Baby Bang 2011: Drenched in fear - Capítulo 7-2

Sep 30, 2011 20:05











Hacía una semana exacta que la Creation había aplazado de manera repentina y hasta nueva fecha la celebración de la Convención de Vancouver, debido en esta ocasión a problemas familiares de uno ellos. Habían alegado que, por respeto a los chicos, entendiesen la decisión, tanto de la CW como de la propia Creation a no dar más detalles sobre dichas circunstancias familiares y por la misma habían justificado que una convención con tanta tradición como la de Vancouver, no tenía sentido realizarla si no estaban presentes los dos protagonistas de la serie.

Pero como siempre que se daban las noticias a medias, la rumorología se había vuelto a disparar. En este caso, algunos periodistas se habían asentado en las proximidades de los Ackles y de los Padalecki a la espera de poder averiguar algún detalle más y en este sentido, el hecho de que no hubiese rastro alguno ni de Sherry ni de Donna y que ninguno de los miembros que permanecían en San Antonio y en Texas saliesen a la calle si no era montados en sus respectivos coches para evitar así cualquier encontronazo con la prensa, reforzaba la teoría de que efectivamente los J’s tenían algún problema serio con alguna adicción, tal y como se llevaba rumoreando más de un mes y que las madres de ambos estaban cerca de ellos mientras ellos estaban ingresados en una clínica.

Pero una cosa eran los rumores que se cocían entre la prensa sensacionalista y otra era la cruda realidad que la CW ya no había podido ocultar durante más tiempo, ni a la Creation, que por supuesto exigía una explicación convincente y real, ni tampoco a los miembros del equipo de Supernatural, que si bien sabían ya por la propia cadena que la situación de los chicos era complicada, hasta ese momento no tenían ni idea de en qué consistía esa “complicación”.

Entre explicación y explicación habían hecho firmar a todos los conocedores de la noticia, un compromiso de confidencialidad que habían basado en la necesidad de proteger la vida de los chicos, ante la amenaza explícita de la guerrilla de tomar represalias si la noticia del secuestro se hacía pública. Y desde luego ni la cadena, ni tampoco la Creation o el resto de los miembros del equipo, se iban a arriesgar a una demanda millonaria por parte de los abogados y la familia de los chicos si a alguno de ellos les pasaba algo por culpa de una más que desafortunada indiscreción.

Y precisamente por eso mismo Mark Pedowitz estaba que se subía por las paredes. Tras casi dos meses desde su desaparición, las cosas parecía que estaban en un punto muerto y mientras tanto la parrilla del viernes estaba sin cubrir.

- Y nosotros preocupados porque pillasen a los chicos juntos en algún momento o que alguien se fuese de la lengua... - había repetido a Sera y a Ben más de una vez -...Ojalá todos los problemas a día de hoy fuesen esos.

- Pues ya me dirás que hacemos Mark... - Sera estaba igual de desquiciada. Para ella la continuidad de la serie era crucial y en esa decisión poco tenía que ver el hecho de que el último capítulo de la séptima hubiese terminado en uno de sus ya habituales Cliffhangers. Supernatural se había convertido en su show y para ella se trataba de una importantísima fuente de ingresos.  Sin embargo, muchas de las personas que formaban parte del equipo de producción habían firmado contrato por nueve meses de rodaje. Un rodaje que en teoría debería de llevar cerca de un mes y medio en marcha. Así que a día de hoy, la cadena y la productora tenían que hacerse cargo de pagar a una gente que por el momento se encontraban de brazos cruzados y eso, se viese por donde se viese, no podía recibir otro nombre que no fuese “pérdidas sustanciales”

- Mark... ¿te has planteado la posibilidad de que el rescate corra por cuenta de la CW?... - Ben se había pensado mucho el hacerle esa pregunta a Mark -... Tal vez deberías de verlo como una inversión no como una pérdida.

- ¿Te crees que no lo he pensado acaso?... - la voz de Mark denotaba cierto grado de frustración -... Infinidad de veces desde que todo esto empezó. Pero por si no lo recordáis… - miró para ambos -... yo no soy la CW... sólo soy el presidente ejecutivo... - empezó a golpear su mesa con las yemas de los dedos -...un presidente puesto por un montón de accionistas a los que hay que justificar cada pérdida y cada ganancia y que no tienen ningún reparo en darme la patada si las cifras no salen y creedme que empiezan a  no salir.

