Me he pasado por el diario de
![](/stc/fck/editor/plugins/livejournal/userinfo.gif)
aitnac y me he enterado de que hoy es el cumpleaños de Ron Weasley, así que FELICIDADES!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Ron es el típico personaje que siempre me cayó bien. Resultaba adorable. Pero claro, una llega por aquí y se encuentra tantos fics sobre el pelirrojo y le termina tomando cariño y espera que, pase lo que pase, JK no decida acabar con él porque ya nos ha hecho sufrir bastante como para encima darnos la puntilla.
Aunque de ella me lo espero todo, todo y todo. Es como la versión mala del papá de Catalana occidente.
Sé que hace días que no paso por aquí pero es que se está apoderando de nosotros la fiebre de
lovethefandom. En serio, pasaros por allí porque merece la pena.
Pero, para compensar por la ausencia, os dejo un pequeño fic. Os acordáis que hace un par de semanas os comenté que estaba escribiendo algo para presentarlo a ese concurso de relatos de HP que no gané???? Pues esto fue lo que escribí.
Está centrado en Hermione y tiene lugar a mitad de OotP. Simplemente son divagaciones de nuestra empollona favorita, cómo vivió Hermione el primer entrenamiento de Ron. A ver qué os parece.
Besinos
Rompiendo rutinas
Hermione Granger es una persona de costumbres. Le gustan sus rutinas y mantener un orden en todo lo posible, aunque a veces tenga que ser bastante flexible porque, si se es amiga del “niño que sobrevivió”, el peligro y las situaciones imprevisibles siempre están presentes. Especialmente, en los momentos en el que el mayor peligro de todos ha vuelto y está tratando de acabar con todas las personas que le rodean.
Así que trata de controlar todo aquello que puede y le gusta organizar sus apuntes, planificar los horarios de estudio y hacer las mismas cosas todos los días. Porque esa seguridad de que al día siguiente estarán ahí las clases, los deberes, los libros, las comidas en el Gran Comedor… hacen que sienta que Hogwarts es un lugar seguro y que allí puede respirar con tranquilidad. Después de todo, teniendo a Dumbledore como director y sabiendo que nadie puede aparecerse dentro de los muros del colegio, cualquier alumno debería sentirse tranquilo.
Desde que llegó al colegio, su día preferido, aunque es algo que siempre desmentirá, son los sábados. Todo el mundo sabe que los sábados hay entrenamiento del equipo de quidditch de Gryffindor y, por tanto, es el único momento de la semana en el que Harry Potter puede hacer lo que más le gusta: montarse en su Saeta de Fuego y olvidarse de todas las preocupaciones mientras vuela. En esos momentos, Hermione Granger se queda sola con Ron Weasley, ese pelirrojo lleno de pecas insufrible, cuyo mayor propósito en esta vida parece ser que es destrozar sus nervios y provocarla casi constantemente.
Pero es una rutina que en el fondo le gusta.
Le gusta sentarse en la sala común para hacer los deberes y corregirle mientras que protesta y resopla y el flequillo se le levanta tan sólo unos segundos, dejando ver mejor esos ojos tan azules. Le gusta estar leyendo sus “lecturas ligeras” mientras que él se entretiene estudiando las jugadas más impresionante de los últimos años de los Cannons (aunque lo que debería hacer sería estudiar los libros de Historia de la Magia, ya que nunca toma apuntes en clase) y comiendo ranas de chocolate. Le gusta jugar con él al ajedrez, aunque casi siempre pierda y, cuando gana, tenga la seguridad que ha sido porque él la ha dejado.
Pero hoy es un sábado distinto. Por primera vez en los cinco años que llevan en Howgarts, Ron no va a pasar la mañana del sábado con ella. Porque Ron se ha convertido en guardián del equipo de quidditch.
Está contenta por él. Han sido muchos partidos juntos animando a Harry desde las gradas. Y ella sabe, porque Hermione lo sabe todo siempre, que a Ron le habría gustado estar en el campo siendo objeto de esos vítores. Porque nota cómo se le ilumina la mirada cada vez que habla de los Cannons, cada vez que hay una jugada arriesgada en el partido. El quidditch es lo único que parece despertar en él esa pasión con tanta intensidad. Y sabe que probablemente el formar parte del equipo sirva para reforzarle de una manera u otra su autoestima y deje de ser “el amigo de Harry Potter”, porque sabe que, aunque es una persona que más de una vez ha demostrado todo el coraje que tiene, él se ve así. Pero también sabe que, mientras que él esté jugando con Harry, le va a echar de menos.
