Fandom: Tennis no Oujisama
Personajes: Tooyama Kintarou/Ryuuzaki Sakuno; Ryuuzaki Sumire, Watanabe Osamu.
Resumen: Tal vez fue una simple coincidencia, pero ¿por qué no aprovecharla?
De haberse detenido para imaginar algo en el camino a casa a Sakuno nunca le habría pasado por su cabeza la idea de pasar la velada en compañía de su abuela y Kintarou, por lo que en el momento en que vio la cabeza pelirroja asomarse por la puerta tardó unos minutos en reaccionar y no pudo protestar cuando se vio a sí misma siendo arrastrada a la sala, sin apenas tiempo para hacer o decir algo.
-Abuela... -comenzó cuando el jugador de Shitenhouji la soltó, observando a su abuela y a Kintarou por intervalos, confundida, pero el pelirrojo habló antes de que pudiese preguntar algo.
-Parece que Sakuno-chan no se alegra de verme -comentó mirando a Sakuno con tristeza.
-¡No! No, no es eso -intentó corregir la chica de inmediato, lo cual consiguió con Kintarou sonriese nuevamente y Sumire soltase una carcajada, como si entendiese mejor que nadie la situación.
-Se acercó a preguntarme por Echizen -dijo Sumire una vez dejó de reír, poniendo su mano izquierda en la cabeza del pelirrojo, despeinándolo aun más-, pero cuando Horio me avisó que ya estaba listos para irse se olvidó de Echizen y dijo "¿¡Eres familiar de Sakuno-chan!?"-. Sakuno asintió con su cabeza, siguiendo la historia con atención-. Y de alguna forma terminó aquí.
Sakuno no entendía como una pregunta así había hecho que Kintarou terminase en su casa, pero prefirió no pedir explicaciones extra y asintió con su cabeza.
El como la visita también se transformó en una invitación a comer también era un misterio, pero mientras Kintarou sacaba los platos con extraño cuidado y comentaba sobre la amabilidad de la gente de Tokyo, lo único que Sakuno pudo hacer fue sonreír y ayudar a su abuela a servir la comida.
Con excepción de las pocas veces que Tomoka iba a visitarla o cuando sus padres regresaban a Tokyo por unos días, pocas veces se escuchaba una conversación tan animada durante la cena en la casa de los Ryuuzaki, al punto que cuando la charla cesó en el momento en que Sumire se levantó de la mesa, llevando consigo los platos, insistiendo que los jóvenes ya había ayudado bastante, Sakuno se sorprendió.
Recordando la conversación con su mejor amiga unas horas atrás y no queriendo permitir que un silencio incómodo llenase la sala, Sakuno alzó su voz.
-T-Tooyama-kun... -dijo, cerrando los ojos mientras reunía todo su valor-. Puedes... ¿¡Puedes darme tu número de celular!?- Sakuno se encogió de vergüenza ante el sonido de su propia voz; su intención no había sido hablar en un tono tan alto.
-Lo siento, Sakuno-chan. -Esa no era la respuesta que Sakuno esperaba y por un segundo una sensación de derrota la abrumó, al menos hasta que el jugador de Shitenhouji continuó-: Kenya me regaló uno en mi último cumpleaños -Sakuno abrió los ojos de nuevo, esta vez sintiéndose confundida. ¿Qué tenía que ver eso con la disculpa? Kintarou continuó sin notarlo-, pero... de alguna forma... -Kintarou alzó su mano derecha y comenzó a abrirla y cerrarla, como si eso explicase todo. Sakuno parpadeó, todavía perdida en el giro que la plática había dado.
-...Se rompió -finalizó el chico de Osaka alzando sus hombros.
-¿¡Eh!? -exclamó Sakuno, comprendiendo al fin que "se rompió" significaba "lo rompí sin querer". Dándose cuenta de esto Kintarou tuvo la gracia de lucir avergonzado por unos segundos, antes de sonreír, como si estuviese recordando algo particularmente divertido.
-En serio lo siento -repitió el pelirrojo unos segundos después, todavía sonriendo.
-¡No! No importa -contestó de inmediato Sakuno. Aunque ella se había tomado el primer "lo siento" como si de un rechazo se tratase, ahora que entendía sentía que no merecía ninguna disculpa. Era ella quien debía disculparse por hacer que Kintarou sintiese la necesidad darle una explicación. Eso era lo que se disponía hacer cuando Kintarou se paró de un salto de su silla.