- Pues mejor que empecemos a creer en los milagros, porque tal y como están yendo las cosas no nos quedan muchas opciones - Y eso lo decía Ben. Una especie de ateo declarado en todo lo que tenía que ver en el mundo del show business y que solo creía en lo que veía.

- Créeme Ben… - Sera estaba dispuesta a agarrarse a lo que fuese -… si eso se da, soy capaz de irme de peregrinación a donde sea… ¡joder! - suspiró hondo, como si tratase de resignarse ante lo que parecía el fin de la serie -... todo esto es una mierda.



- ¿Estás loco? - fue lo primero que salió de la boca de Jensen, cuando una vez recuperado oyó la más que arriesgada idea del castaño.

- No Jen..., en serio... lo llevo pensando días. No es algo que se me haya venido así de repente - se defendió el castaño.

- Jay… escúchame - El rubio trató de hacerlo razonar -… Sé que esta semana te he pegado un susto de muerte, pero eso no justifica que empieces a planear un escape a lo Chuck Norris o John Rambo.

- Jen... piensa... - volvió a intentarlo -... Llevamos mes y medio en el campamento. Casi dos desaparecidos y aquí nadie parece mover un dedo... - se empezó a mesar el pelo, que a esas alturas empezaba a caerle ya a la altura de la clavícula -... ¿Cuánto tiempo lleva Carlos en esta situación?...

- La situación de Carlos es jodida Jay…, el mismo ha dicho que es cuestión de dinero… y a veces hasta empiezo a dudar de que realmente se quieran desprender de él.

- Y la nuestra también lo es… - empezó a mordisquearse los labios dejando claro que no estaba de acuerdo con el punto de vista de su pareja -… y lo siento Jen,… sé que te fastidia que te diga esto, pero tú no estás bien… y ni siquiera sabemos si finalmente Carlos va a conseguir esos malditos antibióticos… y yo no...

- ¿Tú no qué Jay? - Jensen necesitaba que Jared se desahogara. Generalmente no solía callarse las cosas, por eso cuando por alguna razón lo hacía, inevitablemente se comía por dentro.

- Yo… - vaciló un momento -… yo no estoy dispuesto a ver como tu salud se va yendo al carajo semana tras semana. No podría soportarlo… ¿es tan difícil de entender, joder?

- Heyyyyy... - de haber estado a solas lo habría abrazado como si le fuera la vida en ello -... Estás viéndolo con demasiada negatividad… Si realmente somos piezas de valor para esta gente,… ¿tan difícil de creer es que vayan a conseguir esa medicación?...

- No lo sé... No tengo ni idea de cómo tiene amueblada la cabeza esta gente… ¿quién coño los entiende?

- Está bien Jay…, te propongo una cosa pero tú prométeme que no vas a hacer ninguna tontería.

- Visto lo visto debería de ser yo quien te dijese eso a ti… ¿no crees?

- ¡Venga… va! - ¡Ok! Jared seguía estando algo mosca por no haberle dicho nada de que se encontraba mal,… y en el fondo lo entendía.

- Está bien... te escucho.

- Vamos a darle unos días de margen a Carlos a ver si consigue lo que ha pedido... ¿vale?.. - hizo un gesto con el dedo a modo de “aún no he terminado” al darse cuenta de que Jared iba a replicar -... Y mientras crucemos dedos para tener noticias de los nuestros. Si finalmente las cosas no salen así,... Entonces empezaremos a plantearnos esa locura que tienes en la cabeza.

- ¿Y cuántos son para ti unos días de margen?

- Joder... no sé... - pensó en el tiempo que les había llevado llegar hasta ese campamento -... dos semanas Jay... tan sólo dos semanas.

Dos semanas. No era algo descabellado, aunque en el fondo Jared estaba convencido de que no iban a tener noticias sobre su rescate en ese tiempo, así que aceptaría esa condición y mientras tanto seguiría observando el comportamiento de los soldados en el campamento.

Por lo de pronto, esa semana no le había pasado desapercibido el detalle de que la mayor parte de los soldados habían abandonado el campamento así como habían hecho sonar una pequeña campana situada cerca de las porquerizas y no había podido evitar preguntar a Carlos si sabía qué pasaba.

