Nights of Blue

Nov 14, 2009 09:45

Las horas habían pasado como eternidades. Como siglos enteros. Habiendo saboreado ya más de cincuenta veces el único beso que había recibido de ella aquel día, un simple beso que tenía sus labios escociendo y gritando por más, y no solo sus labios, sus manos, sus brazos, su piel, cada parte de el gritaba por alivio, un alivio que solo ella podría suministrar y que desgraciadamente no daría jamás, abrazarla, acariciarla...besarla, esos placeres tan sencillos y tan importantes para el.

Era consciente de que el deseo que emanaba por su piel con solo tenerla cerca le estaba conduciendo a la locura. Negación tras negación, rechazo tras rechazo, y cada noche sintiendo el aroma de Olinda por todas partes, mordiendo sus mantas para negarse a si mismo que necesitaba de ella y que simplemente su lecho estaba demasiado frío, aún a pesar de no saber para nada lo que era compartirlo.

Por que lo torturaba, y lo odiaba tanto que a días estaba por entregarle lo que el tanto anhelaba, parecía dispuesta a abandonarse a lo que tuviera que ocurrir, y de la nada lo dejaba, ansioso y con el cuerpo adolorido, en necesidad. Y otros días lo evadía, lo mordía cuando la besaba a la fuerza, para que dejara de molestarla, lo empujaba y lo trataba como basura y lo peor era... que era en esos días cuando más la deseaba y cuando menos pensaba en las consecuencias de sus actos.

Y en esos momentos de inconsciencia caminaban juntos, sin ir de la mano, por supuesto, hasta el árbol que tranquilamente estaba preparado junto al lago. Su noche de bodas, la primera vez que estarían solos de verdad dentro de los límites de la Legión.

Sintió la mirada hostil de Olinda sobre si, y tuvo que apretar los puños para resistirse de abrazarla contra si y besarla hasta que se le consumieran los labios. Tuvo que reprimirse a si mismo para no levantarla entre sus brazos y llevarla hasta aquel lugar designado para ellos como su hogar conyugal.

-Olinda...yo...
-No quiero escucharte, tu voz me enferma como no te das una idea. - ¡Maldita!, ¡Maldita y Bendita fuera al mismo tiempo! Por que lo hacía adorarla y necesitarla con la misma intensidad con la que la desdeñaba por que no le correspondía.
-¿Te das cuenta que necesitamos hablar, cariño? - la última palabra estuvo remarcada notoriamente y aunque no estaba acostumbrado a usarla, bajo ninguna circunstancia, le pareció la más apropiada para el momento.
-Yo no tengo nada que hablar contigo, estoy aquí para cumplir con mis obligaciones, no te hagas ilusiones ni por un segundo, mocoso, gracias a Dios, terminamos con aquel circo de las caras sonrientes y satisfechas.
-¿Te ha parecido solo eso? ¿Sabes algo?, no quiero tener que lidiar con esto, me largo a mi viejo árbol, no pienso obligarte a nada.
-¿De que hablas?
-De nada. - comenzó a separarse de ella. Pero pronto se dio cuenta que aquellos ojos helados brillaban con expectativa, casi de forma placentera al encontrar una excusa para nombrarle irresponsable y así, poder inventarse nuevas razones para no soportarlo.

Comenzó a jugar con sus dedos, el árbol lucía cada vez más cercano y así mismo sus ganas por terminar con su propio circo de "elfo razonable" Si Olinda estaba ahí para cumplir con sus obligaciones, cumpliría con ellas, no había mucho más.

Al entrar, el lugar estaba perfectamente adornado como lo estaría para una pareja de enamorados...y bien, aquel definitivamente no era el caso. Pero Olinda pareció hacer caso omiso de aquello y se tiró en el lecho, al observarlo repleto de girasoles. Si tan solo supiera lo hermosa que lucía para el, y lo mucho que se había tardado en encontrar los girasoles más grandes y bonitos de la Legión.

