Vicio 29: Infierno

May 09, 2007 01:52

Hoy sólo hay uno. Un poco porque es el único que me queda escrito. Un poco porque me parece un vicio aparte del resto.

Black Sunday
Vicio #29 - infierno

El domingo 14 de abril de 1935 el cielo amaneció claro en Idaho, USA, tras semanas de intensas tormentas de arena. Agradeciendo el sol, la gente salió al campo, a las calles, a la vida. A media tarde, una inmensa nube negra apareció en el horizonte. La tormenta del llamado Domingo Negro fue la más terrible de todas. Tomó meses calcular las pérdidas. "La sensación es parecida a que te lancen una pala de arena en la cara," relata un testigo. "Estás atrapado en tu propio jardín porque no alcanzas la puerta; no hay luz que pueda penetrar toda esa arena en movimiento. La pesadilla es más profunda durante las tormentas. Pero en los ocasionales días claros y los comunes días grises no podemos zafarnos de ella. Vivimos con la arena, la comemos, dormimos sobre ella, observamos cómo se lleva nuestras posesiones y nuestras esperanzas de poseer."

El domingo 1º de noviembre de 1981 amaneció claro y con un sol radiante. Remus Lupin abrió los ojos y se estiró en la cama. La luna apenas entraba en fase creciente, y sus huesos habían tenido dos largas semanas para recuperarse del último encuentro. Se dio una ducha, se vistió. Una lechuza pasó frente a su ventana. Otra volaba a lo lejos. Otra, un poco más allá. Vaya, eso es extraño, pensó Remus.

Puso agua en la tetera, con esa sensación de 'algo está sucediendo' moviéndose en su estómago. James, Lily y Harry llevaban tiempo bajo intensa protección de la Orden. Finalmente, esa misma semana, habían decidido que la situación era demasiado peligrosa y debían pasar a la clandestinidad definitiva, protegidos por un Fidelio. Sirius sería el guardián. Lo más probable es que hubieran realizado el hechizo ese mismo fin de semana.

No eran temas para tratar en la Red Flu. Pero siempre podía usar palabras ambiguas y no dar pistas. Conocía a Sirius lo suficiente para improvisar un código. Las comunicaciones de la Orden estaban limitadas por esos días, y no quería aparecerse en casa de Sirius. O quería, desesperadamente. Quería tanto que no sabía si la preocupación por James y Lily era real o una excusa. Sirius va a pensar que es una excusa... Y no podía dejar que pensara algo así. Tenía razones para alejarse de Sirius. Razones válidas y reales, y esto es lo mejor.

Avanzó hacia la chimenea e hizo la llamada. No había nadie en casa. Dos lechuzas más cruzaron el cielo.

Se echó encima la chaqueta Muggle de su padre, y cruzó la puerta todavía pensando si sería o no conveniente buscar a Sirius. Tardó varios minutos en darse cuenta de la cantidad de túnicas de colores que se paseaban por la calle. Ha sucedido algo importante. Pero los rostros sonreían y eso tranquilizó la angustia en su estómago.

"Se ha ido," oyó decir a un desconocido. "Se ha ido para siempre."

¿Se ha ido? No podía estarse refiriendo a... No, claro que no. La Orden se lo hubiera comunicado. Estarían todos celebrando el fin de esta locura. No puede ser cierto... pero una esperanza se encendió en su pecho.

En una cafetería, a pocas calles, cinco cabezas se agolpaban sobre lo que era clara y abiertamente la última edición del Profeta Diario. En plena calle. Bajo los ojos de cuanto transeúnte Muggle se interesara en la escena. Se unió al grupo sin preguntar. Lo primero que notó no fue el gran título, YA-SABES-QUIÉN SE HA IDO, ni las eufóricas frases de la reportera estrella. Lo primero que notó fue la foto de una pareja con un niño en brazos, que sonreía y saludaba con afecto. Tenía una parecida, tomada el mismo día, sobre la chimenea.

James y Lily Potter, decía el pie de foto, los padres del pequeño Harry, no sobrevivieron al ataque.

No recuerda el camino a Godric's Hollow. Hay rostros, voces. "Se ha ido." "James y Lily Potter..." "¡Hoy es un día glorioso!" "El niño que vivió." Vagos pensamientos luchando por no manifestarse. Niebla.

La casa estaba rodeada de Aurores. Alastor Moody entre ellos.

- Todavía no sabemos que pasó...- James y Lily-... llamado a la Orden...- James y Lily están muertos- ... cómo fue posible que el niño...- Harry- ... confío en que Dumbledore...- ¿Harry está vivo?- ... una traición...- James y Lily- ... el guardián del Fidelio...

- ¿Qué?

- El guardián vendió el secreto.

No.

- No. Eso es imposible.

¿Dónde estaba Sirius? ¿Por qué no estaba en casa? ¿Por qué no estaba aquí?

Lo tienen.

- Moody, Sirius está en peligro.

- ¿Qué?

- Sirius era el guardián. Sabes que nunca hubiera traicionado a James. No está en casa. Lo tienen los Mortífagos. Tenemos que buscarlo.

- ¿Black era el guardián?

- Tenemos que buscarlo, Moody.

Las noticias viajan lentamente en el mundo mágico. Las lechuzas tardan días en llegar a su destino. Las redes de comunicación son antiguas y muy pocas personas encuentran la manera de mantenerse informadas. Alastor Moody es una de ellas. De alguna manera, siempre sabe qué está sucediendo en Gran Bretaña.

- Black estuvo aquí anoche, Lupin. Los vecinos vieron la moto, poco después de los hechos.

- ¿Q-qué?

No.

No.

Remus Lupin siempre había pensado que el infierno se debía parecer a la agonía por la que sus músculos y huesos pasaban cada luna llena. A veces comprendía a otros hombres-lobo, viviendo en pandillas, abandonándose a los instintos, a la violencia contra una sociedad que no les daba nada. Y es que es difícil contener los instintos cuando no hay castigo, ni en esta vida ni en la otra, que no debas sufrir de todos modos una vez por mes.

Esa tarde, Sirius Black fue arrestado en una calle Muggle. Doce personas murieron en la escena, víctimas de un hechizo tan oscuro que los Aurores ni siquiera pudieron identificarlo. Del pequeño Peter, que seguía a James por los pasillos y nunca fue consciente de lo valioso que era, sólo quedó un dedo. A Black se lo llevaron riendo como un maniático.

Remus Lupin estaba profundamente equivocado. Lo comprendió esa noche mientras observaba la lluvia de estrellas provocada por la euforia del mundo mágico, a través de toda esa arena en movimiento. Lo comprendió mejor en los años siguientes, en los que la tormenta no llegó nunca a abandonarlo, atrapado en su propio jardín sin intentar siquiera alcanzar la puerta.

"La pesadilla es más profunda durante la tormenta. Pero en los ocasionales días claros y los comunes días grises no podemos zafarnos de ella. Vivimos con la arena, la comemos, dormimos sobre ella, observamos cómo se lleva nuestras posesiones y nuestras esperanzas de poseer."

El infierno no es perder la conciencia. Es la lenta condena de no perderla.

*

Nota de la autora: Culpo a Synodic Month (y a jotaká, por supuesto).

Todos los vicios, todos (tabla 30 vicios)
 

30 vicios-hp, comics en línea

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