Tengo escrito esto desde los problemas de livejournal, pero luego se me fue pasando. En realidad la llevaba planeando tiempo, pero me daba pereza hacer las fotos. Esta es una entrada cotilla que tenía planeada hace tiempo sobre CAMISETAS.
La particularidad que tiene mi armario y el motivo por el que quiero enseñarlo, es que si vais a cualquier tienda de ropa, encontrareis menos variedad de las que tengo yo en mi armario.
Si, sí, eso dice todo el mundo, que tiene demasiadas, que tal y cual, pero luego nunca es para tanto.
¿Qué no? Jajaja, pequeñas ilusas, pinchad en el cut, pinchad, y contemplareis el HORROR y el DRAMA de la vida truncada de una joven devorada por el consumismo masivo de camisetas de dibujos.
Estas son mis favoritas. Mi hamburguesa especial tan amarillita y tan simpática, el león de Inglaterra comprado en España, mi carpa
japonesa, mi preciosísima camiseta del sol que es la mejor de todas (es un sol,que queréis), y la de los bichos con ojos que se mueven, y que hacen ruido cuando camino. Sigamos.
La camiseta de Ponys es mi ultima adquisición. Me la regaló David. La que está al lado tiene un dibujo chulísimo, fue la que me compré en rebajas en Caen en Cache-cache.
Mickey, mickey everywhere. De verano solo tengo una, pero de invierno tengo dos sudaderas y una camiseta. Ah, y una que es de manga corta, pero por el forro es más bien de entretiempo. Y le he echado el ojo a otra en Oysho.
Lo peor de esto es que acabo todo el verano con las mismas camisetas, porque al final alguna se oculta entre las demás, y cuando llega el invierno la saco y me maldigo porque tal camiseta me encantaba y me he olvidado de que existía todo el verano. De hecho, haciendo esto ya he rescatado un par de camisetas que habían caído por detrás.
Las tengo todas en una parte de baldas de mi armario (antes eran cinco baldas, pero solo quedan tres porque se partieron con el peso), que soporta más o menos los mismo kilos que los paquidermos que llevan el mundodisco a cuestas.
No, no se ha terminado.
La de Mozart me la compré cuando fui al musical. La del león del extremo debe tener ya más años que yo (ahora es obriguera, y cuando me la compré me pasaba la cintura). La de la chica es muy mona, aunque haya salido deforme en la foto. Y la roja con la nube es la camiseta que me regalaron las profesoras con la supuesta forma de hablar normanda (ahora que lo pienso nunca puse foto de mis regalos. Que mal). La que está al lado me la compré en Montpellier cuatro años antes, btw. La mitad de mi armario es francés.
¡Mirad, a wild camiseta sin dibujo appeared! Y la blanquita con las marisoplas debería haber ido con las favoritas, que amor que le tengo aunque ya se le hayan caido la mitad de las cosas plateadas. A la blanquita sin dibujo también le tengo amor, aunque cada año que pasa me está más corta.
¿Y este batirburrillo sin sentido? Pues que me estaba cansando ya y no paraban de salir camisetas? Aquí, desterradas y marginadas por
no tener dibujo hay dos camisetas blancas de tirantes. La gris está perdonada por tener un encaje majo. Y está mi camiseta de batidos cuarenteros a la que le planté el pin de la aerotransportada (que tuve que comprar dos veces porque el primero se me perdió), la mangacha la compré la primera y única vez que fui al salón de barcelona, y por ahí anda una camiseta de montpellier también (la que afirma en frances que soy absolutamente genial).
Y como ya me he cansado, para otra ocasión quedan las piscineras (que son de fútbol), las que se llevan a comuniones bodas y/o eventos serioes que exigen camisetas aburridas sin dibujo, dos que esas si que tienen más años que yo que olvidé porque están metidas en un cajón, y la que llevaba puesta que se me olvidó quitarmela para la ocasión. Y la que llevo puesta ahora mismo de calaveras y estrellitas que no sé donde estaba ese día, pero en las fotos no ha salido. Y tengo vestidos también, pero eso ya no cuenta.
¿Qué, tenía yo razón o no? Lo peor de esto es cuando llega el invierno, y hay que sacar la ropa de idem (porque hay armarios en las que
conviven las ropas de las dos temporadas en armonía, pero en el mío como veis, no pueden), y mi madre me dice “habrá que tirar alguna camiseta” y yo la miro con el horror reflejado en el rostro, como diciendo “¿pretendes que elija entre alguno de mis hijos?”. Y al final vuelven todas al armario, pero a veces cae lguna, y se que este invierno también tendré que tirar alguna, porque las casas sirven para vivir, no para guardar camisetas, y ya no puedo acumular más, pero es que NO PUEDO. Es demasiado duro.