Feb 21, 2011 16:30
La vida es bella y nos lo dijeron pocas veces cuando nacimos. Aún menos cuando crecíamos. Es el transcurso del agua del río el que te lleva a lugares insospechados y a la vez tan conocidos por eso llamado Ser... que somos. Te encuentras con tantos detalles que te gritan lo bello que es TODO. No hay nada que perder, sólo hay ganancias de sentir. Lanzarse al río y nadar percibiendo cada molécula de agua, cada vaivén de las pequeñas oleadas. Porque las olas son olas, no son olas de mar, también hay olas de un río. No, tampoco nos contaron eso. Aún así acabas descubriendo que si te deslizas por el cauce de lo sencillo, del río, acabas arropándote por el Amor que envuelve la existencia, la vida por si misma. Te sientes pez, te sientes cómo ese pájaro, como una nube, como todo bello de la creación que seas capaz de observar con ojos de una primera vez. Y a la vez siempre última vez... para poder sentir la importancia que cada cosa, sentimiento y momento es único. Te sientes tan pequeña, tan grande. Simplemente te sientes en esa dualidad y acabas fusionado lo binario para simplemente Ser. Inseparable de todo lo circundante mientras vives desde ese punto tan interno y totalitario. Tacto, lúz, brillos, aromas... No pienso y luego existo mientras siento y revivo. En un placentero bucle continuo.