parpadea, saliendo momentariamente de su trance. Entonces su reacción agresiva no se hace esperar. Resopla, fastidiada y a la defensiva, y lanza una mano en dirección a la bebida para tomarla al vuelo.
No da las gracias ─y Mike no las espera. Sabe que ella no va a rebajarse a decir tal cosa.
─No supongas tantas cosas, niñato.
Mike suspira. Una vez más, tiene la sensación de que los papeles se están intercambiado y es él, el mayor, el chico grandote, el “jefe”, quien se está quedando sometido a una enana antipática y con complejo de diosa.
A decir verdad… lo cierto es que no le desagrada tanto la situación.
+ + +
Prompt: "Dulces" y "Años".
─¿Dulces?
Los ojos de Mike se iluminan; ligeramente más abiertos de lo normal, con un brillo de ingenuidad especial y con el iris verde tan resplandeciente que resulta incluso exagerado, ridículo. Y la expresión de su rostro tampoco se queda atrás: una sonrisa sincera, ancha. No hay rastro de sombras en sus rasgos.
Demonios, Sam incluso juraría que está sonrojado.
Patético. Patéticopatéticopatético…
─¿Dulces? ¿Dónde has dicho que hay dulces, Sam?
… completa y absolutamente patético. Joder. ¿Es que el niñato no tiene orgullo propio? ¡Si ya roza los dieciocho años! ¿Cómo puede tener gustos tan infantiles como “los dulces” a su edad? En su vida Sam ha visto una cosa tan patética y tan…
─Saaaaam….
¿…adorable?
+ + +
Prompt: "Sin dinero" y "Acción de gracias"
Al final ha sucedido: está sin blanca.
Da igual dónde busque: en los bolsillos de todos sus tejanos, debajo de la cama, en todos los rincones del ático, incluso debajo de los montones de ropa que tiene en su leonera… nada. Ni un mísero centavo.
Ya se ha quedado sin dinero.
Jo. Bueno, se veía venir… tanto gastar en sus amadas bolsas de patatas a terminado por pasar factura ─y nunca mejor dicho. Y, oh, claro, también a afectado ese último videojuego que se ha comprado al chino de la esquina. Ah, y ese implante que ha encargado al mecánico del barrio de los androides. Y el regalo de cumpleaños de Naike, y las tabletas de chocolate, y los…
Detiene en seco sus pensamientos y sus ojos se fijan justo encima de su cama, dónde reposa una bolsita de cuero que no ha visto antes. Y que no reconoce. No es suya.
Sin embargo, de un salto, aterriza de rodillas sobre el edredón y toma el objeto en manos. Al abrir la cuerdecillas que cierra la boca de la bolsita, descubre que dentro hay un par de monedas y… una nota.
Un papelillo arrugado con una tosca letra que solo dice una palabra.
Idiota.
Mike sonríe. Sólo hay una persona que le haría un favor así y sería demasiado orgullosa para reconocer que ha realizado una buena acción…
+ + +
Prompt: "Función" y "Relámpago".
Cuando Mike está despistado, con la cabeza en las nubes ─algo que suele suceder muy a menudo─, Sam se encarga de devolverle a la tierra a malos modos. Sus modos. Los únicos que sabe usar, a decir verdad.
A veces cae un puñetazo ─de la misma potencia que una picadura de mosquito, todo sea dicho. Se pone de puntillas para alcanzarle el rostro e impacta su puño cerrado contra la mejilla de él a la vez que murmura un “¡Despierta, idiota!”. Mike suele tardar unos cinco segundos en reaccionar, llevarse una mano a la mejilla y reparar en que lo que acaba de sentir no ha sido un soplo de viento, sino un puñetazo de la enana que le mira furibunda desde abajo.
Otras veces prueba… otros métodos. Los que ella llama “mariconadas”.
Le empuja. Coloca las manos sobre el firme pecho de él y le impulsa hacia atrás hasta que su espalda topa contra alguna pared salida de la nada, de modo que quede acorralado entre el muro y la propia Sam. Y sonríe. Y mientras le agarra un mechón de cabello rubio para hacerle agachar la cabeza y tener sus labios a su alcance más fácilmente, un solo pensamiento pasa por su cabecita pelirroja rápido como un relámpago.
