Lecciones de condena

Nov 05, 2009 17:08





Nadie se ha atrevido a contar esta historia. Nadie se ha atrevido a contarla tal y como sucedió. Hoy mucha gente en este reino sabe lo que ocurrió de manera ficticia, y sólo saben que un príncipe con el coraje suficiente para enfrentarse a su propio pueblo para permanecer al lado de su amada, fue capaz de liberar a todos de un destino peor que la muerte.

Con los años, esta historia ha cambiado y se ha modificado para ser lo que es hoy: una historia peor que aguada y desabrida. La idea de un príncipe valiente e idealista, que rescata a su damisela en apuros, esta sobrevalorado por estos tiempos… ¡Ya nadie quiere recordar el dolor y el miedo que se experimentaron en May Cliff durante siglos!

Pero los que lo recuerdan, sobre todo los hombres que se emborrachan los fines de semana y los niños con hermanas más jóvenes saben de estos acontecimientos y están más que felices de poder contarlos de vez en cuando, o bien, cada vez que tienen la oportunidad.

Esta es una historia llena de dolor y de miedo, de aprendizaje y de inocencia y de perversión, de condena y de salvación...una digna historia de amor.

Como en toda historia de amor, aquí estamos, con esta pareja, que no varía mucho de otras parejas con las que la historia se ha llegado a topar a través del tiempo...al menos no demasiado. La apariencia de estos jóvenes amantes ha cambiado demasiado, sus nombres también han sido objeto de constantes modificaciones, pero, haciendo un esfuerzo, contando esta historia como la gente que la vivió, al igual que los abuelos de los abuelos de May Cliff lo harían. La historia iría más o menos así...

En la distancia del reino, sobre las colinas que lo rodeaban, algunas familias de granjeros se habían asentado. Entre estas familias estaban los sobrevivientes de la llamada "Condena", ya sea porque no eran requeridos para servir al nuevo imperio o porque simplemente no habían hecho nada que valiera lo que definían como “Una pena de aquel tipo”.

La mayoría de ellos eran hombres y muchachos varones con menos de 19 años, pero entre ellos, había una criatura frágil, una criatura hermosa, cuyo brillo fue suficiente para alegrar a todos, una chica que desde su llegada simbolizó un alivio para todos los sobrevivientes...su nombre era Svetlana, y muchos, si no era que todos, estarían de acuerdo en que la niña era como su difunta madre, la misma expresión de ángel en esa pequeña carita tierna e infantil

Svetlana no era una niña de nueve o diez años. Svetlana era ya una chiquilla de 14 años, que vivía con su padre, cuidando de él a medida que envejecía, sin cuestionar sus razones para no permitirle ir hasta el pueblo...o lo que quedaba de el. Continuamente se encontraba rechazando propuestas de matrimonio de los jóvenes granjeros a su alrededor, y siempre decía, con justa y suficiente razón, que ella prefería quedarse junto a su padre, que era la persona que más necesitaba de ella.

Además, también estaban los constantes comentarios de su padre que siempre conseguían dejarla perpleja, siempre recomendando que le diera un poco de pensamiento a todas las propuestas que le hacían, argumentando que ella estaba destinada a algo mejor que ser la simple esposa inculta, sin ninguna educación de por medio, de un granjero, y sobre todo que su futuro era brillante, incluso cuando estaba oscureciéndose con cada día que pasaba.

La curiosidad definitivamente le podía más que su miedo.

La cosa era, que desde que apareció Svetlana, siendo sólo una bebé, la gente de alrededor había aprendido a amarla y a creer que ella era más hermosa que cualquier otra mujer que hubieran podido ver jamás.

Pero más que nada y más allá de los atributos físicos, que consideraba totalmente inexistentes en ella, Svetlana era una criatura pura y sin mancha. Una niña inconsciente de la maldad humana, incapaz de comprender los muchos sentimientos y las tantas pasiones que un ser humano podía sentir y albergar en su interior. Era una muchacha tierna que jamás había amado a nadie y, ciertamente, ella no podía entender lo que significaba odiar a alguien.

La chica poseía su belleza, no en sus ondas rubias, no en su cuerpo fino y delicado, y no en sus ojos, que parecían esmeraldas a la luz de la tarde, esa belleza tan sublime se encontraba en la pureza de su mirada y su sonrisa, limpia y vacía de pecado.

En sus catorce años, en los que había soñado muchas cosas, había comenzado a soñar con un príncipe.... Sí, un príncipe, ya que no había mejor manera de describir al joven muchacho que con tanta frecuencia le pasaba por la mente.

Un joven íntegro, moral, justo y muy bueno ¡Que ganas tenía de encontrarlo antes que fuera demasiado tarde y, finalmente, uno de sus admiradores compraran la voluntad de su padre!

