(Una historia corta que yo he escrito para mi curso intensivo de español. La tarea fue escribir una historia con este título, usando las palabras: señor - muchacho - anciana - un montón de hojas impresas - leer - comprar)
Una anciana viviendo solamente en un pequeño pueblo ya era un poco débil y no podía ir a la tienda para comprar su comida ni su diario „El Tiempo“. Sara había leido ese periódico desde su juventud, y fue muy importante para ella leerlo cada día. Por eso tenía Juan, que cumplió esas tareas para ella. Era un muchacho de 16 años que todavía iba al colegio, y necesitaba los cinco pesos que recibía cada semana para sus estudios que quería hacer en la capital. Ella sabía que eso no fue mucho, pero fue todo que se podía permitir. Además a Juan le gustaba ayudar a la señora mayor, que - desde la muerte de su marido- estaba muy sóla. Los fines de semana a veces jugaban al ajedrez en la terraza, pero Juan tenía que estudiar mucho.
Por eso Sara pasó la mayoría de su tiempo leyendo el diario y discutiendo las noticias con su amigo mejor Alvín, un hombre de edad mayor. Sólo él sabía que tenía un diario personal, en el que escribía cada noche antes de dormir.
Un buen día en la primavera, el chico joven llegó a la casa de la abuela, pero en lugar de ella encontró a Alvín. Él le contó que Sara había muerto, que escandalizaba Juan mucho. Se quedó con Alvín un poco, y juntos buscaban el testamento. Lo enconrtaron debajo de montones de hojas impresas, recortes del diario, pero no lo abrían. Alvín guardaba también su diario personal.
Más tarde venía su hijo, un señor de mediana edad, para recoger a su padre. Cuando él hojeaba los recortes, mostraba más exitación que los dos habían expectado.
„¡Esa es una coleción excepcional!“ Y después de haber visto el diario personal de Sara, el dijo: „¡Es como una crónica de una vida entera, es fascinante! Si estás de acuerdo, padre, voy a hacer un libro sobre ella - ¿qué pensáis?“
Juan y Alvín estában de acurdo, pensando en el hecho de que Sara había sido una mujer especial de verdad. Colaboraban mucho, y cuando el libro fue cumplido, se hacía un gran exito. Y en el espiritú de Sara, Alvin dió una parte grande de su ganancia a Juan, para que el pudiera estudiar sin preocupaciones. Cada vez que recibía una carta del capital, Alvín sonreía y pensaba en su amiga. Seguro que ella estaría feliz con ese fin.