-¡Ya sé! -dijo entusiasmado-. ¿Vamos a comer helado mañana? Yo invito.
-N-no -Sakuno rechazó la invitación de inmediato, al fin de cuentas eso había sonado como un intento de disculpa y Kintarou no tenía porqué disculparse así con ella-. No es necesario -corroboró al notar como el otro parecía seguir esperando a que ella aceptara.
La decepción fue obvia en el rostro de Kintarou y por un segundo Sakuno pensó en decir algo, ya fuese para cambiar el tema, con la esperanza de que el pelirrojo volviese a su ánimo habitual, o para disculparse, pero Kintarou se le adelantó.
-¡Pero yo quiero ir a comer helado con Sakuno-chan! -esas palabras parecían salidas de la boca de un niño pequeño, pero a pesar de eso y del puchero que el pelirrojo había hecho mientras hablaba, Sakuno no pudo evitar sentirse halagada.
Sonrojada y conciente de que, de alguna forma, eso se había convertido en una posible cita y no en un intento de compensación, asintió con su cabeza sin pensarlo.
-¡Bien! -celebró el pelirrojo, antes de regresar a su asiento y preguntarle sobre las heladerías en Tokyo.
Si bien Sakuno acostumbraba a levantarse temprano todos los días del año, ya que prefería desayunar junto a su abuela, quien incluso cuando no tenía clases que dictar se veía obligada a salir temprano debido a las actividades del club de tenis, eran pocas las veces en que conseguía hacerlo sin ayuda del despertador.
Aun así, cuando Sakuno abrió sus ojos en la mañana las manecillas indicaban que faltaba más de media hora para que este sonase, lo cual le pareció aun más extraño cuando recordó lo mucho que le había costado conciliar el sueño la noche anterior.
Luego de que el entrenador de Shitenhouji hubiese ido en busca del inquieto capitán, ella había pasado largos minutos en el teléfono, contándole lo sucedido a su mejor amiga, quien parecían tan emocionada como ella misma con la promesa hecha para el día siguiente, y aun más tiempo dando vueltas en su cama, recordando en su cabeza las palabras del pelirrojo antes de irse.
"¡No olvides ir a verme mañana!" Sakuno sonrió para sí misma, ocultando su rostro debajo de las cobijas. No comprendía porqué se alegraba tanto ante la insistencia del pelirrojo por encontrarse una vez más, pero la noche anterior Tomoka había logrado convencerla de no seguir cuestionándose al respecto.
Al fin de cuentas su mejor amiga tenía razón: si la idea de ver a Kintarou la hacía sonreír en vez de convertirla en un manojo de nervios, como había sucedido con Ryoma años atrás, debía alegrarse en vez de preocuparse.
Sakuno se destapó de nuevo, girando su cabeza para ver el reloj, y al ver que sólo habían pasado un par de minutos terminó de apartar las cobijas. No tenía ni una pizca de sueño y aunque faltaban al menos tres horas para ir junto a su abuela a ver los partidos del día, sentía que no podía seguir acostada sin hacer nada por un minuto más.
-¡Viniste! -Kintarou no hizo nada por ocultar su alegría y Sakuno sólo pudo hacer más que sonrojarse e intentar hacer un gesto de disculpa hacia las personas que se encontraban en la cancha cuando vio como el pelirrojo corrió hacia ella, sin importarle el que estuviesen en medio del primer partido de dobles de la mañana.
A pesar de haberse levantado antes que de costumbre y de haber estado lista para salir antes que su abuela misma, un pequeño embotellamiento de tráfico había hecho que llegasen al lugar minutos antes de que comenzasen los partidos y Sumire, como la encargada de Seigaku, había tenido que correr literalmente hacia su equipo, dejando a Sakuno sola y sin idea de donde estaba jugando Shitenhouji.
Le tomó varios minutos encontrar a uno de los encargados del lugar y luego de un giro errado que la había llevado a descubrir la salida oeste y otro que la llevó a la zona de descanso, consiguió encontrar las canchas en las que el equipo de Kintarou estaba jugando ese día.
-Lamento haberme tardado -se disculpó en cuanto el pelirrojo estuvo frente a ella, a lo que éste respondió moviendo su mano tal como si estuviese apartando algo, como si no le importase su retraso.
-Llegas a tiempo -la interrumpió Kintarou sonriente, señalando las canchas tras sí-. Osamu-chan al fin me dejó en sencillos dos, ya me verás jugar en un momento.