La pobre poco o nada sabía que este "príncipe" traería dolor a su vida, y que tendría que renunciar a muchas cosas, si quería aprender qué era eso que se sentía cada vez que lo veía entre sueños. No sabía que tendría que dejar atrás su humanidad y todas las cosas que las personas más amaban de ella, Svetlana sería corrompida, y entendería por que parecían protegerla tanto de la oscuridad que se vislumbraba colina abajo…

Una mañana, una mañana de abril, calida, que no podría ser diferente a cualquier otra mañana del resto el año. Más brillante, más oscura, más o menos agradable...pero no, esta mañana era especial, y no por que las hojas no estuvieran ni siquiera cerca de brotar de las ramas de los árboles. Esta mañana había sido diferente al fin porque, Svetlana cumplía quince años.

Ahora era más que claro que Svetlana se había convertido en una joven muy hermosa. Quizá demasiado para su propio bien.

Esa mañana parecía estar tranquila, Svetlana ya había preparado el té para su padre y había servido el desayuno apenas un par de minutos antes de salir al jardín, así que no estaba preocupada por nada en absoluto. El perro, Maxie, parecía más ansioso de lo normal, lo que, aparte de extrañar a la rubia, no podía dejarle pensar en una razón por la cual, el animal estuviera tan intranquilo. Sabía que Maxie tenía 16 años, y por tanto, que era un perro muy viejo, que normalmente no jugaba a causa de su edad y las aparentes enfermedades que parecían asediarlo, y ahora, se encontraba saltando y ladrando como loco para llamar la atención de Svetlana, y más que eso, para sacarla de los límites de su hogar.

Maxie terminó por correr por el sendero, entre ladridos y aullidos. Svetlana miró hacia atrás, a su casa, y, con el ceño fruncido, le gritó al animal para que se mantuviera en silencio y no perturbara el sueño de su padre. El perro volvió para tirar del sencillo vestido de la joven, llevándola sendero abajo. Y tan pronto como estuvieron encaminados, comenzaron a correr juntos hacia el pueblo.

-¡Maxie, vuelve!, ¡No corras tan rápido! - exigió a la muchacha, jadeando y sosteniendo las pocas telas que conformaban su vestido, a fin de no caer o desgarrarlo. Maxie estaba esperando en la entrada del pueblo, apenas al pie de la colina.

La visión, la imagen que estaba más clavada ahora en la mente de Svetlana, definitivamente, no era el hecho de que el pueblo estuviera completamente desolado, ni era aquella ilusión de que todo estuviera pintado de blanco y negro...lo que más impresionó a la joven granjera, fueron las manchas de sangre seca que se extendían a lo largo de las calzadas y las fachadas de las casas.

En lugar de tener miedo, Svetlana observaba con curiosidad. Se agachó hasta que sus dedos acariciaron una de las manchas en el suelo. ¿Qué había hecho?, Maxie empezó a ladrar de nuevo y corrió camino adentro. Svetlana lo siguió, y juntos exploraron ese lugar, abandonado durante lo que parecían ser años, y lo encontró maravilloso. Tan segura como estaba, de que aquel lugar solo había estado en sus sueños…que más bien llegaban a parecer recuerdos, dependiendo de la noche

Cabe agregar ahora que nuestra rubia era una chica inteligente, pero desafortunadamente también era demasiado curiosa. Mientras estaba estudiando los alrededores del pueblo ensangrentado, se olvidó por completo de la prohibición impuesta por su padre desde que era muy pequeña.

Ni cuenta se dio, de que tres muchachos, tres de sus admiradores, todos hermanos, caminaban detrás de ella y comenzaban a plantearse ideas en cuanto la vieron caminando dentro de una calleja bastante más oscura que las del resto del lugar.

No era ni siquiera que ellos pretendieran tenerla como digna esposa, la querían para poder compartírsela entre los tres. Sin tener más mujeres entre los supervivientes, Svetlana era para ellos el fruto más codiciado, el último sorbo de agua...y sus mentes estaban peor que retorcidas y corrompidas después de tantos rechazos tantos de ella como de su padre.

-¿Nos extrañaste mucho, Svet? - dijo el mayor, su nombre era Jeremiah. Alguien tenía que aceptar, que el joven granjero no era feo en absoluto, cabello castaño de largo medio, ojos penetrantes, rasgos fuertes y atractivos, pero ni asi, siendo el más fuerte y el más productivo entre los que permanecían libres, había podido llamar la atención de la chica.
"J-Jeremiah! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Colvin? ¿Jonah? ¿Mi padre les envió para que viniesen por mí? - sin duda, había caído en la cuenta de que había desaparecido y estaba muy preocupado y decepcionado de ella. Las lágrimas no se hicieron esperar y comenzaron a caer al tiempo que Svetlana empezaba a pensar que ella era la peor persona del mundo por haberle hecho aquello a la persona que más se preocupaba por ella, y que ella más amaba.

