Mi odisea

Jan 04, 2012 21:47


Hoy os pido que hagais el esfuerzo de imaginaros que estamos a día18 de Diciembre, que es cuando tendría que haber publicado esta entrada, pero un virus estomacal de la leche, me dejó fuera de combate, y luego se me ha ido pasando. Ya el año pasado se me olvidó contar la odisea de mi viaje de tres días para cruzar dos países, y es algo que me gustaría recordar. Como dos meses después no venía a cuento, decidí dejarlo para el aniversario, pero este año pasó lo que pasó y estamos a día cuatro. Así que como no tengo ganas de dejarlo para el segundo aniversario, os hacéis a la idea de que es día 21, y voy a relatar como hace un año tal día como hoy (¿) estaba tirada en una estación de tren en Caen sin saber si podría llegar a casa por navidad.


El viernes yo había preparado mi maleta, y me había despedido de las profesoras. Hacía un día soleado, cosa extrañísima en Normandía, y me permití el lujo de decirles “voy a tener bien tiempo para el viaje”. Fui a mi casa (mi cuarto, la residencia), a buscar no me acuerdo qué que tenía que darles, y en la distancia de cruzar el patio (ni un minuto), al llegar a la sala de profesores estaba nevando. Mal asunto. Pero había brillado el sol, no podía durar mucho.

El sábado nevaba más. Yo había dejado ese día para ir a comprar bocadillos para el día siguiente. Pero hacía tan mal tiempo que aborte misión. Y me empecé a preocupar. Porque nevaba, nevaba y no paraba. Los vuelos de otras compañías empezaban a cancelarse, pero eso yo no lo sabía.
Yo pensé ese mismo día que debería haberme ido a París un día antes y pasar esa noche en un hotel. Así me paseaba de paso. Me lamenté mucho por no haberseme ocurrido antes, pero menos mal que no lo hice, porque o bien me hubiese tocado pagar otra noche de hotel, o bien hubiese tenido que pasar la noche en el aeropuerto o la estación. Dos opciones nada agradables.
El caso es que me fui a la cama la noche del 18 al 19 preocupada. Mi tren para París salía a la una de la tarde del día siguiente, y mi avión, a las ocho. Supuestamente el día 19, domingo, a eso de las diez debía de estar en España.

El 19 por la mañana, este era el aspecto de mi calle.







Salí a tirar la basura y la bota se me hundió hasta justo por donde me llegaba, unos 20 centímetros. Llame a mi madre y le dije que se empezará a preocupar, porque la cosa estaba muy mal. Hubo un momento en que la nieve amenazaba con bloquear la puerta, así que me fui de mi casita bastante antes de lo previsto, pero no importaba porque ahora tenía un problema mayor. No había buses, no había tranvías, no había taxis, y yo tenía una maleta de diez kilos y 20 centímetros de nieve en el suelo, y un camino de media hora para la estación.












Y el cielo más blanco que he visto en mi vida.

Tuve que ir con la maleta en brazos, y un trayecto de media hora se convirtió en algo más de una. Y fue algo menos porque había osados que habían salido en coche, y yo aprovechaba las rodadas que dejaban en la nieve para poder arrastrar un poquito mi maleta. Mi maletita nueva, que acabó con un asa rota y los bajos destrozados. Y al llegar  la estación me la encuentro llena de gente. Mala señal.

No nos explicaban que pasaba, pero algo iba mal. Estuve un rato sentada almorzando con un señor marroquí y otro argelino que parecían amigos de toda la vida pero que acababan de conocerse en ese momento. El argelino también quería llegar a París para coger un avión. Al cabo de un rato y de dar vueltas (y morirme de frío), sale una señora a decirnos que las vías de tren están por el momento bloqueadas, y que no sabían por cuanto tiempo.

