El segundo capítulo del CrabboyleNoir (que a falta de otro título, se va a llamar así de momento).
Fandom: Harry Potter.
Personajes: Crabbe, Goyle, y todos los que caigan en mis manos.
Disclaimer: Todo lo que no es mío es de otros. Y no gano dinero con esto.
Avisos, particularidades y demases: AU, de momento nada más.
Capítulo anterior:
Prólogo.
La historia de Lucius Malfoy
De acuerdo, tal vez haya exagerado. La historia no era tan impresionante en su momento. De hecho, si no hubieran estado desesperados por un caso y su cliente hubiera sido más hobbit y menos elfo, le habrían remitido directamente a Aberforth Dumbledore: sospecho habitual y especialista por mérito propio en asuntos de mascotas.
Pero, forzados por las circunstancias a encargarse del asunto, Crabbe y Goyle, como todos los profesionales de verdad, escucharon pretendiendo más atención de la que prestaban y dándose más importancia de que la que tenían. La atención, eso sí, se alternaba a intervalos iguales entre las penurias de su cliente y su sensual cruzar y descruzar de piernas.
Lo que oyeron esa tarde, entre sorbos de café y miradas hambrientas hacia los donuts, fue más o menos lo siguiente:
No hacía tanto que Lucius Malfoy (sentado ahora enfrente suya mirando los donuts con asco) había reavivado su amistad con el magnate de dudosa reputación que se hacía llamar Lord Voldemort, (cuya madre, apuntó Malfoy, era bizca) y a pesar de que al principio las cosas habían sido idílicas y perfectas, tras varios meses de convivencia feliz se daba cuenta de que había acabado entre la espada y la pared.
-Todo empezó con Nagini…-relataba el cliente, encendiendo un cigarrillo.
Sentado a la mesa, Crabbe apuntaba los detalles con esmero. Goyle se apoyaba en la pared en silencio, pareciendo duro, (lo cual es más duro de lo que parece).
Por lo visto, habían pasado poco más de dos semanas desde que la serpiente de Voldemort, Nagini, había desaparecido sin dejar ni rastro.
(Esta parte de la historia dio pie a un desafortunado malentendido, ya que al principio los detectives creyeron que se trataba de un eufemismo de algún tipo, pero resultó que no, y todo el mundo se revolvió incómodo en su asiento en silencio un momento antes de continuar.)
La desaparición de su mascota había amargado el ya de por sí amargo carácter de Voldemort, llevándole a niveles de paranoia antes desconocidos, y haciéndole oler a chamusquina. Ahora desconfiaba de todo el mundo, incluso de su círculo interior, y veía enemigos por todas partes.
-Al principio- explicaba Malfoy- pensé que era algo pasajero, que era una reacción normal a una pérdida tan grande, y le di todo mi apoyo. - Aquí suspiró sonoramente- Pero pronto la actitud de mi amigo se volvió aún más extraña, más fría y distante, y poco a poco me fui dando cuenta de que al parecer era únicamente a mí a quién culpaba de la desaparición de la serpiente…Y que si no desaparecía pronto yo también, ya no tendría escapatoria.
Hubo un silencio pesado. El pelo rubio y la piel blanca de Lucius casi parecían resplandecer en la oscura oficina, y el humo de los cigarrillos daba un toque irreal a la escena. Crabbe no pudo resistirse, y cogió un donut, llenándose las manos de algo rojizo y brillante, que parecía sangre: relleno de fresa.
-No sé cómo puede pensar eso de mi- se lamentó el rubio con su seductora y sensual voz, retorciéndose las manos. -Es culpa de los que están todo el tiempo llenándole la cabeza de rumores, esperando perderme de vista para ocupar mi lugar en su corazón.
Agachó la cabeza, y tras anunciar que “no estaba llorando si no que tenía un lagrimal infectado”, Crabbe y Goyle se apresuraron a buscarle un pañuelo. (El de Crabbe estaba lleno de mermelada, así que Goyle le extendió el suyo, con sus iniciales bordadas a mano por él mismo).
Los detectives aprovecharon la pausa para hacer varias preguntas: “¿Qué clase de cambios vio en el comportamiento de Lord Voldemort?” “¿Qué le hizo pensar que corría peligro?” “¿No será contagioso lo del lagrimal?”
-Obviamente- explicó Lucius- había empezado atribuyéndolo todo a la bebida y a la senilidad, porque ya se sabe- movió la mano con desinterés, sin pararse a explicar que Lord Voldemort tenía casi setenta años, dándolo por sabido- , pero luego empezaron a pasar cosas raras: Bellatrix Lestrange había estado rondando mi casa, presentándose en mi puerta sin avisar a horas intempestivas, preguntando por mi salud, Peter Pettigrew había dejado de llamar, y me habían negado la entrada a la Chistera Casposa -el bar de moda, que prometía “conejos sin truco” en la invitación-.
