[Tabla sádica] #1. BDSM

Mar 04, 2010 21:08

*User peleandose con el LJ para subir el primer capítulo que coincide con la tabla y sintiendose orgullosa* :3
No es necesario haber leido los capítulos anteriores (aunque ayuda) por si quieren leerlo suelto~

Titulo: Stokgol'mskiy Sindrom // Síndrome de Estocolmo.
Tabla: Sádica
Claim: Rusia/Canadá.
Capítulos previos:  lista [Este es el 2. Krov' (Sangre)]
Genero: Angst
Prompt: BDSM
Advertencia: Sangre.
Rate: T



[2] Krov’ // кровь

Sangre

Abrió los ojos ya en el sótano, desorientado, sin saber dónde estaba. Toda la zona de la nuca le dolía, desde el oído derecho al hombro, sintiendo los músculos agarrotados y doloridos. Intentó moverse apoyando las manos en el suelo que parecía moverse bajo él. Tanteando la pared se puso en pie con dificultad. Parecía que estaba de una pieza. Se toqueteó las gafas para colocárselas bien sobre la nariz. Era un gesto un tanto inútil dado que estaba sumido en la más completa oscuridad y ni con gafas lograba ver nada.

-Me alegro de que te hayas despertado -dijo una voz animada tras de él y Canadá se giró a trompicones, alarmado.

Había reconocido perfectamente la dulce voz de Rusia y ahora los recuerdos de lo que había ocurrido antes de que perdiera el conocimiento regresaban a su mente con claridad. La carta, la visita a su hermano, sus advertencias y luego la visita a la nevada casa de Rusia… ¿Qué había pasado después? Recordaba su sonrisa alegre y haberle saludado, después solo había oscuridad en su memoria.

Miró a su alrededor, dejando que su torpe vista se fuera adaptando con lentitud a la oscuridad reinante. No lograba distinguir con demasiada claridad los objetos, pero le bastó para darle la impresión de que estaba en una sala amplia, bajo tierra seguramente ya que no había ventana alguna. Había algunos objetos más allá, pero no distinguió qué eran.

La sombra de Rusia, al cual no podía ver entre tanta oscuridad, se apartó de las sombras con lentitud, acercándose. Instintivamente Canadá dio un paso atrás.

-¿Q-qué hago aquí? -preguntó con voz trémula, tratando de ocultar su temor. No le salió muy bien. Se aclaró la garganta.

Rusia avanzó de nuevo, hasta situarse frente a Canadá. Se movía fácilmente por el sitio, no en vano era el sótano de su propia casa, si no lo conocía él, ¿quién? A Canadá le dio la impresión de que sonreía, una sonrisa que pese a mostrarse cálida y cándida, hizo que se le erizara el pelo de la nuca.

Con una delicadeza inesperada para la situación el ruso levantó una mano para apoyar un dedo sobre los labios de un asombrado Canadá.

-Ssssh… -le susurró con suavidad Iván. Matthew se apartó, instintivamente y al momento los dedos de Rusia se cerraron sobre su muñeca, más rápido de lo que el canadiense podría haberse esperado.

-Basta -pidió. Su voz debería haber sonado más autoritaria, pero dadas las circunstancias era un poco complicado, además de que los dedos de Rusia sobre su muñeca le hacían daño-. Suéltame. Quiero irme -sus palabras eran rápidas, armándose de valor para soltarlas y no dejar entrever el miedo que se ocultaba detrás.

Rusia clavó las uñas sobre su piel, acercándose lo suficiente como para que Canadá pudiera apreciar el tono violeta de sus ojos.

-No puedes irte -respondió con una sonrisa. Canadá se quedó mirando aquella sonrisa. Parecía que el norteño seguía risueño pero, ¿eran imaginaciones suyas o no le habían gustado sus palabras?

-No puedes retenerme… no tienes derecho a…

-No vas a irte -repitió Rusia, interrumpiéndole. No quería seguir oyendo hablar a Matthew, no cuando decía cosas como aquella-. En realidad tú no quieres irte, ¿verdad?

Canadá tragó saliva, tratando de retroceder, pero Iván aún le tenía fuertemente agarrado del brazo y, en vez de dejarle alejarse, se aproximó más a él. Sus rostros casi se tocaban y el canadiense podía sentir el aliento del otro frente a él mientras el ruso le obligaba a mirarle a los ojos. Pero él no quería. Había algo en esos ojos violetas que le hacía sentir incómodo, avergonzado, que le empujaba a tratar de apartar la mirada sin poder.

-T-tengo cosas que hacer… -trató de explicar Matthew. Por extraño que les pareciera a otros Canadá era un país como cualquier otro y eso suponía papeleo y tareas para él, un superior al que tener contento y mil cosas más.

Antes de que pudiera terminar de explicarse algo le golpeó, haciéndole caer al suelo. El golpe le había quitado todo el aire de los pulmones y hacía que le doliera la mejilla y la sien derecha, donde lo había recibido. Intentó levantar la mirada, confuso, y retroceder para alejarse pero tras él solo estaba la pared cortándole el paso.

-No, tú no quieres irte. No vas a irte. No vas a dejarme solo -la voz de Rusia sonaba incluso dulce, infantil y era eso lo que le confería un toque que hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo de Canadá, que comenzaba a ser consciente del problema en el que se había metido sin quererlo al acudir a la petición de aquella carta.

El ruso se inclinó, agachándose junto a él. En una mano llevaba la tubería terminada en un grifo que goteaba pequeñas gotas de sangre. Matthew sintió que estaba a punto de desmayarse al pensar en que aquella era su propia sangre. Se tocó la herida de la cabeza, preguntándose cuan grave era. Debía de serlo porque le parecía que todo estaba más oscuro a su alrededor y no sabía que decir.

El canadiense se sobresaltó de pronto al sentir una caricia sobre la mano que tenía junto a la herida.

-Sí… te quedarás conmigo -susurró la voz de Rusia.

a: kiriahtan, c: canadá, c: rusia, ta: sádica

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