[Fanfic] Imperium

Apr 14, 2011 23:43

Serie: Axis Powers: Hetalia
Characters: Este fic no está centrado en ningún personaje en concreto. Se centra en un concepto que se podría aplicar para diferentes personajes a lo largo de diferentes periodos de tiempo. Así pues, el objetivo del fic es que cada uno imagine a quién quiera.
Rating : T ·_· No hay ni derramamiento de sangre. Se menciona pero nada más.
Comentario:  Fic para el concurso de fanfics de Hetalia Syndrome en Facebook.

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El poder significaba la gloria.

Triunfo, reconocimiento, riquezas... Todo eso estaba adjunto. ¡Cuánto le costaba conseguir la fuerza necesaria para poder salir vencedor de cada batalla! Cada nueva contienda en la que miles de vidas se perdían en un suspiro. Tierras que se cubrían de sangre, cuerpos inertes y tristeza. Gente que lloraría las pérdidas de familiares queridos. Gente que odiaría a alguien y buscaría venganza. El odio que provocaba más odio. La cadena de autodestrucción del ser humano.

Apoderarse de nuevos territorios era una sensación por demás placentera. Ninguno podía mentir respecto a eso. Por muy agradable que pudieras ser: obtener algo nuevo es una sensación que a todo el mundo le gusta. Poco a poco el dominio se extendía más allá de sus propias fronteras, atravesando continentes e incluso océanos. De ese modo, uno se convertía en lo máximo que un país podía aspirara a ser.

Imperio.

Ser temido y respetado por todos. Pasar al lado del resto de los países y no obtener más que un tímido saludo o una breve expresión de admiración. ¿Quién no podía querer ser un imperio? Cuando tus dominios eran tan grandes que casi te podías creer algo así como Dios: omnipresente en el mundo.

¿Cómo cuidar tantos territorios? A pesar de ser poderoso, no puedes concentrar tus fuerzas en páramos a simple vista a salvo de amenazas. Y es que el poder potenciaba un sentimiento ominoso y ruin.

La traición.

Como una sombra, siempre pegada a los talones. El poder transformaba a la persona más cuerda en un auténtico bipolar. Por delante haciendo una sentida reverencia, admirando al gran imperio cuando por detrás sujetaba un puñal envenenado, buscando el momento idóneo para clavárselo en cuanto menos se lo esperaba. El enemigo deja de ser valiente y cortés, viniendo de frente. Se esconde tras cualquier esquina, esperando para clavar el acero en el cuerpo de ese imperio y hacerlo caer.

Quiere arrebatar sus posesiones, su fama y su grandeza. La codicia consume y envenena al resto de los países. Y de repente, aquel país al que consideras tu amigo, te traiciona y asalta tus tierras más allá del mar.

El imperio, en su gran y ostentoso trono, empieza a ser cada vez más lejano. Aunque desee llorar, no puede hacerlo frente a nadie. Aunque su cuerpo padece un gran sufrimiento y parece que se está desmoronando por momentos, no puede contárselo a nadie. Aunque sienta inquietudes respecto a los problemas que padece, mantiene su boca cerrada.

Siempre altivo. Siempre maravilloso. Siempre un gran imperio.

Cada vez más hundido en una oscuridad de la que es difícil salir.

Nadie comprende al imperio. Su destino es ser tratado como un déspota, como un horrible ser que somete a todo el mundo a su voluntad debido a su excesivo poder. Y no es que no tengan razón, es simplemente que no puede admitirlo. Si él dudara de lo que está haciendo, ¿qué sentido tendría soportar lo que estaba soportando?

Cada hora, cada minuto, cada segundo que se mostraba altivo ante el mundo y decía, sin tener que pronunciar ninguna palabra: “Temedme, el gran imperio ha llegado.”, “Respetadme, pues soy más poderoso y no toleraré ofensas”, empezaba a ser un suplicio

Y el susodicho imperio camina y camina por su sendero de peleas, codicia, destrucción y sangre, sin apoyarse en ninguna mano para aliviar su cansancio. Aunque, en realidad, en su interior desea llorar y ser abrazado por alguien. Necesita que le digan que no está mal lo que hace, que le apoyan, que le protegerán. Pero es demasiado orgulloso. Aparta a la gente de su lado, les trata mal o disimula para que nadie se dé cuenta.

Se aleja.

Cada vez más.

El aislamiento del poderoso. A cada rato más huraño, con menos ganas de hablar con el resto del mundo. Aunque alguien venga con una conversación mundana, su mente está lejos de ese lugar. Quizás pensando que las palabras de esa persona no tienen significado alguno. Diga lo que diga, nunca comprenderá lo que ocurre en su interior, esa soledad que poco a poco está consumiendo la razón del imperio.

En mitad de la noche llora en silencio. En ese momento de tranquilidad, lanza las cosas al suelo y golpea los muros de una pared que le encierra menos que su propio cuerpo, el cual le impide acercarse a las demás naciones. El imperio nunca se desmorona delante de sus súbditos, jamás.

Cada nuevo paso es más pesado que el anterior, pero sólo puede avanzar hacia delante. No sabe de dónde vendrá la próxima puñalada y todo el mundo es enemigo a sus ojos. Incluso empiezan a haber intrigas dentro de su propia casa.

Se tambalea y de repente caminar es más difícil. Los países, comportándose como cuervos hambrientos que llevan merodeando una presa moribunda, en cuanto tienen la ocasión, se lanzan a por él, arrebatándole no sólo los territorios que había conquistado sino también los propios.

El enemigo incita la revolución de los países invadidos, la guerra de nuevo, el derramamiento de sangre (ese que intenta ocultar a pesar de que nunca cesó). El país sometido no se rinde. Puede descansar, permanecer en silencio, pero el día menos pensado se levanta y te apuñala por la espalda.

Como todos.

Algún necio dijo que todos deberían estar unidos bajo un sólo país, como hermanos. El imperio sabe, más que ninguna otra nación, que eso no es posible. La gente ambiciona demasiadas cosas y un mundo unificado las echaría a perder. Claman por igualdad cuando en realidad desean escalafones. Desean estar por encima de otras personas y sentir que son mejores que alguien.

El imperio empieza a caerse a cachos. Cada nuevo golpe hace más difícil soportar el anterior. Cada nueva crisis hace que sea más difícil mantener en silencio a los sometidos. Como una pequeña bola de nieve que se deja caer desde lo más alto de una ladera nevada. Cuando llega abajo, esa bola aparentemente insignificante ha crecido hasta que ya es imposible pararla con tu propia fuerza.

Pero aún así, no ha acabado para él.

Ya no es imperio más. Ha vuelto a ser una simple nación. Sus territorios se han visto devueltos a lo que eran inicialmente, en ocasiones incluso a menos. Y, en ese momento, nadie tiene compasión de ti.

Porque tú fuiste ese temido imperio.
Ese que fue quemando ciudades y saqueando a gente.
Ese al que se atribuyen mil y una historias terribles de las cuales, más de la mitad, son puras mentiras.

No hay compasión para el ex-imperio.
Seguirá llorando solo.
De nuevo intentando ocultar su debilidad a los otros. Continuando aún con esas asquerosas manías que aprendió entonces.

Una vez imperio, internamente siempre serás imperio.
Una vez obtengas el orgullo, siempre serás orgulloso.

concurso, fanfic

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