Meme de libros

Feb 15, 2012 22:41


Siguiendo el ejemplo de caris_bennet he decidido hacer un meme de libros. No se si lo leerá mucha gente, pero un  así  aquí os dejo algunos fragmentos de mis libros preferidos, y eso que no son pocos, he tenido que reducir la lista muchísimo, y algunos, me ha costado dios y ayuda encontrarlos porque los leí en la biblioteca y no los encontraba por internet. Hay libros de todo tipo. Más juveniles (oye, que solo tengo 16 años) otros más ``adultos.´´... mirar, no se, ya lo veréis vosotros mismos.

No se si sabréis todas, o simplemente algunas, espero que disfrutéis, tanto como he disfrutado yo haciendo la entrada ;)

PD: Hay algunos fragmentos que salen como en oscuro o en amarillo TT. No es por nada especial, es que mi control de esto es penoso y no se quitarlo :3


Fragmento 1.
Era la mañana de la boda de Ruth. Idgie le había pedido el coche a Julián y lo había aparcado frente a la capilla de la Iglesia Baptista Morning Dove a las siete de la mañana. Cuatro horas después, vio a Ruth y a su madre entrar por la puerta lateral de la capilla. Ruth estaba tan bonita como Idgie había imaginado, con su traje de novia. Luego, vio llegar a Frank Bennett y a su hermano. Permaneció sentada allí en el coche, viendo cómo iban llegando los invitados, uno a uno, hasta que la capilla estuvo llena. Cuando el ujier, que llevaba guantes blancos, cerró las puertas, se le cayó el alma a los pies. Oyó el órgano desgranando las notas de la Marcha Nupcial y se sintió muy mal.

Idgie llevaba una botella de un horrible whiskey que había estado bebiendo desde las seis de la mañana; y, justo antes de que la novia dijese «sí quiero», todos los que llenaban la capilla se preguntaron quién debía de ser la persona que daba aquellos bocinazos.

Al cabo de un minuto, Idgie oyó que el órgano empezaba a sonar de nuevo y, de pronto, las puertas de la capilla se abrieron de par en par y Ruth y Frank bajaron por la escalinata, riendo, entre los jubilosos gritos de la gente que les lanzaba arroz Se metieron en seguida en el coche que les aguardaba y se alejaron.

Idgie tocó otra vez la bocina. Ruth volvió la cabeza, justo al doblar la esquina, pero demasiado tarde para ver de quién se trataba.

Idgie volvió entonces a casa con el coche de Julian.

Fragmento 2.

Charlie entró corriendo por la puerta delantera, gritando:

-         ¡Mamá, mamá!

La señora Bucket estaba en la habitación de los abuelos, sirviéndoles la sopa de la cena.

-         ¡Mamá!- gritó Charlie, entrando como una tromba-. Mira lo que tengo, ¡Mira, mamá, mamá! ¡ El último billete dorado! ¡Es mío! ¡ Encontré una moneda en la calle y compré dos chocolatinas y la segunda tenía el Billete Dorado y había montones de gente a mi alrededor que querían verlo y el tendero me rescató y he venido corriendo a casa y estoy aquí! ¡ES EL QUINTO BILLETE DORADO MAMÁ, Y YO LO HE ENCONTRADO!.

La señora Bucket se quedó muda, mirándole, y los cuatro abuelos, que estaban sentados en la cama balanceando sendos cuencos de sopa sobre sus rodillas, dejaron caer de golpe sus cucharas y se quedaron inmóviles contra las almohadas.

Durante diez segundos aproximadamente reinó un absoluto silencio en la habitación. Nadie se atrevía a moverse o hablar. Fue un momento mágico.

Entonces con suavidad, el abuelo Joe dijo:

-         Nos estas gastando una broma, Charlie ¿Verdad? ¿Te estas burlando de nosotros? -

-         ¡No!- gritó Charlie, corriendo hacia la cama y enseñándole el hermoso Billete Dorado para que lo viese.

El abuelo Joe se inclinó hacia delante y miró con atención tocando casi el billete con la nariz. Los otros le miraban, esperando el veredicto.

Fragmento 3.

