May 06, 2008 19:31
Jadeas, tu vista se vuelve un mar de nebulosa. Sonríes con un rastro de emoción que roza la felicidad histérica y la locura.
Por fin.
Jamás te creíste capaz de ello, ¿verdad? Tú, el tímido niño que callaba. Tú, el niñato de malas costumbres, el que se acobardaba ante la mención de una paliza.
Tú…
Finalmente te has atrevido a hacerlo. Enhorabuena. Ahora sólo queda esperar a que el tiempo haga su función.
Lo hará.
Quizás en algún rincón de tu pecho sientes una espina de culpabilidad. Te sabe mal por aquellos que aún tuvieron el mal vicio de apreciarte: tus padres, quizás. Un par de amigos en el instituto, quizás. Ellos lo lamentarán. Serán de los pocos a quienes les importará que desaparezcas.
Lo sientes por ellos, pero ya está hecho.
Sonríes y lloras, derramas lágrimas de alegría y desesperación. ¿A qué sabe la muerte? ¿Es dolorosa? Oh, por supuesto que lo es. Trata de describirla con tu último aliento, venga…
La muerte sabe a amargura, a agua salada. La muerte huele a putrefacción, a sangre, a metal. Y su tacto es el frío glacial de una navaja que se hunde en tu piel. Su sonido es de un latido que resuena en tus tímpanos, el pálpito de tu desbocado corazón. Poco a poco se va apagando. Poco a poco se desvanecerá.
La muerte es dulce, una noche sin estrellas. Tu muerte debe ser especialmente dulce, porque ni tan sólo en un momento así puedes apartar la imagen de May de tu cabeza.
Sonríes. Pronto todo acabará, ese es tu único consuelo. La bañera se llenará completamente de líquido carmesí, la sangre dejará de ser esa mancha borrosa que inicia y acaba en el lugar justo en que tu muñeca entra en contacto con la superficie acuática.
Tu cuerpo quedará inerte como el de un muñeco de trapo. Blanco. Frío. Como el de esos zombis que tanto has visto en esos videojuegos de miedo a los que juegas, ¿recuerdas? Tú serás así. ¿Quieres hace alguna broma de último momento? Oh, sí, claro: esperas no ser tan feo como ellos.
Te ríes sólo, vacío, de tu propia ingenuidad. Eres patético.
Un último latido doloroso que hace ecos en las paredes interiores de tu pecho. Con la mano derecha sueltas la navaja -que cae sobre las baldosas en un tintineo metálico- y te agarras al borde de la bañera, como si apenas pudieras sostenerte consciente. De cierto modo, es la verdad. La cabeza te da vueltas. Mierda. Vas a vomitar de un momento a otro…
De pronto te llega una apremiante sensación. Rápido. Más rápido, joder. Muere ya de una vez, detén esta maldita sensación de asfixio que asciende lentamente por tu garganta.
Nadie te lo advirtió.
Nadie te advirtió que la agonía anterior a la muerte iba a doler tanto.
No te gusta. La detestas. Quieres que termine. Que acabe ya. ¡Ya! ¡AHORA!
Gritas.
No sabes cuanto tiempo ha pasado. Quizás minutos, horas, desde que te hiciste el primer tajo en la muñeca y desde que el primer hilillo de sangre se deslizó por la palma de tu mano. Sonríes, contento de que tus padres no estén en casa. Como siempre, trabajan.
Es mejor. Ojalá nadie haya escuchado el anterior grito.
Tienes sueño, ¿verdad? La inconsciencia te tienta como un asesino tienta a un niño con un caramelo. Es un lecho mullido y cálido, lejano a este mal trago que tienes que aguantar. Paciencia, chico, te diría tu padre si estuviera aquí. Paciencia, todo a su debido tiempo.
Quieres… morir de una… puta vez…
Y sin embargo, cuando tu inconsciencia ya es casi una realidad palpable, algo que devuelve poco a poco a tu deshecho cuerpo.
¿Qué es eso? Tratas de identificarlo. Es un sonido. Un ruido repetitivo e insistente, agudo. Con torpeza y esfuerzo, abres tus párpados de plomo.
El ruido viene de algún punto por encima de tu cabeza. Distingues algo más; un sonido vibrante.
Tu adormilado cerebro por fin identifica de qué se trata. Tuerces los labios en una amarga sonrisa y el dolor que sientes en ellos te anuncia que acabas de cortártelos al hacer esa mueca.
Vaya… ¿acaso existen las coincidencias? Has pensado en May durante todo el tiempo y ahora simplemente sabes que es ella quien te está llamando al móvil.
Es ella. Tiene que ser ella. Si es cualquier otra persona, vas a colgarle sin dejarle pronunciar palabra.
Tienes que acordarte de qué hacer para mover tus articulaciones. Duele. Poco a poco el tacto regresa, te perfora los sentidos. Reprimes un nuevo grito cuando te apoyas parcialmente en el borde de la bañera para alzarte y acercar la mano al mueble sobre el que se encuentra el teléfono.
Tus dedos fríos rozan la superficie de mármol hasta dar con el escurridizo aparatito. Bingo. Lo atrapas con dedos temblorosos y lo acercas de nuevo para poder ver un solo nombre brillando en la pantallita verde.
May.
La sonrisa empieza a doler, de tanto que la acentúas. Tratas de darle al botón para contestar, pero fallas varias veces. Mierda. Tienes la vista desenfocada.
Lo consigues. Te llevas el aparato al oído. Su tacto casi es cálido contra la piel de tu oreja helada.
─May…
─¿Keith? Keith, ¿dónde estábas? La línea de teléfono de tu casa no funciona. No tienes ni idea de lo que me ha costado poder…
─May, cállate, por favor.
Silencio al otro lado. Percibes una respiración exageradamente pausada, como si su propietaria se esforzase para mantenerla así.
─Keith, ¿te pasa algo? Tu voz… ¿qué es eso? ¿Estás temblando? ─silencio─. ¡Keith, maldita sea!
El tiempo se acaba, lo presientes. De reojo echas una mirada a la bañera llena de agua. La visión te causa una inexplicable liberación.
El líquido ya es completamente rojo. La sangre ha terminado de expandirse, casi ya no te queda una gota en el cuerpo. Sacas la mano izquierda del agua y la imagen se te antoja irreal, falsa; una extremidad grotescamente blanca con una capa rojo líquido tan chillón que parece maquillaje de las típicas películas de terror malas.
Pierdes la voz, pierdes el alma. Te tambaleas entre la fina línea del vacío y la realidad.
Pero aún hay algo que debes hacer. Algo que debes decirle a la única persona del mundo que vas a echar de menos.
Los dedos se crispan entorno al móvil. El aire escasea de pronto en el baño.
─May… te amo…
Silencio al otro lado de la línea. El silencio más frío y eterno que jamás has oído.
Oyes un golpe seco de algo caer sobre las baldosas y de pronto el suelo se precipita contra ti a toda velocidad.
De pronto ya no hay nada. Sólo vacío.
Nada…
comu: lunas y tinta,
claim: keith/may,
fandom: vidas paralelas,
tabla: diaria,
tema: het