-  Esa campana suena cada vez que los soldados del ejército colombiano cruzan el río.

-  No lo entiendo... ¿qué tiene eso que ver?

-  Al otro lado del río es donde esta gente tiene sus centros de producción de coca, Jay. Así que cada vez que los soldados rondan esa zona salen casi en manada a protegerlos.

-  ¿Eso ocurre muy a menudo?

-  ¿Por qué tanto interés, chico?

-  Es sólo curiosidad

-  Una curiosidad que no me está gustando nada... ¿qué es lo que te está pasando por la cabeza?

-  Nada... de verdad Carlos... - chasqueó los dientes -... Mira... Olvídalo… ¿sí?

El médico se quedó mirando fijamente a esos ojos bicolores que por lo general resultaban enormemente fáciles de leer. Sin embargo en ese momento esa transparencia se había vuelto cien por cien opaca.

Jared se levantó de su lado como si quisiese dar por zanjada la conversación, pero se detuvo al oír como Carlos finalmente se decidía a contestarle.

-  No tienen una pauta fija… lo único que sé es que una vez que salen del campamento tardan unos tres o cuatro días en volver.

-  ¡Ahá!... comprendo - se quedó un momento pensativo, como si estuviese valorando la información que acababa de recibir.

-  Jared... ¿seguro que está todo bien?

El castaño le contestó con una sonrisa acompañada de un “Gracias” y a continuación se había ido en busca de Jensen, que volvía a estar rodeado de críos del campamento, quienes lo habían echado de menos durante los días que había estado enfermo.

Ahora lo único que necesitaba era seguir observando y esperar que pasasen dos semanas. Porque estaba más que convencido de que, tal y como venía pasando en todo ese tiempo, las cosas en ese campamento seguirían siendo jodidamente igual.

Sin embargo en ese punto estaba del todo equivocado, porque en menos de dos semanas ocurriría algo que sería el detonante de que ambos decidiesen tomar la decisión más arriesgada que jamás habían tomado en su vida.



Habían pasado más de dos meses desde que los habían apresado. Exactamente llevaban sesenta y dos días con sus vidas dependiendo de las decisiones que tomasen otros.

Desde que habían tenido aquella conversación en la que Jared le había planteado la posibilidad de huir, el castaño había cumplido con el acuerdo de esperar al menos un par de semanas y no había vuelto a sacar el tema.

Sin embargo, en ese tiempo Jensen había vuelto a sufrir otro absceso de fiebre, que no había tan fuerte como el anterior, pero si lo suficiente como para que en esta ocasión él mismo fuese consciente de que no iba a poder continuar indefinidamente así. Por lo que, a pesar de no haberle comentado nada al castaño todavía, había empezado a plantearse la viabilidad de la esa idea suicida y al igual que éste se había puesto a observar con detalle el comportamiento de los soldados.

Precisamente a ambos les había chocado que el día antes Ayala y media docena de soldados más hubiesen salido sin más del campamento. Ninguno de los dos había oído el repique de la campana, por lo tanto el ejército colombiano debía de continuar lejos de allí y por lo que habían podido ver, ninguno de ellos llevaba exceso de peso en sus macutos, por lo que probablemente esa salida no sería para demasiados días.

-  Tal vez vayan a buscar provisiones... - no sería la primera vez que Carlos los viese salir en esas mismas condiciones para regresar un par de días más tarde con víveres, recambios para su armamento y ya de paso algún que otro material médico-quirúrgico con el que tratar alguna herida de bala o metralla.

-  Si es así… - Jared quiso ser optimista en ese aspecto -... Tal vez traigan lo que pediste para la malaria.

-  Tal vez - le corroboró el médico.

Sin embargo, el regreso de los militares no había sido nada parecido a lo que cualquiera de ellos se había esperado.

Estaban ayudando a sembrar algunas semillas, cuando vieron llegar a un grupo de de casi una docena de personas. Entre ellos pudieron identificara  Ayala, a tres de los soldados que habían salido con él el día anterior y un hombre de mayor edad que jurarían les resultaba familiar y que por el modo en el que todos se dirigían a él, quedaba claro que era su superior.