Así que, cuando esa mañana están desayunando, propone que empiecen a hacer los deberes, porque no se le ocurre ninguna otra manera original de retenerle y se conforma con estar a su lado aunque también tenga que compartirlo con Harry. Además, si habla de deberes sabe que no despertará sospechas y que seguirán estando sobre terreno seguro. Pero los dos prefieren irse con sus escobas y comenzar a volar temprano.
En ese momento, Hermione hace lo mismo que lleva haciendo toda su vida cuando se queda sola. Coloca todos los libros encima de la mesa de la sala común y se pone a estudiar. Pero no logra concentrarse. Está demasiado acostumbrada a oír rasgar una pluma, a que haya gruñidos de protesta. Y ahora, aunque la sala está llena de gente, hay demasiado silencio para concentrarse.
Suspira y trata de volver a releer de nuevo la primera línea de su redacción de herbología.
Por Merlín, Hermione. Llevas diez minutos en esta línea. Intenta concentrarte. Los TIMOS son sólo dentro de seis meses y tienes que prepararlos en condiciones. Y sabes que, si sigues pensando otro poco más en el idiota de Ron, terminará el entrenamiento y todavía no habrás podido escribir ni siquiera veinte centímetros. Y te enfadarás con él, porque él tiene la culpa de que ahora mismo no puedas hacer otra cosa y de que no saques varios excelentes que te permitan tener un buen futuro profesional. ¡Y terminarás trabajando en la tienda de bromas que monten los gemelos!
Por un segundo piensa en sacar la carta de Viktor que le llegó anoche. La estaba guardando porque sabe que es imposible leerla cuando él está delante. Todavía le resulta imposible de creer que pueda llegar a ser tan sumamente infantil e inmaduro en determinados momentos.
- ¿¿Esa es una carta de Vicky??? ¿¿Y ahora qué le pasa a Vicky??? ¿¿Es que no puede divertirse en su colegio???
Así que le ha pedido a Viktor que le mande las lechuzas por la tarde, para poder guardarlas y leerlas sin tener que escuchar ese tipo de comentarios que podrían dar pie a mil y una ideas. Pero, es Ron. Y Ron nunca se entera de nada. Ni siquiera es capaz de comprender lo que le pasa a él.
Piensa por un momento en sacar el pergamino de entre sus apuntes y leerlo allí mismo, pero, sentadas en los sillones de cerca de la chimenea, están Parvati y Lavender y prefiere que no se den cuenta de nada. Porque si saben que Viktor le manda cartas será horroroso. Ya es insufrible aguantar sus comentarios sobre Harry y Ron a diario como para encima añadir nuevas burlas sobre su amistad con Viktor. ¿Por qué nadie puede entender que sólo sean amigos?
Recoge sus libros y todos los pergaminos que están encima de la mesa y sale con paso firme de la sala. Nadie la mira, porque todo el mundo presupone que va a la biblioteca a seguir mirando más libros. Pero, por una vez, todos se equivocan.
Justo antes de llegar a la escalera del tercer piso, gira hacia la derecha y avanza por un pasillo bastante solitario. Es uno de los pasillos que ha descubierto durante las rondas de prefectos, en una de esas noches en las que Ron decidió seguir jugando a los secretos y le dio largas para poder ir a entrenar al campo de quidditch.
Justo un poco más adelante, torciendo de nuevo a la derecha, hay un pequeño hueco en la pared. Apenas hay espacio para una persona pero queda apartado de la vista de todo el mundo e incluso tiene una pequeña roca para poder sentarse. Lo mejor de todo y lo que nunca se atreverá a contar a nadie, es que también tiene una estrecha abertura desde la que se pueden ver el campo de quidditch.
Se sienta, se envuelve en su túnica porque es un lugar donde hay corriente y se dispone a leer la carta de Viktor. Más o menos le cuenta lo mismo de siempre. Le habla de las clases, de los partidos y le envía ánimos para que no se venga abajo en estos momentos tan difíciles. Intenta hacerle ver que Harry no lo tiene que estar pasando bien e incluso le dice que se alegra por el nuevo puesto de Ron en el equipo.
Viktor siempre fue un chico de pocas palabras pero logra hacer que se sienta bien. La hizo sentirse muy especial cuando la invitó al baile de Navidad en el curso pasado. Pero Ron terminó estropeando toda aquella noche. Ese pelirrojo sabe cómo ponerla de los nervios.
