Feb 01, 2011 23:49
No sé exactamente cuándo empezó todo esto. Y es curioso porque precisamente quiero hablar aquí de mis finales. De todos. Si hay algo de lo que me arrepiento con todo mi corazón es de mi torpeza para cada uno de ellos, de mi egoísmo, de mi maldita fantasía de creer que puedo volver a querer como antes, o diferente: mejor.
Caso 1.
Tenía que haberlo visto venir la primera vez. Él lloraba y a mí me dolía, claro que sí. Pero sus lágrimas no valían tanto como las mías. Y así ese ser humano que yo tenía al frente se convertía poco a poco en un adorno, pero no como las plantas, no, sino como un adorno de esos que forman parte del montoncito de obsequios de cumpleaños de los que tú piensas, ¿y esto para què?. Lo movía al pobre de un lado a otro, ven, vete, ven, vete. Yo sabía que le iba haciendo daño con tanto trajín sentimental, pero de verdad creía que quizás llegaba el momento en que mi cabeza se volvía a enamorar. Pero fue todo un error. No hice màs que lastimarlo. Una tras otra, incluso aquella vez que le pedí que fuera a buscarme a una discoteca que quedaba a una hora y media de su casa para luego impedirle el ingreso acusándolo de acoso con los hombres de seguridad. La primera de esas grandes agujas.