La verdadera función empieza ahora.
+ + +
Prompt: "Sala" y "Interiores".
─Esta noche que soñado que estaba atrapado en una sala y las paredes se iban cerrando poco a poco, como si fueran a aplastarme.
Sam deja a medias el bocadillo que estaba a punto de morder y sus dientes se cierran entorno al vacío mecánica y lentamente. Al mirar a Mike, quien acaba de hablar, sus ojos tienen un matiz peligroso.
─¿Qué mierda es eso?
Él ni se inmuta, sonriente.
─Mi sueño. Te digo, lo que he soñado esta noche…
─Ya sé lo que es ─le espeta ella─. Pero, ¿a qué viene?
Mike se encoge de hombros.
─Me apetecía comentártelo.
─Idiota.
Silencio.
─¿Te imaginas que ahora las paredes de esta sala empiezan a acercarse para asfixiarnos?
Sam arquea una ceja.
─Vale, tío, ahora en serio… ¿qué te has fumado?
Mike parpadea, en inocente confusión.
─Yo no fumo, Sam…
Ella resopla.
─Mira, hazle un favor a la humanidad y cierra el pico.
─Claro, claro…
Mike no entiende porque Sam siempre parece permanentemente enfadada. Quizás… quizás ella también ha tenido una pesadilla y no quiere contarla. Sí, será eso. Oh.
─Pobre Sam… ─murmura para sí, apenado.
─¿Has dicho algo?
─Nada, nada.
+ + +
Prompt: "butaca" y "¿Dónde?".
Se remueve, inquieto, repiqueteando con los pies en el suelo. Ahora se muerde las uñas y ahora resopla sonoramente. Y luego tararea. Tararea. ¿Cómo puede mostrar esa falta de disciplina en un lugar serio como ese?
Y claro, falta el golpe de gracia. Tres… dos… uno…
─Sam, me aburrooo…
…Bang.
Sam le mira de reojo frunciendo el ceño y los labios.
─¿Y qué quieres que haga yo, si se puede saber?
Él pone los ojos en blanco en gesto pensativo.
─No sé. Hum… ─se lleva una mano al mentón─. Juguemos a algo.
Ella entrecierra los ojos. Cree que Mike se está burlando.
─¿Crees que es momento para jugar?
─¿Por qué no?
Sam suspira. Definitivamente, Mike debe organizar mejor sus prioridades.
─Para empezar, por si se te había olvidado, te recuerdo que tienes diecisiete. Dime cuantos chicos de diecisiete “juegan” como si tuvieran tres… vale, eso por un lado. Por otro, ¿no puedes elegir un mejor momento? El avión está a punto de despegar y nos…
Calla. Mike se ha acercado a ella más de lo normal, demasiado. Apoya el codo en el reposabrazos de Sam y deja caer la mayor parte de su peso en éste. Además, su rostro está casi tan cerca que la nariz de vez en cuando le roza el lóbulo de la oreja de un modo escalofriantemente sensible.
─Creo que tenemos un concepto distinto de la palabra “jugar”…
+ + +
Prompt: "Sonido" y "Exteriores".
─¿No has oído ese ruido? ─dice de pronto Mike
Sam bosteza.
─¿Qué ruido?
─Ese. Fíjate…
Y eso hace. Se despereza silenciosamente, aún tumbada en la cama, y presta atención.
No se oye nada; ni entre las cuatro paredes del dormitorio ni en el exterior nocturno. Como mucho, el susurro lejano del viento, pero nada más.
La chica resopla.
─¿Te estás riendo de mí? ─pone los ojos en blanco─. Yo no oigo nada.
Mike no contesta. En lugar de eso, se incorpora lentamente en su propia cama y da una ojeada circular a la habitación, prudente. Su rostro está serio.
─No me río de ti. Sólo escucha… ─silencio─. ¿No lo oyes?
