Recs y memes (un post de alabanza a los dioses de la procastinación)

Jun 22, 2011 21:41


El post de recs multifandom en español de zelsh  (la mejor idea desde que alguien dijo "¿y si hacemos una serie de Asoiaf?"):




Go. Rec. Now.

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Y un meme que me robé de samej_eh:

  
post an excerpt from every work in progress you can find. no explanations allowed, just the excerpt. (Haciendo trampa como siempre, una única explicación: todo lo que no reconozcas es un original.)

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Es sólo que vive mostrándose a medias desde que tiene memoria, y a veces se pregunta si esa media persona no será en realidad una persona completa. Si ese lado visible (el chico tímido y estudioso, que escucha música muggle y habla de literatura clásica) no será el verdadero Remus Lupin, el que existiría felizmente (sin cicatriz en el muslo derecho) si a él no se le hubiera ocurrido salir a mirar la luna esa noche.

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Desde entonces, los primos crecieron escuchando historias sobre Grimmauld Place. Harry les habló de Buckbeak y de tapetes con nombres que resaltan por su ausencia. Ron, de retratos histéricos y cabezas de elfo sobre la escalera. Ginny, de reuniones secretas y orejas extensibles. Hermione, de hechizos inexpugnables. La abuela Weasley les habló de cenas multitudinarias y doxies infestándolo todo. Kreacher habló de días mejores, de fiestas en el gran salón y reliquias familiares. Crecieron escuchando historias, sin poder acercarse a la leyenda. Hasta ahora.

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A veces son nombres como Stan Shunpike, ajenos y simples, pronunciados con cariño y melancolía por una madre, una hermana. A veces son nombres como Sirius Black, familiar a fuerza de haberlo oído tanto, combativo y simbólico, pronunciado por un héroe de guerra con una voz que demanda justicia. Todos son nombres de personas que estuvieron y no están, que faltan, que han desaparecido en la guerra.

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Están en Lamitaddelanada, Wisconsin, atrapados por una tormenta de nieve. Se ha ido el cable, pero la chica de la recepción les ha prestado sus DVDs de Glee (Sam estaba a punto de declinar amablemente, cuando Dean preguntó “¿tienes los últimos?” con interés).

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- Pensé que los vampiros no podían amar.

- Sí... yo pensé lo mismo.- Victoria se lleva el cigarrillo a los labios, y aspira lentamente antes de continuar. - Te voy a decir algo que Lucas nunca se molestó en decirme...- Paula la mira de reojo. No termina de acostumbrarse al cambio en la densidad del aire cuando Victoria habla de su sire.- No creas todo lo que oigas sobre los vástagos. Ni siquiera lo que oigas de mí. Cada vampiro es único.

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Mientras los momentos más hermosos y terribles de su vida pasan frente a sus ojos, Sirius sólo espera que sea Walburga quien lo espere al final del túnel. Eso haría mucho más vehemente su petición de ser enviado de regreso.

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Pasan a la cocina y Remus prepara té para cuatro. Cuenta la historia de la noche anterior sin muchos detalles, la confirmación de Moody y la ausencia de explicaciones por el momento. Hace énfasis en la parte más importante: "no recuerda nada, Harry. Tienes que entenderlo. Sirius no sabe quién eres. Para él, es como si los últimos 20 años no hubieran pasado."

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No sabe por qué sigue haciendo esto. Se lo merece, por supuesto. Y hay un cierto placer en hacerle la vida imposible al hijo de Potter. A ese chiquillo odioso que la comunidad mágica alaba sin razón. Pero a veces no sabe. A veces se mira al espejo y la imagen dice "¿crees que eres un héroe? lo que eres es un traidor por partida doble," o "¿hasta cuándo vas a seguir jugando a esto? nadie va a reconocer el trabajo de un Slytherin mestizo," o "¿a quién crees que engañas? todo el mundo se da cuenta de que estás obsesionado con el chico."