Acordamos con el neurólogo sacarte del respirador por un minuto, Paula, pero no se lo anunciamos al resto de la familia porque todavía no se reponen de ese lunes fatídico en que estuviese a punto de irte a otro mundo. Mi madre no logra mencionarlo sin echarse a llorar. , despierta por las noches con la visión de la muerte inclinado sobre tu cama. Creo que, como Ernesto, ella ya no reza para que sanes sino para que no sufras más, pero yo no he perdido las ganas de seguir peleando por ti. El doctor es un hombre gentil, con lentes montados en la punta de la nariz y un delantal arrugado que le da un aire vulnerable, como si acabara de levantarse de la siesta. Es el único medico por estos lados que no parece insensible a la angustia de quienes pasamos el día en el corredor de los pasos perdidos. En cambio el especialista en porfiria, más interesado en los tubos de su laboratorio donde a diario analiza tu sangre, te visita poco. Hoy en la mañana te desconectamos por primera vez. El neurólogo revisó tus signos vitales y leyó el informe de la noche, mientras yo invocaba a mi abuela y a la tuya...

Fragmento 4.

La calzada le fascinaba. Sería tan fácil y maravilloso sentarse sobre aquel asfalto... Empezaría por ponerse en cuclillas, y las rígidas articulaciones de las rodillas crujirían con el sonido de una pistola de aire comprimido de juguete. Pondría luego las manos sobre la fría superficie rugosa y bajaría las nalgas hasta sentir que la gimiente presión de los setenta y tres kilos abandonaba los pies... Y luego tenderse, dejarse caer de espaldas y quedarse así, abierto de brazos y piernas, sintiendo cómo se estira la cansada columna..., contemplando el círculo de árboles y la majestuosa rueda de las estrellas..., sin oír los avisos, mirando..., sólo mirando al cielo y esperando..., esperando... Sí. Oír el escurrirse de los pasos, mientras los Marchadores se apartan de la línea de fuego, dejándole solo, como una ofrenda de sacrificio".

Fragmento 5

"Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos... necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca."

Fragmento 6

No hablaron. Nikki se lamió la mano y le echó sal. Cogió una rodaja. Sirvió un chupito. Y le tendió la mano. A diferencia de ella, él no evitó su mirada.  Atrajo su mano hacia él y puso sus labios sobre ella , saboreando la sal y luego el sabor salado de la piel circundante mientras se miraban fijamente el uno al otro. A continuación, se bebió el chupito y mordió la lima que ella le ofreció. Mantuvieron el contacto visual así, sin un solo movimiento, la versión extendida de su momento anuncio de colonia en el balcón de Matthew Starr. Pero esta vez Nikki no lo interrumpió.

Con decisión, lentamente, se fueron acercando centímetro a centímetro, en silencio, sosteniéndose la mirada. Ella despreció cualquier resto de preocupación, incertidumbre o conficto que hubiera podido sentir antes, algo que la haría pensar demasiado. En ese momento Nikki Heat no quería pensar. Quería estar. Extendió la mano y le acarició la mandíbula con suavidad, donde le había golpeado anteriomente. Se irguió sobre una rodilla, se inclinó sobre el y lo besó suavemente en la mejilla...

Fragmento 7

Sólo había una pareja que seguía luchando; al parecer no se habían dado cuenta de que había llegado Dumbledore. Harry vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.

-         ¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! -

Le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación.

El segundo haz le dio de lleno en el pecho.

El no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorpendido.

Harry soltó a Neville, aunque sin darse cuenta de que lo hacía. Volvió a bajar por las gradas y sacó su varita mágica al tiempo que Dumbledore también se volvía hacia la tarima.

Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo se curvó describiendo un majestuoso círculo, y en su caida hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco.

Harry vió la expresión de su padrino, antes apuesto mientras caía por el viejo arco y desaparecía detrás del velo, que se agitó un momento como su lo hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento, y luego quedó como al principio.

Fragmento 8

Anaíd rozó el suelo con los pies, abrió los ojos, las miró a las cuatro y exclamó con un asombro que a Criselda le pareció autentico:

-         ¿Cómo... cómo he llegado hasta aquí?

Gaya fue la única que respondió

-         ¡No me lo creo! No me creo ni una palabra del numerito que me habéis montado. Esto es cosa de Criselda. Lo tenía preparado.

Anaíd no comprendió la indignación de Gaya, se sentía mareada y fuera de lugar. Tia Criselda le tomó la mano.

-         Anaid, bonita, ¿ no lo habías hecho antes?

Anaid recordaba vagamente su sueño. Había volado en sueños, pero ¿cómo demonios había aparecido en el claro del bosque?