Sam entrecierra los ojos; empieza a estar cansada de ese rollo y más convencida que nunca de que Mike le está tomando el pelo.
─Bum-bum, bum-bum… ─murmura él.
Se levanta de la cama, aunque eso Sam no lo puede ver, ya que ha vuelto a cerrar los ojos con la intención de dormir. Al igual que tampoco puede ver el instante exacto en que siente un nuevo peso en su propia cama. Sobresaltada, abre los ojos, sólo para encontrarse los manos de Mike apoyadas en la almohada, a ambos lados de su cabeza, y el rostro del chico a escasos centímetros del suyo propio.
Su sonrisa divertida.
─Bum-bum, bum-bum… ¿De verdad no lo oyes?
Y sí, justo en ese momento, Sam oye el sonido por primera vez: un latido delatador en el interior de su pecho.
+ + +
Prompt: "Terror" y "Lluvia".
Cae al pie del muro, jadeante, agotada, aún sumida en su silenciosa agonía.
Llueve, pero no le importa. Probablemente, ni tan solo se ha dado cuenta. Ni tan solo debe ser capaz de diferenciar si el líquido que se desliza por su espalda medio desnuda es sangre, sudor o lluvia. Tanto da. Todo es igual de asqueroso.
Cuando siente el frío del asfalto contra la mejilla, a su vez, un pinchazo de ira se abre paso entre las toneladas de aturdimiento. Un pinchazo de orgullo herido, de cabezonería, quizás. De desafío hacia el mundo y hacia ella misma.
Trata de levantarse, una vez más.
Primero debe vencer la inconsciencia, el sueño falso, que la tienta a cerrar los ojos y ha dejar huir la mente de ese cuerpo magullado. Luego tiene que recuperar la movilidad, tiene que recurrir a toda su -escasa- fuerza para hacer algo tan simple como cerrar una mano en un puño, sobre el suelo. Trata de ponerse en pie de nuevo, de alzarse sobre sus rodillas. Cuando pasa el tiempo deja de estar segura de si lo ha conseguido realmente o eso no es más que una jugarreta de su mente, un sueño, una ilusión.
No es capaz de levantarse. Nunca.
Sam no tiene miedo a nada. No tiene miedo a las heridas que producen las navajas ajenas sobre su piel, sus brazos, su cara -aunque duelan, duelan mucho-. Tampoco tiene miedo al fracaso; ha convivido demasiado tiempo con él.
Sólo hay algo que le cause terror: rendirse. Porque rendirse seria firmar su propia condena de muerte.
Y eso la aterra.
A ella, a la chica dura, a la niñata de sonrisa engreída. A ella. Ella…
Por eso se lleva a límites demenciales. Abre sus propias heridas al apoyar las manos sobre el asfalto, ensucia su dignidad de agua de lluvia encharcada. Grita de dolor cuando la sangre tiñe la tela de sus tejanos a la altura de las rodillas, se desliza hacia las piernas y muere en la tierra dormida.
Siempre sola. Siempresiempresiempre…
Y es mejor así. De ese modo duele menos. De ese modo se puede permitir ser un poco -solo un poco- más tolerante consigo misma.
Pero siempre hay una excepción a la regla, claro. Unos pasos lentos que se acercan en respetuoso silencio. Una mano cálida que se detiene en su frente, cuya palma eclipsa de pronto su anterior campo de visión, el cielo lluvioso. Y ese suspiro resignado, casi apenado, y esas débiles palabras pronunciadas con la misma consternación que tendría un niño.
¿Por qué siempre te metes en peleas, Sam?
Y ella querría curvar los labios con sorna, esbozar su perfecta expresión de malicia. Ser una diablesa, la mala de la historia, su papel predilecto. Pero tiene que limitarse a ser la víctima y sentir como Mike deja caer su chaqueta sobre ella para arroparla y, una vez más, la lleva en brazos hacia un hogar que no recuerda como propio.
Una y otra vez. Una enfermiza, gris y cálida rutina.
comu: menteoriginal,
fandom: vidas paralelas,
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