Los puede ver a los dos a través de esa rendija. Se pasan la quaffle, mientras vuelan por todo el campo. No hace falta estar cerca para poder distinguir ese vuelo firme y arriesgado de Harry y esa forma de volar un poco más titubeante de Ron, pero que se va volviendo mucho más segura con el paso de los minutos. Probablemente se estarán riendo mientras juegan y olvidan, tan sólo por unos instantes, que fuera está comenzando una guerra. Pero son niños y tiene derecho a divertirse de vez en cuando. Aunque ella siempre tenga que estar recordándoles que los exámenes se acercan.
La carta de Viktor queda en el suelo, amontonada junto al resto de pergaminos que ha llevado con ella. Ahora mismo, sabe que nadie la mira y que puede ser libre de mirar lo que quiera y a quien quiera. Sin que nadie la juzgue, sin sentirse observada. Les gusta verles así. Felices.
El encanto parece romperse cuando llega el resto del equipo de Gryffindor. Los gemelos se acercan a Ron y es más que probable que le estén gastando alguna broma o se estén burlando de él.
Así que decide marcharse de allí. Ya se ha arriesgado lo suficiente a que alguien la vea y le pregunte qué está haciendo toda una prefecta de Gryffindor escondida en ese agujero. Vuelve a la sala común disgustada y se sienta en su mesa para tratar de terminar todos los deberes de esa semana.
Ni siquiera se había dado cuenta, pero encima de la mesa todavía está una pluma mordisqueada de Ron. Odiaba cuando hacía eso con las plumas. La ponía nerviosa pero ahora echa de menos incluso esos gestos. Pero tiene que concentrarse. Seguro que él está tan entretenido con el quidditch que ni siquiera se ha dado cuenta de que, por primera vez en cinco años, ella tiene que pasar su primera mañana de sábado sola. Igual de sola que en sus primeros meses en Hogwarts.
Pronto llegarán del entrenamiento y se irrita pensando en que terminarán por pedirle que les deje copiar los deberes, como siempre. Porque nunca le hacen caso y sólo se acuerdan de ella cuando llega el momento de terminar las tareas. Pero esta vez no será así. Si la han dejado sola, ahora que se las apañen solos otra vez. Y no se dejará vencer por la mirada cansada de Harry ni por los pucheritos de Ron. Porque sí, Ron hace pucheritos cuando le pide los deberes aunque sea demasiado orgulloso para admitirlo.
Con Harry las cosas son más fáciles, aunque ahora mantenga las distancias y piense que está solo en esa lucha. Con Harry siempre es fácil hablar, aunque sepa que no le escucha siempre. Pero con Ron no. El señor Weasley siempre tiene que tener la última palabra. Siempre tiene que discutir con ella. Y se empieza a odiar a sí misma por echar de menos hasta esas absurdas discusiones un sábado por la mañana.
Se concentra en sus deberes y trata de ignorarles cuando entran a través del cuadro de la señora gorda. Ha decidido mantenerse digna, por mucho que cueste mantener esa pose cuando mira a un Ron completamente derrotado y sudado por el entrenamiento. Se mantendrá firme y no les dejará los deberes, aunque Ron haya perdido ese brillo en la mirada que tenía por la mañana antes de irse a jugar.
Lo peor de todo es que sabe que está cediendo y se acerca tratando de animarles, sobre todo a él. Pero siempre termina pasando lo mismo y no sabe cómo no aprende. Siempre terminan discutiendo y acaba odiando a Ron por hacerle sentir todo ese tipo de cosas, por hacerla sentir mucho más pequeña de lo que se siente a su lado, por hacerla sentir que no es nada más que una empollona.
Las palabras de Harry la calman un poco pero no son suficientes. Sin embargo, cuando esa noche Ron rompe la carta de Percy para tratar de demostrarle a Harry que no está solo y vuelve a emitir esos gruñidos de disgusto al no ser capaz de terminar su redacción, se levanta y les ayuda. Se sienta rodeada de sus libros, corrigiéndoles esas horribles redacciones que han escrito y por las que puede que no obtengan más de una A, con un poco de suerte.
Pero el pelirrojo le da las gracias y esa noche se va a la cama sintiéndose un poco más tranquila porque algunas cosas no cambien.
Hermione Granger siempre ha sido una persona de costumbres. Le gusta trenzarse el pelo después de ponerse el pijama, cepillar a Crookshanks antes de que los dos se vayan a dormir y le encanta pasar el tiempo con sus amigos, aunque uno de los dos siga teniendo la variedad de emociones de una cucharita de té y no se dé cuenta de lo que está pasando.
A Hermione Granger siempre le han gustado sus rutinas pero, de vez en cuando, cuando se mete en la cama, desearía poder cambiar algunas de ellas y que ese pelirrojo dejara de no darse cuenta de nada.