-¡Kin-chan! -Sakuo no tuvo tiempo para decir algo, ya que el grito del entrenador de Shitenhouji la interrumpió.
Kintarou corrió de inmediato en dirección a la cancha, sólo para dar media vuelta unos pasos después y pedirle que lo viese con atención antes de dirigirse de nuevo hacia el lugar en el que su equipo lo esperaba.
Sakuno, a diferencia de los jugadores de Shitenhouji, quienes parecían tener problemas para contener sus carcajadas, no tuvo que esforzarse para no reír, sino para controlar el sonrojo que apareció en sus mejillas ante la sonrisa cómplice del hombre de sombrero, quien la saludó con un perezoso gesto con su mano.
Sakuno no recordaba exactamente cuando había sido la última vez que había disfrutado tanto viendo un partido, aunque sospechaba que decir "desde el último partido de Ryoma-kun en Japón" era lo más acertado.
Era imposible no sonreír al ver como alguien parecía divertirse tanto jugando, aun cuando algunos de los miembros de Shitenhouji parecían avergonzados por todas las monerías que éste hacia en la cancha, saltando de un lado a otro tras la bola y gritando los largos nombres de sus técnicas.
-Oh, van bastante bien. -Estaba tan absorta aplaudiendo cuando Kintarou ganó el quinto juego que la familiar voz a su lado hizo que saltase en su lugar-. Este año también serán oponentes difíciles.
-¡Abuela! -exclamó sorprendida mientras giraba en sus talones, apartando su mirada de la cancha por un momento- ¿Y el partido?
-Lo cambiaron de hora -contestó Sumire, más concentrada en el juego que en su nieta y con razón, ya que en el momento en que Sakuno posó nuevamente su mirada en el juego vio como Kintarou conseguía el punto que la faltaba para ganar el set.
La ovación no se hizo esperar y aun antes de que el juez anunciase al ganador varios jugadores de Shitenhouji ya se encontraban apunto de saltar a la cancha, como si acabasen de ganar el torneo nacional mismo y no el partido que los llevaba a la semifinal.
La obvia alegría del equipo de Osaka era contagiosa, al punto que Sakuno se encontró aplaudiendo de nuevo con ánimos y en el momento en que Kintarou volteó a verla, saludándola efusivamente con su brazo mientras gritaba "¡Gané, Sakuno-chan!", contestó el gesto de una forma más discreta sin siquiera pensarlo o sonrojarse, mientras su sonrisa crecía al ver como el pelirrojo corría hacia sus compañeros de equipo.
-Abuela... -comenzó Sakuno todavía con la vista en el equipo de Shitenhouji, quienes celebraban la victoria alrededor de Kintarou-. Crees que... ¿crees que puedo pasar unos días en Osaka?
Al notar lo que había dicho, Sakuno contuvo su respiración. Lo había dicho en un impulso, sin realmente pensar mucho al respecto, y casi esperaba que su voz hubiese sido encubierta por la algarabía cercana. Al fin de cuentas ella nunca pasaba las vacaciones de verano fuera de casa, por lo que sin duda la sola pregunta era extraña; además estaba segura que había miles de razones por las que su abuela podía negarle el permiso.
Una suave risa proveniente de Sumire, quien estaba moviendo su cabeza como si estuviese viendo un partido de tenis, observando a Kintarou por unos segundos y luego a Sakuno, le confirmó que su abuela sí la había escuchado.
Nerviosa, Sakuno apartó su mirada de la cancha y observó en silencio a su abuela, esperando por una respuesta. Ya no tenía sentido retractarse, pensó.
-Ya estás en esa edad -comentó Sumire, aparentemente divertida al notar la mirada expectante de su nieta.
-N-no. ¡No es eso! -profirió Sakuno, bajando su cabeza de inmediato al sentir como sus mejillas comenzaban a tomar un tono rojizo, no sólo por la vergüenza sino por la pequeña mentira. Al fin de cuentas Kintarou sí era la razón por la que había dicho tal cosa, pero por alguna razón no quería aceptarlo, al menos no frente a su abuela.
-Hablaré con tus padres -prometió Sumire después de un rato en un tono en el que no se escuchaba ni una pizca de risa.
Sakuno alzó nuevamente su rostro, sorprendida por la respuesta. Aunque estaba segura que el rubor no había desaparecido de sus mejillas, el que su abuela pareciese entenderla de alguna forma ayudó a que se tranquilizase, por lo que momentos después le sonrió agradecida.