Estaban tratando de hacer memoria cuando el tono de voz del hombre les recordó a ambos donde lo habían visto.

-  ¡Jen!... ¿ese no es el general del primer campamento?

-  Sí... es el mismo que estaba con Ayala... - lo miró con cara de preocupación -... ¿qué estará haciendo aquí?

-  No lo sé... pero echo en falta a algunos de los hombres del campamento.

-  Yo... yo también.

Continuaron observando disimuladamente y fue cuando se dieron cuenta de que algunos de los hombres estaban heridos y sin embargo en ningún momento habían reclamado la presencia del doctor. En lugar de eso, oían como la voz enérgica del que hasta ese momento conocían como el General parecía dar órdenes a diestro y siniestro al tiempo que se encaraba con Ayala aunque ninguno de los tres pudiese entender de qué coño estaban hablando, debido a los lamentos de algunas de las mujeres del campamento, o para ser más exactos de las mujeres de los soldados que se habían ido el día anterior y que no habían vuelto.

-  ¡Mierda!... - Jensen miró fijamente a Jared -... Esto no me gusta Jay... no me gusta nada.

-  ¿Carlos?... - Jared se giró hacia el médico por si en alguna ocasión había presenciado algo así en todo el tiempo que llevaba cautivo.

-  No lo sé chicos... Pinta a fuego cruzado con los soldados o con alguna otra guerrilla, pero no entiendo la presencia repentina de Herrera en todo esto.

-  ¿De quién? - Preguntaron ambos a la vez.

-  Del General Herrera... - lo señaló con un gesto de la barbilla -...El mentor de Ayala.

-  Estaba en el primer campamento al que nos llevaron cuando nos secuestraron - le explicó Jared.

-  No es de extrañar... - el médico siguió observando con interés los movimientos de ambos soldados -... El es quien probablemente haya decidido que dieseis con vuestros huesos en este campamento y no otro.

-  Pues a mi personalmente me acojona - reconoció Jensen, incapaz de olvidar el instante en el que vio como a una orden suya encañonaban a Jared con una pistola en la sien.

-  A ti y a todo el mundo, chico... Si Ayala puede ser un hijo de puta, Herrera directamente es un despiadado hijo de la grandísima puta.

Si tu intención era preguntarle con más detalle qué había visto en el comportamiento de ese hombre para hablar con tanta seguridad no les dio tiempo a hacerlo o realmente no fue necesario, porque al momento vieron como éste, Ayala y dos soldados más se dirigían en dirección a ellos con cara de pocos amigos y dándoles órdenes.

-  De rodillas...

-  ¿Cómo?... - los tres notaron como se les cortaba la respiración

-  ¿ES QUE PERDIERON EL JODIDO OÍDO!...¡DE RODILLAS HE DICHO!... ¡MANOS DETRÁS DE LA NUCA!

Aunque eso último no lo habían entendido, se limitaron a imitar los movimientos de Carlos.

Una vez en esa posición, Herrera empezó a caminar de un lado a otro con una mirada impasible puesta en ellos. Permaneció así uno par de minutos hasta que finalmente se decidió a hablar y no en español precisamente.

-  ¿Saben que es lo que más me molesta en esta vida?

Hizo una pausa como si realmente esperase que alguno de ellos le contestase. Sin embargo cualquiera de los tres sabía que cualquier contestación quedaba descartada.

-  Son dos cosas... - se paró delante de Jensen -... Una de ellas es la desobediencia.

Dio un par de pasos más hasta llegar a la altura del castaño -...la otra es la ingratitud.

-  Y si por culpa de que alguien se pasa ambas cosas por el forro de los cojones yo pierdo a alguna de mi gente, lo único que cabe esperar es alguna compensación por la otra parte,… ¿no creen?

Seguían sin entender parte de ese monólogo. De acuerdo…, estaba claro que en esa salida se había habido víctimas..., pero... ¿a qué se refería con desobediencia y con ingratitud?

-  Creí que las reglas estaban claras... - ahora estaba delante del médico -... Que no eran en absoluto difíciles de entender - continuó con su caminar de un lado a otro -… Y sin embargo ¿con qué me encuentro?

Los chicos levantaron la cabeza hacia el General sin ni siquiera darse cuenta de que lo estaban haciendo.

