Y como soy una masoca, os dejo esto. Sé que la calidad es más bien tirando a malilla, pero es que estoy harta de corregirlos cada dos por tres.
No hay géneros. Asumidlos todos menos el de Estonia (que lo llamaría Costumbrismo XD) como Romance y ya tá.
Título: Al alba
Fandom/Pairing: Estonia [APH] (Mención de los países bálticos, Polonia y aparición de Rusia).
Clasificación: K+
Advertencias: Para
papaveri . Utilizo los nombres humanos. Eduard para Estonia, Iván para Rusia, Toris para Lituania, Feliks para Polonia y Raivis para Letonia...
Palabras: 349
Cuando Toris despertaba de sus pesadillas y gritaba de ese modo, recordando sus contradictorios tiempos con Feliks, Eduard siempre acababa mareado y asustado. La mayoría de las veces no podía volver a dormir, ocultando sus ojeras a Iván y a los demás para que no se dieran cuenta de las noches que pasaba.
A veces contemplaba cómo iba apareciendo lentamente el alba, que iluminaba aquel paisaje tan frío, y sonreía al ver a Raivis acurrucado contra Toris, temblando, y éste haciendo muecas, pensando quizás que el letón era el polaco. Si nadie lo sorprendía se duchaba, se vestía y después se preparaba un té caliente; mientras lo tomaba poco a poco, reflexionaba sobre su futuro y añoraba la cama compartida.
No supo cuántas veces lo hizo, una decena quizás, hasta que alguien descubrió su extraña rutina.
-¿Eduard, qué haces despierto a estas horas? -Preguntó una voz inocente detrás de él justo cuando estaba tomando el último sorbo.
-¡Señor R-Rusia! -Exclamó, temblando, al darse cuenta de quién era.
No sabía qué decirle. Él nunca se enteraba de lo que pasaba de vez en cuando en la habitación donde dormían los países bálticos.
O lo que queda de nosotros después de los gritos.
-N-No podía dormir... Lo siento mucho si le he molestado.
-Estoy bien, no te preocupes.
Eduard suspiró, un poco más aliviado... aunque todavía estaba en tensión. Intuía que diría algo más.
-Pero siempre parecía que un ratón estuviera trasteando por la cocina... Iba a echar azufre, a ver qué pasaba con él.
Se quedó de piedra, y volvió a temblar.
-M-Me voy a-a despertar a Lituania y a Let-tonia... -arguyó, huyendo tan rápido como pudo.
Al salir de la cocina deseó deshacerse el nudo de la corbata, huir de aquella casa llamada Unión Soviética y poder tomar el té con tranquilidad en la suya. Hasta que no hubiera una ventana rota en cualquier lugar, un momento de debilidad en aquella mansión, se dijo entristecido, sólo podría contemplar el amanecer sentado en la cama y sentir cuán pequeño era allí.
Título: Por la crisis
Fandom/Pairing: España/Italia del Sur [APH] (Mención de Rusia)
Clasificación: K+
Advertencias: Utilizo los nombres humanos. Antonio para España y Lovino/Lovi para Italia del Sur.
Palabras: 376
-Lovi... Ayúdame...
Fue lo último que dijo Antonio antes de caer al suelo de su casa, visiblemente enfermo. Lovino no supo qué hacer; tampoco se encontraba tan bien como parecía. Hacía semanas que no se quejaba como siempre... y nadie, excepto el español, se había percatado de ello.
-Serás estúpido... -gruñó el italiano, llevándoselo a rastras hasta su habitación.
«¡Dio, tan flacucho como parece y lo que pesa en realidad!», pensaba el castaño sin darse cuenta de las diferencias de tamaño entre su país y el de su carga. Arrancó las sábanas de la cama de la habitación de invitados, le quitó las deportivas y lo tapó tan bien como pudo. De pronto escuchó un hilillo de voz que parecía venir de muy, muy lejos.
-Gracias, Lovi... te quiero.
-¡No digas eso! ¿Pero por qué estás así de mal?
-Es la crisis... mi jefe es un inepto... un mentiroso. Dice que todo irá bien, cuando hay un montón de gente que está en el paro y sin poder pagar las hipotecas... y para postres, creo que ha habido otro incendio.
-Al menos no estás como en Rusia... ese idiota grandullón debe estar tirándose a la piscina a la mínima, si es que no está intentando apagar todos sus fuegos. Decían en la televisión el otro día que las temperaturas allí no eran tan altas desde hace 71 años.
-Sería gracioso verlo nadando en un lago, ¿verdad, mi Lovi querido?
No quiso imaginarse esa abyecta visión. Iván en calzoncillos y con la bufanda prendida en el cuello... uh. Puaj. Horrible. No era para nada gracioso, y lo mismo susurró cuando se echó junto a Antonio en la cama; los mareos eran cada vez peores... asco de economía, de jefe y de mundo.
Notó que unos brazos lo aprisionaban y que el español le obligaba a apoyar la cabeza en su pecho, mientras acariciaba sus cabellos tan, tan lentamente que se puso nervioso a los pocos segundos.
-¿Qué haces?
-El jefe te protege. Fusososo... -murmuró, durmiéndose de pronto y sin haber desaparecido todavía su fiebre.
Y Lovino clamó al cielo, suplicando a algún ente invisible que lo ayudara a entender la mente del hombre al que amaba.
