|Original| Adolescente fluorescente

Dec 04, 2008 19:56


Esto es algo que escribí a principios del año pasado, y es importante porque fue una de las primeras cosas que escribí por mi cuenta después de una sequía que duró mucho. Quiero decir. Fue algo independiente que tuve que soltar porque vi una foto de Bellamy y unas declaraciones abajo, y por alguna razón lo necesitaba.
Sólo es un desvarío y a ver si dejo de intentar justificarme ya. Copón.


Apenas le veía, porque era de noche y se habían resguardado en las sombras del camino. Ella se había encaramado a lo alto de un muro medio derruido que antes formaba parte de un pajar y él se había sentado al pie del mismo. Cuando miraba hacia abajo sólo distinguía el brillo del cristal de la botella y la punta de sus zapatillas, porque había dejado la linterna en el suelo apuntando hacia el camino de tierra.
Ella se había acabado hacía rato su botellín de cerveza, así que echó la cabeza hacia atrás y contempló el cielo. Los cientos de estrellas se veían ligeramente borrosas sobre el fondo negro. No había luna.
Después de un rato escuchó el chasquido del mechero, y por un momento vio su cara iluminada con la llama. Los ojos entrecerrados, una pequeña arruga entre las cejas. Luego el cigarrillo que sostenía entre los labios prendió y la llama se extinguió.
Quiso volver a inclinarse hacia atrás para mirar el cielo, pero se sentía un poco mareada así que se limitó a mirar la brasa naranja de su cigarrillo.
-Comprendo que esté enfadada conmigo.
Como no le había oído una palabra desde antes de ponerse a beber, su voz le sobresaltó. Pensó en preguntarle de qué hablaba, pero prefirió dejarle continuar.
-Es cierto que encontró el tabaco en mi ropa, pero ya sabe que fumo. Desde hace un año lo sabe. O más. Lo que creo es que le molesta encontrar pruebas, ¿sabes? -alzó la cabeza un momento para mirarla. Luego el brillo de la botella ascendió y volvió a bajar. Dejó de mirarla-. También estaba mosqueada por lo de las peleas. Me he metido en dos esta semana.
Movió el pie y golpeó sin querer la linterna. El haz de luz se desvió y le alumbró parcialmente.
-Sabía que iba a perder. No soy tan estúpido como para no darme cuenta -la brasa del cigarrillo no se movía. Lo mantenía entre los dedos, dejando que se consumiera-. Sé que voy a perder todas las peleas en las que me meta.
La linterna iluminaba sus piernas y un costado. La camiseta le venía un poco grande y el brazo con el que sujetaba la botella era muy delgado y blanco.
-Pero es eso precisamente lo que me incita, ¿entiendes? -no se molestó en alzar la cabeza otra vez-. No es que me guste que me peguen, joder. A nadie le gusta eso. Sólo a los masoquistas, pero créeme que yo no lo soy.
-Pásame la botella -se le ocurrió decir. Él no se movió.
-Ella también tiene su parte de culpa. Son las putas pastillas. Está enfadada porque le tiré todas las pastillas.
El cigarrillo se moría. Había apoyado la mano en el suelo y a la luz de la linterna la brasa naranja no brillaba como antes. Podía ver sus dedos largos. Ridículamente largos para un cuerpo adolescente.
-Esas pastillas tienen mucha más mierda que el tabaco. Tienen más mierda que los canutos. Se las tiré porque no aguantaba que se quedase dormida en el sofá por su culpa.
Esos dedos no deberían estar ahí, apoyados en el suelo cubierto de hierba seca, en un campo en mitad de ninguna parte. Deberían pertenecer a otro cuerpo porque eran muy largos y delgados. Los dedos de algún pintor.
-Un día se atrevió a hablarme de las drogas, ¿sabes? -su tono se volvió defensivo-. Ella. Me dijo que también las había probado a mi edad. Me empezó a hablar de cuando fumaba hachís y todas esas cosas. No sé…
Deberían estar manchados de pintura de óleo o tocando un piano. Volvió a beber de la botella.
-Alguien que se supone que te tiene que ayudar, ¿sabes? Y te habla de cómo se fumaba ella los porros…
-Eres medio imbécil. No te tenías que haber metido en las peleas.
La ceniza del cigarrillo se desprendió de la punta y brilló durante un instante entre los hierbajos. Luego se extinguió.
-No lo hice por nada. No sé por qué lo hago. Sé que voy a perder. Pero lo volvería a hacer.
Ella ya no quiso insultarle.
-Lo volvería a hacer. Precisamente porque las perdería. Quiero acabarme la botella yo.
-Ya no quiero. ¿Quieres emborracharte?
Él guardó silencio. El cigarrillo se elevó y le dio una calada. Luego lo apagó contra la tierra.
-Quiero estar borracho las veinticuatro horas del día. Pero sé que es una chorrada.
Se apoyó totalmente contra el muro y su silueta se hundió de nuevo en la sombra. La linterna alumbraba con menos fuerza.
-Me quiero ir -dijo-. Quiero salir de este sitio.
-Pásame la puta botella -respondió ella, pero no estaba enfadada.
Escuchó cómo suspiraba, y lo escuchó porque fue un suspiro hondo, sonoro. Le dejó sin aliento un segundo y luego volvió a respirar para hablar.
-Las veinticuatro horas.

carreteras extraterrestres, otras cosas que se me ocurren

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