Everheart solo le dio la espalda, y comenzó a preparar un lecho aparte, sería la primera vez que dormiría en el piso y aunque no le parecía lo más cómodo para el, solo...ansiaba no darle más razones a Olinda para despreciarlo.
-¿Que pretendes, haciendo eso? - lo miró con el ceño fruncido.
-Acomodarme para dormir, preciosa, sé de sobra que me quieres cerca tuyo, pero esta noche no tengo ganas...
Una risa gutural, sensual y casi sarcástica emergió de la garganta de Olinda...de esa garganta perfecta que el se moría por besar.
-Como se nota que así huyes de todas tus responsabilidades...no me cabe ni la más ligera duda de que jamás vas a tener lo que se requiere para reemplazar a tu padre, no eres más que un... - De un momento a otro, Everheart pasó a estar acomodando sus cosas en el suelo a estar encima de Olinda, mirandola de forma intensa, y aferrando sus muñecas con fuerza por encima de su cabeza. No quería que las cosas ocurrieran así, pero ya en varias ocasiones le había funcionado a medias y si antes Olinda no había querido dejarse llevar por la falta de lazos entre ellos, ahora no tenía excusa alguna.
-Muy bien, ¿De verdad quieres darme un hijo lo más pronto posible? ¿O me pides de la forma más indirecta posible que en realidad me deseas? - le sonrió de forma altanera y egocéntrica, de la única manera que conocía desde hacía mucho tiempo y cuando ella hizo el esfuerzo por incorporarse, el se acomodó mejor, metiendo la rodilla entre los muslos de su esposa.
-¡Nunca me habías dado tanto asco como hoy! - le exclamó sin llegar a gritarle, no estaba segura de que tan lejos pudiera propagarse el sonido.
-¡No, Olinda!, ¡Tu no te mueves de aquí!, ¡Antes de que sigas jodiendome con las obligaciones que evado, vas a cumplir con las tuyas! - el beso que siguió a ese reproche, resultó el más furioso, necesitado y hambriento que cualquier otro que había compartido con ella.

Olinda lo mordió, y le empujó para poder alejarse tanto de el como le fuera posible.

Le odiaba y a pesar de eso... ocultaba a la perfección lo mucho que necesitaba tenerlo como hacía segundos atrás. Estaba temblando, y no por frío o por furia, el era el que sabía, muy en el fondo, la razón por la que lo hacía.
-¡Estas loca!
-¡Eres tu el que se me ha tirado encima!, ¡Eres una...una bestia! - le gritó desde la pared en la que estaba apoyada.
-¡Por Dios Santo!, ¡Ya basta!, Te casaste conmigo, no tenías ninguna obligación, y sabes perfectamente que en cuanto tengamos hijos se te acaba la posibilidad de convertirte en Reina. Y hasta yo sé que no eres tan egoísta como para pensar solo en esa clase de beneficio. Muchas veces has estado al borde, ¡Muchas! - Apoyó sus manos a cada lado de la cabeza de Olinda, inclinando la suya para besar primero su mejilla, luego su cuello, y al final, ese par de labios que lo tenían hecho un imbécil desde la primera vez que los había tenido entre los suyos. Sus piernas flaquearon, aquel ser la conocía demasiado para su propio bien. El la sujeto entre sus brazos, y por primera vez desde que lo conocía, no le dieron ganas de huir, por que al fin y al cabo era su esposa. Everheart la cargó, estrechandola contra sí y mirandole a los ojos, nada más que a los ojos.

El lecho apenas si se hundió bajo el peso de ambos. Las manos y con ellas, las caricias del elfo, no tardaron para nada en colarse bajo la túnica de Olinda, acariciando su estómago, su ombligo y su vientre antes de pasar a detenerse en su cintura y rodearla con sus brazos para mantenerla muy cerca de el mientras sus dientes comenzaban su camino tortuoso desde su mentón hasta su clavícula. Ella había comenzado a temblar otro tanto, como tantas otras veces, y en especial ahora, por que Everheart parecía estar helado. Incluso sus ropajes, haciendo fricción entre sus piernas se sentían fríos como el ambiente de afuera. No pudo si no respingar cuando las manos de Everheart recorrieron sus muslos, buscando retenerla mejor debajo de el. Y ahí estaba, aquel sentimiento de culpa. Escuchar la ebilla de Everheart comenzando a deshacerse la hizo sentir sucia, más sucia que nunca, y sentir la respiración febril y acelerada de el sobre su cuello solo la hizo sentir asqueada consigo misma. ¿Que le ocurría?
-E-Everheart. E-Everheart - logró distraer la atención del elfo, que, con la mirada nublada, consiguió sonreírle antes de interrumpir sus palabras con un par de besos húmedos y cálidos. Olinda le empujo. -N-No puedo, hoy no.
-Shhhh... - la silenció, pasando a hacer de sus caricias algo más íntimo, manchando de un tierno sonrojo las mejillas de Olinda, y sacando de ella un simple jadeo.
-Everheart, por favor. - le retuvo el rostro entre las manos, y a pesar de que probablemente lucía igual que el, a pesar de que tenía tantas ganas como el de arrastrar lenta la noche, le hizo entender, de una vez, el significado de la palabra "No"
-Olinda. Te lo dije una vez y vuelvo a decirtelo, no voy a obligarte a nada, eres mi esposa, no mi esclava, creo que tienes que comprender eso de una vez...aún cuando deberías haberlo hecho hace mucho. - le besó la frente y desprendiendose de la mayoría de sus ropajes, se metió en su improvisado lecho, junto a ella.

Ahora le tocó a ella morder las mantas y restringirse de hablarle a la mitad de la noche...quizá, se suponía que así se sintiera ahora que sabía que para el, no era una cortesana, era una mujer.
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