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Llegan a L.A. (así la llaman los locales) a inicios del verano. Los vecinos no son tan amistosos como en Chennai, y Mohinder y Shanti se ven forzados a reanudar esa relación tan cercana que alguna vez tuvieron. No conocen a nadie de su edad durante el primer mes. Y entonces, un sábado por la tarde, un auto cargado de cajas se estaciona en la casa de al lado. Mohinder ayuda a Amma con las bolsas de la compra cuando los ve llegar. La madre con el rostro cansado y la mirada triste, el hijo con los audífonos puestos y los ojos cerrados. La señora de la casa de al lado sale a recibirlos con una sonrisa brillante, que los viajeros intentan devolver sin demasiado éxito. Como si sintiera su mirada, el chico voltea de pronto hacia Mohinder, que baja la vista y se mete corriendo a la casa.

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A veces Mohinder es un enigma, y eso también le gusta. Piensa en tantas cosas a la vez que es imposible seguirlo, y para enredarlo un poco más, la mitad de ellas está en tamil. (A veces Matt lo encuentra pensando junto a la ventana, y no comprende las palabras pero conoce la cadencia. El detective va atando cabos. El libro sobre la mesa. La taza de café junto a la laptop abierta. Los archivos de una investigación incompleta… Para Mohinder, el tamil está ligado a la sangre, a la tierra, a las palabras que no dijo en su momento y ahora necesita desesperadamente decir sin palabras.)

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Solo un par de personas entendían realmente lo que estaba pasando en ese escenario. En primera fila, el Oficial Danforth sonreía. Tras bambalinas, en un traje negro impecable, Zeke Baylor intentaba (con mucho esfuerzo) mantener una expresión de seriedad.

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Jareth rió de nuevo antes de separarse. Ya se había perdido de vista cuando Sarah oyó su voz en la oscuridad creciente.

- ¿No lo sabes, querida? Solo en sueños nos mostramos como somos realmente.

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Matthews es un hombre práctico, Olin lo nota desde un principio. No espera convencerlo, pero siente que tiene que insistir, incluso si el poder de decisión del contratista no es mayor que el suyo. Es un intento vano, pero todo intento es válido en una situación desesperada. No puede dejar que reabran el cuarto. No tiene la fuerza para limpiar mas desastres.

- Ya te lo he dicho, Olin, incluso si creyera en esas cosas, la decisión no está en mis manos. Ellos deciden, yo cumplo.

Lo sabe. La decisión está en manos de personas que viven a miles de kilómetros de esta maldición. Su única opción es convencer a la Junta.

No. No es la única.

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Quiso gritarlo todo, dejarlo todo dicho. Echó de menos los años que le robaron una rata traidora y un Ministro incompetente. Se arrepintió de lo poco que aprovechó su segunda oportunidad. Se arrepintió de no haberla visto de esa manera hasta este momento, este instante en que caía y todo se volvía negro, y la última imagen en su retina eran un par de ojos dorados que lo miraban con pánico y parecían gritar mil secretos nunca revelados... mil secretos que ya nunca se revelarían, porque en ese mismo instante su vista se apagaba y perdía el mensaje.

Pánico de nuevo, mientras un vacío denso como el agua detenía su caída. Pánico de no encontrar nunca más esos ojos, detrás del velo.

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La joven parece sorprendida por la pregunta.

- Bueno... Yo nací en un mundo diferente, profesora. El mundo “muggle”, como lo llaman ustedes.- Minerva se sorprende de pronto ante la conciencia del mundo exterior. Siempre ha considerado “muggle” un término universal. Pero lo cierto es que los “muggles” (más del 90% de la población mundial) no se reconocen a sí mismos como tales, y la mayoría no ha oído la palabra jamás. Una sola palabra, cinco minutos de entrevista. Y la magnitud del aislamiento de la comunidad mágica queda en evidencia. La necesidad de correr este riesgo queda en evidencia.

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A Julio le cuesta entenderlo. ¿Por qué? ¿Por qué cuando otros se esfuerzan tanto, el “Zorro” lo consigue todo gratis? No es más que un bacancito buscapleitos con cierta gracia (ni tanta, en su opinión). No estudia, llega tarde, se tira las clases, fuma en el baño… Dicen que una vez llegó borracho a un examen. Dicen que lo que fuma en el baño no es siempre tabaco. Dicen que en un viaje, jodió el sistema eléctrico del hotel. Dicen que se ha acostado con la mitad de la promoción. Dicen que no todas eran chicas (pero a los que dicen eso, el Zorro les parte la cara, así que no es un rumor que haya circulado mucho).