-  ¿LES HE DADO PERMISO PARA QUE ME MIREN, CARAJO? - Retiró su mano derecha de detrás de la espalda y los empezó a apuntar de manera intermitente con un arma… con sus cabezas como objetivo claro.

-  ¡ME ENCUENTRO, CON UN PAGO DE RESCATE QUE SE CONVIERTE EN UNA PUTA Y JODIDA EMBOSCADA EN LA QUE PIERDO A TRES DE MIS HOMBRES!

-  ¿CON QUÉ DERECHO…, MIERDAS INSIGNIFICANTES, PIENSAN QUE PUEDEN OBRAR A SU PUTA VOLUNTAD CON LA VIDA DE MI GENTE?... ¿ESO ES LO QUE SE CREEN?... ¿QUE ESTO ES UN MALDITO JUEGO?

Intentaron leer en el rostro de Ayala y de los otros dos soldados algún gesto que les diese una idea de cómo iba a derivar todo aquello. Pero lo único que pudieron leer en esos ojos casi siempre inescrutables, fue ira…, rabia.

-  PUES MUY BIEN... SI QUIEREN JUGAR… JUGUEMOS.

Sin decir mucho más se posicionó delante del médico y le disparó a quemarropa entre ceja y ceja.

El cuerpo de Carlos cayó como un saco de arena ante la mirada horrorizada de ambos chicos, a quienes el miedo les ahogó un grito que no llegó a salir de sus gargantas. Sin embargo, Herrera pareció que ni siquiera se había inmutado. Al momento se olvidó del hombre que acababa de matar y se colocó nuevamente delante de ambos.

-  Y ustedes dos... ¿también les apetece jugar?... Recen para que sus familias no decidan entrar en este juego… porque ya les digo de antemano que tienen todas las de perder.

Intentaron por todos los medios contener las lágrimas de impotencia, miedo y dolor que se empezaban a acumular en sus ojos, porque no iban a darle el gusto a ese hijo de puta de verlos llorar. De haber podido le habrían gritado y habrían maldecido delante de él, el día en el que su madre decidió traerlo al mundo, pero ese hombre estaba demasiado furioso en ese momento como para importarle ni siquiera el precio que había puesto a sus cabezas.

Los miró una vez más y les escupió a la cara justo un instante antes de girarse y dirigirse a Ayala y a los soldados.

-  Denles unas palas y que se pongan a cavar una fosa... Luego encárguense de que se quedan encerraditos en su barracón, y que a nadie se les ocurra darles de beber o comer hasta que no hayan terminado... ¿ME OYERON?

-  ¡Sí mi general! - Los dos soldados salieron en dirección a sus casas en busca de una los útiles para cavar el nicho.

-  ¡Pablo!... tú y yo no hemos terminado

Los hombres no tardaron en regresar con un par de palas que el propio Herrera tiró con desdén delante de los chicos.

-  ¡Encárguense de que hacen su trabajo!... ¡y rápido!

A continuación se alejó en dirección a una de las casas con Carlos Ayala seguido de cerca.

Les había llevado horas cavar esa maldita tumba y durante todo ese tiempo ninguno de los dos había vuelto a abrir la boca. Lo único que habían hecho era llorar…, unas lágrimas camufladas en medio de sudor y tierra mojada, pero tan sinceras como el respeto que sentían por la persona a la que habían matado de una forma tan ruin y cobarde delante de sus narices.

Tuvieron que ver como los soldados echaban el cuerpo sin vida Carlos en el interior, sin ni siquiera cubrirlo lo más mínimo y así como habían cavado la fosa les obligaron a volverla a cubrir.

Cuando volvieron al barracón estaban tan extenuados y aturdidos por lo que había pasado que apenas reaccionaron cuando Mayra entró dentro de la cabaña a dejarles unos platos con algo de comida y un poco de agua fresca.

-  Deberían asearse gringos... o acabarán atrayendo infinidad de mosquitos

A continuación ella misma les acercó un par de cubos con agua y una pastilla de jabón y tras un

-  Háganme caso... no deberían de pensar más en ello - seguido de un - Piensen en sus vidas y en como conservarla…, les aseguro que es más conveniente - volvió a salir por la puerta.

