-Pelirroja -La voz de Lucas rompió el momento súbitamente-. Cada vez tienes mejor gusto para elegir pareja.
Todos miraron al recién llegado sin saber muy bien como reaccionar. -Lucas. -Fue Silvia la primera en decir su nombre con una mezcla de cariño y sorpresa en su voz, mientras éste saludaba con un beso, primero a Pepa y luego a la propia Silvia, entregándoles sus regalos. El momento, hasta ahora mágico, se había vuelto tenso; en el ambiente podía palparse el nerviosismo que la llegada del joven Inspector había desatado entre todos los presentes.
Mientras Sara se reencontraba con su marido ante la mirada atónita de unos y la preocupación de otros, Pepa y Silvia desenvolvían sus paquetes, esperado poder paliar en la medida de lo posible el mal ambiente que se había apoderado de la situación. La morena fue la primera en desempaquetar su regalo, y sin saber por qué, una sensación de desasosiego la invadió momentáneamente al ver el subfusil que reposaba dentro de la caja. Apartó de su mente esos pensamientos extraños y le dedico a Lucas una amplia sonrisa de agradecimiento a la vez que se interesaba por el regalo que había recibido su mujer.
No sin cierta incomodidad, consiguieron dirigir a los reacios invitados a la casona en la que iba a celebrarse el banquete, y donde, no importa lo festivo que hubiera sido el ambiente hacía un par de minutos, todos podían presagiar que se aproximaba una buena tormenta.
Sara no paraba de mirar de un lado a otro, sin saber muy bien como comportarse ante la situación. Sus ojos se pararon cuando se encontraron con los de Silvia, a la que dirigió una mirada de disculpa velada por la desesperación de no saber como afrontar lo que se le venía encima. Y su tía intentó reconfortarla con una sonrisa de apoyo, que a su vez parecía querer decirle, ¿y qué esperabas que ocurriese?.
Una vez acomodados todos, y tras un momento tenso para dilucidar dónde debía sentarse Lucas, parecía que el banquete iba a transcurrir si bien no con toda la alegría que se espera de una celebración así, al menos sí sin que ninguno de los presentes saltara a la yugular de otro de los comensales. O al menos, eso es lo que quiso creer Silvia hasta que Aitor despreció con desdén el ofrecimiento de vino de Lucas, momento que ambos aprovecharon para retirarse a la cocina para hablar en privado.
Su sobrina, por supuesto, había salido escopetada de la casa en cuanto había visto lo que se avecinaba, mientras que Povedilla, siempre intentando limar asperezas, soltó lo primero que se le pasó por la cabeza para intentar que los presentes dejaran de prestar atención a lo que estaba ocurriendo tras las puertas que llevaban a la otra habitación; y a su pregunta de si lo que estaban comiendo eran gambas o langostinos recibió dos respuestas simultaneas.
-Langostinos. -dijo Pepa a la vez que su hermano Paco, y la morena se quedó estupefacta, como si ella no debiera haber contestado a esa pregunta.
Ante la cara desconcertada de su novia, Silvia le puso la mano en el hombro y se arrimó a ella. -Cariño, ¿te encuentras bien? -la pelirroja posó su mano en la frente de una Pepa que parecía haber palidecido de repente.
-Eso es que acaba de darse cuenta de que se ha atado de por vida, Silvia. -dijo Mariano entre risas, tratando de levantar los ánimos de todos.
Silvia lo miró con una media sonrisa, fingiendo irritación ante las risas de los demás invitados, pero su atención se volcó de nuevo en su mujer, que seguía estando blanca como el papel. -Pepa, en serio. ¿Estás bien?
La morena asintió, cogiendo la mano de su mujer y depositando un beso en la misma, a la vez que forzaba una sonrisa que no llegó a convencer del todo a Silvia. -Segura, ¿no? Porque hace ya un rato que te comportas como si hubieras visto un fantasma.
Pepa volvió a asentir, esta vez consiguiendo una sonrisa algo más verosímil. Algo le rondaba la mente, pero no alcanzaba a ponerle nombre. De lo que Pepa estaba segura era de que no iba a permitir que, lo que quiera que fuese que la estaba inquietando, arruinara su boda. -No te preocupes, pelirroja. Mariano tiene razón -comenzó a decir ante el gesto incrédulo de Silvia, a la vez que se acercaba a su oído para que sólo su mujer pudiera escuchar el resto-. Ha sido imaginarte atada a mi cama y a mi merced…y la sangre se ha ido toda en dirección Sur. -terminó su frase con un beso en la mejilla completamente encendida de Silvia, que tenía ahora un sonrisa embobada dibujada en su rostro.
La pelirroja recuperó el control de su cerebro cuando escuchó la risa picara de Rita -Uy, mira esos colores, ¡seguro que le ha dicho algo picantón! -fue el comentario de su amiga, y con éste, estalló la carcajada general en la mesa. Silvia le tiró la servilleta a una Pepa que seguía mirándola con ojos golosos y sonrió al pensar que quizá la tarde todavía tenía arreglo a pesar de todo. Recordó entonces lo que estaba pasando en la cocina, y comenzó a incorporarse para asegurarse de que su ex marido no convertía su banquete nupcial en un velatorio improvisado.
Pepa, que aún la observaba con una sonrisa en su rostro, palideció de nuevo cuando esta vez sí, su subconsciente empezó a hilar lo ocurrido e imágenes de la noche anterior comenzaron a bombardear su mente. Fue en ese momento, al recordar a Silvia sujetándose el vientre con un gesto de dolor, al recordarla ensangrentada e inmóvil en sus brazos, cuando todo encajó por fin en su cabeza. Y fue entonces cuando un sonido seco retumbó en el comedor a la vez que Pepa gritaba desesperada, intentando alcanzar a su esposa.
-¡Silvia!
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Capítulo 4