Fandom: Percy Jackson y los dioses del Olimpo - The Lost Hero
Pairing: Percy/Nico? Quizá, pero muy sutil.
Rating: +7
Notas: Escrito para el reto del mes de
lotus_hotel. Debe interpretarse como una viñeta de un proyecto mayor.
Resumen: Post-Lost Hero. Nico se ha unido al bando equivocado en la batalla por el mundo que es Ragnarok. Percy ha perdido a sus padres. Y Nueva York duerme bajo la nieve, en ruinas. Angst.
Debería empezar a plantearme lo de hacer un post de guía sobre estos oneshots relacionados entre sí. Digo yo xD
La ciudad de Nueva York no perdía el encanto ni siquera bajo metros y metros de nieve. Habían buenas razones por las que los Olímpicos habían elegido a la Gran Manzana como sede y capital, y la vitalidad que translucía enterrada en cascotes, prácticamente abandonada y con sus calles convertidas en ríos de sangre y lágrimas hacía imposible no imaginar sus días de gloria.
Percy contempló a su ciudad. Sobreviviría. Por supuesto que sobreviviría; era Nueva York. Era tantas cosas que para acabar con ella haría falta la ira de todos los dioses del universo.
Aunque lo cierto es que los muertos habían hecho un trabajo bastante increíble, todo había que decirlo. La amargura - que se había convertido en parte ineludible de su persona; que llevaba como una armadura sobre su piel de ser invulnerable, invencible -, el odio, el dolor. Todo eso que componía la fuerza que arrastraba a los difuntos a la destrucción la habían reducido a una imitación helada y crepuscular de la ciudad de Pompeya.
Aún quedaban cadáveres por las calles; si no se daban prisa, los devorarían las alimañas que aparecían de vez en cuando, cuando el eterno crepúsculo dorado se convertía en algo parecido a la noche.
A su espalda, los mestizos se movían de un lado para otro. Siempre había algo que hacer. Sin embargo, sabía que le dejarían en paz. Todos habían perdido algo. Pero él era el único que había perdido todo.
A veces deseaba la muerte. Así no tendría que odiar a sus propios compañeros, a su propia familia, por no compartir su suerte.
Escuchó unos pasos en la nieve, y acto seguido una mano le tocó el hombro. Jason Reconocería esa forma de caminar, ese olor a sangre, tormenta y batalla en cualquier parte. Giró la cabeza hasta encontrar sus ojos azul intenso. Thalia, morena, espigada y solemne en su larga capa plateada - los anacronismos estaban a la orden del día en los últimos tiempos - le observaba con una expresión meditabunda en sus iris, tan similares a los de su hermano y a la vez tan distintos.
Ambos hijos del soberano de los dioses miraron hacia más allá del bosque de coníferas que rodeaba el campamento.
- Está aquí - dijo Thalia. Tenía la voz áspera, tomada. De respirar humo y chillar para hacerse oír. Carraspeó -. Iba a cargármelo. Pero él - señaló a su hermano, sarcástica - cree que es mejor que oigas primero lo que tiene que decir.
- Entiendo tus sentimientos, hermana, pero el único con derecho a matarle es Percy -le contestó él. Su mano, cálida, le transmitió serenidad a través de las capas de ropa -. Además, hay algo extraño en él.
- ¿Está solo? - hacía días que no hablaba con nadie. Su voz le sonó extraña incluso a él.
- No.
Los tres mestizos - los tres héroes - intercambiaron una mirada.
Los de su clase nunca lo están.
* * *
Tenía dieciséis años. Sólo dieciséis años. Lo había tenido todo y lo había dejado arder, sin mover un dedo para rescatarlo del fuego. Luego había cogido un palo, y había jugueteado con las cenizas.
Tenía los ojos muertos, las orejas demasiado grandes y olía a tierra húmeda y flores podridas. También a sudor, sangre y humo. Sentado en un tocón en la linde del bosque nevado, su mirada seguía patrones invisibles en el aire frío; con su chaqueta negra y sus botas de cuero, parecía salido de una novela de fantasía para adolescentes.
Ese era Nico di Angelo. El Ángel de la Muerte, le llamaba ya la gente. Para Percy era sólo Él. Había perdido su derecho a poseer un nombre. Riptide ya no volvía nunca a su forma de incógnito; el arma había crecido con él, y ahora le colgaba baja a la espalda. Percy paseó sus dedos por la empuñadura y la mirada por la figura triste, sombría, del que alguna vez había sido tanto y era nada. Reparó en dos vasijas de barro al lado de los pies del adolescente; las cenizas de su madre y de Paul, supuso. Habían sido de los primeros en caer; ni siquiera el favor de un dios había sido suficiente para salvarles.
Nico alzó la cabeza al escuchar el sonido de sus pasos sobre la nieve revuelta y sucia. Pareció absorberle en su totalidad en un vistazo. Luego cerró los ojos y se levantó, las urnas en sus brazos. Comenzó acercarse lentamente, y poco a poco, sus rasgos fueron tomando más forma en la penumbra crepuscular. La luz anaranjada dibujó una nariz larga, unos rizos enredados, oscuros; se perdió en los ángulos que formaban el rostro de Nico di Angelo.
Por primera vez, Percy sintió las presencias de Thalia y Jason a su espalda. Al detenerse el adolescente a un metro escaso de él - nariz contra frente; Nico había crecido mucho -, habló sin girarse a mirarles.
- Podéis iros - le salió más dictatorial de lo que pretendía, e intentar arreglarlo le hizo sentirse patético -. ¿Por favor?
Por una vez, ambos le escucharon. Los hermanos Grace se alejaron en dirección al campamento.
Nico carraspeó. Tenía los ojos brillantes; de pronto, ya no parecían tan muertos.
Le alcanzó la urna de su brazo izquierdo con una mano sucia, llena de arañazos . No llevaba guantes -. Sally.
Percy cogió la vasija. No pesaba nada, y estaba fría salvo por el lugar donde el chico la había sujetado.
- Paul - Percy la acunó también contra su pecho. Durante unos instantes, ambos se quedaron en silencio. Finalmente, Nico habló -. Sé que me odias. Y que nada que pueda hacer lo va a cambiar. Pero no podía dejarles así.
Su voz, espesa, se quebró al final. Carraspeó de nuevo, y se giró para volver a desaparecer en las sombras. Percy observó su espalda - triste, tan triste -, y abrió la boca sin pensar.
- ¿Por qué?
Nico pareció esperar un par de de latidos antes de contestar -. Por los muertos. Por los vivos. Porque estaba escrito. Porque alguien tiene que guiarles.
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Nico desapareció con la última palabra, y Percy permaneció en silencio durante lo que se antojó un millón de años y medio segundo, hasta conseguir reunir sus pensamientos - hasta conseguir averiguar en qué estaba pensando.
¿Por qué era tan idiota?
Una vez más, quedaba claro quién era el más listo de los dos.
Sintiéndose más triste y más vivo que en lo que se antojaba una eternidad - y tan sólo eran dos semanas -, Percy volvió al campamento. Con las cenizas de sus padres en los brazos y el corazón algo más ligero.