Todavía tuvo que pasar una hora más para que ambos se decidiesen a asearse y a probar bocado, convencidos de que ni una minúscula miga de pan sería capaz da bajar por sus gargantas sin que sintiesen al momento ganas de vomitar.

Y no fue hasta que terminaron el último trozo de arepas que les habían llevado, que decidieron romper ese silencio que los había acompañado durante horas.

El primero en hacerlo fue Jensen, con una frase que al castaño en un primer intento le costó entender.

-  Mayra tiene razón

-  ¿Qué…Qué quieres decir con que Mayra tiene razón?... ¿razón en qué Jensen?... porque yo no puedo olvidar la imagen de los sesos de Carlos desparramados en el suelo.

Jensen pareció no oír ese último comentario y siguió insistiendo.

-  Es hora de tomar decisiones que nos permitan conservar la vida.

Lo primero que se le pasó a Jared por la cabeza era que, después de esa tarde se iba a negar en banda a cualquier otra cosa que no fuese esperar a que sus familias pagasen el rescate. Por eso tardó en reaccionar tras escuchar la siguiente frase de Jensen, que sonó a sentencia sin vuelta atrás.

-  No pienso esperar a que nos pudramos en vida o a que a uno de estos hijos de puta se le pire la fresa y nos meta un tiro a la primera de cambio... Si sigues teniendo esa idea en la cabeza… - lo miró a los ojos con mirada triste pero firme -...Está decidido... nos fugamos.



Se habían enterado por casualidad. Una casualidad casi providencial, puesto que el ejército Colombiano y la Embajada Española habían tratado de ocultarlo. Sin embargo Terry tenía algunos buenos contactos en Colombia. Contactos que trataban de estar al día de cualquier movimiento que tuviese que ver con un intento de por liberar a un extranjero apresado por las FARC. Y lo de ese médico español había sido un cúmulo de mala suerte y por supuesto un error tras otro en lo relativo a las negociaciones.

La familia, ante la imposibilidad de conseguir todo el dinero que pedían por él, tras más de año y medio intentándolo por todos los medios, se había dejado convencer por el ejército y por la propia embajada para pactar un fingido intento de rescate.

La última vez que el contacto de las FARC se había comunicado con ellos, éstos le habían informado de que finalmente habían conseguido el dinero. Tras mucho insistir en la necesidad de estar lo más cerca del secuestrado para recuperarlo cuanto antes una vez que se hubiese hecho efectivo el rescate, habían acordado que la entrega se haría a las afueras de Florencia, la capital del Caquetá donde, una vez verificada la entrega y en un plazo inferior a 24 horas, de estar todo bien, la familia tendría de vuelta a su doctorcito.

Sin embargo ese pago del rescate se había convertido en una emboscada en la que el ejército colombiano había cargado contra un grupo de soldados, a quienes habrían liquidado uno a uno, dejando como mucho a un par de ellos a los que torturarían hasta que les dijesen donde tenían sus laboratorios de coca, de no ser porque éstos habían sido apoyados por otra patrulla que había salido a su encuentro. De manera que esa operación se había convertido en una locura de fuego cruzado en la que habían caído cinco de los terroristas y dos de los militares, que sin duda alguna acabarían siendo condecorados.

El cómo había sabido la segunda partida de paramilitares las verdaderas razones por las que ese encuentro tenía lugar sólo se podía explicar por la presencia de alguien en el ejército afín a las FARC o bien por algún topo en la embajada, pero el caso era que aquella imprudencia iba a tener unas consecuencias muy duras para los Dacosta, quienes dos días más tarde eran informados por el contacto de las FARC en Bogotá de que ya no había más que negociar y que nunca más volverían a ver al médico y como prueba la dura e escalofriante foto del cadáver del médico antes de ser enterrado en medio de la nada.

-  ¿Y después de esto, esos desgraciados aún ponen trabas a que negociemos por nuestra cuenta? - Donna no daba crédito a lo que Terry les estaba contando.

-  Para ellos es más importante acabar con los cárteres de la droga en este país que la vida de un ser humano… - el negociador vio para las cuatro personas que lo miraban con ojos atónitos -… Sé que suena duro, pero es así... Ellos lo llaman daños colaterales.

-  Pues yo no voy a permitir que esta gente trate a mi hijo o a Jensen como un maldito daño colateral.

