Hay pocas cosas mejores para olvidar Praga que volver a Santiago. Aunque sea para hacer exámenes. Aunque sean sólo dos noches.
Dos noches en las que fui a cenar vinos (y tapas). Volviendo a las 12 a casa, por supuesto, que no hay que olvidar que al día siguiente tenía un examen a las 10. La primera noche fui en familia, con
primo y prima y viejos conocidos. La segunda noche...
...la segunda noche sirvió para darme cuenta. Como parece ser que decía Alessandro (de
Lucía) cuando alguien le preguntaba si se superaba lo de ser Erasmus, algunos lo consiguen y otros, como él, como yo, como casi todos, se quedan algo locos y pretenden seguir siéndolo (Erasmus) el resto de su vida. La segunda noche mi contacto finlandés (Anna) me dijo que había quedado con gente de su curso de español a las 9 en el Obradoiro...
"¿Puedo ir?"
Y Anna encantada diciéndome que seguro que era la primera española para muchos. Y cené rodeada de alemanas y algún alemán, y de dos finlandesas despistadas. Todos hablando español con acentos y expresiones cuando menos graciosos y preguntándome mil cosas. Gente a la que le gusta que la corrija!! Podéis imaginar cuán feliz fui.
Un par de exámenes (uno frustrado hasta la semana que viene), una persecución a mi profe más perseguido para que me dijese que recibió mi trabajo sobre los documentales checos y que tengo un 8, café en la cafetería de mi pequeña facultad, comida en piso santiagués -no propio-, conversación de sobremesa con una argentina que nos explicaba las asignaturas de 4º, cotilleos varios...
Santiago vuelve a ser un poco mío otra vez. Quiero que llegue octubre.