Silencio (Aioria x Shaka)

Jul 31, 2012 03:06



En el silencio absoluto de la divina noche, entre las penumbras de aquel desconocido lugar, alrededor de  los pilares del sexto templo, acobijado por la absoluta soledad de su recinto, se encontraba el santo de virgen, meditando en profunda concentración,  como solía acostumbrar, el murmullo del viento era el único visitante  en el salón, caminaba despacio entre aquellos pasillos y saludaba en secreto al rubio, que permanecía aun concentrado,  y  corría ahora con deprisa de aquel lugar, para bajar con mesura hasta el quinto templo.

Donde el majestuoso león observaba encantado el estrellado cielo de la grandiosa Grecia que les cubría,  el viento susurro con mesura en las mejillas del Griego, y dejando a su paso la exquisita esencia del hindú, despertó de sobresalto al castaño, conociendo con claridad aquella dulce fragancia, que la podría comparar con el veneno mas ponzoñoso de todos, pues tenía el mismo efecto de uno en su corazón, lo apretaba entre sus fauces y no lo soltaba, lo hacía palpitar rápidamente, y lo hacía sentirse morir si no podía seguir deleitándose de aquella exquisitez.

Despertó de aquel sueño encantado, y subió hechizado por las escaleras, que lo llevarían hasta su ángel de rubias hebras, pisando con fuerza las baldosas del recinto de la virgen.

Dentro de aquel lugar, los cabellos danzarines del rubio bajaron repentinamente, sintiendo claramente el cosmos del león en su recinto mas, este no se movió de su lugar, cambio la posición de sus manos y se mantuvo relajado y atento ante cualquier señal de su visitante.

Como un felino Aiora se adentro en la penumbra, y las esmeraldas que poseía como ojos brillaban en ella, dando la imagen perfecta de un cazador; acechando a su presa.

Pero Shaka no era cualquier presa. Este continuo sentado en la oscuridad, y cuando su cazador se encontró a pocos centímetros de sí mismo, se incorporo tratando de encararlo, mas era imposible, el griego era un poco (o más alto) que el hindú.
Y como si pudiesen hablarse con las miradas, los cielos del rubio iluminaron el lugar en un centellazo, abriéndolos apenas, haciendo estremecer al león, pues cada vez que el rubio abría los ojos liberaba aquella poderosa energía que poseía, aquel poderoso cosmos que amarraba al león y lo llevaba arrastrado hasta los pies de la virgen, para adorarla e idolatrarla.

-Nos volvemos a ver- susurro elegante el rubio, con su aterciopelada voz, acercándose lentamente al griego, mientras volvía a cerrar los ojos. El griego tragaba en seco, y se acercaba al santo más cercano a un dios.

-¿Te he interrumpido? -pregunto en la oscuridad, acercándose finalmente, hasta quedar frente a frente del otro, sin dejar de mirarlo.

-No- dijo el otro cortante, y pasando sus níveas manos por el rostro bronceado del griego, acariciando sus mejillas, y finalmente acercándose a sus labios, para besarlos pasivamente.

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