-         ¿El qué?

-         Pues esto que has hecho ahora, volar hasta aquí.

-         ¿Volar? ¿Quieres decir que he...?

Karen le acarició la mejilla.

-         ¿Seguro que Selene o Deméter no te enseñaron a hacerlo?

Anaid negó con la cabeza. Se sentía absolutamente desconcertada y escuchaba a las cuatro mujeres sin complenderlas. No entendía nada.

Fragmento 9

El viejo, efectivamente, frota y enciende con habilidad en el hueco formado por sus manos. Arroja el fósforo al exterior y fuma despaciosamente. Silencio desgarrado tan sólo por zumbido de motor, susurrar de neumáticos, algún imperioso bocinazo. El coche empieza a oler a tabaco negro, evocando en el hijo recuerdos infantiles. Con disimulo baja un poco el cristal de la ventanilla. El viejo entonces le mira: nunca ha podido acostumbrarse a ese perfil delicado, herencia materna cada año más perceptible. Conduce muy serio, atento a la ruta... «Sí, siempre ha sido un chico muy serio.»

-¿Por qué reían de esa manera tan..., bueno, así? ¡Y encima de su tumba, además

-¿Quiénes?

-¡Quiénes van a ser! ¡Los etruscos, hombre, los del sepulcro! ¿En qué estabas pensando?

-¡Vaya por Dios, los etruscos!... ¿Cómo puedo saberlo? Además, no reían.

-¡Oh, ya lo creo que reían! ¡Y de todo, se reían! ¿No lo viste?... ¡De una manera...! Con los labios juntos, pero reían... ¡Y qué bocas! Ella, sobre todo, como... -se interrumpe para callar un nombre (Salvinia) impetuosamente recordado.

El hijo se irrita. «¡Qué manía! ¿Acaso la enfermedad está ya afectándole al cerebro?»

-No reían, padre. Sólo una sonrisa. Una sonrisa de beatitud.

-¿Beatitud? ¿Qué es eso?

-Como los santos en las estampas, cuando contemplan a Dios.

El viejo suelta la carcajada.

-¿Santos? ¿Contemplando a Dios? ¿Ellos, los etruscos? ¡Ni hablar!

Su convicción no admite réplica. Les adelanta un coche grande y rápido, conducido por un chófer de librea. En el asiento de atrás el fugitivo perfil de una señora elegante.

Fragmento 10

Vera Claythorne, sentada en un vagón de tercera clase en compañía de otros viajeros, cerraba los ojos, recostada hacia atrás su cabeza. ¡Qué calor más sofocante hacía dentro de aquel tren...!, ¡qué bien se estaría a orillas del mar! Esta situación constituía para la joven una verdadera suerte. Conmuévete; cuando solicitáis un empleo para los meses de

vacaciones, se os encarga la vigilancia de una chiquillería... las plazas de secretaria, en esta época, se presentan muy de tarde en tarde. La oficina de colocaciones no le dio sino una

ligera esperanza. Al fin la esperada carta había llegado:

La agencia para colocaciones profesionales me propone su nombre y me la recomienda calurosamente. Creo entender que la directora la conoce personalmente. Estoy dispuesta aconcederle los honorarios propuestos por usted y cuento con que podrá entrar en funciones el día 8 de agosto. Tome el tren de las 12.40 en Paddington y se la irá a recibir a la estación de Oakbridge. Adjunto un billete de cinco libras para sus gastos de viaje.

Sinceramente suya

UNA NANCY OWEN

En la cabecera de esta carta consignábase la dirección:

Isla del Negro, Sticklehaven (Devon)

¡La isla del Negro! ¡Y tanto como se habían ocupado de ella los periódicos!...

Bueno, me hubiera gustado poner más fragmentos, pero algunos, entre que leí los libros de la biblioteca y que no los he conseguido descargar, no he podido ponerlos. Pero tengo curiosidad, así que... ¿Alguno de vosotros ha leído la serie de libros de los detectives Patrick Kenzie y Angela Gennaro? Está escrita por Dennis Lehane, y es absolutamente recomendable. Hay títulos como, Abrazame, oscuridad o la última causa perdida,  y encima ellos dos son super shippeables, por lo menos a mi parecer.
Bueno, espero que conozcáis los libros que os he puesto y eso, ya me contaréis que os ha parecido.

libros, meme

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