Estuve un rato esperando por la estación, sentándome en el suelo y donde podía (un rato, dentro de la cabina del fotomatón), hasta que los de la SNCF tuvieron a bien informarnos de que posiblemente no saldría ningún tren hasta el día siguiente. Yo estaba hablando con el señor marroquí y diciéndole “lo mejor que me puede pasar es que cancelen mi vuelo, porque no voy a poderlo coger”. Y justo en ese momento me vibra el móvil. Pensaba que sería un mensaje de mi madre o David, pero era Ryanair. Mi vuelo estaba cancelado. Buena suerte.

Me puse en la cola para cambiar mi billete de tren para el día siguiente y mientras pensando en que ahcer. Porque ahora tenía que cambiar el billete o comprarme otro que me iba a costar el triple, para bastantes días después que tendría que pasar sola (mis compañeras se habían ido), y además sin saber si iba a poder volar o no. Y con los billetes de tren de la mano se me encendió la bombillita. Y cuando llegué a ventanilla compré un billete en tren cama París-Madrid para el día siguiente. Me costó más caro pero era más seguro.

El señor se ofreció a llevarme en coche a casa. Y yo como una niña bien educada que nunca se ha fiado de los extraños le dije que sí… no sé que me pasó, de verdad. Creo que me daba igual que matase con tal de no tener que cargar con los diez kilos cuesta arriba. Ahora lo pienso y me llevo las manos a la cabeza, pero en su momento me pareció un hombre confiable. Y lo era, me llevó a casa, suerte que tuve.

La residencia, a todo esto, daba más miedo porque no quedaba ni el tato al menos en mi planta. Ese hermoso día descubrí que la cocina tenía un candado y candé (mira que si me llego a quedar encerrada dentro, que eso no se debía usar desde hacía años). Me estuvieron consolando vía msn, y vi las noticias, donde Francia se sumía en el caos aereo. Curiosamente, las vías férreas funcionaban perfectamente, SALVO la mía, Évreux-Paris, que estaba cortada por la nieve. Guay.
Dormí fatal, al día siguiente más de lo mismo, maleta a cuestas, camino a la estación. Yo había hecho la promesa de no volver a subirme a más coches de extraños, y la cumplí cuando una mujer y su hija pararon su coche y me ofrecieron llevarme y yo me monté sin más miramientos. Al menos ellas violarme no me iban a violar.

Estuve hablando con la hija, ella se fue en el tren de antes que yo que era el primero que salía. Calibré la opción de montarme en ese tren, pero la deseché. Me quedé tomándome un zumo de fresa en la estación y viendo por los paneles como su tren salía con mucho retraso. Estuve con el corazón en la boca hasta que anunciaron el mío. Subí. “Bueno, por lo menos ya estoy dentro”, pensé.

Caen-París, son dos horas de tren, incluso algo menos si no hacen paradas. Fueron cuatro horas y algo. No había calefacción. Y por la ventana se veía esto.




(no sé si se aprecia en la foto, pero estaba helado)










De vez en cuando el tren se paraba en la vía, y por megafonía parecía que se descojonaban de nosotros “El tren se ha parado en medio de la vía, por favor, no desciendan”. La gente que no había podido coger los trenes el día anterior se agolpaba en el pasillo, sentada en mitad como podía. Hasta en la puerta de los servicios había gente. Y a mi me entraron ganas de hacer pis. Ay.

Molesté a todo el mundo, pisé unas cuantas manos y maletas, pero pude ir y volver. Entonces me entró hambre porque había desayunado a las siete de la mañana, y después solo me había tomado el triste zumo a las nueve y eran casi las dos. Y el niño de mi lado el muy jodido comiendo gominotas (cada vez que me llamaban por teléfono y yo hablaba en español, me miraba con la boca abierta. No sé que me veía de divertido). La madre que estaba sentada dos asientos más adelante le ofrecía a sus compañeros de sitio, pero el nada, el muy cabrito. Estuve a punto de pedirle y olvidar mis modales, pero me contuve.

Llegamos a París, al fin. y yo me acabo de dar cuenta de que esta es la página 3 del documento word, así que el resto mañana, porque en una entrada sola no cabe.

francia

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