Claro que esto podrían ser imaginaciones suyas, admitía Malfoy, encogiéndose de hombros, pero empezaba a parecerle sospechoso. De todas formas no fue hasta unos días más tarde cuando todo se precipitó al vacío:
-Algún tiempo después del incidente en la puerta de La Chistera Casposa- continuaba su relato- Voldemort en persona me preguntó sin rodeos si no habría visto su diario, que casualmente andaba buscando en ese momento.
El diario, según el rubio, había sido una muestra de confianza que Lord Voldemort le había entregado hacía algún tiempo como regalo de San Valentín, y que nunca jamás se había planteado recuperar o cuestionar hasta entonces.
-Al recordarle eso mismo, empezó a gritarme y a amenazarme con toda clase de maldades horribles si no lo devolvía enseguida o si revelaba algo de su contenido- contaba Malfoy.-Todo esto me dejó en shock- afirmó con los ojos puestos en el infinito y la voz temblorosa.
Estiró la pierna hacia los detectives con elegancia.
-Los tuve que comprar para calmarme-señaló sus relucientes zapatos de piel de medio tacón, encerados con esmero, testigos mudos de su dolor y su rechazo.
Ante la reacción sospechosamente entusiasta de Crabbe y Goyle por el par de zapatos, volvió a cruzar las piernas y concluyó su relato.
-Dos horas después de la airada discusión, llevándome conmigo tan solo un par de objetos personales básicos, me mudé de la mansión de Voldemort a un apartamento alquilado del centro, temiendo por mi seguridad. Es posible que se dé cuenta de que es solo un malentendido…- se engañaba en voz alta.
Los detectives no lo desmintieron, pero se miraron el uno al otro con una expresión desanimada.
-Pero- añadió Malfoy desconsolado de nuevo-nadie mejor que yo sabe lo que es capaz de hacer si le rompen el corazón…- Carraspeó un momento- Y por ese motivo me encuentro hoy aquí ante ustedes- señaló vagamente el destartalado despacho con la mano.
Crabbe, acabándose su segundo donut, se sintió un poco avergonzado por el estado de la oficina. Goyle por su parte, estaba harto de estar de pie con pinta de duro.
-Necesito discreción- dijo el rubio-No puedo meter a los aurores en esto porque si Voldemort se enterase me odiaría. Si hago obvio el hecho de que temo por mi seguridad, será como admitir que me merezco estar en peligro. Y si admito que he hecho daño a esa serpiente…no me perdonará nunca.
Pero al preguntarle si realmente había leído el diario, la determinación del rubio al fin vaciló, y con tono inseguro y avergonzado, declaró que desgraciadamente ya no lo tenía. Que no lo había leído, y no tenía ni idea de lo que decía, pero que ya no estaba en su posesión. Después, con gesto arrogante y digno, se negó a responder nada más.
Lo que les rogaba, eso sí (fumando seductoramente y cruzando y descruzando las piernas tanto que debía tener agujetas) era que encontraran a la serpiente o descubrieran lo que había ocurrido con ella. Así podría probar su inocencia y volver a su antigua vida sin levantar un escándalo.
-¿Volverá con él? ¿A pesar de todo lo que ha hecho?- Preguntó Crabbe indignado casi sin poder contenerse, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
Goyle le lanzó una mirada de reprobación, pero Malfoy suspiró y apagó el cigarrillo aplastándolo en el cenicero.
-A pesar de lo que ustedes y otros puedan pensar, Lord Voldemort no es un mal hombre. Es racista, cruel y sanguinario. Y está obsesionado con los jóvenes en edad escolar. Y estaría dispuesto a matar a todos sus seres queridos por un triciclo de segunda mano. Y es megalómano y vegetariano. Pero ha tenido una infancia difícil, y muchos problemas. Además, es mi mejor amigo- declaró con los ojos brillantes antes de ponerse un sombrero de ala ancha muy masculino que ensombrecía su expresión. - Espero noticias suyas pronto, señores.
Con esto se levantó y tras dejar su tarjeta de visita en la mesa y dedicarles una inclinación de cabeza, salió por la puerta.
Una vez solos, los dos detectives se miraron un momento, contemplando la situación.
-Bueno- Goyle se rascó detrás de la oreja, dubitativo- Lo mejor será empezar cuanto antes…
-Sí- afirmó Crabbe con decisión.- Pero no se puede empezar un caso como este sin la preparación adecuada. Antes de nada, habrá que hacer una parada en el número 7 del Callejón Diagon.
Ante la seguridad de su amigo, Goyle no tuvo otra que empezar a ponerse la gabardina y el sombrero de nuevo. Tenía el oscuro presentimiento de que los días siguientes iban a parecerle muy largos si las cosas seguían así. Igual si se compraba un abrigo con cremallera…
*Lo que pasa con los dibujos es que aparentemente la tinta y la acuarela negra sí que son diferentes. Así ha quedado un poco raro todo: la tinta es mucho más espesa y ocre y se nota. Espero que halleis en vuestos corazones la fuerza para perdonarme, prometo que es la última vez. Sniff, sniff.
Y bueno, este chapi no ha quedado muy activo, ya me direis si os habeis aburrido mucho.