Jeremiah intentó calmarla, aunque realmente sin mucho éxito. Había algo en él, en la situación y las sonrisas de superioridad de sus hermanos, que sólo logró poner Svetlana más nerviosa y llorosa de lo que ya estaba.

-Rubiecita, no hay necesidad de llorar - dijo, abrazándola más contra su cuerpo, y de inmediato, la chica hizo un intento de alejarse de él. Nunca le había gustado la proximidad de cualquiera de esos hermanos, y ahora se sentía molesta, inquieta.
-Shhh ... haces lo que te pedimos que hacer y tu padre no sabe que lo desobedeciste, ¿vale? - Maxie gruñó, casi listo para saltar sobre todos ellos para darle a la chica una oportunidad de correr, pero, aún antes de poder hacer nada, Colvin le dio una patada en la cabeza, dejando al perro casi inconsciente, tirado a la entrada de aquel callejón.

Tenía miedo, se sentía abandonada. El terror se hizo inevitable cuando las manos de Jeremiah cayeron de su cintura hasta sus caderas. Ella alcanzó a golpearlo lo más fuerte que podía permitirse, y, en cambio, Jonah y Colvin la retuvieron por los brazos con fuerza innecesaria.

Sus esperanzas pronto se redujeron a cero. Su mente estaba en blanco, los tres juntos eran evidentemente más fuertes que ella. Y… ¿Gritar? Sí, claro, ¿Quien sería capaz de escuchar sus gritos de auxilio en medio de un pueblo abandonado?...

Un estruendo se escuchó en la pared. El ruido sorprendió no sólo Svetlana, sino también a sus atacantes.

-¿Qué ...? - empezó.

Un gato saltó de un par de cajas de madera que habían ido a dar al suelo y los hermanos se rieron en conjunto.
-Al parecer, un gatito vino a tu rescate, Svet. - Colvin comenzó a burlarse cuando un par de manos apareció de las sombras para volverle la cabeza...

La rubia gritó, horrorizada por la mera visión de aquel acto. El cuerpo quedó tendido en el suelo, con los ojos abiertos y la cabeza girada en un ángulo bastante grotesco. Jonah miró a su alrededor como tratando de averiguar lo que había pasado, sin parecer demasiado inmutado por la repentina muerte de su hermano.

Una mano tiró de la cintura de Svetlana y la empujó fuera del peligro, arrojándola al suelo. Cuando se volvió para tratar de ver quien la había salvado, lo que vió sólo logró asustarla aún más. Una figura encapuchada, que sin duda parecía moverse muy rápido, fue... bueno, no a pelear con los otros dos hermanos. Más bien parecía querer confundirlos, asustarlos. Svetlana estaba aterrorizada. Solo pudo permitirse encogerse justo donde estaba, incluso cuando era más probable que, fuera lo que fuese que estuviera bajo aquellos ropajes, la había salvado.

Un par de manos parecían empujarla hacia arriba y luego algo más lejos para que ella emprendiera la carrera de regreso a su hogar.

Ya no volvió a tropezar, corrió a la colina, y se volvió sólo una vez durante su recorrido, unos ojos rojos y brillantes la miraron por apenas un par de segundos antes de
regresar a su "trabajo".

Tal vez fue por el susto que ni siquiera había notado que se había herido las rodillas y que varios hilillos de sangre fueron corriendo a través de sus piernas desde los raspones, al igual que en sus manos, que estaban sangrando ligeramente.

Tan pronto como llegó a casa, se arrojó debajo de un árbol, sin siquiera pestañear. Dentro de su hogar, su padre parecía discutir con alguien, pero tenía la mente demasiado nebulosa, demasiado concentrada en su miedo como para reaccionar como debiera. Y allí la tenían, temblando y llorando como si de verdad, aquel trío de canallas hubieran cumplido con su propósito.

Cerró los ojos y se desmayó o algo así, porque en última instancia, esa manera de "dejarse ir" no podría ser descrito como quedarse dormido.

Pronto abrió los ojos, pero no porque sintiera frío, o porque se sintiera en el calor de su hogar. Estaba despierta ahora por el movimiento súbito, hacia adelante y hacia atrás, que parecía ser como una especie de arrullo, y estaba envuelta en lo que parecía ser un manto de satín.

Al levantar los ojos, se encontró con un rostro peculiar y muy familiar, duro, algo salvaje, y con sus ojos claramente visibles a pesar de la oscuridad, que eran verdes, pero que parecían ser de un verde fosforescente.

A pesar de lo poco natural que aquello le parecía, no tenía la fuerza suficiente para sentir miedo. Cuando ocultó de nuevo el rostro en el pecho de quien la sostenía, oyó algo, un sonido muy parecido al de cadenas chocando la una con la otra. Svetlana no quería ni imaginar lo que era aquel sonido, y ahora, de hecho, tan cansada como estaba y con pocas fuerzas como para luchar, se quedó dormida entre los brazos de aquel extraño conocido.

fanfic: lessons on damnation, !español

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