Título: Calor
Fandom/Pairing: Rusia/China [APH]
Clasificación: T
Advertencias: Escrito tras el anterior como consecuencia lógica. Utilizo los nombres humanos. Iván para Rusia y Yao para China.
Palabras: 515
-I-Iván... qué sorpresa verte por aquí, aru -sonreía Yao, un poco asustado. ¿A qué había ido? Además, el aspecto del ruso no es que fuera muy adecuado para soportar la estación de lluvias; en un brazo llevaba el traje de siempre y la bufanda que siempre llevaba estaba recogida, como si le molestase el tener que arrastrarla.
No sabía si decirle que ir en bañador por la calle no era aceptado socialmente... pero a veces se le escapaba la mirada hacia el pecho de éste y, a pesar de resistirse, no podía dejar de hacerlo.
-Escucha, Yao... ¿puedo quedarme aquí unos días?
-¿Qué es lo que ocurre?
-¿Cuándo llueve en tu país? -Preguntó el otro no ignorándolo del todo-. He venido porque no puedo vivir en el mío, al menos hasta que se acabe el verano. Había pensado en ir a visitar a Estonia, pero me quedaría igual.
-¿Igual, cómo, aru?
-Muerto de calor. La gente se tira a las fuentes y muere, se tira a los ríos y muere. Todo está lleno de muerte... muerte...
La letanía de Iván ya no le hacía tanta gracia, y menos le hizo cuando la cara empezó a entenebrecerse.
En cuanto la lluvia empezó a caer, el ruso corrió y salió de la casa del chino. Se quedó allí, sintiendo cómo las gotas iban resbalando una tras otra, empapándole, por fin dándole un poco de alivio. El chino quería avisarle del peligro que corría; una vez que llovía no paraba, y a veces las corrientes se llevaban casas, coches y hasta personas.
Pero se quedó atontado tras ver cómo se comportaba como un niño de cinco años, saltando un charco tras otro, sonriente, con el bañador ya calado. Iván contempló brevemente a Yao, que parecía atravesar su mirada, y lo saludó. Al ver que había una respuesta vaga, imprecisa, supo qué era lo que debía hacer.
Y se llevó al moreno bajo la lluvia, cargándolo sobre sus fornidos brazos.
-¿Qué haces, aru? ¡No quiero resfriarme! -gritaba éste, cada vez más avergonzado.
Iván sólo podía sonreír, mientras le deshacía la cola y acariciaba su cabello suelto, tan fino, tan liso y tan brillante, comprobando con satisfacción el enrojecimiento progresivo del otro. Le encantaba torturarlo de ese modo.
-Así estás más guapo... -y se le congeló la expresión.
Otro incendio, se dijo maldiciendo interiormente esas temperaturas mortales. Ya le había pedido a su jefe que hiciera salir al ejército para intentar parar ese desastre.
En cuanto la lluvia paró un instante, Yao quiso deshacerse del abrazo, pero Iván lo acercó todavía más a su pecho. Entre tanta pesadilla, estaba bien tomarse un momento de respiro como aquel, y ver cómo el chino se rendía y lo correspondía... aunque le costaba entrelazar sus manos detrás del cuello del rubio. Era demasiado alto.
O quizás él era demasiado bajo.
«No importa. Al final, nadie va a verle así, nadie más aparte de mí», y aprovechó para arrancarle un beso y acariciarle los hombros, danzando lentamente bajo las gotas de lluvia.
Título: Esa inútil nostalgia
Fandom/Pairing: España/Italia del Sur [APH] (Mención de Italia del Norte).
Clasificación: K+
Advertencias: Utilizo los nombres humanos. Antonio/Toni para España, Feliciano para Italia del Norte y Lovino para Italia del Sur.
Palabras: 330
Parece que haya días en que esa sonrisa se quede estática en su rostro, como la máscara que lleva el tonto de Feliciano por Carnaval mientras marcha disfrazado a su queridísima Venecia.
No importa cuántas veces pregunte qué es lo que ha dicho, al final Lovino grita algo parecido a «¿Pero qué te pasa, idiota?» y lo zarandea para que vuelva a ser el de antes y se deje de tanta tontería. En esos pocos momentos da la sensación que Toni no lo ve del todo, que esos suspiros son una pequeña, una ínfima parte de él.
Por la noche, cuando su sonrisa vuelva a ser la de siempre, lo abrazará con tanto amor que Lovino acabará yéndose irritado a la cama después de darle un puñetazo y de lanzarle varios insultos, desde el cariño, claro.
Antonio cree que debería haber una receta para su nostalgia, para evitar hacer enojar a su amado, y piensa seriamente en escuchar boleros o ver alguna película melodramática donde dos jóvenes de mundos diferentes se enamoran y se separarán para no volverse a encontrar, si no en la muerte.
Una parte de él sabe que nada de eso servirá. Se siente mal al recordar los que entonces consideraba los buenos tiempos, aquellos momentos en que se sentía orgulloso de ser tan fuerte y poderoso sin saber que los bajos de su capa empezaban a empaparse de oro y de sangre.
Hay tantas veces en las que se pregunta porqué hace eso...
En realidad -y no se lo contará nunca a su amado, a pesar de sus gritos- está comparando esa época en la que estaba rodeado pero solo con la de ahora, en los que no está tan solo aunque el resto de las personas de su condición le ignoren.
La verdad, se dice satisfecho mientras besa al italiano en los labios y le susurra un «Buenas noches» que hace enrojecer al otro de un modo adorable, es que está mucho mejor así.