Mar 22, 2008 11:52
1. Angustia
Está cerca. Siente su fétido aliento penetrar por cada partícula de su ser, devorándola por dentro.
Inconscientemente se acurruca más en el interior del armario, tratando de darse calor en vano. Su piel es vivo hielo. Se sorprende a sí misma rezando al cielo entre súplicas temblorosas y desesperadas.
Puede sentirle, olerle, verle, notarle. Se desliza por el suelo bañado en oscuridad, cual muerto en vida escurridizo. Sus movimientos son felinos, los de un psicópata que acecha a su víctima. No le ve completamente, pero sabe que tiene una sonrisa pintada en el rostro. Y la está llamando. Su nombre resuena en la casa vacía con un tono de dulzura infantil e histérica. La llama. La busca. La acecha.
Ha empezado a sollozar. Sabe que no debería, pues el ruido de su llanto la delatará, pero está demasiado cansada de todo. Quiere dejar de sufrir, de sentir esa palpitante angustia. Quiere dejarse atrapar de una vez por todas para que el mundo cese de observarla en mitad de la noche. Esa persecución ha llegado demasiado lejos y ya no tiene fuerzas para luchar.
Quiere morir, aunque sea a sus manos. Quiere morir.
Y como respondiendo a la petición silenciosa, el atacante da un torpe paso en su dirección. Su risa resuena en la habitación en un eco muerto. Da otro paso tambaléate; jadea, se arrastra, se retuerce, sonríe.
Sonríe, sonríe, sonríe.
Una rendija de luz se abre paso en mitad de la oscuridad que la rodea. Un par de percheros chocan levemente entre ellos y crean un ruido metálico, como el tintineo de unas campanillas.
Él la mira con sus ojos inyectados de sangre. Y la voz que en un pasado llegó a amar le apuñala los sentidos.
─Te he encontrado, mi niña… mi princesita…
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2. Dolor
A menudo garabatea en un cuaderno. Su cuaderno. Es su alma materializada, donde se encuentran todos sus secretos. Es su dimensión paralela más preciada.
De vez en cuando comparte diálogos profundos con él. Siempre en silencio.
Gira una página distraídamente para encontrarse con otra en blanco. Perfecta, inmaculada. Es justo lo que necesita.
Acerca la mano a la mesita de noche que hay a un lado de la cama donde está tumbada, sin apartar la mirada del cuaderno que descansa sobre la almohada. Sus dedos palpan algo frío y metálico. Lo agarra con decisión y lo lleva hasta ella. Aún sin despegar sus ojos hipnotizados de la página en blanco, toma el cuchillo en su mano izquierda y, sin pizca de miramiento, hunde la punta lentamente en el índice de la derecha.
No siente dolo físico. Hace tiempo que es inmune a él.
La piel se tiñe de rojo, al sangre se desliza por su índice en dirección a la muñeca. Ignorando todo eso, ella lo acerca a la hoja y escribe algo con torpeza.
Me odio
Una pequeña ─muy pequeña─ mariposa negra aparece de la nada en la estancia. Revolotea unos instantes frente a los ojos curiosos de su dueña y, tras una despedida silenciosa, desaparece a través de una ventana próxima.
La chica sonríe. Su primera sonrisa. Vuelve a garabatear con el dedo ensangrentado en la libreta, justo debajo de su última frase.
No soy nada
Unas alas negras le nublan la vista, posesionándose sobre su dedo ensangrentado. Una muda caricia de una nueva mariposa.
La chica ríe, mueve un poco la mano, y la mariposa echa a volar en la misma dirección de la última.
Ya queda poco… sólo una frase más y se habrá liberado completamente. Vuelve a garabatear algo con ímpetu.
Quiero morir
Y sin embargo, esa vez no sucede nada. No aparece ninguna mariposa de la nada, nadie acude a distraerla. Ya no quedan más sentimientos de dolor que necesiten emerger de su interior y echar a volar.
Ya se ha desahogado completamente.
Dando por finalizada su tarea diaria, la chica esconde la libreta debajo de su colchón y apaga la luz. No sé molesta en sanar la hemorragia de su índice; sabe que volverá a necesitar esa pluma carmesí al día siguiente.
Ese es su particular modo de sanar el dolor. Y cabe decir que le va bastante bien. Así, la espera hasta que llegue la parca se hace más amena.
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10. Desconocida
Lunes por la mañana. La rutina vuelve a apoderarse de ella.
Se encuentra en su dormitorio, frente al tocador. Está terminando de acicalarse, de tratar de arreglar en vano las impurezas que surcan su rostro. La mayoría de gente no puede verlas. Ella sí. Puede ver sus lágrimas invisibles, que no han querido desaparecer desde la noche anterior. También percibe aún la palidez mortal de sus mejillas tras la vivida pesadilla que sufrió. Son meros detalles, pero la disgustan.
Su mano de pronto deja de sujetar el cepillo con el que se peinaba la melena oscura y este cae al suelo con un ruido seco. Ha notado algo, una cosa de la que antes no se había percatado.
Su reflejo, la chica de sonrisa rota. Es una completa desconocida.
Frunce los labios, y la chica del espejo la imita. Siente un profundo odio por esa niñata débil. Un odio que procede de lo más interior de su alma.
─Estúpida… ─murmura frente al cristal.
La desconocida abaja la cabeza y el cabello le cubre el rostro, lo envuelve en sombras. No tiene suficiente. Necesita gritarle al mundo cuanto la detesta.
─Imbécil… eres una vergüenza. Jamás deberías haber nacido, sucia caída.
Tiembla, sus hombros se convulsionan levemente. Oye un sollozo que llega a través del cristal. Pero no tiene suficiente. Nunca le habrá dicho suficientes palabras envenenadas.
─Asquerosa… deberías morir. Ayudarías a todos los de tu alrededor.
La insulta, la humilla, le dice las más crudas verdades… a través del espejo. Sin ápice de remordimientos.
A fin de cuentas, es sólo una completa desconocida.
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fandom: original,
claim: ángel caído,
comu: retos a la carta,
tabla: angst