-  Lo entiendo perfectamente Sherry... claro que no lo vamos a permitir. Sólo que a día de hoy el gobierno y el ejército nos tienen bien marcados.

-  ¿Y entonces qué? - Hacía dos días que Chris había aterrizado en Colombia y todavía se estaba poniendo al día de cómo funcionaban las cosas allí. De todas ellas, lo que peor llevaba con diferencia era la lentitud con la que todo se movía - Y por favor Terry… no vuelvas a decir la palabra mágica esperar, porque creo que ya la he oído demasiadas veces en cuarenta y ocho horas.

-  Chris…, - Steve le apoyó la mano en la pierna -… sé que es frustrante, pero cálmate. Terry sabe manejar esto.

-  No lo dudo… - se defendió Chris -... Pero está claro que otros no - A continuación se dirigió de nuevo a Terry -... ¿y si estos cabrones al final deciden hacernos una encerrona?... ¿Y si acceden a que paguemos el rescate pero aprovechan la ocasión para jugársela a la guerrilla?

-  Para empezar Chris… - Terry le explicó como serían las cosas -… el pago del rescate no lo haremos en plena selva… y aceptaremos pagar la cantidad fijada pero marcando también nuestras reglas.

-  ¿Crees que las van a aceptar? - Steve tampoco estaba demasiado seguro de ello.

-  ¿Con treinta millones de dólares en juego? - La pregunta había sido un tanto retórica, pero la verdad es que las cifras daban miedo -... ¡Oh, sí!... créeme que lo aceptarán. Aunque de todos modos… por si estos hijos de puta se pusiesen nerviosos debido a los últimos acontecimientos estoy empezando a fraguar un plan B.

Tras la primera visita de Sherry y Donna a la embajada que había terminado con Terry Thorne llevándolas hasta el hotel, muchas cosas habían cambiado. Desde el primer momento había quedado claro que las ideas de ese negociador sobre cómo tenían que manejarse las cosas en el secuestro de los chicos, no iban muy en línea con las ideas ni del gobierno ni de la embajada y su maldita costumbre de cagarse por los pantalones ante la posibilidad de dar un mal paso que generase el más mínimo conflicto diplomático.

De acuerdo que la imagen de los americanos en Latinoamérica seguía siendo delicada, pero eso no implicaba que el diplomático de turno se tuviese que bajar los pantalones a la mínima de cambio. De hecho estaba seguro de que tres cuartas partes de las decisiones que la embajada tomaba en Colombia no se llegaban a saber en el hemisferio norte.

Terry en el fondo, o quizá no tanto, era una especie de abogado de causas perdidas, al margen de que no le gustaba que una panda de incompetentes, corruptos o directamente lame bolas se empeñasen en darle por culo y precisamente por todas esas razones había empatizado desde un primer momento con Sherry y con Donna y habían llegado a un acuerdo económicamente sustancial, a petición de ambas, pero que probablemente también habría aceptado hacer por mucho menos.

En sus más de diez años dedicándose a negociar rescates había tejido una jugosa telaraña de contactos dentro del gremio que abarcaban decenas de países y algunos le debían más de un favor. Pero además, dentro de esa telaraña, algunos no sólo eran simples contactos, sino que se habían convertido en grandes amistades de esas que se forjan a base de salvarles el pellejo en alguna ocasión, por lo que, llegado el caso sabría que podría contar con ellos, aunque se tratase incluso de reclamarlos en una operación no suicida pero casi.

Lo único que necesitaban era dar con la pieza que les pusiese en la pista de dónde estaba exactamente el campamento y a partir de ahí, si la primera vía fallaba, actuaría como no sería la primera vez. Un modo con el que, para qué lo iba a negar, disfrutaba como un niño con un juguete nuevo, porque le permitía volver al auténtico juego. Un juego en el que la descarga de adrenalina era tan brutal que hacía que te sintieses más vivo que nunca.

-  ¿Un plan B?... ¿Qué... qué plan? - Preguntaron Steve y Chris a la vez antes de ver para Donna y para Sherry que al parecer y por la expresión de su cara, algo sí sabían de esa segunda vía.

-  Todo a su tiempo...- Terry les sonrió con una sonrisa habitual en él en la que los labios casi se convertían en una fina línea curvada -... Pero hasta entonces, confiad en mí.
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