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─Claro que también podrías pagar esas flores con tu cuerpo…
Son sólo un par de palabras. Un par de sonidos pronunciados de un modo lento e inquisitivo. No obstante, frío. Y han sido dichas de un modo premeditado, perfectamente calculado. Como todo lo que haces.
En una fracción de segundo ves la confusión en sus ojos castaños. En la siguiente fracción de segundo sientes, hueles, notas cada pequeña partícula de esa confusión latente.
En sus ojos, inocentes incluso en una situación así. En su piel, que permanece estática, blanca y frágil, debajo de la tuya. En sus labios entreabiertos. En su alma inquieta reflejada al otro lado del iris.
Impropiamente, te recuerda a una muñeca. Sonríes con ironía, una sonrisa medio escondida por la oscuridad del dormitorio.
Analizas tu próximo movimiento. Tu próxima jugada, perfecta, calculada. Las palabras carecen de vida al entrar en contacto con la realidad.
─Deberías arreglar ese “ser un chico o una chica no importa” ingenuo que tienes ─entrecierras los párpados con un sentimiento que recuerda lejanamente a la molestia─. Tú tienes la culpa por ser tan indefensa.
Abre más los ojos ante eso. Casi te parece oír un pequeño mecanismo que encaja dentro de su cabecita morena, algo en lo que repara ahora y no antes.
Pero hay algo que no comprendes, algo que no has conseguido calcular.
Ella no siente miedo.
A pesar de que la tengas acorralada. A pesar de que en este instante todo esté en tus manos. A pesar de que la distancia sea nula…
─Kyouya-sempai, tú no lo harías… porque no conseguirías ningún mérito al acostarte conmigo.
… sigue tan calmada como siempre.
De algún modo, eso te derrota. Pero no te importa, porque eso también estaba previsto, esa vía de escape por si las cosas se torcían. Porque tú dominas la situación y tú decides hacia dónde dirigirla. Y en este instante has decidido darte el lujo de la rendición
─En efecto ─musitas.
Lentamente, con pereza, de apartas de encima suyo y te sientas al borde de la cama. Fuera empiezan a caer las primeras gotas de lluvia.
Sonríes.
─Eres una persona muy interesante…
Y no hay más. No hay ninguna otra palabra, no hay ni la más mínima intención de seguir escuchando lo que esa chica insiste en decir. No la escuchas. No lo necesitas. No necesitas que ella te justifique con su irritante sonrisa transparente, no necesitas de sus comentarios amables.
Porque eres muy superior a todo eso.
Te levantas. Yamaki entra en el dormitorio. Apenas reparas en él. Ya en pasillo puedes oír sus estruendosos gritos reclamando respuestas a Haruhi por lo que ha visto.
Pero no importa. No importa realmente…
… porque te cuesta admitirlo, pero esa calma que ha mostrado Haruhi no la tenías prevista. No estaba milimétricamente calculada. No estaba en tus planes.
… y por tanto, alguien de quien no puedes predecir las acciones, simplemente, no te interesa.