Viajecitos

Dec 12, 2005 23:19


Odio tener sensaciones que no apruebo. Odio creer que la importancia existe. Odio no saber emocionarme tanto con Zamora o Toro o Valladolid o Bilbao (y alrededores) como con Tallinn o Bratislava o Salzburgo. Odio pensar que he hecho un viaje por provincias. Odio utilizar expresiones del tipo "la Castilla profunda" o "el País Vasco profundo" igual que odio no haber hablado nunca de la Eslovaquia o la Estonia profunda. Odio estar dando la idea de que no he apreciado el viaje. Odio que mi mente no sea capaz de imponer su racionalidad al resto de mi cuerpo.

Una semana de viaje en la que lo pasé muy bien y descubrí mil lugares y cosas interesantes. Hablábamos antes de salir de lo exótico que era ir a Zamora, que era como ir a Bratislava. Pero a mí Bratislava nunca me pareció exótica en ese sentido. Bratislava era importante, era pequeña y adorable y además es la capital. Zamora no es importante. Es pequeña y adorable pero nada más. No importan los reyes que hayan vivido en ella, ni sus mil iglesias románicas.

Y sin embargo yo no podía evitar la comparación. Al bajar al Duero pensé en el Danubio y en aquella puesta de sol a la que le saqué 5 fotos (analógicas). Y todo era también bonito y mágico en Zamora, pero no soy capaz de escribir sobre ella como escribí sobre Bratislava.

Y eso que en Toro estuve donde se acaba el mundo. Un mundo que descubrí que es plano y circular. Un mundo que acababa en el horizonte.

Si yo hubiese vivido en Toro no dudaría de la planicie de la Tierra.

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