Se dicen muchas cosas acerca del Zorro. Y de alguna manera, Julio termina enterándose de todas. (No es que pregunte, claro. Es que los rumores circulan, y uno no puede evitar escucharlos.)

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Y tal vez era el rezago del fin del milenio. Las falsas advertencias sobre el colapso del sistema informático, las sectas anunciando que “el fin está cerca”, Bruce Willis sacrificándose por la humanidad, Tea Leoni abrazada a su padre frente al mar y el primer presidente negro de los Estados Unidos, Morgan Freeman, anunciando que estaban preparados para salvar a los mejores.

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“Es mi hermana,” dijo. Porque así es como empiezan y terminan todas sus historias.

Habló de su familia, de sus amigos, de crecer junto a ella. Habló de sus sueños infantiles, de sus miedos perdidos, de cómo llegó a la carretera (corriendo detrás de ella, incapaz de dejarla desprotegida). Habló de sus días y de su rutina, de la guitarra y el amanecer, el monte y las estrellas. Habló durante horas, más relajado con cada palabra.

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Los clientes la conocen como Rider. Los más habituales, la llaman Roja. No parece tener más de 20 años, a juzgar por el cuerpo menudo y la piel inmaculada. Luego deja caer la capa y queda claro que tiene edad suficiente. Edad suficiente para que la mirada se le haya vuelto hielo. Edad suficiente para haberse ganado la cicatriz que le cruza el rostro (y de seguro muchas otras, bajo la capa roja y el traje de cazadora).

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Chask'a no es su verdadero nombre. Hace mucho, mucho tiempo, su madre lo llamó de otra manera, allá en la tierra que lo vio crecer, admirando desde abajo a los grandes guerreros. Muy pocos recuerdan ahora ese nombre. Sus soldados, sus mujeres, sus sirvientes, lo llaman por el nombre que le puso la guerra, que le pusieron sus enemigos. Yawar Chask'a, lo llaman. El Lucero de Sangre. Porque su presencia anuncia la masacre. Porque ni siquiera aquellos que lo odian pueden negar su grandeza.

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Y es que en el segundo nivel del infierno, los condenados vivían enfrentando sus mayores temores, esos que uno no reconoce a primera vista, pero lo acompañan todos los días... No el miedo a las ratas, o al cáncer. No el miedo a la muerte. El miedo al fracaso, a la soledad, a no ser lo uno espera (o lo que esperan otros). El miedo al rechazo, a envejecer sin haberlo disfrutado todo, a convertirte en tu padre, a no llegar nunca a convertirte en tu padre. El miedo a la vida.

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En ese momento, Emiliano no era ya Emiliano. Era todos los hombres de mi vida. Los que me amaron y no pude amar. Los que nunca lo intentaron. Los que me secaron el alma, queriendo o sin quererlo. Los que me ayudaron a brillar de nuevo. Los que me convencieron de que el amor era amistad con sexo. Los que me llevaron al límite de mis propias emociones. Los que me enseñaron, desde pequeña, que no era importante, que no era valiosa. Los que intentaron, con todas sus fuerzas, enseñarme lo contrario. Todos estaban allí.

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Pero la euforia era grande y la energía intensa, y bailaba bajo la luna en un prado infinito, rodeada de cientos de mujeres que bailaban, y mi mente se llenaba de sensaciones sin avisarme... cuando me di cuenta ya era parte del todo, no había retorno... bailaba extasiada entre luces de colores y sentía la corriente que me unía al resto, a cada mujer que bailaba, a la hierba en mis pies, a la luna arriba, a las estrellas que me observaban, al universo entero, a mi buen amigo el viento... y con certeza absoluta supe que estaba en el lugar correcto, que la mentira no era mentira, que había llegado exactamente adonde tenía que llegar.  

fic recs, meme

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