Our house, in the middle of the street

Aug 21, 2012 22:13

Se abrieron las inscripciones para el aisinfronteras y he decidido meterme un año más, porque eso de escribir para gente con gustos distintos a los tuyos es un ejercicio de lo más interesante. (Entré de curiosa a ver las peticiones ajenas y ya tiemblo un poco ^^.)



(Also, detesto el uniforme nuevo de Steve. Y Loki no es un Vengador. Pero el banner me encanta.)

En noticias de la RL: Sabes que quieres renunciar cuando...

... tu jefe dice "recorte de personal" y tu piensas "a mí, a mí, mírame a mí."

... te haces el despistaje de malaria con una sonrisa en el rostro porque "si tengo malaria, no van a poder mandarme a los próximos viajes." (Prioridades, people, yo tenía prioridades.)

Fuera de eso (o en realidad, intrínsecamente ligado a eso), sigo planteándome cosas y más cosas. Entre el trabajo, que me importa muchísimo pero siento que poco a poco se aleja de eso que tanto me importa, y Leliel que... bueno, no, en realidad eso va muchísimo mejor *yay*.

Quiero hacer cosas. Explorar el fandom como forma de activismo. Escribir sobre los mundos que viven en mi cabeza. Llevar al equipo de regreso por el camino al que le encuentro sentido. Reflotar la casa como un espacio vivo, lleno de gente, ideas e iniciativas. Cuando era pequeña, vivía entre estudiantes de arqueología montando seminarios en la sala, armando publicaciones en la mesa del comedor (antes de las computadoras, cuando los machotes se hacían con tijeras y pegamento), analizando cerámica en la azotea. Nunca sabías quién iba a llegar a almorzar, así que siempre preparábamos una de esas ollas a las que sólo necesitas agregarle agua o tallarines. Cuando llegué a la universidad, fue una gran decepción descubrir que, o los tiempos habían cambiado o mi vida no era el denominador común. Por aquella época, la casa la tenían tomada los amigos de mi hermano, que ensayaban en el segundo piso (se pasaron un verano tocando a Fito Paez y otro a Hendrix... llegué a detestar el acento argentino, pero por algún motivo, nunca llegué a aburrirme de Hendrix) y bebían en el primero. El pollo creció entre músicos, familia bulliciosa (mi tía y mis dos primas vivían con nosotros) y amigos que eran familia. Extraño la casa llena de gente. Pero tal vez un poco más, extraño la casa como un espacio de intercambio, creativo, productivo, vivo.

Cuando estaba en la universidad, tenía esta idea de sacar una publicación sobre tecnología específica para o adaptada a Latinoamérica, en una onda cruzada de mediambiente con recuperación de tecnologías, alternativas de bajo costo y aprovechamiento de nuestros recursos, bastante verde, tirada a las soluciones y no a los problemas. Nunca conseguí un quorum interesado (soy muy buena asistente, pero muy mala impulsora), así que quedó en idea. Pero carajo, era buena idea.

Ahora vivo en Fandomium y tengo todas estas ideas acerca de lo que eso significa, lo que logra, lo que se encuentra raspando un poco la superficie. Quiero investigar, darle vueltas, zambullirme en los temas de género que plantean estos rincones tan intensamente femeninos del fandom, en las utopías y las distopías de la imaginación colectiva, en la subversión del mainstream.

Quiero hacer cosas. Cosas para otros, sí. Pero también cosas mías, cosas para mí. Que se me enrollen cálidas en el pecho y bailen en mis ojos cuando hable de ellas, cosas sobre las que tenga que forzarme a dejar de hablar para no aburrir a todos en las reuniones, cosas que pueda construir con otros en una casa (real o virtual) llena de gente.

Como dije (entre paréntesis) soy muy buena asistente pero muy mala impulsora. Necesito trabajar en eso (y si supiera cómo, ayudaría un montón). Pero tengo la suerte de contar con una familia (consanguínea y no) maravillosa, que confía en mi capacidad de... todo, básicamente... tanto que intimida un poco. Y las excusas... es uno de los problemas que tenemos los ravenclaw, somos geniales para encontrar excusas y malísimos para creérnoslas.

Lo importante no es llegar, dice Cavafis, sino que el camino sea largo. Sospecho que ése es el mantra que puede ayudarme. Que ése es el camino. Dejar de pensar en puertos y empezar a pensar en rutas. Apuntar a Ítaca y disfrutar el viaje durante toda mi vida. (No se si te pasa, Fandomium. A veces me pierdo en el laberinto y de pronto me encuentro, y me abrazo fuerte porque, carajo, cómo me extrañaba.)

de los viajes por el laberinto

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